El escritor vaticanista Américo Mascarucci en su libro «La Revolución del Papa Francisco», cuenta las numerosas aperturas de Bergoglio, las dudas, las perplejidades y la desorientación de una parte del mundo católico y los riesgos de un carisma que parece vaciado de referentes doctrinales.
Lun, 02/04/2018 –
–
Américo Mascarucci es el periodista que dos días antes del Habemus Papam y la elección de Jorge Mario Bergoglio al trono de Pedro, predijo su elección.
Ahora, cinco años después de ese momento, Mascarucci analiza los frutos y efectos de su pontificado en un libro – «La revolución del Papa Francisco – Cómo cambia la Iglesia de Don Milani a Lutero» (publicado por Historica Edizioni) – que también es un un viaje completo a través de las muchas dudas sembradas por las aperturas del Papa Francisco y en particular sobre la acusación de ceder al sincretismo, el relativismo, el equiparamiento de todas las religiones, a la idea de que todas las religiones son iguales y, por lo tanto, intercambiables.
Ahora, cinco años después de ese momento, Mascarucci analiza los frutos y efectos de su pontificado en un libro – «La revolución del Papa Francisco – Cómo cambia la Iglesia de Don Milani a Lutero» (publicado por Historica Edizioni) – que también es un un viaje completo a través de las muchas dudas sembradas por las aperturas del Papa Francisco y en particular sobre la acusación de ceder al sincretismo, el relativismo, el equiparamiento de todas las religiones, a la idea de que todas las religiones son iguales y, por lo tanto, intercambiables.
En su libro, Mascarucci, muestra la evidencia de que Bergoglio se concentra en un concepto de santidad basado en la «profecía», es decir, la capacidad de saber anticiparse a los tiempos. «Francisco parece orientado a privilegiar aquellas figuras que, bajo su óptica, se encontraban en la «posición correcta» cuando la Iglesia sí combatía y castigaba la vehemencia, el espíritu rebelde, el comportamiento muy ideológico y poco pastoral».
Como le ocurrió a Don Lorenzo Milani, el prior de Barbiana, que resultaba incomprensible en aquella época, incluso a los sectores más progresistas de la Iglesia que criticaban su deriva protestante y revolucionaria, dispuesto incluso a plegar el Evangelio a sus convicciones ideológicas cuestionables en una especie de lucha de clases que luego se convirtió en un valioso manifiesto para el ’68 italiano. O como en el caso de don Primo Mazzolari, el párroco de Bozzolo, que buscaba el diálogo con los comunistas destacando «la estrecha relación entre la doctrina cristiana y el marxismo» en los años en que la Iglesia estaba bajo el ataque del comunismo en todo el mundo e Italia estaba luchando para contener el avance electoral de los social-comunistas vinculados a la Rusia de Stalin. Un cura severamente censurado por la Iglesia de Pío XII y ahora Francesco rehabilita ignorando por completo el contexto histórico que justifica la hostilidad de la Iglesia hacia él. Francisco, además, sueña con elevar al honor de los altares al arzobispo brasileño Helder Cámara debido a su compromiso hacia los pobres, olvidando las posiciones de aquello que fue definido en el Vaticano como el «obispo rojo», a favor del divorcio, el aborto, el control de la natalidad y la abolición del celibato sacerdotal.
Un Papa que en estos primeros años de su pontificado no hizo más que rehabilitar y «perdonar» a los enemigos de Wojtyla y Ratzinger: del teólogo brasileño Leonardo Boff, uno de los fundadores de la Teología de la Liberación, al ex sacerdote guerrillero Ernesto Cardenal, protagonista de la revolución en Nicaragua y ministro del gobierno comunista de los Sandinistas, autores de la violenta protesta contra Juan Pablo II en 1983, terminando con el teólogo suizo Hans Kung, impugnador de los dogmas marianos e infalibilidad papal, principal inspirador de las protestas internas dentro de la Iglesia Católica, a quien Francisco no dejó de mostrar atención y aprecio declarándose a sí mismo dispuesto, incluso, a discutir sus objeciones.
Y luego muestra proximidad a jefes de estado y exponentes políticos a años luz de la Iglesia, promotores de la afirmación de los derechos civiles, del relativismo ético, del secularismo. Desde Barak Obama hasta Emma Bonino, figuras que lucharon por la afirmación de derechos como el divorcio, el aborto, la eutanasia, el matrimonio homosexual, que se casaron con la ideología de género y ayudaron a erradicar las raíces cristianas del tejido económico y social de Europa y del mundo, a menudo amados por Francisco pues promueven el principio de hospitalidad y solidaridad hacia los inmigrantes. Y finalmente la atención frenética hacia el mundo protestante y la apasionada defensa de Martín Lutero, aquel que dividió a la Iglesia y quebrantó la unidad de todos los cristianos.
Mascarucci recuerda -a propósito de profecías- lo desmentidas que han sido aquellas que inmaginaban encontrar en Bergoglio un sucesor natural de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, conscientes de sus posiciones conservadoras, casi tridentinas, que caracterizaron su trabajo como superior de los jesuitas y que lo llevaron a enfrentarse con el ex prepósito de la Compañía de Jesús, el padre Pedro Arrupe. ¿Cómo es que un gran oponente de la Teología de la Liberación se ha convertido hoy en el principal rehabilitador?
El libro del periodista se convierte en un viaje de análisis y reflexión entre las incertidumbres, dudas y dilemas , pues muchos en el mundo católico están convencidos de que los frutos de esta revolución corren el riesgo de no aportar ningún beneficio a la Iglesia. «Este libro no es contra Francisco, sino para la Iglesia»-explica Mascarucci-. «Esa Iglesia que para nosotros los católicos es Madre y Maestra. Y el grito de alarma de quien, en este momento, aunque se siente hijo de la Iglesia y respeta la santa figura del Pontífice, se siente desorientado frente a ciertos comportamientos o posturas que es difícil de comprender». ¿Por qué el Papa Francisco decidió una vez más dialogar con Eugenio Scalfari, a quien en el libro defino como el sacerdote más autoritario del secularismo? ¿Por qué a pesar de que la Santa Sede ha sido forzada una vez más a corregir el pensamiento de Francisco interpretado libremente por Scalfari, el Papa continúa confiándole sus pensamientos, sus reflexiones?
Estos comportamientos están dejando sabor amargo en la boca de aquellos que en la Iglesia siempre han visto al Papa como un pastor, incluso una guía moral, carismática y en un sentido político, si por política nos referimos a la defensa de una doctrina que ante todo debe ser la guía y el modelo de una sociedad, una sociedad fundada en el bien común . ¿Cuál es, entonces, el punto de posible caída de este Pontificado? «El carisma pastoral de Francisco corre el riesgo de parecer completamente vacío de referencias doctrinales, mostrando solo la defensa de valores «políticamente correctos»(defensa del medio ambiente, oposición a la pena de muerte, acogida), referencias doctrinales que deberían requerir otras intervenciones en un contexto histórico caracterizado cada vez más por el desprecio a la vida (aborto, eutanasia) y por la afirmación de los derechos civiles en claro contraste con el diseño de Dios (ideología de género)» dice Mascarucci.
«Al final, el sentimiento que tenemos es el de un Pontificado marcado por la afirmación de un infinito e incontrolado «progreso católico». Después de todo, el gran filósofo católico Augusto Del Noce afirmó que «para un católico progresista, un ateo era siempre mejor que un católico no progresista». Con Francisco esto parece haberse convertido en la regla».
Traducido por Montse Sanmartí para Como Vara de Almendro
La nota dice:
«Un Papa que en estos primeros años de su pontificado no hizo más que rehabilitar y “perdonar” a los enemigos de Wojtyla y Ratzinger: del teólogo brasileño Leonardo Boff, uno de los fundadores de la Teología de la Liberación, al ex sacerdote guerrillero Ernesto Cardenal, protagonista de la revolución en Nicaragua y ministro del gobierno comunista de los Sandinistas, autores de la violenta protesta contra Juan Pablo II en 1983, terminando con el teólogo suizo Hans Kung, impugnador de los dogmas marianos e infalibilidad papal, principal inspirador de las protestas internas dentro de la Iglesia Católica, a quien Francisco no dejó de mostrar atención y aprecio declarándose a sí mismo dispuesto, incluso, a discutir sus objeciones».
Dejemos que el apóstol Juan sea quien juzgue la conducta de quien hoy es Vicario (¿?) de Cristo:
«Todo el que se desvía y no permanece en la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en la enseñanza tiene tanto al Padre como al Hijo. Si alguno viene a vosotros y no trae esta enseñanza, no lo recibáis en casa, ni lo saludéis, pues el que lo saluda participa en sus malas obras». (2 Juan 1:9-11)
Nadie está advirtiendo el gran dilema que representa Francisco: supuesto que un Papa es elegido, a pesar de todos los renglones torcidos, por el Espíritu Santo, y ante las evidencias insoslayables de sus 5 años de «reforma» de desacralización, y de mensajes de estratégica ambigüedad, (que le permiten desactivar a los críticos) entonces una de dos: o no es Papa realmente o el Espíritu Santo es el responsable; dado que esto último es una blasfemia -la blasfemia imperdonable- solo cabe concluir que Francisco no es un Papa según Dios, seguramente por vicio en la elección. El Espíritu Santo eligió a Benedicto sine die, y simplemente es imposible que todo un Dios esté detrás de lo que a todas luces son operaciones humanas.
Excelente discernimiento, José Luis.
Gracias.