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¡¡¡CHRISTUS VINCIT!!!

Pareciera que esta pandemia, ya declarada en el día de ayer como tal, quisiera acabar con la fe de los católicos en todo el mundo. Mientras se cierran todas las iglesias en Italia y todo el culto queda relegado al interior y a lo privado, está acaeciendo un hecho maravilloso que nadie habría imaginado sucediera en esta sociedad laicizada: ¡Cristo empieza a salir por las calles de Italia! Cuando todo parece triste y perdido, muchos y excelentes pastores de la Iglesia no se rinden ante la apostasía de Roma, que permanece cerrada a cal y canto en el Vaticano, por temor al contagio. Por contra, hasta ayer, observamos como se sucedían todo tipo de manifestaciones públicas que la sociedad civil no había prohibido, como las que vimos en las tristes imágenes del famoso y de triste recuerdo del «Día de la Mujer». Para estos eventos y de otras confesiones e ideologías ha habido espacio, más la «prudencia» humana de la jerarquía, que no la confianza en la Providencia de Dios, nos ha dejado a todos muy consternados y a todo un país, Italia, huérfano de Dios.

No puedo dejar de nombrar aquí a la nación polaca, la tierra de nuestro queridísimo papa,  Juan Pablo II. Allí no solamente no se han cerrado las iglesias, sino que las Conferencias Episcopales del país han ordenado que se celebren más Misas, con la intención de no hacer tan masivas las celebraciones, pero no dejando, en ningún caso, a los fieles sin la asistencia espiritual tan necesaria en este momento que estamos viviendo. Aquí vemos un equilibrio y un sentido común verdaderamente digno de elogio. Se pueden obedecer los consejos sanitarios sin necesidad de echar a Dios al olvido y al ostracismo, que es lo que hemos visto en Roma La otrora Patria de la Cristiandad, que confía más en los dioses extranjeros que en su propio Dios y ya lleva varios días cerrando todos los actos públicos de fe, como la Santa Misa que se transmite vía Streaming, y todo por temor a los contagios.

Otro tema es el de que, desde muchas diócesis en todo el mundo, se está obligando a los fieles a tomar al Señor en la mano a la hora de la recepción de la Sagrada Comunión, también por temor al contagio, cuando sabemos bien que, antes de comulgar, los fieles habrán tocado con sus manos el pomo de las puertas, los bancos, el volante del coche, las barras para agarrarse en el metro o el bus  y muchas otras cosas que pueden contener fómites.

Ante estos jerarcas uno se hace las preguntas de rigor: ¿Es que no creen que Jesucristo que curaba a los enfermos? Pienso que muchos ya no, pues hemos escuchado en más de una ocasión como quienes más debieran proclamar la verdad de los milagros de Jesús han dicho, por ejemplo, que Cristo no multiplicó los panes y los peces. ¿Es que han perdido la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía? Yo creo que sí, pues si la tuvieran no actuarían con el temor de contagiarse o perder la vida temporal, sinó que tratarían de que no perdiéramos la vida eterna, que es la que en verdad importa. Da pena constatar que estos pastores, en lugar de dar fuerza y coraje al pueblo de Dios, le quitan la poca fe que le queda, si es que en estos últimos años le han dejado algo de ella en sus almas debilitadas. Porque en muchos lugares ya no se predica a Dios. Se predica a la «madre tierra» y sobre los «pecados ecológicos».

Pero no todo es dolor y consternación. Para gloria de Dios muchos pueblos y ciudades en Italia están siendo noticia. En estas últimas horas hemos visto varias imágenes de sacerdotes procesionando a Cristo con la custodia, bendiciendo las calles y las gentes, para contener esta epidemia que ha aturdido y asustado a tantos. Es maravilloso constatar que la fe de estos sacerdotes está sustentando a todos los católicos sedientos de Dios.

Es paradójico que, cuando se pensaba que esto iba a producir la erradicación pública de la fe, ha producido el efecto contrario: se multiplican las salidas de Cristo por las calles de Italia y los posts en redes sociales comparten y comparten esta maravilla. Sin saberlo, Facebook, Instagram, Whatsapp, Telegram y tantos otros medios, se han convertido en promotores de nuestra fe. En estos posts se comparten maravillosos mensajes y muchas personas alaban desde lo profundo de sus corazones a Cristo Eucaristía, pidiendo clemencia, se humillan ante el Santo de los santos y piden  que Dios tenga misericordia para ellos, sus seres queridos, su patria y el mundo entero. En grupos de Whatsapp afines a la fe verdadera se combate la soledad de muchas almas y nos animamos en el compartir el amor por el Señor. ¡Cuánta gloria a Dios se está dando todo esto! ¡Cuánto extrañar y añorar al Amado! ¿No va a compadecerse el Señor del pueblo que ora y que hace penitencia clamando por Él? Como siempre dijimos, Dios escribe recto en renglones torcidos. Por contra, el Demonio, viendo todo esto, rechina los dientes porque esta jugada que le podría haber aportado mucha ganancia se le ha vuelto en su contra al ver que nuestra fe es única, incólume e inamovible y que nuestro Dios está con nosotros hasta el fin del mundo.

Por si esto no fuera poco, Dios mismo ha querido manifestarse con un signo maravilloso para confirmar a los sacerdotes fieles y al pueblo que ellos guían. Ayer mismo nos llegaban las imágenes de la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, donde un señor tomó imágenes del cielo y filmó el sol tal y como pueden ver en la foto de portada y que comparto aquí en tamaño más pequeño porque su visibilidad es mejor. ¡Hermanos, Cristo vence! No estamos solos. Tenemos sacerdotes fieles y valientes, que hablan, que alzan sus voces, que nos ayudan y dan fuerza con signos visibles de fe y de amor. Comparto aquí abajo algunos momentos preciosos de este testimonio de Cristo en las calles.

Padre Leonardo Ricotta, en Palermo.

En el vídeo superior aparece el párroco de Bibione, en el Veneto, quien ha cogido su Ape, le ha puesto encima la imagen de la Inmaculada y se ha puesto a dar vueltas por el pueblo bendiciendo las calles. Los carabineros le han dado el alto y ha respondido que estaba trabajando.
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El padre Don Pasquale, en la parroquia de San Antonio, en Asti.

Don Pasquale, en la Parroquia de San Antonio, en Asti.

Hermanos, ¡¡¡CHRISTUS VINCIT, CHRISTUS REGNAT, CHRISTUS IMPERAT!!! No temamos a nada. Estamos en las mejores manos. Y si Dios quisiera llamarnos, por aquellas cosas de su Divina Voluntad, bienaventurados seremos si morimos en su gracia.
Un abrazo a todos, sin temor al contagio, sin temor a la muerte. Aunque no los vea, siento que no me importaría abrazar a todos, porque Dios está por encima de cualquier cosa. Y desde mi pequeño blog, agradecer a todos esos hombres de Dios, a todos esos «Pescadores de Hombres», nuestros amados sacerdotes, los Hijos Predilectos de María Inmaculada. Gracias por mantener nuestros sacramentos, gracias por dar la vida por nosotros, como Cristo la dio en la cruz. Oramos, hoy, más que nunca, por todos y cada uno de los sacerdotes que no han dejado de pastorear al rebaño. Eternamente, gracias en nombre de todos los católicos del mundo.

A todos y cada uno de nosotros, de nuestros familiares y seres amados, que Dios nos bendiga abundantemente y nos conceda la vida que en verdad importa, la bienaventuranza eterna.

Montse Sanmartí.

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