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EL SUBTERFUGIO DE LA ACONFESIONALIDAD

 

 

Hace unos días,  el pasado 4 de junio, publicó Juan Manuel de Prada en ABC un artículo titulado “Sin Biblia ni crucifijo”, acerca de la promesa de su cargo por parte del nuevo presidente del gobierno, Pedro Sánchez, a quien De Prada llama “el dr. Sánchez”, recordándonos al personaje quijotesco del doctor Pedro Recio de Agüero, que era natural de Tirteafuera, y que decía tener el grado de doctor en Medicina por la Universidad de Osuna  -como todo el mundo sabe, la Universidad de Osuna no tenía estudios de Medicina, por lo que el pretendido título era falso-  que amargó con privaciones y puritanismos la vida de Sancho Panza mientras fue gobernador de la ínsula Barataria; lo que, bien entendido, al identificar De Prada a Pedro Sánchez con el doctor Pedro Recio de Agüero  -de Malagüero, le llamaba Sancho a su vez-  quiere aventurarnos que viene a amargarnos la vida con privaciones y puritanismos. 

Pero no lo hará con medidas fiscales, económicas, y administrativas, o no lo hará tanto con eso  -que también lo hará-  más de lo que ya lo han hecho los anteriores gobernantes. Lo hará sobre todo con toda la batería de medidas propias del puritanismo progresista, como ya nos ha anunciado el mismo “dr. Sánchez” al prometer su cargo en ausencia de la Biblia y del crucifijo, y como nos han ratificado en su toma de posesión las “ministras y ministros” de su gobierno. Por medidas del puritanismo progresista quien esto escribe entiende toda esa caterva de comportamientos, conductas y obligaciones de hacer y decir que nos impone el progresismo, como es el lenguaje que llaman “inclusivo”  -consistente en duplicar masculinos y femeninos hasta quedar sin resuello para evitar caer en el pecado de lesa democracia de “invisibilizar” a las mujeres-. Por medidas del puritanismo progresista también entiende quien esto firma todo el postureo ecologista que les hace aparecer muy preocupados por el ahora llamado cambio climático, antes conocido como calentamiento global. Y por medidas del puritanismo progresista también se entiende el figurar sumamente preocupados por la “integración”, velis nolis, y a fuerza de inmigración auspiciada y favorecida, de todas las razas, religiones y culturas ajenas a la nuestra, sobre todo y muy especialmente si se trata de la islámica. 

Todas estas cuestiones nos llevan a pensar que el gesto de prometer el cargo procurando que no estén presentes ni la Biblia, ni el crucifjo  -dicho sea de paso, cosa que permitió o introdujo el actual rey Felipe VI en el protocolo-, no se debe a un signo de “laicismo” o sedicente aconfesionalidad del estado, como refiere la constitución; sino es signo de un confesionalismo. Pues el estado, aunque en el papel de la constitución diga que es aconfesional, realmente es confesional. Lo que ha pasado es que ha mudado su confesionalismo, sustituyendo la confesionalidad católica que tuvo durante siglos por otra cosa. La aconfesionalidad es en verdad un subterfugio, un aspaviento si se quiere, una postura hipócrita que esconde, muy sibilinamente, el viejo “odium fidei” que es propio de las ideas progresistas cuya fuente está en el ideario masónico. Los hechos lo van demostrando: el político progresista que al mismo tiempo evita todo signo cristiano felicita muy calurosa y complacientemente a los musulmanes cuando llega el ramadán o cualquier otra fiesta de esta religión, lo que nos revela que su neutralidad aconfesional es una impostura hipócrita, pues si fuera sinceramente neutral ante las religiones, no sería complaciente con ninguna. Puesto que lo es con alguna  -el Islam en este caso-, y trata displicentemente a otra  -la fe católica-  necesariamente significa una de estas dos cosas: o se ha hecho musulmán, o trata de congraciarse con la religión musulmana con el fin de ganársela para utilizarla como aliado contra alguna otra fe que estima enemiga suya y del Islam cuyo favor pretende: es decir, aplica el viejo aforismo de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. 

No pretende uno que estos políticos progresistas   -ni los anteriores gobernantes del PP tampoco, Dios les libre-  ahora incorporados al consejo de “ministras y ministros” juren ante el crucifijo y la Biblia, y encima de rodillas; pues al no hacerlo “al menos evitan pecar contra el segundo mandamiento, que es lo que hicieron sus predecesores en idéntica tesitura, poniendo a Dios por testigo”, como dice muy certeramente Juan Manuel de Prada en el artículo que al principio citaba.  ¿Por qué? Por una razón muy sencilla: según la fe católica  -la única verdadera, las demás son todas falsas, un engaño diabólico, incluida esta nueva religión antropolátrica del progresismo-  el gobernante debe servir al bien común, y para ello asume el cargo, al cual ha llegado por voluntad activa o permisiva de la Divina Providencia, pues Dios mismo es la fuente de todo poder terrenal legítimo: “no tendrías ningún poder sobre Mi si no te hubiera sido otorgado de lo alto”, replica Nuestro Señor al gobernador romano Poncio Pilatos cuando éste le conmina a contestarle, arguyéndole que tiene poder para liberarle o para crucificarle. Por eso los cristianos desde siempre hemos sido muy respetuosos y obedientes a las autoridades civiles, pues así lo enseña nuestra fe, así lo enseñó Cristo y después de Él, San Pablo, y los papas. “Omnis potestas a Deo” (Rm, 13, 1), o sea, todo poder viene de Dios. Pero a su vez, todo poder terrenal debe someterse a la suprema soberanía de Dios. Este es el verdadero signficado de la frase evangélica “dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Muy bien lo explicó Juan Pablo II con ocasión de una homilía a los empleados de varios organismos oficiales del gobierno italiano: Entre las virtudes que deben brillar en vosotros figura sin dudas la lealtad a las instituciones , a las cuales estáis llamados a servir considerando la primacía de Dios: dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. No servir al bien común, y llegar al poder con intención de no servir al bien común es faltar al juramento en el momento de tomar posesión, por eso nos congratula que no añadan a sus pecados el de jurar en falso. 

Reconocemos como legítimo gobernante a Pedro Sánchez, y a su consejo de “ministras y ministros”, y les obedeceremos en todo cuanto no se oponga a la suprema soberanía de Dios. Pero no somos engañados: sabemos que sus intenciones son aviesas, y están muy lejos de tener propósito de servir al bien común. Antes, al contrario, pretenderán introducir la eutanasia para resolver los problemas de los costes de la Sanidad y las pensiones; azuzarán cuanto puedan los separatismos, pues odian luciferinamente a la nación española;  procurarán profundizar aún más en el pandemonium en que las leyes de ideología de género han convertido las relaciones entre hombres y mujeres y continuarán haciendo subversión del orden natural en materia de familia y sexualidad. Porque son confesionales, aunque se pretenden hipócritamente aconfesionales: tienen la fe de los demonios, que como decía Fabrice Hadjadj, “creen y tiemblan”. De puro odio.  

Sospecho que los anteriores gobernantes, al menos muchos de ellos, tienen la misma fe de los demonios que refería Fabrice Hadjadj, pues su gobierno no ha servido tampoco al bien común, y si llegan a recuperar el poder, conservarán amorosamente las medidas progresistas de eutanasia, de ideología de género y de subversión del orden natural, como en su momento han hecho con el aborto y otras lindezas de parecido jaez. 

 

Rafael de Isaba y Goyeneche 

 

 

 

 

 

 

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Como Vara de Almendro

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3 Comments

  • Me parece equilibrado, respetuosamente crítico y militantemente católico este artículo. Por mi parte, una vez más me permito copiar como forista un artículo de mi autoría que trata exactamente del mismo asunto que el artículo que nos ocupa. Confío en que si finalmente aparece -aunque aparezca finalmente al pasarlo sin las cursivas del original-, pueda complementar a este de «Como Vara de Almendro».
    Es este:
    «Y a partir de ahora, con otra cara en La Moncloa, ¿qué?»
     
     
     
     
    Considero que el hecho de no ser votante del Partido Popular ni tampoco del PSOE -hay que ser ingenuo como sin duda lo soy para dejar por escrito una confidencia como esta-, me da cierta libertad y credibilidad para afirmar esto que sin duda molestará a la progresía: figuras como Blas Piñar o Manuel Fraga Iribarne, ¿por qué es imposible que atesoraran más dignidad moral y capacidad intelectual que los progres que no cesan en la matraquilla de culpar a Francisco Franco de todos los males actuales de España al tiempo que siguen defendiendo el comunismo, que es la ideología más perversa, criminal, totalitaria, antidemocrática y genocida de cuantas ha conocido la historia de la humanidad? No en balde, Blas Piñar y Manuel Fraga Iribarne -con cuyos idearios políticos yo mismo particularmente no coincido- intentaron en sus respectivas vidas ser por encima de todo, allende errores, infidelidades y pecados, esto: buenos católicos hijos de la Iglesia de Cristo, fidelidad que, por cierto, los progres odian… y persiguen.
    Y además, que fueron españoles, patriotas: amar a la patria es, luego de amar a Dios, el amor más grande; tanto que -como dijera el sacerdote y escritor argentino Leonardo Castellani-, cuando se ama a Dios y por ende a la patria, ambos amores se funden en uno solo.
     
     
    Pero como tampoco me considero franquista, también considero que debo tener cierta libertad y cierta credibilidad para afirmar que entre el Partido Popular y el franquismo casi que no hay relación ya; la hubo en sus orígenes, por descontado, justamente con la Alianza Popular de Manuel Fraga, quien fuera ministro de Franco. Pero hoy en día el Partido Popular ha derivado hacia una ideología progre de centroderecha, que ha renunciado a la identidad propia de lo que es ser de derechas, no extraña a los dictados de la masonería; la diferencia con la ideología del PSOE, que esta está más escorada hacia la izquierda. No hay más. De manera que ambos, PP y PSOE, sirven a los intereses del Nuevo Orden Mundial, sirven a los intereses del neoliberalismo: a los amos del mundo.  
     
     
    Entonces, del Gobierno entrante de Pedro Sánchez lo único que espero es que mejore la economía -logro que, empero, dudo que se vaya a alcanzar, todo sea dicho, pero Dios quiera que me equivoque, por el bien de todos-, que pasa por ser uno de los pocos logros que cabría adjudicar al Gobierno saliente de Mariano Rajoy: haber mejorado ligeramente la economía frente al espantoso desastre que en materia económica fue  el tiempo del impresentable y masón Zapatero. 
     
     
    Sin embargo, empeñarse en dibujar líneas de continuidad entre el PP actual y el franquismo… Bueno, de qué extrañarse: este es el rancio, falsario y recalcitrante mantra de los filocomunistas que, por carecer de argumentos y por odiar a Cristo y a su Iglesia y por mantenerse siempre fieles a su empeño de sembrar la mentira, en la mejor estela leninista, pretenden meternos el gol de que Franco fue un despiadado asesino y dictador genocida. Pero no: Francisco Franco debió sin duda perpetrar injusticias, crímenes y errores que ahora no viene a cuento poner de manifiesto en este breve escrito, y que además se escapan a mi competencia intelectual, solo que por su sola condición de gobernante católico que se empeñó en ser, merece una mirada distinta a la que se siguen empeñando en dirigir hacia él -contra él- todos los comunistas, filocomunistas,  progresistas y progresaurios que celebran con vítores el triunfo del oportunista, arribista, ultralaicista y sin escrúpulos Pedro Sánchez, quien accede a la presidencia del Gobierno de una manera legítima, ciertamente, contemplada en las reglas del sistema constitucionalmente democrático español, mas sin embargo es desde ayer el Presidente de todos los españoles y también de argentinos miserables como Pablo Echenique, no habiendo ganado en las urnas: ha sido investido como Presidente de la Nación con los votos de los podemitas y los separatistas vascos y catalanes (y el sí de Nueva Canarias, formación política en la que algunos dizque católicos de base y de altura también acaban aplaudiendo a Sánchez y…), seculares enemigos de España.
     
     
     
    Pero estábamos con Mariano Rajoy y su Partido Popular, que en su deriva ideológica hacia el laicismo ya ni fiel al ideario católico se reconoce, como que en no pocos aspectos mantuvo continuidad con la línea ultralaicista, revanchista y sectaria de José Luis Rodríguez Zapatero. A decir verdad, el político gallego, de haber sido fiel al ideario de la mayoría de sus propios votantes, pudo abolir la ley de memoria histórica (debió hacerlo) y no lo hizo. Incluso, habiendo gozado de una aplastante mayoría de diputados, pudo y debió cambiar la ley electoral, y no lo hizo. Con el trascurso de su ejercicio de gobierno, sin embargo, sí que acabó cargando la crisis a la clase media, con el resultado de que en la actualidad la mayoría de la clase media española ha visto con alarme creciente disminuido su poder adquisitivo y… 
     
     
    El partido de Pedro Sánchez es el primero o el segundo más corrupto de entre todas las fuerzas políticas españolas (¡quién en España más corrupto que el hipermillonario José Bono!, ¡quién más corrupto que el mismísimo Felipe González, alias Tigrecán!): codo a codo con el Partido Popular, PP y PSOE son en materia de corrupción lo que Bill Gates y Amancio Ortega en materia económica: se disputan año tras año el trono de ser la fortuna número uno del mundo. El partido del presidente Pedro Sánchez ha recortado desde 1978, en derechos laborales y sociales, lo que no está en los escritos. Pero como la cosa es alcanzar el poder a toda costa, pactando con el diablo si hubiera menester, en la tesitura actual y para complacer los votos de la derecha separatista vasca, no le queda más remedio que mantener unos presupuestos con el IPREM (Indicador Público de Renta de Efectos Múltiples) congelado en 537€ 84cts. mensuales, ¡y viva la clase obrera!, ¡vivan los descamisados!
     
     
     
    Como que ya lo sostengo, varios párrafos más arriba: derecha e izquierda (concetos, que diría Pepiño Blanco, desgastados por el uso, casi insignificantes hoy) están al servicio del capitalismo liberal globalista, al servicio de los dictados del Nuevo Orden Mundial.
     
     
    Y por no tener, ni un gesto de mínima decencia ha tenido al final el ectoplasmático Rajoy, gesto que solo podía pasar por presentar su dimisión y así tratar de obstruir la llegada al poder de la nación de esa coalición conformada por socialistas, podemitas y separatistas vascos y catalanes(golpistas, no lo olvidemos, en la mejor tradición golpista y guerracivilista de la Ezquerra Republicana y del PSOE) vascos y catalanes.
     
     
    En definitiva, España ahora de la mano de partidos que se empeñan en abanderar la lucha contra la corrupción cuando lo cierto es que en las filas de varios de estos partidos coaligantes se han dado algunos de los más escandalosos o escabrosos casos de corrupción en la historia de la reciente democracia española. Y todo esto por la cobardía de Mariano Rajoy y la felonía de un personaje sin escrúpulos que, por llegar a La Moncloa al precio que sea, sea como sea… y de paso, asegurarse vitaliciamente una pensión.
    En esta hora, inevitablemente me viene a la mente la idea, la intuición, la propuesta de san Agustín (de Hipona): «La Ciudad de Dios…» Me temo que con el flamante Pedro Sánchez, la idea de Ciudad de Dios será aún más sepultada por las exigencias e imperativos de la Ciudad Secular alejada de Dios, entregada al laicismo más extremo, la degeneración moral generalizada, el neopaganismo, la apostasía… A todo esto va a contribuir e igual ni lo sabe, el señor presidente Pedro Sánchez.
    Como que todo está escrito (profetizado).
    Postdata: es de justicia que obliga dejar constancia por escrito de que creo recordar que fue el gran san Juan de Ávila quien sentenció que el arte de la política es, luego o en segundo lugar detrás de la contemplación propia de la vida monástica, la forma más noble de ejercer la caridad con el prójimo. Por esto, en esta postdata no puedo dejar de reconocer que yo mismo creo haber conocido a personas honestas en todas las organizaciones políticas habidas y por haber, en todas las tendencias ideológicas que quepa imaginar. Personas que, al menos a la luz de sus obras, manifestaban una actitud de servicio en su quehacer político partidista, ciertamente. 
    Y aún una última consideración. Desde posiciones situadas a la derecha de Vox, se acusa a esta formación política de «blanda» por lo que dice o toca del rechazo identitario a la inmigración. Vox es una formación política decantadamente de derechas, proclamadora de una declarada identidad nacional española, crítica con los flujos migratorios (especialmente con los de origen o procedencia islamista, no tanto con los procedentes de Iberoamérica), crítica con las autonomías, crítica con la ideología de género y el feminismo, empeñada en caminar hacia la supresión total del aborto -aunque Vox no es antiaborto 100%, quede claro-, Vox se reconoce en los valores de la tradición judeocristiana y grecolatina conformadora del ser de Europa por más que Vox no sea de manera oficial confesionalmente una formación política católica… Y sin embargo, desde posiciones de extrema derecha filofranquista se acusa a Vox de ser en exceso blanda con la inmigración ilegal. Y a mí que no me parecen justas estas críticas, tal vez porque procedan de posiciones ideológicas que no aceptan las reglas del juego democrático, aunque igual podría ser que yo esté confundido, mal informado, equivocado, qué sé yo.
    En realidad, lo que pretendo llevar a la consideración con lo señalado en el apartado precedente, es que tanto en las izquierdas como en las derechas se da una actitud cainita mortal de necesidad: es un hecho que hay una división tremenda en un bando ideológico y en el otro: personalismos y protagonismos que, lo más probable, más que aunar esfuerzos, debilitan, dividen. Y si aceptamos como verdad universal que la unión hace la fuerza, ¿por qué la como inevitable tendencia a poner siempre de “manifiesto impedimento” lo que desune y no lo común que pudiera unir?
    Si bien a mí, asqueado que estoy ya del ideario de las izquierdas, con el que he crecido engañado por demagogos y farsantes (laicismo, globalismo o multiculturalidad, aborto, feminismo radical, ideología de género, relativismo, homosexualismo, ingeniería social, mentalidad antinatalista, invierno demográfico, concesiones al separatismo golpista y terrorista, memoria histórica, eutanasia, marxismo cultural, odio a Cristo y a su Iglesia…), ¿por qué ha de preocuparme la desunión de las izquierdas, si resulta que cuando las izquierdas llegan al poder acaban arruinando la economía? ¿Por qué ha de quitarme el sueño la demagogia de progres, comunistas y filocomunistas que bla bla bla proclamando el mantra de la justicia social y la sociedad socialista sin clases ni explotados ni explotadores, sociedad utópica  que precisamente nunca se hace realidad sino todo lo contrario cuando progres, filocomunistas, separatistas, socialistas y comunistas llegan al poder? ¿Por qué ha de quitarme el sueño que mequetrefes indignos, moral, intelectual y políticamente hablando, como el Echenique (sí, el Echeminga Dominga, hijo putativo del marxismo, amigote el Echenique de dictaduras comunistas odiosas como la de los hermanos Castro en Cuba y la de Maduro en Venezuela), a falta de argumentos mejores se dedique a llamar «fascistas, violentos y fachas» a personas que se sienten patriotas, simpaticen más o menos con Vox, compatriotas de un ´país que precisamente a este mindundi descerebrado le ha dado todo lo que tiene y al que él sin embargo desprecia y contribuye a destruir?   
    2 de junio, 2018. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, bloguero, escritor, militante social.

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