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EL ASALTO A LA IGLESIA: EL SÍNODO DE LAS TINIEBLAS

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“La idea del sínodo mixto como suprema autoridad permanente para el gobierno de las iglesias nacionales es, a la luz de la Tradición de la Iglesia, así como a la luz de la estructura sacramental y de la finalidad específica de la Iglesia, una quimera. Un sínodo de este tipo carecería de toda legitimidad y deberíamos contundente y claramente negarle la obediencia”

(JOSEPH RATZINGER, Democratizzazione della Chiesa? en “Annunciatori della parola e servitori della vostra gioia”, Opera Omnia, vol. XII, Libreria Editrice Vaticana 2013, pág. 183)

  1. El fin de los últimos tiempos y el katejon

Desde el 1 de enero de 2023, tras la muerte de Benedicto XVI, el mundo ha entrado de lleno en el fin de los últimos tiempos, según palabras de la Virgen a Conchita de Garabandal.

Este santo Papa recibió un golpe de Estado en 2013 por parte de la masonería eclesiástica, que supuso la usurpación del trono petrino por un servidor de las tinieblas, Jorge Mario Bergoglio.

Era necesario que Benedicto muriera, ya que con él vivo no se atrevían a asaltar la fortaleza de la Iglesia: su Magisterio. Necesitaban que no estuviera vivo para poder subvertir, con el Sínodo de la Sinodalidad, la constitución divina de la Iglesia, su estructura jerárquica.

De hecho, mientras vivía, Benedicto paró en seco – con un libro escrito junto al Card. Sarah – la abolición del celibato y la ordenación de viri probati que Bergoglio quiso llevar a cabo tras el Sínodo de la Amazonía, además de rendirle culto al diablo en el Vaticano con la adoración de la Pachamama. También Benedicto recordó la doctrina de siempre de los actos intrínsecamente malos en su Carta publicada en la Klerutsblat alemana en la Semana Santa de 2019, titulada “La Iglesia y los abusos sexuales”, que suponía una enmienda completa de Amoris Laetitia, la cual rompía el Magisterio de la Iglesia al abrir la posibilidad de que las parejas que vivían en adulterio (more uxorio) pudieran comulgar sin arrepentimiento previo.

Ahora Benedicto ya no está y los hechos se han precipitado vertiginosamente en la Iglesia, con este malhadado Sínodo. También, en el orden civil, podemos decir que ha comenzado un conflicto bélico que amenaza con extenderse con todo el mundo, en Tierra Santa. De ello podemos colegir que, efectivamente, él era el katejon, el poder que ha frenado durante diez años el misterio de iniquidad, que entró en la Iglesia el 13 de marzo de 2013.

Quitado de en medio el katejon, Bergoglio tiene vía libre para atacar el corazón de la Iglesia: la Eucaristía, los sacramentos, el sacerdocio.

  1. El Sínodo de la Sinodalidad, el golpe final del modernismo

Este Sínodo persigue acabar con la Iglesia católica, tal y como la hemos conocido en los últimos dos mil años. No exageramos un ápice. El fin declarado del Sínodo es superar la eclesiología jerárquica e imponer una sinodal horizontal y democrática, propia del protestantismo. Es el propio Jorge Mario Bergoglio el que habla de quitar la estructura vertical de la Iglesia para hacerla horizontal:

Caminar juntos descubre como su línea sea más bien la horizontalidad en lugar de la verticalidad

(Discurso a los fieles de la Diócesis de Roma, 18‑9‑21, https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2021/september/documents/20210918-fedeli-diocesiroma.html).

Y el que habla de transformar la estructura de la Iglesia en una pirámide invertida (en lo religioso, todo lo invertido es el demonio, por supuesto):

“En esta Iglesia, como en una pirámide invertida, la cima se encuentra por debajo de la base”

(Discurso a los fieles por la Conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17‑10‑15, in https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2015/october/documents/papa francesco_20151017_50-anniversario-sinodo.html).

Ésa ha sido una petición histórica del modernismo desde hace más de 100 años, que ya detectaron León XIII y San Pío X, y de la teología marxista de los años 60 y 70 del siglo pasado, que Jorge Mario Bergoglio profesa en su variante de “teología del pueblo”. Por supuesto, apelando al Espíritu Santo como el gran dador de sorpresas, como el inspirador de todos estos cambios, perfectamente orquestados en la oscuridad por la secta infiltrada en la Iglesia. Imputarle al Espíritu Santo la doctrina del diablo es, claro está, una blasfemia que no se perdonará nunca (Mc. 3, 29).

La teología del pueblo proclama que el pueblo es infalible in credendo. Sabemos que esto no es cierto, pues la inmensa mayoría de la Iglesia católica en Alemania o Inglaterra cayó en la apostasía en el s. XVI, apoyando el cisma luterano. El propio Cristo murió martirizado por la Iglesia de su época, la Sinagoga. Sólo la jerarquía tiene infalibilidad activa, no los laicos.

Veamos qué dijo la Declaración Donum veritatis de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1990):

“Si la fe teológica como tal no puede ser engañada, sin embargo, el creyente puede tener opiniones erróneas, porque todos sus pensamientos no proceden de la fe. Las ideas que circulan en el Pueblo de Dios no son todas coherentes con la fe, puesto que pueden sufrir fácilmente el influjo de una opinión pública manipulada por modernos medios de comunicación” (n.º 55).

La indefectibilidad de la Iglesia se resume en el criterio de San Vicente de Lerins: sólo hay seguridad de fidelidad al Magisterio cuando se cree lo que siempre se ha creído, en todo momento, en todos los lugares.

El sinodalismo es en realidad un refrito de la vieja herejía del conciliarismo, que pretende que la autoridad papal quede por debajo de la autoridad del conjunto de los Obispos. Pero va mucho más allá, ya que, en la estructura sinodal que se pretende permanente a partir de ahora en la Iglesia, serán los no ordenados los que controlen a los Obispos y al resto de los ordenados, transformando la monarquía eclesial en una democracia insufrible, con los laicos más heréticos dando órdenes a Obispos y sacerdotes, en episcopados, Conferencias episcopales y parroquias. Podemos hablar, así, de demagogia, la tiranía del pueblo, suscitada “por un adulador”, en palabras de Aristóteles.

  1. La estrategia para el Sínodo: Obispos y sacerdotes heterodoxos, voto para los laicos, palabras “talismán” y elección de las personas “correctas” para dirigirlo

Bergoglio necesitaba, para ello, retorcer la figura del “Sínodo de Obispos”, instrumento consultivo creado por Pablo VI en 1965 sólo para Obispos (véase Apostolica sollicitudo). Lo ha hecho otorgándoles el voto a los laicos que él ha elegido (la inmensa mayoría herejes redomados) para que se integren en él, en un porcentaje del 25%. Esto ha sido una maniobra inaudita, pues ya no se trata de un órgano episcopal de consulta del Papa, sino de otra cosa, un sínodo mixto en el que se ponen en pie de igualdad (un hombre, un voto) a los apóstoles y a los fieles, a la Ecclesia docens y a la Ecclesia discens. Se trata, en suma, de acabar con la diferencia entre sacerdocio ministerial y ordinario-bautismal de los laicos, otra vieja pretensión del modernismo. Por supuesto, también la nómina de Obispos y sacerdotes del Sínodo son, en su inmensa mayoría, heterodoxos, con lo que la rebelión está asegurada.

Se quiere poner en discusión la propia estructura de la Iglesia, mediante un “proceso” que será permanente, ya que, en las venenosas palabras de Bergoglio, la sinodalidad forma parte de “la dimensión constitutiva de la Iglesia”

(Discurso a los fieles por la Conmemoración del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17‑10‑15, in https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2015/october/documents/papa-francesco_20151017_50-anniversario-sinodo.html).

En efecto, el camino sinodal se pretende permanente, al estilo del camino sinodal alemán, que ha creado un Consejo sinodal permanente, compuesto por clero y seglares, y con carácter de órgano consultivo y deliberativo.

Bergoglio es un maestro de la arquitectura del golpe. Ya se lo dio a Benedicto en 2013. Y en 2015 suscitó él mismo la creación del Camino Sinodal alemán, por medio de un discurso que el Card. Marx, integrante del G9, curiosamente, ¡qué casualidad!, recogió de inmediato para ponerlo en marcha. Efectivamente, en la Carta del Santo Padre Francisco al Pueblo de Dios que peregrina en Alemania, del 29 de junio de 2019, Bergoglio instaba a los Obispos alemanes a tomar el camino sinodal: El camino sinodal alemán, pues, es querido por Bergoglio como una locomotora para el resto de la Iglesia, con propuestas heréticas análogas, aunque más radicales aún en el lado alemán, por lo que ahora diremos.

¿Por qué?

Pues porque el Sínodo de la Sinodalidad no puede ser tan explícito, y por ello la estrategia escogida ha sido la de usar palabras elásticas, palabras “talismán”, que ocultan su verdadero significado oculto: “inclusión”, por ejemplo, se usa en el sentido de permitir que homosexuales activos y parejas en adulterio puedan acceder a los sacramentos sin conversión. O “escucha” y “experiencia” se usan en el sentido de recoger las propuestas que proceden del pueblo de Dios, cuando en realidad es una ínfima porción del catolicismo, casi siempre de signo herético y mundano, la que ha participado en el proceso de escucha previo y ahora en el Sínodo en el Vaticano, octubre de 2023 y de 2024.

De hecho, se pedía escuchar también a los ateos, y, por supuesto, a las “minorías” (atención al término puramente marxista) con experiencias desafiantes y negativas: adúlteros, polígamos y personas LGBTQ (literal), mujeres y emigrantes. En el Documento “Ensancha el espacio de tu tienda”, se aconseja incluso escuchar a los prosélitos de otras religiones y de otras confesiones cristianas. “Todos, todos, todos caben en la Iglesia”, en palabras de J. M. Bergoglio, sin llamarles a la conversión ni al arrepentimiento.

Que es Bergoglio el que promueve toda esta oscura rebelión en la Iglesia se echa de ver en las personas que ha nombrado como Relator (Card. Hollerich) y Secretario del Sínodo (Card. Grech), favorables a la bendición de parejas del mismo sexo, a cambiar la doctrina de la Iglesia respecto a la homosexualidad, a permitirle el acceso a los sacramentos a las parejas que vivan en adulterio, etc. Al tiempo, excomulga o expulsa a sacerdotes, Obispos y cardenales ortodoxos que alzan su voz contra el Sínodo. El más reciente, Mons. Strickland. Por supuesto, a los Obispos heréticos del Camino sinodal alemán, que promueven abiertamente la desobediencia al Magisterio, ni les tose.

El triste final del Card. Pell es buen ejemplo de esta dicotomía. Fue de los primeros en atreverse a denunciar el silencio de Bergoglio por las barbaridades que se estaban proponiendo en el Sínodo de la Sinodalidad y en el Camino sinodal alemán, por lo que fue comisariado, luego acusado de encubrimiento de pederastia (un resorte muy empleado por J. M. Bergoglio para defenestrar a Obispos y cardenales fieles), encarcelado en Australia y finalmente muerto de forma sorpresiva en Roma después de una operación de cadera que fue un éxito, por un “paro cardíaco”.

 

  1. La abierta rebelión contra todo lo sagrado: el uso de la pederastia como un ariete contra el sacerdocio

Para que este cambio de paradigma en la Iglesia tenga éxito, era necesario poner en discusión el sacerdocio, sobredimensionando los casos cometidos por el clero, para crear un ambiente de sospecha que justificase su reemplazo en tareas de gobierno y de doctrina por los laicos. Con ese estigma hacia los presbíteros se explica que el Sínodo pretenda abolir el celibato y cambiar la moral sexual. Sin embargo, recordemos la Carta de BXVI arriba mencionada, de 2019, en la que el santo Papa advierte que las verdaderas causas de los abusos a menores en la Iglesia son la homosexualidad de muchos sacerdotes y su desobediencia al Magisterio de la Iglesia.

Al margen de este cambio dramático en la estructura jerárquica de la Iglesia, lo que se pretende con el Sínodo de la Sinodalidad es cambiar el depósito de la fe, haciendo evolucionar los dogmas y las enseñanzas de la Iglesia de una manera no orgánica, no abundando en el sentido que siempre les dio la Iglesia, sino dando un salto disruptivo que los subvierta. Sabemos que Bergoglio no es Papa, pero habría que recordarles a los que le consideran Papa que incluso el sumo pontífice se encuentra limitado por la Tradición y por ley inviolable de la constitución divina de la Iglesia, que impediría cambiar el Magisterio.

En resumidas cuentas, estamos ante un sínodo hostil a la tradición apostólica, orquestado en la oscuridad de las logias y ya amañado. Todo el ropaje jurídico y teológico que le reviste está manipulado para dar el resultado que ya se avizora.

Quizás, la treta consista en crear una vía intermedia entre las exigencias extremas del Camino alemán y las heréticas del Sínodo de la Sinodalidad, llegando a una especie de entente masónica y dialéctica que produzca una síntesis entre la tesis alemana y la antítesis universal, de forma que se cambie la estructura de gobierno de obispados y parroquias, poniendo Consejos con mayoría de laicos por encima de los ordenados, dejando “libertad” a cada Conferencia episcopal u obispado para aplicar las reformas o no, como ya se hizo con Amoris Laetitia: libertad para bendecir o no parejas homosexuales, libertad para ordenar o no diaconisas, etc., acabando así con la unidad de la Iglesia, e introduciendo una bomba de relojería en ella, poniendo a los Obispos y sacerdotes fieles que se nieguen a tiro de demandas judiciales por odio o por homofobia, que les llevará a las cárceles.

Así se las gasta Bergoglio, ante el silencio cómplice de casi toda la jerarquía.

Bergoglio nos recuerda al tahúr que juega con las cartas marcadas. Porque, en resumidas cuentas, ha seleccionado Obispos y laicos heterodoxos, ha igualado el voto de estos laicos a los de los Obispos, silenciado a los periodistas – a los que no deja estar en la sala de las discusiones -, nombrado Relator y Secretario, respectivamente, a dos de los cardenales más heréticos de la actualidad (Hollerich y Grech), y al Card. McElroy, de San Diego, USA, como colaborador especial (favorable a la ordenación de mujeres, comunión de sodomitas y adúlteros sin arrepentimiento, bendición de “parejas” homosexuales, y de cambiar la doctrina sexual de la Iglesia, etc.), y como predicador, al homófilo Radcliffe. Y debaten sobre un Instrumentum Laboris que es un documento apostático. Mientras tanto, mantienen al Espíritu Santo amordazado y atado a una silla, secuestrado en el sótano. Y aún tienen el papo de decir que todo lo que salga del Sínodo proviene de Él, cuando proviene del otro espíritu, el del maligno.

El Espíritu Santo huirá de esa sala de reuniones del Sínodo, parecida a un casino, donde se juega y negocia con la sangre de Cristo, con la fe católica, y se abrirá paso a través de las personas adecuadas. Ya lo está haciendo, a través de los 5 cardenales que este año han presentado las Dubia (Cardenales Brandmüller, Burke, Zen, Sandoval y Sarah) sobre las barbaridades que se quieren aprobar en este Sínodo, y cuya respuesta, por parte de Mons. Fernández, ha traído incluso más preocupación si cabe porque confirma todo lo que estamos denunciando. Se está abriendo paso también a través del Card. Müller, ex Prefecto de Doctrina de la Fe  y amigo personal de Benedicto XVI, que asiste al Sínodo, y que está levantando la voz contra lo que allí se está discutiendo. Y se está abriendo paso a través de Mons. Strickland, que antes y después de haber sido cancelado por el dictador Bergoglio habló y seguirá hablando para defender la Verdad.

Hermanos… Viene ahora el cisma, como lo advirtió la Santísima Madre de Dios en Garabandal, como consecuencia de este Sínodo. Solo que en esta ocasión no será el Papa el que excomulgue a una facción herética, como siempre ocurrió en los cismas que existieron a lo largo de la historia de la Iglesia, sino que será el que okupa la sede de Pedro el que expulse al resto fiel, por no someterse a su “magisterio”. Dios nos dé la gracia de la perseverancia y de la fidelidad hasta el final. María Santísima, pastorea tu pequeño rebaño hasta la Parusía.

¡Ven pronto, Señor Jesús! ¡Sí, vengo pronto!

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Juan Suárez Falcó

"Un cántico nuevo (Apoc. 14, 3)"
juan.suarez@comovaradealmendro.es

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