¿Cómo se manifiesta el Señor en la actualidad? Ésta es la pregunta que se hacía el vicario general de la arquidiócesis de Monterrey el día de la Epifanía, en un artículo publicado el día 8 de enero de 2023 en la vieja y muerta revista «Vida Nueva». El señor vicario ha elegido aparecer junto a su artículo en una foto sin cuello clerical ni clergyman ni cosa que se le parezca, sino mostrando su profundo gaznate (a la par que plasma la elocuencia de su garganta en las breves líneas de su huero artículo). Ya sabemos que en México la masonería prohibió el traje sacerdotal hace algunas décadas, y hay cosas que para algunos no pasan, como la presencia de la masonería y su «afección» a la Iglesia, afecto que para algunos debe ser recíproco. Pero vamos al artículo, a la respuesta del señor vicario y a sus afectos.
Nos dice el señor vicario que el Señor se manifiesta en la actualidad en «los actores sociales emergentes», y cita varios «colectivos», como «migrantes, comunidades LGTB+, jóvenes, personas sin hogar, ancianos abandonados, activistas sociales. Allí aparece con toda nitidez». Y así termina su artículo el señor vicario, con una afirmación tan sorprendente como lapidaria, sin argumentación o explicación alguna, queriendo que sea evidente para el común de los católicos lo que no deja de ser una solemne majadería en la más suave de las consideraciones o bien una deleznable blasfemia en una consideración más atenta. Quiere que su tesis sea evidente para todos porque según él es algo que aparece «con toda nitidez». Y punto final.
Me voy a permitir dar alguna humilde respuesta a la pregunta que el señor vicario plantea, y me alegro de que mi respuesta sea un tanto diferente a la suya. ¿Cómo se manifiesta el Señor en nuestros días? Pues, entre otras formas, por medio de los signos de los tiempos: y en los últimos años y en los últimos días están sucediendo en la Iglesia, incluso en el recinto de Pedro, señales que a lo mejor al señor vicario le han pasado desapercibidas. Por ejemplo, cuando Benedicto XVI leyó su Declaratio el 11 febrero de 2013, y dos rayos cayeron sobre la mismísima cúpula de la Basílica de San Pedro, lo que para muchos hizo recordar las palabras de Cristo: «yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc 10,18) -y ahora puede anunciar a sus dos lugartenientes: el anticristo y el falso profeta-; o por ejemplo, lo que ocurrió en el funeral de Benedicto XVI, cuando la niebla ocultó completamente esa misma cúpula, algo que los que allí viven no recordaban haber visto nunca. ¿Quiso manifestarse el Señor, indicando que ahora no tenemos una cabeza en la tierra, que no tenemos ya vicario suyo con nosotros (como es evidente «con toda nitidez» para quien haya seguido lo que ha ocurrido desde aquel febrero de 2013), y que las tinieblas cubren ahora la Iglesia, que lo que era el humo de Satanás que se coló por una rendija (en palabras de Pablo VI en 1972) se ha convertido 50 años después en la densa niebla que ha tomado Roma, y por tanto el Señor ya no está en el Vaticano, que ha sido ocupado por sus enemigos?
Pero vamos a conceder algún mérito también al análisis del señor vicario. Cuando dice que el Señor se manifiesta por medio de los jóvenes, creo que tiene razón: Riadas de fieles llenaron Roma para despedir al Santo Padre Benedicto XVI en su funeral, y muchos de ellos eran jóvenes (entre ellos también muchos sacerdotes jóvenes) que mostraron su amor al Papa en su despedida, con vítores, aclamaciones, aplausos y gritos de «¡Santo súbito!». Creo que en esto coincidimos, en que los jóvenes están con Benedicto y ahí está el Señor manifestándose. Pero se habrá dado cuenta también el señor vicario de que esos mismos jóvenes y todas las riadas de fieles que llenaron Roma, mostraban el mayor de los silencios y falta de interés cuando pasaba junto a ellos el «anciano abandonado» que va vestido de blanco. Dicen que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Pero en este caso, ¿dónde se estaba manifestando el Señor? ¿Con los jóvenes que ignoraban a Bergoglio, o con ese anciano «abandonado» y «sin hogar», que tiene que morar en una casa de acogida del lujoso hotel Santa Marta, con ese «migrante» llegado «del fin del mundo», con ese amigo -¿miembro?- de la «comunidad LGTB+», con ese «activista social» que pontifica de ecologismo, pacifismo, fraternidad universal, salud, cambio climático, acuerdos políticos, a la par que destroza la moral y la fe cada vez que habla?
Nunca, en estos más de 9 años de Bergogliorato, hubo tantos jóvenes en la Plaza de San Pedro. Sólo un día casi llenan la plaza de jóvenes: cuando contrataron en abril de 2022 al cantante Blanco, calificado por la revista Vida Nueva en su día como «ídolo adolescente», y por otros medios de comunicación más transparentes como «ídolo de la canción proLGTB» por sus canciones homosexualistas. La Conferencia Episcopal Italiana había organizado una «reunión del Papa con los jóvenes», pero como Benedicto estaba recluido y a ese encuentro llevaron a Bergoglio, tuvieron que llenar la Plaza de San Pedro con el reclamo de un cantante que quizá para el señor vicario de Monterrey pertenezca a esas «comunidades LGTB+» que «manifiestan» la presencia del Señor, pero que a mí me parece más bien alguien que vive en pecado público y es instrumento de la agenda masónica y satanista que incluye el homosexualismo como arma de destrucción espiritual, y que junto a un falso Papa estaba atrayendo a los jóvenes que no quieren un camino de conversión y no aman la verdad, a convertir la Plaza de San Pedro en una discoteca o lugar mundano de desenfreno, lujuria e infestación de demonios. ¿Unían sus voces aquellos jóvenes a las de los ángeles que se manifestaron en Belén para cantar la gloria de Dios? ¿Rendían sus vidas al Mesías, como los Sabios de Oriente que le ofrecieron sus dones? ¿O llegaron a la Plaza de San Pedro por el reclamo de la carne y el mundo, para «pasarlo bien» según los estándares de los que no han conocido la vida nueva verdadera, la vida en el espíritu? ¿Acaso no llegaron muchos cargados de demonios, pero no para buscar un exorcismo, sino para regresar a sus casas peor de como habían llegado? ¿Acaso aquello no fue ninguna manifestación del Señor sino una verdadera profanación que ofende a Dios y avergüenza a la Iglesia?
Si el señor vicario general estaba pensando en este cantante como representante de las «comunidades LGTB+» donde según él se «manifiesta el Señor», puede que tenga razón… pero se ha equivocado de «señor».
En Benedicto y los jóvenes que lo han seguido se estaba manifestando el Señor, pero en Blanco, Bergoglio y los jóvenes que los siguen se está manifestando el señor de este mundo, el espíritu del anticristo. Un Bergoglio activista social y político promotor de la agenda 2030, o el «actor social» que está por emerger, no tienen mucho que ver con el Señor de la gloria, sino con el Príncipe de este mundo.
Según el señor vicario, la muerte de Benedicto XVI es un alivio que permitirá por fin que Francisco pueda llevar adelante en plenitud sus reformas, y no sólo tímidamente, no según él porque Benedicto las desaprobase, sino porque los fieles y clérigos apegados a Benedicto «fortalecían una estructura eclesial que ya está oxidada». No quiero imaginar el estropicio que pretenden hacer estos «mecánicos» que vienen a «arreglar» la Iglesia.
El día que falleció Benedicto XVI, el Señor se manifestó. Habló a todo el mundo. Especialmente en todos los templos católicos, en todos los lugares donde se celebró la santa Misa, Dios habló. Y dijo lo siguiente, tan sólo cito las primeras palabras: «Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un anticristo» (1 Jn 2,18). Así inició la lectura de la palabra de Dios, que es el medio principal a través del cual Dios nos habla, y por tanto un medio fundamental que se le había olvidado al señor vicario de cómo Dios se manifiesta en nuestros días.
La muerte del Papa marca un periodo de oscuridad, pues no se trata de un periodo de sede vacante más, hasta la elección de un nuevo Pontífice (Bergoglio no cuenta, porque ni es Papa ni ministro de Dios siquiera, al no haber sido elegido en un cónclave válido, estando vivo el Papa reinante, que no renunció válidamente, y por las irregularidades graves que se han sabido de sus ordenaciones). No habrá un cónclave válido ya. La camarilla de Bergoglio, los «no-cardenales» Parolin, McElroy, De Kesel, etc., entre los que hay homosexualistas, masones, satanistas y comunistas, no pueden ni elegir a un nuevo Papa ni ser elegidos Papas por más que Bergoglio renunciase o falleciese y se reuniese otro falso cónclave. Ahí no se manifestará el Señor, sino el espíritu del anticristo. Lo ha dicho el Señor, y lo repetimos: «Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un anticristo» (1 Jn 2.18). Esto es lo que el Señor está manifestando a la muerte de su Papa Benedicto, el katejon que ha retrasado e impedido la manifestación del anticristo, que ahora ya está muy próxima. No dudamos que muchos que piensan como el señor vicario de Monterrey saludarán alborozados al anticristo cuando se presente. Ciegos como están para ver las manifestaciones de Cristo, seguirán las del anticristo.
Pero como decía el arzobispo Fulton Sheen, «el Mal tendrá su hora, pero Dios tendrá su día». Ese arzobispo para cuya beatificación había ya fecha y que este Vaticano okupado por Bergoglio paralizó. Da igual. La realidad es que la hora de las tinieblas tiene los segundos contados. Los que adoran al Mesías esperan el día del Señor, quien como dice 2 Ts 2,8 se manifestará a los ojos de todos, en su Venida, y destruirá con el soplo de su boca al Impío, cuya manifestación y cuyas seducciones y engaños terminarán. Para los que esperamos al Señor, Él llegará como «Sol de justicia con la salud en sus rayos» (Ml 3,20). Para los que siguen buscando en las tinieblas manifestaciones del espíritu del anticristo, no hay más que daño y muerte, pero no estaría de más que dejen de esparcir su veneno y cambiar la justicia por ajenjo (cf. Dt 29,17; Am 5,7; 6,12; Ap 8,11), porque de lo contrario, lo lamentarán mucho por toda la eternidad.
El Señor puede haberse manifestado también en la luz en forma de cruz que apareció sobre el cielo nublado y se hizo paso entre la niebla de Roma el mismo día del funeral del Papa. Podría ser un preaviso que anuncia aquel día en que por la misericordia del Señor aparecerá su señal sobre los cielos al tiempo que su Espíritu iluminará todas las conciencias, como preludio y preparación para su Venida en poder y gloria (cf. Mt 24,30). Pero que Dios nos pille confesados ese día.
Excelente artículo. Dios lo bendiga Padre.
Excelente precizasión y hermenéutica del momento y la situación de la Iglesia, qué acertado. Muchas gracias. Digno de publicarse por todo medio posible.
Dios les bendiga.
Excelente análisis padre Bonifacio. Además, es que eso de «habrá señales en el cielo» es evangélico. Los mensajes que la Virgen Pura y Dolorosa nos legó en Umbe profetizaron esta niebla, situaron el inicio de la misma en la Semana Santa de 2020, la definieron como un aviso de castigo, hablaron de que se formaría una cruz en el cielo antes del Aviso . Y al papa próximo al Aviso lo definió como injusto.
Todo son signos del Cielo, para quien quiera creer y casarlos con los signos que la iglesia vaticana ha dejado en la última década
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