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Perfume de almas enamoradas

Written by padre.elias

Hermanos: 

Comienza el Evangelio de hoy diciendo: «Seis días antes de la Pascua». Es la última semana de la vida pública de Jesús.  Por eso este texto se proclama siempre el Lunes Santo.

Betania se encuentra muy cerca de Jerusalén, antes de comenzar a subir por una de las laderas del Monte de los Olivos. Es un lugar muy querido por Jesús porque allí viven tres grandes amigos: Lázaro, María y Marta.

La Ciudad Santa mata a sus profetas y Jesús prefiere retirarse a descansar en la casa de Betania donde se siente profundamente amado. María es más contemplativa que su hermana Marta y disfruta estando a los pies de Jesús para escuchar cada una de sus palabras. El Señor ama tanto a estos amigos que se conmovió y lloró por la muerte de Lázaro.

Este pasaje del Evangelio es significativo en el contexto de la Pascua Judía y de la muerte de Jesús. En días pasados la muerte fue sometida por la Vida que es Jesús.  Una cena con los amigos y en tres días la Última Cena con los discípulos.

Cada uno de estos tres hermanos ¡tan diferentes! De Lázaro no sabemos mucho de su personalidad. En el encuentro de hoy está  sentado con Jesús a la mesa. Marta, ya sabemos que es diligente y siempre está sirviendo aunque otro día se lamentó porque su hermana María no le ayudaba.  Es verdad que Jesús le dijo: «Marta, Marta, por qué te agitas por tantas cosas, sólo una es necesaria y María ha escogido la mejor parte», pero creo que el servicio de Marta es de un gran valor. Ella busca hacer sentir como en casa a tan gran Huésped.

María toma una libra de perfume de nardo auténtico. Buscando la palabra auténtico, encuentro que en griego se dice πιστικῆς pistikés. Este término parece que es de la misma raíz de la palabra Fe πίστις pistis. En el gesto de María que unge los pies de Jesús, con nardo auténtico, no es sólo un gesto externo sino que toda ella está llena de fe auténtica por el Señor. La fe verdadera se demuestra a través del amor. Fe y obras como nos dice el Apóstol Santiago. Pienso también que nuestra fe debe ser auténtica como este perfume que no fue adulterado con otras sustancias. Nuestra fe no puede ser mezclada con otras creencias y con herejías, debe ser pura, auténtica.

María unge los pies, no la cabeza, y los seca con sus cabellos. Reconoce la grandeza de Jesús y está a sus pies. Es humilde y a la vez expresa su grande amor por Jesús.

El nardo era muy caro y más adelante el mismo Judas dice el precio porque el que se podría vender: Trescientos denarios.  El denario es el salario de un día de trabajo, es decir, que el precio equivale al salario que una persona ganaba casi en un año de trabajo.  Para Judas es exagerado, pero para un corazón enamorado no es nada.  Pienso por ejemplo en que todo lo que se invierta en el templo: Calices, manteles, candelabros, Ornamentos Sagrados, nunca será suficiente para honrar al Señor.

El perfume derramado sobre Jesús es óleo. Recordemos que Dios mismo lo ha ungido y por eso se llama Cristo: Ungido .

«La casa se llenó del olor del perfume»

Hace pocos días en la casa de Betania olía a muerto, los corazones de las dos hermanas y de los amigos estaban tristes por la muerte de Lázaro.  Cuando Jesús ordenó quitar la piedra del sepulcro, Marta le dijo: «Señor, ya huele; es el cuarto día». Hoy la casa está perfumada: huele a Vida, Jesús mismo perfuma con su presencia. Y nosotros como nos dice San Pablo, tenemos que ser el buen olor de Cristo. Por donde pasemos tenemos que dejar el perfume. No podemos oler a muerte, no podemos oler a pecado.

Un hombre y una mujer en este relato. Judas que lo va a traicionar, que ya en su corazón ha dejado entrar el mal, y una mujer que está llena de amor.

Judas parece que tiene un buen corazón y que piensa en los pobres, pero el Evangelista nos deja claro que no es así, que en su corazón sólo hay ambición y que es un ladrón.  Jesús le dice a Judas: «Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura».  El Señor ve el gesto de María como una anticipación de lo que sucederá dentro de poco. Jesús sabía que la resurrección de Lázaro en cierta forma había hecho que firmaran su sentencia de muerte. En el mismo texto se dice que los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro.

Padre Elías

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