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LAUDATO NO

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Written by Padre Bonifacio

San Francisco compuso un canto de alabanza al Creador muy conocido: Laudato Si, cuya primera estrofa dice:

Altísimo, omnipotente, buen Señor,
tuyas son las alabanzas,
la gloria y el honor y toda bendición.
A ti solo, Altísimo, te corresponden
y ningún hombre es digno de pronunciar tu Nombre.

La alabanza a Dios significa reconocer a Dios en sus cualidades, atributos y acciones, es decir, colocarse el hombre como criatura ante Dios y elevar su corazón a Él para reconocer gozosamente lo que Él es y Él hace, y los cristianos además como hijos ante nuestro Padre, a quien conocemos por medio de Jesucristo. El cristiano encuentra su gozo en Dios, digno de toda alabanza en sus perfecciones y en sus justos juicios y caminos, y muy especialmente digno de ser alabado por Jesucristo, en quien ha manifestado su amor a los hombres hasta el extremo.

Bergoglio quiere que desviemos la mirada de nuestro Creador y de nuestro Salvador, y que no le alabemos, sino que idolatremos la naturaleza, como dice san Pablo que hacen los paganos:

«habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron  en sus razonamientos y su insensato corazón  se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén» (Rm 1,21-25).

Llama la atención que el camino de perversión espiritual que es la idolatría está asociado a la perversión moral, que incluye la sodomía (cf. Rm 1,26-27). Los nuevos mandamientos de la ley humanista y globalista son eco-friendly y gay-friendly, aunque sólo en apariencia, porque la realidad es que todo es un gran teatro en que la Creación importa muy poco y las personas, incluidas las que tienen atracción hacia el mismo sexo, también. Realmente se trata de un gran engaño inventando nuevos dogmas para presentar ante el mundo una nueva religión sin Cruz, sin Salvador, sin Dios vivo y verdadero, sin renuncia y conversión, sin vida eterna. Es la religión del diablo, que lleva a la idolatría al abandonar al Dios vivo, y la religión de la impiedad, que enaltece el pecado hecho aceptable con el pretexto de la tolerancia, la libertad y el sentimentalismo: «lo importante es que nos queramos mucho», dicen algunos. Sí, como la trucha al trucho. No conocen la caridad porque resisten siempre al Espíritu Santo.

Toda este pecado de impiedad e irreligión, negando a Dios la alabanza que San Francisco nos animaba a practicar, se hace en estos tiempos justamente pervirtiendo la enseñanza del santo de Asís y usando el encabezado de su oración «Laudato Si», para darle la vuelta y borrar la alabanza del corazón de los hombres: Bergoglio ha profanado la Laudato Si original, convirtiéndola realmente en Laudato No. El juego de prestidigitador es mantener a los hombres entretenidos en la Creación, vueltos hacia las criaturas, haciendo de ellas los nuevos ídolos sagrados que justifican todo sacrificio, como en la Antigüedad se sacrificaba los hijos a Moloch: hoy se nos pide ser veganos o comer carne sintética, asumir el aborto como un método anticonceptivo, y la homosexualidad y el ataque a la fecundidad humana como bienes para el planeta, porque los hombres somos «una plaga».

Ahora se nos habla de pecados contra la Creación o de conversión ecológica, como si la Creación fuese un dios. Jesucristo ha desaparecido del horizonte, y así se anula el único Camino de Salvación. Y a Dios se le menciona como mucho para hablar de que la Creación es la «Casa común» de la humanidad, y el oikos, la casa de Dios (como afirma la «multi-religiosa» propaganda de las jornadas en que dicen que estamos: «Celebración para el Tiempo de la Creación 2023″ y la «Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación«). ¿De qué Dios hablan? Da la impresión de que ese dios es el de los panteístas, que se confunde con todo y con nada. Pero nuestro Dios es «el Altísimo sobre toda la tierra, muy por encima de los dioses todos» (Sal 97,9).

La Pachamama o «Madre Tierra» es un dios venido a cuento para esta religión ecologista. Para Bergoglio, «los pueblos indígenas tienen el valor de la armonía con la Creación» (como dijo en su viaje a Canadá en julio de 2022), desconociendo voluntariamente que la armonía con la Creación se perdió con el pecado original y que desde entonces «la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Pero confunde a sus oyentes voluntariamente también, para presentar como aceptable el culto idolátrico de la Pachamama… que no es otra cosa que adoración de demonios, puesto que no hay idolatría tras la que no se oculte Satanás, el mentiroso, el envidioso y el soberbio por antonomasia, que no sólo quiere apartarnos de la salvación y robar adoradores a Dios, sino que pretende él mismo ser adorado como dios. En 2016 al recibir a un grupo de jainistas, Bergoglio dijo: «Nosotros, todos nosotros, queremos a la madre Tierra porque es quien nos ha dado la vida y nos protege«, en una clarísima herejía que conduce a la idolatría y al panteísmo. Yo no quiero a la madre Tierra, yo amo a Dios y con su amor amo a las criaturas en el orden que Dios establece; pero la Tierra, la Creación, que no es madre ni padre, no es objeto de mi gratitud o de mi culto, ni puedo tener una relación personal con ella, ni me ha dado la vida o me protege o provee, sino Dios, que gobierna con amor y sabiduría la Creación.

La «encíclica» Laudato Si supuso ahondar en ese engaño anticristiano. Para Bergoglio, las criaturas entrarán en la gloria de la vida eterna al modo que el evolucionismo de su camarada Theilard de Chardin apuntaba. Dice Laudato Si: «La vida eterna será un asombro compartido, donde cada criatura, luminosamente transformada, ocupará su lugar» (n.243). Si todo tiene un lugar, cada criatura (no sólo los hombres redimidos, sino ¿todos?, y no sólo los hombres, sino la creación animal, vegetal, mineral… ¿los demonios?), con tal que haya una «transformación luminosa» de resabios gnósticos… ¿dónde queda el fin propio de cada criatura, dónde queda la libertad de los seres personales, dónde quedan la necesidad de la salvación y de la regeneración por medio de Cristo y del Espíritu Santo, dónde queda la transcendencia divina?

Es más, Dios ya no es el Dios Uno y Trino, coeterno e infinito, santo y terrible, sino que «el Padre es la fuente última de todo, fundamento amoroso y comunicativo de cuanto existe. El Hijo… se unió a esta tierra cuando se formó en el seno de María. El Espíritu…. está íntimamente presente en el corazón del universo» (n.238). Pero una fuente no puede existir sin su manantial, a menos que sea una fuente seca, deficiente, mientras que Dios no depende en nada de su Creación ni la necesita. Cristo no se unió a esta tierra, sino que asumió la naturaleza humana para redimirla. Y el Espíritu no tiene que ver ni íntimamente ni de otro modo con el «corazón» del universo (ya estamos otorgando a la Creación unos atributos personales, humanos o divinos), sino con la comunión intratrinitaria y con la obra de regeneración de la humanidad caída. La falta de fe católica de Bergoglio le hace blasfemar de Dios, promoviendo un dios rebajado, no presente sino mezclado con la Creación. En definitiva, cae en una forma de panteísmo: Si Dios está en todo, y todo está en Dios, el Creador y la Creación se harían intercambiables en última instancia, se harían indescifrables.

Pues parece que no hubo suficiente con la primera «Laudato No». Ahora quiere presentarnos la segunda. Quizá para rematar la preparación de lo que en la primera anunciaba: que «urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial» (n.175). Pero sin duda, será una nueva negación del deber de amar a Dios sobre todas las cosas, que incluye la alabanza a nuestro Creador y Salvador, y una nueva afirmación de la Creación como un bien en sí mismo, como un bien absoluto y autónomo, independiente de la misión para la que fue creada por Dios, reflejando nuevamente la negativa de Lucifer a servir a Dios.

Bergoglio niega a Cristo cada vez que puede. Es más, muchas veces lo hace por triplicado: «No, no, no», como cuando negó la multiplicación de los panes y los peces por Cristo, ya en 2013, negando tres veces la palabra de Dios, y repitiéndolo nuevamente, formando un curioso 3+3 que recuerda el número 33, de gran importancia para los masones cabalistas, en definitiva para los adoradores del diablo. Porque a los que sirven al diablo se les nota, hasta el punto de que plasman esa adoración con los rituales propios del satanismo.

En la reciente JMJ de Lisboa nuevamente pidió a los jóvenes que repitiesen con él: «todos, todos, todos» (todos caben en la Iglesia falsa, sin salvación, sin conversión, sin verdad, sin Jesucristo), e insistió: «no se oye», pidiendo que repitiesen otra vez: «todos, todos, todos». Ese «todos» era la negación del camino estrecho, de Jesucristo, y de la misión de la Iglesia, que no es confundirse con todas las religiones y con el mundo, sino afirmar a Jesucristo, «Camino, Verdad y Vida», que es la manifestación del amor de Dios a los hombres para nuestra salvación, amor y perdón que pueden recibir quienes creen en Él y se convierten: «porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna» (Jn 3,16). Nuevamente, Bergoglio trazó un 33 masónico, justo en el eje de su discurso.

Ahora con esta segunda parte de «Laudato Si» negará por segunda vez al Padre Creador, al Hijo Redentor y al Espíritu Santo Santificador, negará nuevamente al Dios único, vivo y verdadero. Esto no es la segunda parte de Laudato Si, esto es la segunda negación Laudato no, no, no. Es el eco de Lucifer y su negación satánica: «No serviré: no, no, no. Lo repito y repitan conmigo: no, no, no».

El canto de San Francisco concluye:

Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la muerte corporal
de la cual ningún hombre vivo puede escapar.
¡Ay de aquellos que morirán en pecado mortal!
Bienaventurados los que encontrará en tu santísima voluntad,
pues la muerte segunda no les hará mal.

Load y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran humildad.

Esto es lo que había que predicar, la urgencia de vivir en gracia de Dios porque nos jugamos el destino eterno de nuestra alma. El pecado, especialmente el pecado mortal, es nuestro enemigo. Y la idolatría es pecado mortal; la incredulidad grave y pertinaz, también. Y la adulteración del evangelio quitándole su fuerza de salvación en aras de un falso pacifismo, ecumenismo y ecologismo, ideologías humanistas, naturalistas, inmanentes, caminos de engaño que separan a muchos de la vida eterna,… eso no es sólo pecado mortal, eso es apostasía, y los que transitan por ese camino tras Bergoglio están asegurándose el mayor mal que puede existir, del que quiso prevenir el santo de Asís: la muerte segunda o muerte eterna.

Jesucristo enseñaba: «¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?» (Mc 8,36). ¿De qué le servirá al hombre seguir la ideología del ecologismo de la casa común o la Madre Tierra (que ya no es criatura hermana, sino sustituta del Creador), por muchos sacrificios que haga a ese ídolo, si pierde su alma por la eternidad? Gaia no te va a salvar. La Pachamama no te va a salvar.

Esperamos el pronto regreso de Jesucristo en poder y gloria. Y el mundo físico será transformado en su venida, con su poder. Es más, llegará el día en que «los elementos, abrasados, se disolverán, y la tierra y cuanto ella encierra se consumirá» (2 P 3,10). No despreciamos la Creación, los cristianos la amamos, con el amor de Dios, pues Dios la ama. Pero no hacemos de ella un ídolo, sino que adoramos sólo a Dios y a Él amamos sobre todas las cosas. No hacemos de esta vida presente nuestro fin último, sino que sabemos que fuimos creados, como toda la Creación, para la gloria de Dios, pero nosotros con una capacidad especial de darle culto. Los cristianos decimos Laudato sii, o mi Signore!, y en su pronto regreso ponemos nuestra esperanza.

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Padre Bonifacio

Sacerdote español misionero, superviviente de no pocas batallas por la gracia de Dios, con humor para reírse de sí mismo y celo por todas las almas.

2 Comments

  • Me ha gustado mucho este artículo, que me he tomado la libertad de traducir al francés para que pueda circular.
    Espero que el P. Bonifacio se sienta a gusto con esta traducción.
    En efecto, la apropiación y la malversación de San Francisco de Asís son fundamentales en el proceso de protestantización – paganización de la Iglesia católica por el falso profeta instalado en la Sede de Pedro.
    En unión de oraciones para la elección de un nuevo Papa, válida.
    Louis

    LAUDATO NO

    Padre Bonifacio
    Como Vara de Almendro, 2 septembre 2023

    Saint François a composé un hymne bien connu de louange au Créateur : Laudato Si, dont voici la première strophe :
    « Très haut, tout-puissant, et bon Seigneur,
    à toi louange, gloire, honneur et toute bénédiction ;
    à toi seul ils conviennent, ô Très-Haut,
    Et nul n’est digne de prononcer ton Nom.

    Louer Dieu, c’est reconnaître Dieu dans ses qualités, ses attributs et ses actions, c’est-à-dire se placer en tant que créature devant Dieu et élever son cœur vers lui pour reconnaître avec joie ce qu’il est et ce qu’il fait, et les chrétiens en tant qu’enfants devant notre Père, que nous connaissons par Jésus-Christ. Le chrétien trouve sa joie en Dieu, digne de toute louange pour ses perfections, ses jugements et ses voies justes, et plus particulièrement digne de louange en Jésus-Christ, en qui il a manifesté au plus haut point son amour pour l’homme.
    Bergoglio veut que nous détournions nos yeux de notre Créateur et de notre Sauveur, que nous ne le louions pas, mais que nous idolâtrions la nature, comme le dit saint Paul à propos des païens :
    » Malgré leur connaissance de Dieu, ils ne lui ont pas rendu la gloire et l’action de grâce que l’on doit à Dieu. Ils se sont laissé aller à des raisonnements sans valeur, et les ténèbres ont rempli leurs cœurs privés d’intelligence. Ces soi-disant sages sont devenus fous ; ils ont échangé la gloire du Dieu impérissable contre des idoles représentant l’être humain périssable ou bien des volatiles, des quadrupèdes et des reptiles. Voilà pourquoi, à cause des convoitises de leurs cœurs, Dieu les a livrés à l’impureté, de sorte qu’ils déshonorent eux-mêmes leur corps. Ils ont échangé la vérité de Dieu contre le mensonge ; ils ont vénéré la création et lui ont rendu un culte plutôt qu’à son Créateur, lui qui est béni éternellement. Amen» (Rm 1,21-25).

    Il est frappant de constater que la voie de la perversion spirituelle qu’est l’idolâtrie est associée à la perversion morale, qui inclut la sodomie (cf. Rm 1,26-27). Les nouveaux commandements de la loi humaniste et mondialiste sont eco-friendly et gay-friendly, mais seulement en apparence, car la réalité est qu’il s’agit d’un grand théâtre dans lequel la Création n’a que peu d’importance et les personnes, y compris celles qui ont une attirance pour le même sexe, n’ont que peu d’importance. Il s’agit en fait d’une grande tromperie qui invente de nouveaux dogmes pour présenter au monde une nouvelle religion sans Croix, sans Sauveur, sans Dieu vivant et véritable, sans renoncement et conversion, sans vie éternelle. C’est la religion du diable, qui conduit à l’idolâtrie par l’abandon du Dieu vivant, et la religion de l’impiété, qui exalte le péché rendu acceptable sous prétexte de tolérance, de liberté et de sentimentalité : «l’important, c’est qu’on s’aime beaucoup», disent certains. Oui, comme des truites entre elles. Ils ne connaissent pas la charité parce qu’ils résistent toujours à l’Esprit Saint.
    Tout ce péché d’impiété et d’irréligion, qui consiste à refuser à Dieu la louange que saint François nous encourageait à pratiquer, se fait en ces temps précisément en pervertissant l’enseignement du saint d’Assise et en utilisant le titre de sa prière «Laudato Si», pour le retourner et effacer la louange du cœur des hommes : Bergoglio a profané le Laudato Si originel, en le transformant réellement en Laudato No. Le jeu du prestidigitateur est de divertir les hommes de la Création, tournés vers les créatures, en faisant d’elles les nouvelles idoles sacrées qui justifient tous les sacrifices, comme dans l’Antiquité on sacrifiait les enfants à Moloch : aujourd’hui on nous demande d’être végétaliens ou de manger de la viande synthétique, d’assumer l’avortement comme méthode contraceptive, et l’homosexualité et l’atteinte à la fertilité humaine comme des biens pour la planète, parce que nous, les hommes, nous sommes «un fléau».
    On nous parle maintenant de péchés contre la Création ou de conversion écologique, comme si la Création était un dieu. Jésus-Christ a disparu de l’horizon, réduisant à néant l’unique voie de salut. Et Dieu n’est mentionné que pour parler de la Création comme «Maison commune» de l’humanité, et de l’oikos, la maison de Dieu (comme l’affirme la propagande «multireligieuse» de l’époque où l’on dit que nous sommes : «Célébration du Temps de la Création 2023» et «Journée Mondiale de Prière pour le Soin de la Création»). De quel Dieu parle-t-on ? Il semble que ce Dieu soit celui des panthéistes, qui se confond avec tout et avec rien. Mais notre Dieu est «le Très-Haut sur toute la terre, bien au-dessus de tous les dieux» (Ps 97, 9).
    Pachamama ou «Mère Terre» est un dieu de choix pour cette religion écologiste. Pour Bergoglio, «les peuples indigènes ont la valeur de l’harmonie avec la Création» (comme il l’a dit lors de son voyage au Canada en juillet 2022), ignorant volontairement que l’harmonie avec la Création a été perdue avec le péché originel et que, depuis lors, «la création tout entière gémit et est dans l’enfantement» (Rm 8,22). Mais il confond aussi volontairement ses auditeurs pour présenter comme acceptable le culte idolâtre de Pachamama… qui n’est rien d’autre que le culte des démons, puisqu’il n’y a pas d’idolâtrie derrière laquelle Satan, le menteur, l’envieux et l’arrogant par excellence, ne veut pas seulement nous éloigner du salut et voler des adorateurs à Dieu, mais il veut lui-même être adoré comme un dieu. En 2016, alors qu’il recevait un groupe de Jaïns, Bergoglio a déclaré : «Nous, tous, aimons la mère Terre parce que c’est elle qui nous a donné la vie et qui nous protège», dans une hérésie très claire qui conduit à l’idolâtrie et au panthéisme. Je n’aime pas la Terre mère, j’aime Dieu et avec son amour j’aime les créatures dans l’ordre que Dieu établit ; mais la Terre, la Création, qui n’est ni mère ni père, n’est pas l’objet de ma gratitude ou de mon adoration, je ne peux pas avoir de relation personnelle avec elle, elle ne m’a pas donné la vie, elle ne me protège pas, elle ne subvient pas à mes besoins, mais c’est Dieu qui gouverne la Création avec amour et sagesse.
    L'»encyclique» Laudato Si a été conçue pour approfondir cette tromperie antichrétienne. Pour Bergoglio, les créatures entreront dans la gloire de la vie éternelle, comme le soulignait l’évolutionnisme de son camarade Teilhard de Chardin. Laudato Si dit : «La vie éternelle sera une merveille partagée, où chaque créature, lumineusement transformée, prendra sa place» (n.243). Si tout a une place, toute créature (non seulement les êtres humains rachetés, mais tout le monde, et non seulement les êtres humains, mais la création animale, végétale, minérale…, les démons ? les démons ?), tant qu’il y a une «transformation lumineuse» aux relents gnostiques ? où est la fin propre de chaque créature, où est la liberté des êtres personnels, où est la nécessité du salut et de la régénération par le Christ et l’Esprit Saint, où est la transcendance divine ?
    Il y a plus, Dieu n’est plus le Dieu Unique et Trine, co-éternel et infini, saint et terrible, mais «le Père est la source ultime de tout, le fondement aimant et communicatif de tout ce qui existe. Le Fils… s’est uni à cette terre lorsqu’il a été formé dans le sein de Marie. L’Esprit… est intimement présent au cœur de l’univers» (n.238). Mais une fontaine ne peut exister sans sa source, à moins qu’il ne s’agisse d’une source sèche et déficiente. Le Christ ne s’est pas uni à cette terre, mais il a assumé la nature humaine pour la racheter. Et l’Esprit n’est pas intimement ou autrement concerné par le «cœur» de l’univers (nous donnons déjà à la Création des attributs personnels, humains ou divins), mais par la communion intra-trinitaire et l’œuvre de régénération de l’humanité déchue. Le manque de foi catholique de Bergoglio le pousse à blasphémer Dieu, en promouvant un dieu abaissé, non pas présent mais mélangé à la Création. En bref, il tombe dans une forme de panthéisme : si Dieu est dans tout, et si tout est en Dieu, le Créateur et la création deviendraient finalement interchangeables, indéchiffrables.
    Il semble que le premier «Laudato No» n’ait pas suffi. Il veut maintenant nous présenter le second. Peut-être pour compléter la préparation de ce qu’il a annoncé dans le premier : «la présence d’une véritable Autorité politique mondiale est urgente» (n.175). Mais il s’agira sans aucun doute d’une nouvelle négation du devoir d’aimer Dieu par-dessus tout, ce qui inclut la louange de notre Créateur et Sauveur, et d’une nouvelle affirmation de la Création comme un bien en soi, comme un bien absolu et autonome, indépendant de la mission pour laquelle elle a été créée par Dieu, reflétant à nouveau le refus de Lucifer de servir Dieu.
    Bergoglio renie le Christ chaque fois qu’il le peut. De plus, il le fait souvent en trois exemplaires : «Non, non, non», comme lorsqu’il a nié la multiplication des pains et des poissons par le Christ, déjà en 2013, niant la parole de Dieu trois fois, et la répétant encore, formant un curieux 3+3 qui rappelle le nombre 33, d’une grande importance pour les francs-maçons cabalistes, en bref pour les adorateurs du diable. Car ceux qui servent le diable sont visibles, au point d’incarner ce culte par les rituels du satanisme.
    Lors des dernières JMJ de Lisbonne, il a de nouveau demandé aux jeunes de répéter avec lui : «tous, tous, tous» (tout le monde entre dans la fausse Église, sans salut, sans conversion, sans vérité, sans Jésus-Christ), et a insisté : «on ne l’entend pas», en leur demandant de répéter de nouveau : «tout le monde, tout le monde, tout le monde». Ce «tous» était la négation de la voie étroite, de Jésus-Christ, et de la mission de l’Église, qui n’est pas de se confondre avec toutes les religions et le monde, mais d’affirmer Jésus-Christ, «Voie, Vérité et Vie», qui est la manifestation de l’amour de Dieu envers l’humanité pour notre salut, amour et pardon que peuvent recevoir ceux qui croient en Lui et se convertissent : «Car Dieu a tant aimé le monde qu’il a donné son Fils unique, afin que quiconque croit en Lui ne se perde pas, mais ait la vie éternelle» (Jn 3,16). Une fois de plus, Bergoglio a tracé un 33 maçonnique, en plein cœur de son discours.
    Avec cette deuxième partie de «Laudato Si», il niera pour la deuxième fois le Père Créateur, le Fils Rédempteur et le Saint-Esprit Sanctificateur, il niera à nouveau le Dieu unique, vivant et vrai. Ce n’est pas la deuxième partie de Laudato Si, c’est la deuxième négation Laudato no, no, no. C’est l’écho de Lucifer et de sa négation satanique : «Je ne servirai pas : non, non, non. Je le répète et répétez-le avec moi : non, non, non».
    Le chant de saint François se termine ainsi :
    « Loué sois-tu, mon Seigneur,
    pour notre sœur la Mort corporelle
    à qui nul homme vivant ne peut échapper.
    Malheur à ceux qui meurent en péché mortel ;
    heureux ceux qu’elle surprendra dans ta très sainte volonté,
    car la seconde mort ne pourra leur nuire.
    Louez et bénissez mon Seigneur,
    rendez-lui grâce et servez-le avec en toute humilité. »

    C’est cela qu’il fallait prêcher, l’urgence de vivre dans la grâce de Dieu car le destin éternel de notre âme est en jeu. Le péché, surtout le péché mortel, est notre ennemi. L’idolâtrie est un péché mortel, tout comme l’incrédulité flagrante et obstinée. Et le fait de dénaturer l’Évangile en lui ôtant sa force salvatrice au profit d’un faux pacifisme, de l’œcuménisme et de l’écologisme, d’idéologies humanistes, naturalistes et immanentes, de moyens de tromperie qui séparent de nombreuses personnes de la vie éternelle,… n’est pas seulement un péché mortel, c’est une apostasie, et ceux qui suivent cette voie après Bergoglio s’assurent le plus grand mal qui puisse exister et que le saint d’Assise voulait prévenir : la seconde mort ou mort éternelle.
    Jésus-Christ a enseigné : «Que sert à un homme de gagner le monde entier et de perdre sa propre vie ?» (Mc 8, 36) À quoi sert à un homme de suivre l’idéologie de l’écologie de la maison commune ou de la Terre mère (qui n’est plus une créature sœur, mais un substitut du Créateur), quel que soit le nombre de sacrifices qu’il fait à cette idole, s’il perd son âme pour l’éternité ? Gaïa ne te sauvera pas. La Pachamama ne te sauvera pas.
    Nous attendons le retour prochain de Jésus-Christ dans la puissance et la gloire. Et le monde physique sera transformé à sa venue, avec sa puissance. En effet, un jour viendra où «les éléments seront consumés et dissous, et la terre et tout ce qu’elle contient seront consumés» (2 P 3:10). Nous, chrétiens, ne méprisons pas la Création, nous l’aimons, avec l’amour de Dieu, parce que Dieu l’aime. Mais nous n’en faisons pas une idole, nous adorons Dieu seul et nous l’aimons par-dessus tout. Nous ne faisons pas de cette vie présente notre fin ultime, mais nous savons que nous avons été créés, comme toute la création, pour la gloire de Dieu, mais nous avons une capacité particulière à l’adorer. Nous, chrétiens, disons Laudato si, o mi Signore, et nous plaçons notre espérance dans son retour prochain.

    • Enhorabuena por la iniciativa de la traducción y sobre todo por hacerlo circular. El P. Bonifacio le asegura su bendición.

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