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UN CONDUCTOR POR UNA CARRETERA PROHIBIDA


Por Luciano Cap Dejoseph 

Entendamos la cruda realidad que vivimos y padecemos desde una parábola.  

Se trata de un padre de familia numerosa. Va conduciendo el vehículo familiar con toda la familia dentro: mujer e hijos. Pero con una particularidad, transita una carretera prohibida. No se puede circular por ahí. Su final es un despeñadero donde todos caerán y morirán sin remisión alguna.  

Uno de los hijos, y seguramente alguno más, se da cuenta del gravísimo error. Porque quiere pensar que su padre no lo hace de mala fe. Y da la voz de alarma: 

  • Papa, vas por un camino equivocado. De hecho está prohibido. ¡Vamos a terminar mal, muertos, despeñados! 

El padre hace oídos sordos y sigue. El hijo insiste. Hasta uno de los hermanos se une al aviso: 

  • Sí, papa, vamos mal. Este camino está prohibido, no se puede circular, el final será la muerte. Yo mismo vi un cartel que lo avisaba. 

Papa sigue a su aire, haciendo oídos sordos: firme, entusiasmado, cantando y reprimiendo la rigidez de los que le dicen que cambie de ruta. 

Pues bien señores, en esas estamos hoy en la Iglesia.  

La nave de Pedro la dirige un conductor que hace oídos sordos a las advertencias de los hijos de la Iglesia, que le dicen de muchas maneras: pare, dé un giro de 180 grados, no siga por ese camino. ¿Qué camino? La hoja de ruta de la ONU. 

Desde hace años Francisco/Bergoglio apoya con firme entusiasmo la hoja de ruta de la ONU, la diabólica agenda 2030. En ella se expresa todo el pensamiento único, globalista, mundialista, masónico, al servicio del Nuevo Orden Mundial. Y lo hace ciertamente con insistente entusiasmo. Tener claro que esto es así hace que uno entienda absolutamente toda la realidad eclesial.  

Por ejemplo, la última cumbre de Roma, supuestamente para combatir los abusos y la depravación sexual que campa a sus anchas en la Iglesia. Ahora el Cardenal Brandmüller ha dicho que está “muy decepcionado” por el resultado de la reunión, y que no se discutieron las causas fundamentales. “El silencio sobre la homosexualidad es un problema real” – afirma. 

Pero señor mío, ¿cómo van a hablar sobre la homosexualidad y señalarla como causa principal, si Francisco/Bergoglio sigue la agenda 2030 de la ONU? 

Poco antes de dicha cumbre, los Cardenales Burke y Brandmüller ya habían pedido a los obispos de la Cumbre sobre los abusos que defendieran las enseñanzas de la Iglesia y que no permanecieran en silencio. Y reprocharon el silencio de obispos y cardenales sobre las verdaderas causas de los abusos, que no son tanto el clericalismo (usado como tapadera, excusa, cortina de humo) como «el haberse alejado de la verdad del Evangelio y la negación, también pública, con palabras y hechos, de la ley divina y natural». 

Pues bien, resumamos: 

Hay un conductor. Que pretende conducir a la Iglesia. Por un camino prohibido: la agenda 2030 de la ONU.  

Es un camino diabólico, pues promueve un pensamiento globalista, mundialista, masónico, con fines absolutamente perversos y contrarios a la doctrina cristiana,  a las enseñanzas de la Iglesia: supresión de la Verdad revelada por Dios, y apoyo masivo y total al homosexualismo, aborto, y educación pervertida de los niños al margen de los padres a los que se ningunea y quita autoridad. 

Es un pensamiento donde las verdades no las dicta Dios, sino las autoridades mundiales con sus leyes y “las verdades consensuadas”. 

A ese conductor se le dice que pare. Que se dé cuenta de a dónde está llevando al pasaje: a la muerte. Que dé un giro de 180 grados. El conductor silva, canta, dice que no sean tan rígidos, que todo va bien, que no sean de mente estrecha. Y los Cardenales y Obispos, en su inmensa mayoría, miran para otro lado. Unos tan a gusto con esa agenda, otros aterrados, otros superados por la situación…todos emborrachados por la apostasía reinante. 

Conclusión:  

¿Qué hacemos?  ¿Nos hacemos los locos?  

¿Seguimos subidos en ese vehículo que nos conduce por un camino prohibido a un precipicio con final de muerte?  

¿Reaccionamos, cómo?  

¿Alguien que dé un volantazo a esta deriva firme y macabra que nos conduce al abismo? 

Entiendo que hace tiempo llegó, pero ahora ha llegado ya de modo inexcusable, el momento de EXIGIR AL CONDUCTOR que rompa definitivamente de una vez con la diabólica agenda 2030 de la ONU. 

Que tras romper con ella, la denuncie como totalmente diabólica y anticristiana. 

Que después haga una declaración formal de la fe de la Iglesia, donde deje nítida y sin error alguno, cuál es la sana doctrina de la Iglesia, al margen del virus modernista con todos sus errores y mentiras.  

Que defienda la Verdad del evangelio y la moral, pues es el Camino que la Iglesia ha de transitar, y ningún otro. 

Si no lo hace, como viene ocurriendo… ¿cómo habremos de considerar a ese conductor? ¿Asesino? ¿Y a los que van en él, a sabiendas de que les está conduciendo a una muerte segura, kamikaces? 

Ustedes me dirán, pero es muy obvio que no puede ser Papa quien se empeña en seguir conduciendo a la Iglesia por una hoja de ruta diabólica. No está sirviendo a Dios, sino a Satanás. Yo, desde luego, no quiero ser su cómplice. 

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Como Vara de Almendro

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