Stilum Curiae – 25 de septiembre de 2017- Marco Tosatti
Primero, denigra. Encasilla al adversario con una etiqueta, lo que en cualquier caso lo pondrá en dificultad con respecto a la opinión pública, así como lo pondrá a la defensiva. Es un aparato retórico tan viejo como el mundo mismo y con el que la Iglesia está bien familiarizada. Así, frente a un acontecimiento indudablemente excepcional y excepcionalmente angustioso, como Correctio filialis, firmado hasta el momento por 62 personalidades del mundo católico, tanto laicos como sacerdotes (se dice que los cardenales y los obispos han sido excluidos voluntariamente) tenemos dos reacciones.
La primera, por parte de los directamente interesados, a la que volveremos, es: el silencio.
El segundo, por sus hombres fuertes, de la pluma o de la computadora, o la TV, si lo prefieres, es: despreciar, etiquetar de una manera que margine, hacer entender que se trata de gente pobre y (horror de los horrores!) derechista; después de todo, ¿no firmó Monseñor Fellay el Superior de los Lefebvrianos? Otra reacción: oremos por ellos, ¡los pobrecitos, que se atreven a decir que el papa puede escribir cosas erróneas! ¡No es posible!: ¡es el propio Papa quien define quién es un hereje! ¿Cómo podría escribir cosas erróneas? Dejemos a los que saben más que nosotros refutar esta tesis, que parece atribuir al papa, siempre y en todas partes, prerrogativas que no tiene y que nadie ha reclamado jamás. Observamos en los artículos de crítica, más o menos velados, un elemento que está rigurosamente ausente: la evaluación de si lo que se dice en la corrección formal tiene sentido o no.
Quien escribe es una persona ordinaria, sin títulos académicos. Recibió una educación clásica, donde fue instruido en la lógica. Ahora, la lógica no es católica; simplemente está en la base del razonamiento humano. También para los católicos; dado que La Mente que creó todo, ha colocado la lógica como el fundamento de Su creación. Todo esto para decir, como otros más sabios y refinados que el Escritor ya lo han hecho, que cuando en consecuencia de Amoris Laetitia y sus interpretaciones corroboradas, los firmantes de la Correctio escriben: “Una persona, mientras obedece la Ley Divina, puede pecar contra Dios, en virtud de la misma obediencia”, no es sólo la Fe que está, en todo caso herida, sino la lógica misma. Que precede a la fe. Y lo mismo podría decirse de todas o casi todas las otras seis anotaciones. Que los críticos evitan cuidadosamente de mencionar: repiten “¡Conservadores! ¡Tradicionalistas!” Y piensan que han resuelto el problema, o al menos un día de pago.
No conozco a todos los 62 signatarios; de hecho, conozco a muy pocos; pero al dar un vistazo a su currícula, me parece que son eruditos bien versados en estudios y análisis. Liquidar su sufrimiento y esfuerzo con una etiqueta, es un acto de propaganda, ay, que ahora no es desconocido en la Iglesia. Ciertamente, son valientes; lo que con la atmósfera que hemos estado respirando dentro y fuera del Vaticano, de control, espionaje, castigos y represiones – no voy a decir disidencias, sino de cualquier noción no conforme; así que para ellos haber actuado de tal forma, deben tener verdaderamente un gran amor por la Iglesia, es decir, por la Iglesia de todos los tiempos. Prefieren correr algunos riesgos en lugar de fallar en su deber de hablar.
Esto nos lleva de nuevo al comienzo de nuestra reflexión. Puesto que Amoris laetitia explotó en su ambigüedad devastadora, deseada dentro de la Iglesia, el Pontífice reinante ha recibido peticiones, apelaciones, Dubia, cartas personales y privadas de cientos y cientos de personas, muchas de las cuales han pasado la vida por la Iglesia y no tienen por seguro – a diferencia de otros – ambiciones de poder o interés personal que defender. Ahora, casi como un paso extremo, tenemos la Correctio. Sólo hubo una respuesta a todo esto: el silencio. El Escritor entiende bien el callejón sin salida en el que los errores calculados, las buenas intenciones y los malos consejos pueden haber llevado al principal protagonista de este drama. El Escritor entiende también el efecto devastador y deprimente que el reconocimiento del error podría tener sobre una persona en particular. Sin embargo, el silencio no se convierte en el responsable de la fe de mil doscientos millones de fieles, entre quienes la confusión es cada vez mayor. Especialmente si no hace nada más que hablar, hablar, hablar… pero de cualquier otra cosa.
Marco Tosatti
Artículo original Stilum Curiae
Tomado de Dominus Est.
Cómo podemos nosotros laicos firmar también esa petición además de unir nuestras oraciones a Dios?
Otra que no se enteró que los laicos somos muchos ceros a la izquierda del clero, y del clero postconciliar ya ha sido de risa gorda DEMOLITIO ROMAE, si eres progreta masonil, un listillo util, si eres clerólatra beaturro, un borregón ex-.
Muy de acuerdo con el artículo.