Por qué la Educación es Clave en la protección de la Vida, Matrimonio y la Familia.
“La Iglesia existe, sobre todo, para liberar a los hombres del pecado y para acompañarlos a la vida eterna. Este es el propósito de la Iglesia”. Card. Caffarra
Por Edward Pentin. 30 de Mayo de 2017
El Cardenal Carlo Caffarra explica para The Register por qué los fieles deben comprender las verdades católicas respecto a estos temas fundamentales y defenderlos en la plaza pública.
El Cardenal Carlo Caffarra, arzobispo emérito de Bolonia, Italia, tiene un mensaje clave a entregar: Grandes esfuerzos deben hacerse en la educación católica y en la catequesis si la Iglesia va a combatir los actuales ataques contra el matrimonio, vida y la familia.
En una entrevista para The Register en Roma el 19 de Mayo, el presidente fundador del Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia (en latín Pontificium Institutum Joannes Paulus II Studiorum Matrimonii ac Familiae), también hizo un llamado a los católicos para hacer presencia en las plazas públicas y llamar a las cosas por su nombre. “Error es error”, dijo. “No existe paz entre la verdad y el error”.
Uno de los cuatro cardenales de las Dubia, prefirió no discutir ese tema en la entrevista, pero advirtió acerca de una reciente tendencia en la Iglesia, de separar la doctrina ,o la teoría, de la práctica pastoral, para ser visiblemente más pastorales y compasivos. “La teoría sin la práctica es como una rueda sin eje”, dice. “La práctica sin teoría es un ciego en el camino. Dar prioridad a la práctica: En primer lugar, esto es teológicamente falso”.
Su Eminencia, mucho se ha dicho sobre la importancia de la familia. ¿Pero que tiene qué hacer la Iglesia para defenderla contra la ideología de género y otros ataques?
Creo que la primera opción tiene que ser una proclamación del Evangelio sobre el matrimonio y la familia, muy clara, muy completa y muy profunda, porque la situación ya ha alcanzado el punto extremo, incluso poniendo en duda la propia definición de matrimonio.
La humanidad siempre ha defendido el matrimonio como la legítima unión entre un hombre y una mujer, con miras a la procreación y educación. Hoy esta definición se ha puesto en duda; algunas leyes jurídicas han puesto incluso una definición diferente de matrimonio. Fue en este sentido que dije que hemos llegado a un punto extremo. Por lo tanto, la Iglesia necesita decirle al hombre: “Esto es lo que Dios pensó para el matrimonio; esto es lo que Cristo hizo – porque el matrimonio es un camino a la salvación para un hombre y una mujer que se casan”.
El Evangelio sobre el matrimonio tiene dos grandes capítulos: El primero es el bien del matrimonio en la creación; el segundo es el anuncio de la salvación del matrimonio, por el que Jesús vino para sacar a la luz, tanto en palabras como en comportamiento.
No debemos olvidar que el primer milagro hecho por Jesús fue en favor de dos esposos durante el banquete de bodas. Así que esto es lo primero que necesita hacer la Iglesia. Lo segundo, no menos importante, es la necesidad de un gran esfuerzo en educar a las jóvenes generaciones, porque el corazón de cada chico y cada chica desea amar y ser amado, en la verdad. De otra manera, después de un tiempo, el asunto se vuelve aburrido porque no es lo que el corazón quería.
Así que este deseo, es necesario decirlo, está inscrito, esculpido en el corazón de cada hombre y mujer. La educación es necesaria para liberarlo de todo lo que lo bloquea, de manera que se cumpla este deseo.
Te daré un ejemplo: Si hay una piedra cubriendo un manantial de agua, el manantial continúa existiendo, pero el agua no fluye. Necesito deshacerme de la piedra; entonces el verdadero manantial da toda su abundancia de agua. Es como si una piedra estuviera cubriendo este deseo humano, y la Iglesia, con su trabajo educativo, necesita removerla.
¿Cómo puede resistir mejor la Iglesia la actual crisis que enfrenta al interior?
Creo – diré esto tal cual – el punto al cual hemos llegado es una estación al final de un largo proceso. Estoy hablando de Occidente y de un proceso que ha durado siglos. Sería por lo tanto ingenuo el pensar que en unos poco años – a veces pienso que en pocas generaciones – uno podría corregir este proceso, darle la vuelta para atrás. Esto debe decirse como una premisa. No es como si San Benito hubiera visto inmediatamente las consecuencias de las comunidades que él fundó en los bosques alrededor de Roma. Fue necesario tener todo un proceso de civilización. Debemos recordar esto siempre para no ser ingenuos.
Siendo más precisos para responder esta pregunta, creo que hay, sobre todo, una estrategia de acción rápida, y esta es que: No podemos seguir permitiéndonos el acostumbrarnos a esta ausencia real de laicos católicos en los lugares donde se hacen las normas y leyes jurídicas. Por lo que debe existir una fuerte presencia de católicos, puesto que no sólo es un bien para los cristianos; al contrario, es un bien que pertenece a la creación, al matrimonio y la familia. Sin embargo, las leyes por sí mismas no resuelven el problema. Por lo tanto, la estrategia a más largo plazo es el ocuparnos nosotros mismos en un gran trabajo educativo.
Tomás, al principio de la Summa, dice que las antítesis no pueden coexistir. Y da un ejemplo: Dice que el doctor, por el hecho de que quiere que el enfermo se recupere, lucha contra la enfermedad. Queriendo lo uno [la salud de la persona] significa que no quiere lo otro [la enfermedad]. Santo Tomás continúa: El hombre sabio busca el primer principio, Dios el creador; por lo tanto, combate el error que oscurece la verdad que está buscando.
San Agustín es aún más fuerte: Pues dice, ama al que yerra, pero persigue el error. El verbo correspondiente en Latín es uno que los gramáticos llaman empático. No significa tolerar el error, sino arrancarlo y mostrar su insubstancialidad.
Por lo tanto, hay tres cosas: Leyes, la presencia de cristianos en parlamentos, instituciones públicas; secundo, un gran trabajo de instrucción; y tercero, llamar las cosas por su verdadero nombre. Error es error. No existe paz entre la verdad y el error.
¿Hoy el problema es que la gente no habla lo suficientemente fuerte contra el pecado?
Sí, en lugares de aprendizaje. No se sigue la estrategia de Santo Tomás al principio de la Summa contra los Gentiles [de anunciar el pecado]. Por el contrario, incluso es menospreciada.
También vi esto a menudo cuando fui el pastor titular en Bolonia. En mi opinión, en lugares de aprendizaje, ya tampoco hay educación en el verdadero amor a la verdad. Por el contrario, mucha gente enseña a los jóvenes que la búsqueda de la verdad es una pasión triste e inútil que sólo puede producir intolerancia. En este punto, la persona está perdida y se encuentra a sí misma, el famoso filósofo diría, ante caminos que no llevan a ningún lado.
¿Cuál es su opinión de Amoris Laetitia en este sentido?
Antes que nada, hay un capítulo completo sobre educación, el cual, para mí, es muy importante. Segundo, se supone que el capítulo inicial, mediante el comentario a un Salmo, describe el matrimonio y la vida en familia a la luz del plan de Dios. Estos son, con respecto a Amoris Laetitia, la segunda parte de Familiaris Consortio – toda la gran catequesis de Juan Pablo II sobre el matrimonio y la familia.
Tenemos una riqueza [de enseñanza] que puede ayudarnos en este difícil momento. Pero, como dice un gran poeta alemán, donde aumenta el peligro, aumenta la salvación.
Mirando atrás su época con el Pontificio Instituto Juan Pablo II, ¿cuáles, de acuerdo a usted, deberían ser sus prioridades?
Respecto al instituto, creo que puedo decir que fue una de las cosas más apreciadas por Juan Pablo II. Puedo mostrarle esto con numerosas pruebas. Las prioridades, los motivos, para la investigación están escritas en la constitución apostólica, las cuales dirigen el instituto.
Cada gran programa pastoral para el matrimonio y la familia indica, y por lo tanto requiere, un verdadero conocimiento del matrimonio y de la familia. No es el caso que, disminuyendo la dimensión doctrinal, se vuelva uno más pastoral. Uno se vuelve más ignorante. En la época medieval, se decía que la teoría sin la práctica es como una rueda sin eje. La práctica sin teoría es un hombre ciego en el camino. Dar prioridad a la práctica: En primer lugar, esto es teológicamente falso.
Es una compasión falsa
Sí, y volveré a esto más adelante. Porque cada práctica presupone un proyecto intelectual. La segunda razón es que la base de la vida cristiana no es la caridad; la caridad es la perfección de la vida cristiana. La base es la Fe.
Una vida cristiana sin fe es como la casa, de la que habló Jesús, construida sobre arena. Ya no está construida sobre la Palabra de Dios, así que no se sostiene. Poner la caridad antes que la fe mediante la categoría de compasión nos lleva a un callejón sin salida, si te detienes sólo en la compasión. El samaritano no se detuvo sólo para decir: “Pobre diablo, mira cómo lo han tratado”, y después siguió su camino. No. Él verdaderamente es compasivo y se encarga de la persona, utilizando los instrumentos adecuados, o ¿cómo te haces cargo de una persona si no sabes lo que esa persona realmente necesita?
El resultado es el desorden
Sí, hemos llegado. Ciertamente esto es cierto. Aristóteles dijo que no hay nada más grande que enseñar filosofía a un hombre. Pero si te encuentras con un hombre que tiene hambre, no le enseñes filosofía en primer lugar. Primero aliméntalo, y entonces enséñale filosofía.
Santo Tomás cita de conformidad este texto. Es evidente que necesitas alimentar al hambriento, sin lo cual el hombre ya no es hombre – éste pierde su dignidad. Sin embargo, estas no son las únicas necesidades del hombre. Un gran teólogo medieval, San Alberto el Grande, dijo que las necesidades del hombre son dos: en dulcedine societatis inquirere veritatem — “en la dulzura de una buena vida con otros, busca la verdad”. Esto nos muestra la grandeza del hombre.
¿El problema es que, en la Iglesia, hemos perdido de vista el cielo, que se pone mucha atención a este mundo y no al que viene?
Diría que cuando hablas de la Iglesia, estás hablando de una amplia realidad. Pero diría que estamos corriendo el riesgo de hacer esto; estamos en peligro de hacer esto, olvidar que la Iglesia, en sus bases, no es una ONG o una sala de emergencias de la Cruz Roja Internacional. La Iglesia existe, sobre todo, para liberar a los hombres del pecado y para acompañarlos a la vida eterna. Este es el propósito de la Iglesia.
Jesús nos enseñó no obstante que esto implica, también, atención a la persona y sus necesidades. En torno a Jesús, siempre hubo gente enferma. Jesús los curó, Jesús se encontró a sí mismo ante una multitud hambrienta. Jesús multiplicó los panes. Jesús supo muy bien quién era Zaqueo, esto es, un recolector de impuestos injustos, porque los impuestos también pueden ser injustos.
Pero lo curó de esta profunda enfermedad del corazón. Como decía anteriormente, éste es el fin último de la Iglesia.
Edward Pentin es corresponsal en Roma para The Register.
Traducción de Como Vara de Almendro
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