SONETO
Pende el fruto del árbol de la Vida
que cancela, del hombre, la deuda amarga,
traspasa su pecho el romano y alarga
su sangre hasta la tierra florecida.
En la era yace la semilla herida,
descansa plantado Aquél que embarga
la culpa del yerro de Adán, la carga
de la muerte, la llaga tan temida.
María, tú que oficiaste la ceremonia,
Y Le ofreciste y recibiste comulgado
haz, de tus dulces lágrimas, colonia.
Señor, … abre los ojos… Sal, amado
de esa cueva que el dolor testimonia
sea tu Vida el fin de mi pecado.
Antonio José Sánchez Sáez
Profesor Antonio, muy bello Soneto, preciosa memoria del verdadero entendimiento…hermosa confirmación…urgente «re revelación»…