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La fe heredada de nuestras madres y nuestras abuelas

Written by padre.elias

Qué consuelo tan grande nos dan los santos!!!

En medio del panorama tan desolador de persecución a la Iglesia y de indiferencia de muchos de los pastores, nos anima el ejemplo de los santos que vivieron una experiencia profunda de Dios y  proclamaron el Evangelio con tanta dedicación.

Nos presenta la liturgia la memoria de los santos Timoteo y Tito, obispos.  A ellos dos el apóstol Pablo les escribe; dos cartas a Timoteo y una a Tito.

Me llena de emoción la ternura con la que Pablo le escribe a Timoteo. Nos deja ver su gran amor fraterno y su paternidad espiritual.

Cada uno de nosotros tiene amigos en la fe que se han convertido en verdaderos hermanos con los que comparte alegrías y tristezas. Hay una sintonía que en la mayoría de los casos no encontramos con nuestros hermanos de sangre ni con otros miembros de nuestra familia.

Me he alegrado con tantos amigos y hermanos en el Señor y también he llorado con ellos. Cuando no estamos cerca siento que ponerlos en oración delante del Señor es entrar en comunión.  Qué gran don es la oración y el valor de la intercesión.

Pablo ora por Timoteo a quién ama como un hijo. Esto me hace pensar en paternidad que tenemos los sacerdotes. Cuando la gente me llama «padre», no lo siento como un título sino que me recuerda la vocación que he recibido del Señor. Prefiero ser llamado padre y no Don como se usa aquí en España.

Pablo reconoce que Timoteo tiene una fe sincera como la que tenía la abuela y la madre. Esta mañana pensaba en mi madre de la que recibí tantos regalos en la fe.  De niño rezábamos juntos antes de ir a dormir y mi madre tenía una devoción muy especial para rezar por las Almas del Purgatorio. También rezábamos una novena a la Pasión de Cristo. Son recuerdos imborrables y con los que el Señor tantas veces me ha salvado para volver a ponerme en el camino de su seguimiento. Muchos de los que me leen estarán pensando en la mamá o en la abuela que les transmitió la fe cuando eran niños.

Bueno creo que por un sentido de justicia tenemos que decir que también hay varones, padres que trasmitieron la fe a sus hijos con un gran ejemplo de vida. Pienso en el papá de Montse Sanmartí, que ya no está en medio de nosotros en este mundo y que la dejó cuando apenas tenía ocho años. Montse me ha compartido recuerdos hermosos que tiene de su padre y todavía le viene a la memoria la imagen de su papá con el Rosario entre las manos.  Santa Teresita en «Historia de un Alma», nos dice que cuando veía orar a su papá comprendía como rezan los santos. Pienso en Antonio José Sánchez que también hace parte de los que llevamos esta página web y sé que también él con tanto amor transmite la fe a sus pequeñas hijas.

Muchas veces vienen a buscarme madres con tristeza en el corazón porque sus hijos se han alejado de la fe y que se enfadan cuando ellas les hablan de Dios y los invitan a rezar o a ir a la Santa Misa. Yo las animo y les recuerdo la vida de Santa Mónica, madre de San Agustín que lloró tantos años por la conversión de su hijo y ahora es un santo y doctor de la Iglesia.  Esas lágrimas no se quedan infecundas. Esos hijos tarde que temprano volverán a los pies del Señor. Dios tiene su tiempo para cada uno de nosotros.

San Pablo invita a Timoteo a revivir el momento en que fue consagrado por imposición de manos del apóstol. Es para mi motivo de alegría porque viene a mi memoria el día de mi ordenación sacerdotal.

«Dios no nos ha dado un espíritu cobarde»

Estas palabras me llevan de valor para seguir anunciando la Palabra de Dios en un mundo que cada vez nos odia más y dónde tratan de callarnos y de arrinconarnos

«No te avergüences de dar testimonio de Nuestro Señor…»

Hermanos no nos podemos arrodillar antes los poderes del mundo que pretenden que los católicos expresen su fe sólo en el ámbito privado y que los sacerdotes y obispos se queden encerrados en las sacristías.

El Señor nos manda a evangelizar a toda la creación y a no tener miedo porque Él estará con su Santo Espíritu para que sepamos que decir en cada momento.

«Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios»

No creamos que nos hemos hecho sacerdotes para vivir apoltronados y acomodados en el confort de nuestro silencio y por las seguridades de un cargo eclesiástico. Tenemos que anunciar el Evangelio del Señor aunque esto nos cueste persecuciones.

Debo también nombrar a Tito que es el otro santo que celebramos hoy en la liturgia. San Pablo escribió dos cartas a Timoteo y una a Tito.

Tito no había recibido la fe desde pequeño como Timoteo, al contrario era pagano pero luego se convirtió y fue bautizado por el mismo apóstol Pablo que lo llama: «Hijo mio». Hizo el tercer viaje misionero con Pablo y fue el que llevó la «Carta de las lágrimas» de Pablo a la comunidad de Corinto.

Pidamos a estos dos santos la gracia de renovar en el corazón el amor por anunciar el Evangelio.

Padre Elías

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