El día 2 de febrero de 2023, durante la homilía de Bergoglio en su visita al Congo, entre la muchedumbre que se encontraba en el estadio de los mártires de Kinshasa, apareció un niño disfrazado de cardenal y «bendiciendo» a la gente (por cierto, sin trazar bien el signo de la cruz, sino haciendo un movimiento extraño).
Tras captar por unos momentos este niño la atención de la multitud alborozada, quien siguió centrando la atención en aquel estadio fue um hombre violento que no puede bendecir, y que también hace movimientos extraños con sus manos cuando parece que bendice (traza cruces invertidas, hace movimientos verticales y apenas un rasgo horizontal, etc.), un hombre disfrazado de Papa.
Lo del niño a algunos les puede resultar gracioso. A nosotros, no. Pero lo del viejo no es una broma de mal gusto. Cuando un niño se disfraza, sabemos que está jugando. Cuando un adulto usa un disfraz con dolo, está llevando a engaño con una intención oscura y oculta a quienes le siguen.
Ya lo dijo el Señor: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis» (San Mateo 7,15-16).