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LOS SILENCIOS CÓMPLICES. CLAMOR DE VENGANZA DIVINA

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¿Desde cuándo el silencio es un clamor? ¿Desce cuándo el silencio es un grito?

Al iniciar este artículo viene a mi mente el título de aquella película impresionante: «Los gritos del silencio», cuya banda sonora se le asignó al popular compositor Mike Olfield, conocido por el impacto que generó con sus «tubular bells» y sus creaciones musicales que, especialmente en esta película ponían la piel de gallina. Y es que la música, al igual que la palabra, es un poderoso hilo conductor de pensamientos y de emociones. Por el contrario, siempre he pensado que el silencio deja nuestra mente muerta en el olvido, en la indiferencia, en el pasotismo. Quizás por eso estoy escribiendo lo que estoy escribiendo. Callar, bajo mi conciencia, incitaría a dejar caer en el olvido, la indiferencia o el pasotismo un tema tan importante como es el del aborto en el mundo. Y no lo puedo permitir.

Volviendo al título de la película «Los gritos del silencio», pienso hoy, día aciago en que constatamos lo sucedido ayer en Argentina, tras aprobarse en la cámara de los Diputados del país el primer paso para la legalización de la terrible ley del aborto. Viene por supuesto a mi mente otro filme, y este relacionado explícitamente con el aborto: «El grito silencioso» del Dr. Bernard Nathanson, cuyo vídeo he querido compartir en portada. Ese grito del niño al ser asesinado dentro del útero materno, imperceptible al oído humano por estar ahogado dentro de ese líquido amniótico que debiera arrullar el sueño inocente del bebé, abrazándolo y protegiéndolo. Ese mismo líquido que silencia su llanto y su clamor infestado de dolores, de suplicios y torturas. Hay cosas que el oído humano no puede captar, ciertamente. El umbral de audición en ocasiones no logra impresionar el sentido. Podríamos pensar entonces, futilmente, que no existen tales sonidos porque no los escuchamos. Pero no es así. Los animales, por ejemplo los perros, escuchan frecuencias inaudibles para las personas. Es absurdo decir que no hubo sonido por el mero hecho de que nosotros no lo percibimos.

Impresiona mucho entonces el pensar en los millones de «gritos silenciosos», de «gritos silenciados» por la fuerza, ahogados en una solución salina, amordazados por un material quirúrgico que en lugar de servir para salvar una vida,  se usan maléficamente para acabar con ella. Asesinatos que claman a Dios, como la sangre de Abel. Pero muchos no son conscientes porque no los escuchan. Pero ese clamor, paralalamente a al sangre del justo Abel, clama y clama alto, tanto más alto cuánta mayor es la indefensión y la impotencia del nasciturus que no puede hablar ni gritar como lo hacemos los nacidos. Esa frecuencia inaudible para muchos seres humanos, ahora deshumanizados, es una frecuencia totalmente audible para Dios y es una frecuencia que le arrasa y rebasa sus oídos hasta el punto de no poder soportarla por más tiempo, y pronto blandirá su espada sobre la tierra para castigar tanta maldad, tanto sepulcro materno que no dio la vida sino que albergó la fetidez voluntaria de la muerte buscada con premeditación y alevosía.

Pero, y hablando de silencios impuestos a criaturas inocentes, quiero traer a colación otros tipos de silencios: los voluntarios que son alevosa y premeditadamente buscados. Los silencios de la «jerarquía católica», empezando por Francisco y terminando por los obispos, en este caso de Argentina. En estos últimos días, vimos como en Irlanda se aprobaba la infame ley del aborto, con el calculadísimo e impasible silencio Vaticano. Del mismo modo, ahora, ante tanto grito del pueblo argentino en pro de la vida, pueblo que se ha lanzado a la calle para parar esta barbarie y no ha querido participar de ese silencio nauseabundo, ni una sola palabra nuevamente desde Roma. ¡Ay, silencios, silencios diabólicos! ¡Ay, silencios maléficos y pérfidos!

A parte del silencio de Roma y de los obispos argentinos (a excepción del obispo emérito, monseñor Aguer), se impuso una norma por parte de ellos, durante las últimas manifestaciones por las calles: ¡Prohibimos la Adoración al Santísimo en el exterior para pedir por la no implantación de la ley del aborto en Argentina! Así, como suena. Esta maravillosa iniciativa que pretendía tener adoración del Santísimo en las calles durante las manifestaciones parece que a los obispos actuales les pareció una locura. ¿Qué es eso de sacar a Dios de la Iglesia? ¡Quien quiera pedir por este tema, que entre en las iglesias…! Pareciera que la Argentina católica tiene ahora que esconder su identidad para hacer lo que se ha hecho por siglos en Francia: esconder el culto y la fe para ámbitos internos, nada de manifestaciones públicas y de signos visibles de nuestras creencias en calles y plazas. Desterrar a Dios de la vida pública. Pero esa norma, asombrosamente,  no viene impuesta de parte de la sociedad civil. Esta vil norma ha sido consentida y auspiciada con el beneplácito de la cúpula apóstata de la Iglesia argentina. Se quitaron los «peones blancos» que molestaban, y la partida de ajedrez la ganan «las negras». Monseñor Aguer ya no está para alzar la voz. Ahora, Monseñor Víctor Manuel Fernández, el Tucho, es quien dio el golpe de timón y se puso al frente, y no se han hecho tardar sus complicidades con el mundo. ¡Malaventurados siervos del demonio y no de Dios! Porque, dejándonos de eufemismos, sirven al demonio quienes no favorecen la vida, quienes en definitiva, están a favor del aborto. Caerá la sangre de estos inocentes sobre ellos, como otrora cayó la de Cristo sobre el pueblo judío que pidió su muerte. ¡Ay, falsos católicos, nuevos judíos asesinos de inocentes!

Cristo lloró al ver a Jerusalén, poco antes de su muerte en la Cruz. Muchos lloramos con el corazón al ver el avance del aborto en todo el mundo, pero en especial en países que se han distinguido por su fe. Dijo Jesús en esa ocasión aquellas palabras que dan tanto que pensar:

«¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos bajo las alas, pero no quisiste! Pues miren, el hogar de ustedes va a quedar abandonado…» (Mt 23; 37-38)

Los malos pastores, cual los escribas y fariseos del tiempo de Cristo, han apedreado a quienes han querido ser profetas de la vida. Y la profecía de Cristo sobre Jerusalén se cumple nuevamente en tantas otras Jerusalén, en tantas naciones católicas cuyos pastores no han defendido más que sus propios solios y capelos. ¡Qué les importa a ellos la sangre inocente! Como entonces, ellos dicen: ¡Caiga su sangre sobre nosotros!

Pues bien, esto es lo que espera al mundo plagado de aborto: la devastación y el abandono. La culpa es de los pastores mercenarios, No han permitido que nos reúnas bajo tus alas. Te han apartado de la sociedad, han querido construir sin ti, Señor, y todo se desmoronará y quedará en ruinas y sin posibilidad de reconstrucción, porque su fundamento lo pusieron sobre la arena y no cimentaron sobre tu Santa Ley.

¡Señor, ten piedad de nosotros! ¡Venga tu Reino!

Montse Sanmarti.

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Como Vara de Almendro

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6 Comments

  • En realidad, para ser más preciso, la prohibición de la adoración al Santísimo en pública ni es prohibición ni lo dijeron los obispos, sino que fue una ‘recomendación’ y de parte de un grupo de laicos. Otra cosa es si los obispos avalan la decisión (el consejo) dado por aquestos laicos. Al menos no aparece ninguna firma de ningún obispo. Dime si me equivico. No te anojes. Admiro tu labor. Solo quiero que ‘no te desvíes ni a izquierda ni a derecha’. Sergio Poratti.

    • Querido Sergio, no me enojo. Saco la información de Infocatólica, página en la que confío y así la recojo:
      «Piden que se haga en las parroquias
      Los obispos argentinos no quieren carpas de adoración en la calle antes de la votación sobre la ley del aborto».
      «El comunicado finaliza haciéndose eco de lo que propone el papa Francisco en Gaudete et Exsultate:
      «La mansedumbre: es una expresión fuerte, en este mundo que desde el inicio es un lugar de enemistad, donde se riñe por doquier, donde por todos lados hay odio, donde constantemente clasificamos a los demás por sus ideas, por sus costumbres, y hasta por su forma de hablar o de vestir. En definitiva, es el reino del orgullo y de la vanidad, donde cada uno se cree con el derecho a alzarse por encima de los otros. Sin embargo, aunque parezca imposible, Jesús propone otro estilo: la mansedumbre. Es lo que Él practicaba con sus propios discípulos y lo que contemplamos en su entrada a Jerusalén: ‘Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en una borrica.’ (Mt. 21,5)».
      Ante este alegato, tan burdo a mi entender, ¿solo cabe pensar que Cristo violenta en las calles? ¿Que se confunde la mansedumbre de Cristo con el encerrarnos para no ser «motivo de escándalo»?
      http://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=32467

  • Muchos ánimos, Montserrat. El mundo ha expulsado a Dios (Amor, Misericordia y Paz) de su vida, y ahora al mundo le espera odio, muerte y devastación. Estamos, aunque muchos de la jerarquía que debieran hablar guardan silencio como “perros mudos”, en los tiempos anunciados en las profecías públicas (Daniel, Apocalipsis 13), así como en el cumplimiento de las privadas (La Salette, Fátima, Garanbandal, El Escorial y Mejugorje, entre otras). Esto debe animar y tranquilizar a todos los católicos que permanecemos fieles a la verdadera iglesia de Cristo, la Iglesia Tradición o Iglesia Remanente (mañana Iglesia de las Catacumbas). No sabemos el día ni la hora, pero la parusía está cerca, así lo anuncian los acontecimientos (“de la higuera aprended la parábola: cuando su rama ya se pone tierna y echa las hojas, sabéis que el verano está cerca”). Entretanto debemos emplear el arma más poderosa de la que disponemos contra Satanás y sus secuaces (que hoy son muchos, son legión, entre ellos el papa y no pocos obispos y cardenales que forman el ápice de la Iglesia de Roma). Esa arma no es otra que el Santo Rosario, además de frecuentar los Sacramentos. Mantengamos el ánimo, no desesperemos, pues todo descansa en las manos de Dios, en su Divina Providencia. Sabemos que Él permite (aunque no lo desea) éstas y otras muchas atrocidades que el hombre comete cada día, y aunque puede que nosotros no lo comprendamos (pues “Dios escribe derecho con renglones torcidos”), todo ello es para obtener un bien mayor.
    Mi enhorabuena por la gran obra que realizáis en el portal Como Vara de Almendro, al que sigo asiduamente, y que tan necesaria resulta en estos tiempos de confusión y herejías que estamos viviendo. Es preciso informar y animar a todos esos creyentes que andan confusos y desorientados, sin saber a qué atenerse ante los errores y herejías que se están propagando en tan nefasto pontificado. Permanezcamos en oración continúa, fieles dentro de la Iglesia, y confiando en Cristo. Es cuanto necesitamos, no en vano Él es la Cabeza de la Iglesia Católica y quien rige su destino. Y no olvidemos las palabras de Su Santísima Madre en Fátima (esa misma Madre que el papa Francisco trata de vituperar cada vez que tiene ocasión): “Al final mi Inmaculado Corazón triunfará”.
    Queda en paz, Montserrat, pues Dios está contigo.
    Un abrazo en Cristo.
    Thomas S. Crown (escritor católico)

  • Nos unimos a tu corazón desgarrado y dolorido, Montserrat; no tengo más palabras que el llanto. Dios tenga piedad de nosotros.

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