Marco Tosatti, 8 de junio de 2017
Hace dos días, en Santa Marta, el Pontífice ha abordado el tema de la hipocresía. Radio Vaticano informó de sus palabras, de las que ofrecemos aquí algunos extractos. Sabemos que es cierto que la hipocresía puede ser un defecto de los círculos eclesiásticos, de los que «hablan y juzgan» y piensan de manera distinta a lo que hacen. Ésta es la hipocresía.
«Y la hipocresía no es el idioma de Jesús. La hipocresía no es el idioma de los cristianos. Un cristiano no puede ser un hipócrita y un hipócrita no es cristiano. Esto es muy claro. Éste es el adjetivo que Jesús usa más con estas personas: hipócrita. Vamos a ver cómo actúan éstos. El hipócrita es siempre un adulador, en tono mayor o en de bajo perfil, pero un adulador «…
Otro aspecto enfatizado es el referente al engaño:
«El lenguaje de la hipocresía es el lenguaje del engaño, es el mismo idioma de la serpiente con Eva, es el mismo». Se inicia con la adulación para, a continuación, destruir a la gente, incluso «rasgar la personalidad y el alma de una persona. Mata la comunidad». «Cuando hay hipócritas en una comunidad – advirtió – hay un gran peligro allí, hay un peligro muy feo». El Señor Jesús nos dijo: » ‘sea vuestro hablar sí, sí, no, no. Lo que exceda de esto procede del maligno».
«¡Cuánto mal hace la hipocresía a la Iglesia!» dijo con amargura el Pontífice. Y advirtió contra «aquellos cristianos que caen en este comportamiento pecaminoso que mata». Concluyó con una oración: «Pedimos al Señor que nos proteja para no caer en este vicio de la hipocresía, de esconder lo que realmente se pretende con malas intenciones. Que el Señor nos dé esta gracia: ‘Señor, que yo no sea un hipócrita, que sepa decir la verdad y, si no puedo decirla, me calle, pero nunca, nunca, una hipocresía».
Leyendo estas palabras me vinieron a la mente algunas cosas escritas con motivo del doble Sínodo sobre la Familia, que dio a luz a Amoris Laetitia y a las «Dubia», que solicitaban una respuesta simple, sí o no (véase más arriba…) que nunca llegó y que quizás nunca llegue.
Comienzo por el episodio más reciente. En el blog San Pedro y alrededores, el 9 de mayo del año 2016 me hacía eco de una noticia-declaración nunca desmentida por el interesado. Escribí:
«En una conferencia reciente, de la cual se pueden leer aquí las conclusiones en Zonalocale, el arzobispo de Vasto, Mons. Bruno Forte reveló una escena oculta de sus relaciones con Francisco, en relación con el Sínodo de los Obispos sobre la Familia. El Papa le habría confiado: «Si hablamos explícitamente de comunión para divorciados vueltos a casar, no sabemos qué lío podemos llegar a provocar. Por tanto, no hablemos de ello de forma directa; asegúrese de que se den las premisas, que luego ya sacaré yo las conclusiones».
Mons. Forte fue Secretario especial del Sínodo de los Obispos, autor de la controvertida Relazione intermedia («informe provisional») repudiada por el Presidente de la Asamblea sinodal, el Card. Erdo y sustancialmente no aceptada por los grupos de trabajo del Sínodo.
Y Mons. Forte comentó: «Típico de un jesuita.» Agregando que la Exhortación apostólica «no supone una nueva doctrina, sino la aplicación misericordiosa de la misma de siempre.»
Si la anécdota contada por Mons. Forte es cierta, y no hay razón para dudar de ello, comprendemos mejor el grado de confusión y ambigüedad, junto a la diversidad de interpretaciones, que se han suscitado con la Exhortación apostólica. Es decir, una deliberada falta de claridad que nos recuerda las controversias y las acusaciones laicistas que durante siglos se han dirigido contra la Compañía de Jesús. Fruto de una estrategia planificada desde antes de que los trabajos del Sínodo de 2014 hubieran comenzado.
Al margen de esto y para ilustrar la complejidad (por llamarla al menos así), de esta situación de la iglesia, traemos a colación lo que dijo el responsable de la comunidad lefebvriana, Mons. Bernard Fellay el 1 de mayo:
«… pedimos al Buen Dios que nos ayude a entender un poco mejor este misterio, para entender que a pesar de todos los sufrimientos humanos, a pesar de que hay incluso un Papa que hace discursos inverosímiles sobre la moral, que está diciendo que el pecado es el estado de gracia – ¡es increíble e insólito lo que se puede escuchar hoy!; y aun así, este Papa todavía puede realizar actos que santifican, que salvan… puede hacer el bien y de hecho lo hace a pesar de todo».
Si ellos también, siempre tan seguros, reconocen esta perplejidad, ¿qué no decir de lo que estará pasando con los pobres cristianos de las parroquias?
La segunda referencia es más lejana. Su origen se remonta incluso a septiembre de 2014, es decir, antes de que comenzara el primero de los dos Sínodos sobre la Familia. Yo hablaba de la controvertida cuestión de la Eucaristía a los divorciados vueltos a casar y escribía:
«¡De todos modos! El cardenal Kasper, que ya hace de veinte años tenía su propia idea al respecto, no aceptada en los dos reinados de JPII y de BXVI, ha visto con la llegada de Bergoglio la oportunidad de proponerla de nuevo. A pesar de que desde Manila a Berlín, desde Nueva York a África la gran mayoría de sus colegas, una vez más, reafirmaron la doctrina de la Iglesia, basada, ay Dios mío, en las palabras de Jesús; uno de los pocos casos en los que la declaración aparece nítida, clara y definida, y ni siquiera cuestionada por los manipuladores profesionales de las perícopas …
En resumen, las cosas no parecían ir muy bien para Kasper & Co.. Pero tal vez había una manera de ayudarle. Y para tratar de impedir las molestas voces demasiado ruidosas. El primer paso fue pedir que las intervenciones escritas se entregasen con mucha antelación. Lo que fue hecho. Hasta el 8 de septiembre tenían de plazo los que querían hablar en el Sínodo para enviar su pequeña intervención.
En segundo lugar, se trataba de leer cuidadosamente todas esas intervenciones entregadas para que, en el caso de que algunas de ellos fueran particularmente duras, dar la palabra a un orador que, antes de la intervención espinosa, tratase ya de responder, en su totalidad o en parte, a los problemas planteados por la propia intervención.
En tercer lugar, si alguna intervención parecía ser problemática, había que decir que, sintiéndolo mucho, no había tiempo para dar la palabra a todos, pero que de todas formas el texto entregado se tendría en cuenta y que constaría en acta y que, sin duda, sería tenido en consideración en la elaboración de la Relación final.
“Y, de hecho, no fue tan importante el Sínodo como la síntesis que será finalmente preparada y que llevaría la firma del Papa como «Exhortación post-sinodal». Es muy probable que no sea un texto claro y definitivo, sino basado en una interpretación fluctuante. Para que cada uno, al leerlo, puede llevarlo a la parte que más le convenga.
Humilde observación de un pobre reportero: pero si uno tiene un plan tan elaborado y astuto, ¿por qué hablar de ello delante de extraños durante una cena suntuosa?»
El prelado que hacía todas estas revelaciones interesantes, que la historia luego ha demostrado que eran bien fundadas, fue uno de los responsables, tal vez el principal, del Sínodo, y trabajaba en sintonía con el Papa. La lectura de las palabras del Papa sobre la hipocresía me hizo recordar estos episodios y la situación de sufrida ambigüedad en la que la Iglesia vive por la falta de una respuesta clara – Sí, sí, no, no – por parte de quien la debería dar.
Artículo original: http://www.marcotosatti.com/2017/06/08/il-papa-lipocrisia-il-si-si-no-no-amoris-laetitia-i-dubia-e-il-sinodo-dei-vescovi-a-finale-precotto/