Queridos hermanos:
En este cuarto domingo de Adviento se nos anuncia con gran alegría que el mismo Señor nos dará un signo: «La Virgen está encinta y da a luz un hijo y le pone por nombre Emmanuel» (Is 7,14)
En el Antiguo Testamento es el profeta Isaías el que lo anuncia y en el Nuevo Testamento el Angel del Señor que lo dice directamente a San José.
En dias anteriores la liturgia nos presentaba la figura de Juan el Bautista del cual, el mismo Jesús nos dijo: «No ha nacido hombre más grande de mujer que Juan».
Yo pienso en San José y pienso en su grandeza!!! ¿Quién era este hombre al que la Palabra de Dios llama Justo?
Si podemos decir que la Virgen María es la mujer del silencio porque en el Evangelio habla poco, con mayor razón podemos decir que San José que el el hombre del silencio por excelencia ya que en toda la Escritura no dice una sola palabra.
No sólo se comunica con la palabra, hay silencios que son tan elocuentes y nuestro San José no habla pero hace tanto!!!. Tenemos que aprender tanto del esposo de la Virgen María.
El anuncio del nacimiento de Jesús lo encontramos en el Evangelio de Lucas, donde el Arcángel San Gabriel habla a la Virgen María y el el de Mateo que el Angel del Señor habla en un sueño a San José.
¿Cuándo y cómo se enteró San José del estado de su prometida esposa? El Evangelio no nos dice si se enteró porque ya externamente se veía o en las primeras semanas porque la Virgen se lo haya contado.
A veces me he preguntado si la Virgen María guardó silencio y dejó que San José se enterara sólo observando. Mi conclusión no es Palabra de Dios, sino una reflexión humana pero que me deja paz en el alma. Creo que la Santísima Virgen que amaba tanto a su esposo, no podía ocultar una realidad de estas dimensiones. Pienso en las personas que se aman que no se guardan secretos. Es verdad que aquello tan inefable que había vivido la Santísima Virgen María no podía ella expresarlo con Palabras y sólo quedaba guardar silencio ante el Misterio. Es posible que la Virgen se preguntara si San José podría entenderlo. Ella misma le había preguntado al Ángel: «Y cómo será esto pues no conozco varón».
Creo que cuando estemos en el Cielo serán revelados todos los misterios. Mientras caminamos en esta tierra acojamos con fe estas verdades de nuestra fe sin hacernos tantas preguntas.
Lo que sí queda claro en el Evangelio es la decisión de San José de repudiarla en secreto. Debemos entender que significa que la Biblia lo llame un hombre Justo.
La palabra justo nos hace pensar en la justicia y san José que conoce bien las leyes del pueblo de Israel, sabía que podía hacer un documento oficial para acusarla públicamente; esto no lo haría injusto. Pero la definición que se de aquí de San José se puede traducir por hombre santo. La verdadera justicia es actuar conforme a la voluntad de Dios. Es una justicia que se convierte en una virtud de altísima calidad que viene a identificarse con el amor. Es rectitud y pureza de intención de agradar a Dios y a los hombres. Justo equivale a santo, poseedor de todas las virtudes desde el amor, especialmente las que se refieren a hacer el bien y misericordia a los demás, en particular a los oprimidos y más necesitados. Así lo interpreta San Juan Crisóstomo. Justo es un hombre perfecto y cabal delante de Dios. Éste es san José.
Estoy seguro que el amor de San José por la Virgen María no le permitía hacer algo que la hiciera mal como por ejemplo el someterla a la vergüenza pública y a la lapidación.
Cuando decide repudiar en secreto ¿es porque ha dudado de la fidelidad de su esposa? También estoy seguro que no. San José no podía dudar porque muchas veces había mirado esos hermosos ojos cristalinos, santos. Dicen que los ojos son las ventanas del alma. Cuántas veces San José se había asomado a esas dos ventanitas y había visto tanta santidad. Si San José se retiraba en silencio es porque no entendía pero sabía que algo había pasado y que no era digno de estar delante de tanta santidad. Me ilumina el alma pensar en la prima Santa Isabel y San Juan Bautista. Isabel que era santa y fue llena del Espíritu Santo pudo reconocer en la Santísima Virgen a la madre de su Señor. Y San Juan Bautista antes de nacer saltó de gozo en el vientre de su madre ante la proximidad de Jesús en el vientre de la Virgen María. A San José le viene revelado en un sueño pero seguramente ya en su corazón había sentido algo que no lograba comprender totalmente. No podía en el corazón santo de José entrar la duda.
Serían días muy intensos en los que nuestro santo pensaba en la decisión que debía tomar. Y aparece el Angel del Señor en un sueño.
Los sueños en la Biblia tienen un valor particular. «Dios nos habla una y otra vez, aunque no lo percibamos. Algunas veces en sueños, otras veces en visiones nocturnas, cuando caemos en un sopor profundo, o cuando dormitamos en el lecho, él nos habla al oído y nos aterra con sus advertencias» (Job 33, 14-16). El dijo: «Oíd ahora mis palabras: Si entre vosotros hay profeta, yo, el SEÑOR, me manifestaré a él en visión. Hablaré con él en sueños» (Nm 12,6). «Y en Gabaón el SEÑOR se apareció a Salomón de noche en sueños, y Dios le dijo: Pide lo que quieras que yo te dé» (1 Re 3,5).
Es verdad que no todos los sueños vienen del Señor pero él si puede hablarnos en sueños y creo que muchos de nosotros hemos tenido sueños que nos han dejando mucha paz en el alma.
El anuncio del ángel tiene como finalidad hacerle comprender, precisamente, que debía asumir la paternidad legal sobre el Niño que María lleva en su seno, cuyo carácter mesiánico viene de esta manera asegurado. Por eso a José se le denomina con el apelativo de hijo de David (Mt 1,20), título exclusivo de Jesús. El ángel se dirige a José en su calidad de esposo de María.
Las palabras del ángel son la ocasión y el momento para que José ratifique responsablemente su voluntad de seguir unido en matrimonio a María, pero, con una particularidad, que María va a ser Madre. Aceptar y acoger a María como esposa significa aceptar ser padre de la criatura que lleva en su vientre y que nacerá de ella. Es como una nueva llamada, un volver a escuchar la verdad sobre su propia vocación. «Este hombre justo que en el espíritu de las más nobles tradiciones del pueblo elegido amaba a la Virgen de Nazaret y se había unido a ella con amor esponsal, es llamado nuevamente por Dios a este amor» (Redemtoris Custos, 19).
San José el justo, el santo, no es sólo el hombre del silencio sino que es también obediente al proyecto de Dios y de manera libre acoge a la Virgen María encinta en su casa.
«Él la tomó con todo el misterio de su maternidad; la tomó junto con el Hijo que llegaría al mundo por obra del Espíritu Santo, demostrando de este modo una disponibilidad de voluntad semejante a la de María en orden a lo que Dios le pedía por medio de su mensajero» (RC 3).
Una buena y santa semana para todos.
Padre Elías.