Como Vara de Almendro quiere hacerse eco de la excelente noticia del evento promovido por el Instituto Lepanto, ocurrida en Roma el pasado lunes. Es una noticia que nos llena de esperanza y viene a proponernos estar firmes en la verdad junto a los valientes cardenales que se han alzado para preguntar a Francisco sobre las Dubbia que ha suscitado Amoris Laetitia. Este gesto debe llenar de alegría y esperanza nuestros corazones, pues por fin, después de tanta espera, hay quien ha puesto coto a tanto silencio y pide una toma de postura que aclare y de luz. Por de pronto, esa luz es la de estos cardenales valientes que han decidido no transigir ante la ambigüedad que puede implicar la pérdida de numerosas almas. Demos gracias al Señor por este gesto y sigamos orando con insistencia por estos cardenales, sacerdotes, religiosos y laicos, hoy, precisamente, día de la Inmaculada Concepción de María, día en que nos hacemos eco de esta feliz noticia, encomendamos a todos a su poderosísima intercesión.
El corazón de Roma ha vibrado la noche del lunes, en una sala al pie de la basílica paleocristiana de Santa Balbina, mártir de los primeros siglos, a sólo unos pasos de las termas de Caracalla. Atendiendo la invitación del Instituto Lepanto, ha tenido lugar una reunión privada junto a monseñor Schneider, en presencia de dos de los cuatro cardenales que han expresado sus “dubia” al Papa Francisco, acerca de la exhortación apostólica Amoris Laetitia.
Éste era precisamente el asunto del encuentro: asunto que agita a la Iglesia ahora que la autoridad suprema sobre la tierra, el vicario de Cristo, rechaza aclarar los puntos cruciales, que conciernen a la moral del matrimonio, el acceso a la eucaristía, el pecado y los actos “intrínsecamente malos”, la existencia de una verdad inmutable…
Reunión privada: bajo invitación, en vista de la afluencia que se podía esperar, y que efectivamente se había dado cita; pero para nada clandestina. En la Iglesia católica no hay sitio para los complots, todo se dice abiertamente, en la “transparencia” y en la lealtad; como, de entrada, lo ha recordado el profesor Roberto di Mattei, el anfitrión de este encuentro. También los periodistas estaban invitados a asistir, e incluso a “cubrir” el evento; sobre todo Sandro Magister, quien dio a conocer al mundo la carta de los cuatro cardenales al Papa, que no ha respondido a sus demandas, ni a un puñado de otras demandas.
La conferencia de monseñor Schneider sobre la fidelidad a la Tradición de la Iglesia y a su enseñanza moral, ejemplos de mártires, era importante por más de un motivo. Volveremos sobre ello, pero lo que de entrada hay que decir es que el evento de la noche del lunes era precisamente…el evento. Se trata de la existencia de un encuentro que ha atraído a cardenales, obispos, sacerdotes, seminaristas, gran número de religiosos, al igual que laicos, deseosos de defender la verdad, inmutable de Cristo, y sus mismas palabras sobre el matrimonio.
El cardenal Raymond Leo Burke y el cardenal Walter Brandmüller, esos prelados, esos príncipes de la Iglesia que no se han sentido autorizados a callarse delante de los peligros que suscitan las ambigüedades de Amoris Laetitia, se encontraron en los puestos de honor; es imposible negar que se trata, digámoslo claramente, de ambigüedades peligrosas: lo atestiguan las interpretaciones que se han hecho por bastantes obispos y conferencias episcopales, considerando abiertamente el acceso a la comunión de los divorciados “vueltos a casar”, mientras que su vínculo matrimonial es válido, no ha sido declarado nulo, y no se les exige que vivan en la continencia.
Numerosos sacerdotes estaban presentes: sacerdotes en sotana, y sacerdotes en clergyman; viejos, jóvenes -¡sobre todo jóvenes!-. Entre sesenta u ochenta sacerdotes, llegados de cerca y de lejos, deseosos ante todo de encontrar autoridades que expresen la verdad católica, pero también la seguridad de no estar solos; porque los tiempos son “tumultuosos”, como ha dicho el cardenal Burke, al pronunciar unas palabras al final de la conferencia de monseñor Schneider: es un tiempo en el que es bueno encontrarse en un propósito común, fortalecido y animado por la perseverancia y la fuerza de los semejantes. Éste era el estado de espíritu de monseñor Andreas Laun, de Salzburgo, al que los franceses conocen bien, porque ha asistido en multitud de ocasiones a las Marchas por la Vida en París.
He visto también sacerdotes holandeses, venidos desde lejos en todos los significado del término: de un país religiosamente en agonía, donde la fidelidad al Magisterio es poco común, y donde se cierran dos iglesias cada semana.
Corrispondenza Romana.
Traducido del artículo original por José Gutiérrez