Es evidente que una mafia encubierta trata de alejar los fieles de la Verdad, cancelando a quienes conservamos fe en Cristo y promoviendo a los impíos a los más altos cargos eclesiásticos.
La idea central de esta estrategia, o conspiración si así queremos llamarla, es que a medida que se aumenta el control sobre el gobierno de la Iglesia se acelere su descristianización, provocando 5 muy reacciones diferentes entre sí:
- Una, la de quienes se alejan y apostatan.
- Dos, la de quienes se amoldan a la nueva falsa religión, al nuevo falso evangelio de los innovadores. Son la mayoría de los estamentos parroquiales actuales. Desgraciadamente, la mayoría de los sacerdotes y jerarcas entran en esta segunda categoría: a muchos ya se les ve bajando los brazos, dejándose llevar, amoldándose, contemporizando. Se emborrachan de acedia, el dulce veneno del demonio. Si no despiertan a tiempo preferirán la apostasía al martirio, cuando les llegue el momento.
- Tres, la de quienes conservando la fe, reaccionan cismáticamente armándose un chiringuito eclesiástico a medida. Son los lefebvristas.
- Cuatro, la de quienes están contentos con la destrucción de la Iglesia. Son los colaboradores, los pastores vueltos lobos, las ovejas vueltas perros y cerdos. El misterio de iniquidad. El bien vuelto mal. Lo más santo, hecho perfidia.
- Y Cinco, la de quienes conservando por inmerecida gracia la fe, tomamos por merecida penitencia el tener que sufrir a la actual Jerarquía. Acabaremos expulsados de las iglesias, como dijo Cristo, pero en el resto fiel se cumplirán las promesas del Señor y allí estará la verdadera Iglesia, catacumbal, excomulgada por la falsa iglesia oficial y siguiendo al verdadero Papa (Benedicto XVI o a su sucesor, Pedro romano).
Dicho lo cual quiero hacer dos consideraciones más.
Una, es que quizá la «apostasía de masas» como se ha llamado a la sangría de creyentes del XX, se hubiese producido también aunque la Jerarquía hubiese permanecido católica. Porque es una constante en la historia que quien tiene el poder impone la religión al pueblo. Y como desde el s.XVIII al s.XX el poder lo han ido tomando progresivamente los masones, no es de extrañar que las masas abandonen la Iglesia. Desde el triunfo de las revoluciones liberales en América y Europa los gobiernos han sido masónicos, es decir, liberales. El liberalismo es la fachada blanca de entrada al agnosticismo y luego al ateísmo y el comunismo, una pendiente resbaladiza que lleva al endiosamiento del hombre y al rechazo violento de Dios y de sus exigencias.
Pero es que además, el modernismo es a la Iglesia lo que liberalismo al mundo. La lucha de la Iglesia contra el modernismo fue a brazo partido desde León XIII y San Pío X y siguientes hasta Benedicto XVI, con sus deficiencias durante el siglo XX. Pero aún se tenía claro cuál era el enemigo. Juan Pablo II también lo señaló varias veces. Pero ésa era y es la atmósfera que han respirado los católicos desde hace 200 años, y muchos se han inficionado de esas ideas, contrarias a la Tradición y a la sana doctrina, de forma que muchos católicos creen que el aborto no es bueno, ni la eutanasia, ni la sodomía, pero consideran que el Derecho debería contemplar esas opciones para los que no opinan igual. Y de ahí a apoyar el cambio de paradigma en la Iglesia solo hay un pequeño paso. Es la falsa libertad de la serpiente antigua, la que iguala el bien al mal.
La otra consideración es si la mafia impía ha copado el gobierno de la Iglesia por obra de una pérfida conspiración o si ha sido un acomodamiento endógeno para no perder el tren de la historia y evitar toda persecución. Ambas cosas ha habido.
Por de pronto es innegable que ha habido una conspiración. Se lo dijo el Señor a Ana Katalina Emmerick. Una conjura para meter a un pastor falso, a un usurpador, apoyado desde Alemania:
“Vi a continuación que cuando ellos introducían el obispo de la manera que se habían propuesto, él era intruso, introducido contra la voluntad del Papa y que no poseía legítimamente la autoridad espiritual” (AA.III.128).
“¡Ellos quieren quitar al pastor el prado que le es propio! ¡Quieren imponer otro que deja todo en manos de los enemigos! Entonces, tomada por la cólera, ella elevaba el puño cerrado diciendo: ¡Alemanes Bribones! ¡Escuchad! ¡No lo conseguiréis! ¡El pastor está en una rocalla! ¡Ustedes, sacerdotes, no se mueven! ¡Dormís y la granja arde por todos los lados! ¡no hacéis nada! ¡Cómo lloraréis por eso un día!” (AA.III.184). “Vi que, en ciertos casos de extrema desdicha, el Papa tiene visiones y apariciones” (AA.II.414).
“Ellos construían una gran iglesia, extraña y extravagante; todo el mundo tenía que entrar en ella para unirse y poseer allí los mismos derechos; evangélicos, católicos, sectas de todo tipo: lo que debía ser una verdadera comunión de los profanos donde no habría más que un pastor y un rebaño. Tenía que haber también un Papa pero que no poseyera nada y fuera asalariado. Todo estaba preparado de antemano y muchas cosas estaban ya hechas: pero en el lugar del altar, no había más que desolación y abominación” (AA.III.188).
«De nuevo vi la visión en la que la iglesia de San Pedro era minada, siguiendo un plan hecho por la secta secreta, al mismo tiempo que era deteriorada por las tormentas» (AA.III.103).
Lo intentaron seriamente a principios del s. XX con el Card. Rampolla del Tindaro, pero el Emperador Francisco José de Austria puso su veto para que no pudiera ser investido papa, por ser masón. Y desde ahí en adelante siempre ha habido un candidato masón al trono de Pedro. Pero el Espíritu Santo impedía siempre el triunfo del Maligno en cada cónclave. Por eso la falange masónica entendió que tenía que usurpar el trono, metiendo a un falso papa, sin seguir el procedimiento de elección. Y tras el golpe a Benedicto XVI, que fue obligado a renunciar y que no renunció válidamente, permaneciendo Papa, ya le tenemos ahí, ocupando el solio de Pedro, con apariencia de papa, pero sin serlo, al igual que Judas nunca pudo llegar a ser Pedro, aunque le hubiera gustado.
Pero quedará un resto fiel, consagrado al Inmaculado Corazón de María que será perseguido a muerte y que regará con la sangre de su martirio el mundo del anticristo y del falso profeta. Ellos recibirán a Cristo en su Parusía.
¡¡NON PRAEVALEBUNT!!
Ricardo de la Santa Trinidad
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