De los Padres del Desierto
Un hermano asaltado de malos pensamientos estaba muy adolorido y, con grande humildad, decía: «Yo, con tales pensamientos, no estoy en grado de alcanzar la salvación». Fue donde un gran anciano y le pidió que orara para que estos pensamientos se le quitaran. El anciano le dijo: «Esto no te sirve hijo mío». Pero él insistía con fuerza. Y como este hombre había rezado, Dios le quitó la lucha al hermano; inmediatamente este cayó en la presunción y el orgullo. Por esto fue a pedirle al anciano que le regresaran los pensamientos y la humildad que tenía.
Fray Cristóforo