Cuando el pensamiento pierde su apoyo en la realidad, o es un chiste o es algo peligroso o las dos cosas a la vez. Se dice que no hay nada más práctico que una buena teoría. También podríamos decir que no hay nada más peligroso que una mala teoría, porque en vez de servir a la verdad, en vez de dejar paso a otra teoría más adecuada, no pocas veces se pretenderá con ella «cambiar» la verdad, alterar la realidad, imponerse aun a costa de negarlo todo.
Ese camino lo hizo primero la filosofía, pervirtiéndose. Pero hay una falsa teología que ha copiado el viaje. Dejando la verdad, la realidad, la «idea» empezó a viajar, «creando mundos ideales», es decir, fastidiándonos a todos sin parar. Así, de la falsa filosofía no costó mucho pasar al invento de la «nueva teología», que hoy es la que más libros vende, la que más predicadores tiene y la que más carrera hace. Los Papas la llamaron «modernismo», o en definición de San Pío X «colector de todas las herejías».
Podríamos ver precedentes remotos. Pero esta deriva hunde sus raíces no tan remotas en el pensamiento romántico, que antepone los sentimientos a la razón, la experiencia al hecho, el mundo al Dios que lo hizo, el placer a los fines a los que estaba ordenado, la gloria del hombre a la gloria de Dios. La literatura y filosofía románticas dieron lugar a tres fenómenos llamativos: el retorno al panteísmo, los relatos de viajes, y la idea de suicidio.
– El viaje se tornó una obsesión para ellos: la experiencia del mundo, que era toda la experiencia para ellos, sólo podría conseguirse viajando, en realidad escapando de ellos mismos, para pretender ser más siendo en realidad cada vez menos. Todo transido de puro relativismo y desconfianza hacia la verdad. Recordamos aquellos versos que nos suenan agradables pero que están preñados de ideología masónica: «Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…» (el «solve et coagula» de toda la vida del demonio…).
– Era inevitable, abandonando la verdad y por tanto a Dios, caer en el paganismo antiguo, en el panteísmo, divinizar la naturaleza y considerarnos miembros de ese dios. Pero si lo que es casi nada, lo no necesario, es todo, finalmente todo es nada. Ese regreso al paganismo tiene sabor de apostasía. Sabemos que algunos de estos filósofos practicaron el ocultismo y se habían consagrado a Satanás.
– Finalmente, la nada y la negación de la verdad y el bien conducen a la muerte. Algunos de estos «románticos» terminaron suicidándose, y no es de extrañar, pues habían colocado su libertad en algo inalcanzable, en el no-ser, y el suicidio era lo que más les acercaba a ese acto pasional de pretendida libertad.
Ese planteamiento tenía que evolucionar, pues no tenía salida: o reconocer sus errores, o… «mantenella e no enmendalla». Y esto último es lo que ocurrió. Friedrich Fichte fue un filósofo y literato que hizo de puente en este mundo intelectual que se coció en la Alemania a caballo entre los.ss.XVIII y XIX. Unió el romanticismo al idealismo. Pasó del viaje del hombre ávido de experiencias al viaje de la «Idea»: la razón era el nuevo dios, y todo lo anterior era parte de ese dios, manifestaciones de ese dios en su viaje. Pero todo seguía siendo apariencia, la «realidad» quedaba para dentro de las cabezas de estos filósofos. Fichte plantea el método dialéctico para el viaje idealista: tesis – antítesis – síntesis (síntesis superadora de la tesis y la antítesis, que a su vez se convierte en una nueva tesis que inicia un nuevo viaje… y así, pretendidamente sin fin). Luego cada filósofo idealista «descubriría» el «fin» tras un largo viaje. Hegel planta las bases para el totalitarismo al decir que la Idea absoluta se identifica con el Estado «perfecto». La dialéctica de Marx va más allá y pone ese Estado «a trabajar», o esa «Idea» a «transformar» el mundo.
Pues bien, Fichte en una aparentemente inocente novela de viajes que escribió -¿cómo no?- llamada «La edad del pavo», nos habla de la «filosofía del chiste». Él mismo se ríe del absurdo de los nuevos sistemas filosóficos nacientes, cada vez más engreídos y a la vez cada vez más alejados de la realidad. Lo resume en esta genial expresión, he ahí la filosofía del chiste: «Pienso… que pienso… que pienso… que pienso… que pienso…», y así hasta el infinito del absurdo, de la soberbia de la razón pero de la lejanía de la realidad y de la verdad. La razón tiene que tener un objeto, pero cuando se erige en juez de la verdad, negando la realidad, puede llegar adonde se quiera, no tiene ya límites, está ensimismada en su soberbia, en su «viaje».
El s.XIX alemán fue muy dado a este tipo de cosas. Sabemos que desde Kant la palabra «crítica» es un sinónimo para «filosofía», pero es que el desarrollo de la izquierda hegeliana llevó al paroxismo de Marx y Engels que definieron su sistema filosófico como una «crítica de la crítica crítica». Y así hasta el absurdo o hasta el chiste.
– «Y en nuestros días, ¿dónde está Hegel?, ¿dónde está Marx?».
– «Están en el sínodo alemán», responderíamos si tuviésemos que hacer una gracieta y una rima a la par. Que hoy Marx sea nombre de cardenal no deja de tener su chiste. Pero es que las facultades de teología alemanas han producido urbi et orbi cabezones teólogos más embebidos de la teología «viajera» heredera de Hegel y Marx que de cualquier cosa que se acerque a la doctrina católica. Vamos aterrizando donde queríamos llegar: cómo este viaje satánico se ha hecho no sólo pervirtiendo la razón que Dios nos ha dado, y llamando razonable al absurdo, verdad a la mentira o bien al mal, sino pervirtiendo el conocimiento de Dios, que se supone que está en la teología, y llamando teología a una anti-teología, en un viaje en cuya base no falta el tufo a azufre, y en cuya meta «oculta» espera no Cristo, sino su mono imitador.
Hoy se nos ríen en la cara. Nos cuentan cosas absurdas y tragamos con ellas. Se han inventado un mundo imposible y no sólo parece que tenemos que aguantarles sus ocurrencias, sino que este pensamiento se trata de imponer por toda clase de medios. Los totalitarismos fruto del idealismo no fueron un chiste, los gulags y las checas no fueron un chiste, como no es un chiste la ideología de género que está penetrando en la enseñanza de las jóvenes generaciones impuesta por los planes educativos oficiales. En este mundo «ideal» cualquier cosa es posible.
Pero es que tampoco es un chiste que se nos cuente una teología «fantástica» -más bien, fantasmagórica- y pretendan con ella substituir a la teología enraizada en la Revelación y en el Magisterio de la Iglesia de veinte siglos. No es un chiste que ya no haya pecados objetivamente graves sino que todo sea en función de la situación o circunstancias. No es un chiste que se impida acudir al sínodo de la familia a hombres de Dios como el Cardenal Joseph Zen y vayan payasos que maldita la gracia que hacen al decir que en una unión de personas del mismo sexo hay un afecto, un cariño, algo positivo que la Iglesia tiene que reconocer y bendecir. Ya sabemos: los «Amores de Leticia» o la teología del beso, de Tucho Fernández, escribano antipapal (¿o antiescribano antipapal?, o la nada, sin más). No es un chiste, es algo muy serio, es una gran iniquidad.
Pero se siguen riendo de nosotros con su teología del chiste, y ahora nos presentan el sínodo de los sínodos (de los sínodos de los sínodos de los sínodos…). Porque con el sínodo del adulterio y la sodomía (perdón, el «sínodo de la familia», decían), no fue suficiente. Con el de la Amazonía, que fue planteado y teledirigido no desde Brasil, sino desde Alemania (otra vez…), no fue suficiente. Con el no-sínodo alemán (no podían hacer un sínodo y lo hicieron llamándolo «camino sinodal»: ¡qué gran aporte a la sinodalidad!), tampoco tenemos suficiente… Todos necesitábamos evidentemente más (este viaje no ha llegado a su final). No era suficiente con admitir a los adúlteros a la comunión (lo que por arte de birlibirloque o de la teología del chiste ha dejado de ser un sacrilegio), no era suficiente con experimentar ordenando a los «viri probati» (Introducción de Querida Amazonía: aplíquense las conclusiones del Sínodo…), no era suficiente con repartir la comunión a los que no sólo no están en gracia de Dios sino que no tienen fe católica o ni siquiera están bautizados, no era suficiente con bendecir uniones homosexuales (no sólo en Alemania, en Austria la Conferencia episcopal de Schönborn y compañía publicó ya en 2020 un ritual de bendiciones al caso).
No era suficiente, necesitábamos mucho más. Hasta ahora han hecho tan sólo pinitos en este viaje, ahora viene lo serio de verdad, al empuje de los vientos del camino sinodal alemán (una vez más). Estamos a las puertas de una nueva iglesia, de una falsa iglesia, que ya está delante de nosotros, pero ahora se viene a presentar, ya no en la matriz de la supuesta pachamama, sino ahora ya en la sala de parto de un sínodo preparado para dar a luz un chiste de muy mal gusto, una grandísima burla satánica, el misterio de iniquidad.
Ya no son risas, ahora son carcajadas. Y maldita la gracia que hacen esas carcajadas grotescas y burlonas, esas gracietas de payasos de mil máscaras y nada de alma, esas maniobras temerarias en el alambre del error, del pecado, de la zafiedad y de la des-gracia, del camino sin Dios, sin vida y sin su verdadera gracia.
Se han sacado de la chistera un ocurrente «sínodo de la sinodalidad». No hace falta más. Daba igual que lo hubiesen llamado «sínodo sinodal de la sinodalidad», o «sínodo de los sínodos sinodales», o «sínodo de la sinodalidad de la sinodalidad de la sinodalidad de la sinodalidad…». Basta, da igual. Entendemos lo mismo, y a ellos lo mismo les da. Es la teología del chiste. Es la teología como pretexto para imponer cualquier cosa. «Hipótesis teológicas», lo llamaban hace unos años. Y algunos Obispos bienintencionados que permitían que en sus seminarios se enseñasen esos fraudes, decían que las hipótesis teológicas «no debían ser un pretexto para enseñar cosas contrarias al Magisterio». Pues muy pardillos eran, porque se han enseñado, y se han cargado el Magisterio ya, y hasta la Revelación. Ahora todo son «hipótesis teológicas», teología del chiste, o qué más da…
La teología actual es, en su mayoría, teología del chiste o teología ficción, teología idealista, alejada de la realidad, de la Revelación, del Verbo encarnado, de la salvación, del bien de las almas, de la Iglesia. Están montando una falsa iglesia, y por ello necesitan una falsa teología, abusando de la Revelación y torciendo el Magisterio para hablar de no se sabe qué.
Los cristianos de a pie no entienden qué es eso de la «sinodalidad» ni de qué se va a hablar en este sínodo o qué se pretende. Y de eso se trata, de oscurecer las cosas para concluir con una agenda oculta. Que todo el mundo hable, que se cuestione todo, que luego ya veremos qué hacemos con todo ello. No, la Iglesia no es ni puede ser «sinodal», sino que los sínodos, para ser verdaderos, católicos, tienen que ser eclesiales. Es la inversión de la realidad para destruir el Cuerpo de Cristo (y conformar el cuerpo del anticristo). Es un gran chiste, pero una mayor iniquidad. Es un chiste sin gracia, porque es un chiste sin Cristo, un chiste desgraciado, un chiste impío, un chiste profano en el peor de los sentidos, porque profana lo más sagrado. Es un gran pretexto, para llevarnos por un camino por donde no queremos ir: el camino de negar a Cristo, el camino de la apostasía, ése es el camino de esta teología del chiste, de esta teología que ha renunciado a la Verdad.
La Iglesia no es ni puede ser «sinodal», sino que los sínodos, para ser verdaderos, católicos, tienen que ser eclesiales
En esta Iglesia «nueva», «diferente», como ellos mismos dicen burlonamente (si es diferente ¿no será que ya no es la Iglesia Católica?), escriben que caben todos, que es inclusiva, no excluyente. Pero esa letra tiene una melodía que chirría: A la hora de la verdad, no cabe el Magisterio, no cabe el Cardenal Zen, no caben los cardenales de las dubia, no caben, en fin, los católicos. Esa iglesia diferente es una iglesia muerta, sin vida, descabezada y sin corazón, que ha extirpado a Cristo y a la Iglesia de verdad: una «iglesia católica no católica» que expulsa a la Iglesia católica de verdad; una Iglesia hueca, sin alma, sólo andamios, estructura, llena de documentos, de palabras sin sentido y de oraciones al viento, que como la oración del fariseo, no sólo no le alcanzó la gracia de Dios, sino que endureció más aún su podrido corazón. Tienen los templos, ya no tienen la fe, ya no tienen a Dios. Es la iglesia de Judas, o más bien, la iglesia del anticristo.
Si esta iglesia pretenden que sea «diferente», ¿no será que ya no es la Iglesia Católica?
Y es curioso que esta iglesia falsa sí acoge y compadrea con los enemigos de la Iglesia verdadera: pactos para la agenda 2030 con los masones de la tierra, besos y abrazos con los líderes mahometanos, parabienes en el Vaticano a los abortistas y satanistas del planeta, pactos con el Partido Comunista Chino, anticristiano, traicionando a la Iglesia mártir y perseguida china. Quizá también por eso lo del «síno-do de la sino-dalidad», por los chinos (sinos, como también los llaman ahora: los de las «vacunas» sino-vac), porque es la iglesia prostituida con la mayor secta y estructura de poder totalitario del planeta. A ver si así alguno entiende ya de qué va eso de la «sinodalidá».
De Dios nadie se burla, nadie se ríe. Ya sabemos cuál será el resultado de este sínodo del chiste: El fracaso. Porque Cristo en su regreso aniquilará con el soplo de su boca a todos los que han querido expulsarlo pretendiendo que no pueda reinar. El Salmo segundo ha profetizado de estos días, y contra esta falsa iglesia. Ahora el Señor sonríe ante la necedad de sus enemigos, pero pronto les va a hablar repleto de santa ira:
¿Por qué se agitan las naciones, y los pueblos mascullan planes vanos?
Se yerguen los reyes de la tierra, los caudillos conspiran aliados contra el Señor y contra su Ungido:
«¡Rompamos sus coyundas, sacudámonos su yugo!»
El que se sienta en los cielos se sonríe, el Señor se burla de ellos.
Luego en su cólera les habla, en su furor los aterra:
«Ya tengo yo consagrado a mi rey en Sión mi monte santo.»
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Muy bien hilada la explicación del padre Bonifacio. La Verdad es sólo una,Dios, y por eso el hombre la puede conocer por la certeza de la fe . Pero las herejías pueden ser infinitas porque una vez desviados del camino, podemos inventarnos senderos sin parar para que nuestra mente y obrar transiten de manera autónoma. La iglesia de Bergoglio descarriló ya desde el primer metro de su singladura y ya ni se sabe por donde va