FRATELLI TUTTI LA CIUDAD DEL HOMBRE. Documento para descargar en Pdf.
Juan Suárez Falcó
“Dos amores construyeron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio a Dios hizo la ciudad terrena; el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la ciudad del cielo. La una se glorifica a sí misma, la otra se glorifica en el Señor. Una busca la gloria que viene de los hombres (Jn 5,44), la otra tiene su gloria en Dios, testigo de su conciencia.” (San Agustín de Hipona, Ciudad de Dios)
“Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra” (Gn., 11, 4)
“Jesús, su Hijo Unigénito, al morir en la cruz, nos reveló el amor misericordioso del Padre, que es fuente de la verdadera fraternidad entre todos los hombres, y nos indicó el único camino posible para llegar a ser testigos creíbles de este Amor”. (DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI A LOS SOCIOS DEL CÍRCULO DE SAN PEDRO. Sala de los Papas. Viernes 3 de abril de 2009)
Con un extraordinario esfuerzo y la gracia de Dios terminé la semana pasada la lectura completa de la Encíclica “Fratelli Tutti”. Antes de empezar a leer recé la oración de San Miguel Arcángel y rocié el texto con agua exorcizada, haciéndole una cruz a la portada.
Algún lector podrá pensar que eran exageradas mis prevenciones. En absoluto. Desde que se anunció en la prensa católica (y secular) que Bergoglio estaba preparando una nueva Encíclica sobre la fraternidad universal muchos intuimos con claridad sobrenatural que, con la excusa del Covid-19 y de su “amenaza global”, el inquilino del Vaticano trataría de dar un impulso definitivo al globalismo, con la excusa de que la gestión de la pandemia ha elucidado que ningún país puede actuar aislado del resto para vencerla. Y para aprovechar, de paso, para hacerle ver al pueblo de Dios que todas las religiones son iguales e indistintas pues lo importante es la paz del mundo. Se trata aquí y ahora, en definitiva, de dar el paso último para terminar de elaborar la falsa doctrina religiosa que lleva pergeñando los últimos 7 años, preparándole el camino al gobierno mundial del Anticristo político, que emergerá pronto en el panorama internacional, posiblemente pacificando la gravísima situación política, económica y bélica que ahora estamos iniciando. Y ese hombre carismático será señalado como el nuevo “Salvador de la humanidad” y como “Príncipe de la Paz”, pues traerá soluciones humanas (medicamentos, vacunas, dinero, fraternidad y paz para todos), al precio de la apostasía.
Durante su lectura hice múltiples anotaciones y comentarios en el texto, algunas de las cuales pondré aquí ahora negro sobre blanco. La “Encíclica” es un horrísono documento. Suena mal todo él… a doctrina de demonios. Bajo una palabrería sensiblera y dulzona se traslucen las profundidades de Satanás, que podrían resumirse de esta forma: es un deber cristiano pretender unirnos al resto de los hombres en una hermandad basada en lo que nos une (nuestra humanidad y buenos sentimientos), lo que necesariamente exige arrinconar a Cristo, sin duda un personaje lamentable que en realidad nos separa a unos de otros. Con este documento, en suma, Bergoglio desarrolla la teoría espiritual y práctica de la Ciudad del Hombre (San Agustín), la que coloca al ser humano en el centro de la vida y de la sociedad (antropocentrismo, v.gr., numerales 117, 207 ó 278).
Todo el escrito es un canto de la criatura a sí misma, del que Bergoglio espera que alcance el Paraíso terrenal en este mundo por sus propias fuerzas, sin la gracia santificante, sin la adoración de Cristo, haciendo innecesaria la fe en su Persona divina. De eso a la adoración del Hombre por el hombre (la antropolatría será el credo del Anticristo) hay poco trecho.
Así, Bergoglio pretende construir el Reino del Hombre en la Tierra sin la Parusía, en una suerte de milenarismo terrenal al estilo comunista donde no haya un solo rebaño ni un solo pastor (Jn. 10, 16), que no quiere esperar la transfiguración de todo en los nuevos cielos y nueva tierra prometidos, rechazando el Juicio de las Naciones que operará la Segunda Venida de Cristo, en gloria y majestad, al final de los tiempos, por cierto, muy cercanos.
Se trata, por tanto, del esfuerzo estéril del Hombre por alcanzar la felicidad en la Tierra sin el alfa ni el omega, es decir, sin la redención operada en la Cruz en el Calvario y sin la esperanza esjatológica: ved, pues, hermanos, la Ciudad del Hombre, que se ama tanto a sí mismo que rechaza a Dios Padre, porque impugna a su Hijo. Pues quien rechaza al Hijo tampoco tiene al Padre y es un Anticristo. Se trata del mismo esfuerzo vano de los hombres al intentar unirse unos con otros mediante la realización de una obra común, la Torre de Babel, al margen de Dios.
1 Juan 2, 22-23:
22 ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. 23 Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.
La Encíclica se titula sin pudor “Sobre la Fraternidad Humana, por la Paz mundial y la Convivencia común”. Podría perfectamente haber sido escrita por Albert Pike o Alistair Crowley, por la forma tan sutil de esconder su intención última (el rechazo de Cristo) bajo el ropaje ampuloso del amor al hombre. Es una escritura bífida, escrita por una pluma viperina, que mientras habla con bellas palabras inocula el veneno mortal de un nuevo evangelio, de la vieja doctrina de la mona de Dios, como es propio del falso profeta del Apocalipsis (Apoc., 13, 11), que tenía dos cuernos como un cordero, pero que hablaba como una serpiente.
Y es que resuena sordamente en cada párrafo el “non serviam” original, el “seréis como dioses”, pues prácticamente no hay uno solo donde no se inocule una falsedad, una media verdad, una herejía, una patada a la fe de la Iglesia. El objetivo final del texto no es otro sino el de recrear el Paraíso perdido. Pero no sometiéndonos al dulce yugo de Cristo sino a la taimada doctrina del demonio: irenismo; pacifismo; globalismo masónico; rechazo de las soberanías nacionales (su eterna crítica a los muros, numeral 27; o su falsa acusación de que un país solo y sin diversidad interior nunca alcanza frutos, lo que fue refutado por la España de los siglos de oro, tras la expulsión de moros y judíos o por las actuales Polonia o Hungría, numeral 41); indigenismo desorejado (con lo que supone de rechazo de la evangelización cristiana de estos pueblos, numerales 148 y 220, cuyos ritos incluían canibalismo, asesinato ritual de niños ofrendados a la “Madre tierra”, etc.); promoción de la inmigración acrítica y sin límites (paradigma de la sociedad abierta de George Soros, ver numerales 87 y ss.); indiferentismo religioso; ecologismo panteísta (promotor de la cultura de la muerte); apuesta por la “conversión ecológica” (que no a Cristo); postergamiento de la Verdad y su prostitución mediante el diálogo, etc. Todo el documento es una sucesión de los clichés masónicos de larga data y de los fundamentos teóricos del Nuevo Orden Mundial, promovido por la ONU (el corazón de las tinieblas) y por las altas finanzas globalistas.
Recordemos que Bergoglio dijo sin tapujos que debemos obedecer a la ONU (¡¡!!), que promueve la cultura de la anticoncepción, aborto, eutanasia, LGTBI, etc.: https://gloria.tv/post/1DBKCvaa77Av1mmZdRhwGGuV1#:~:text=Francisco%20agreg%C3%B3%20que%20%E2%80%9Cdebemos%20obedecer,la%20ONU%20son%20profundamente%20inmorales. Ahora dice también en la “Encíclica” que “es necesario evitar que esta organización sea deslegitimada” (numeral 173).
No falta siquiera la crítica a los movimientos políticos que quieren luchar por la tradición y por la cristiandad para no ser barridos por la inmigración musulmana y por la cultura de la muerte que preconiza la UE y la ONU (recuerdo ahora mismo los que gobiernan en Polonia o Hungría, Vox en España o Fratelli d´Italia en el país transalpino, por cierto, todos ellos provida y profamilia). Tampoco falta la crítica a las supuestas “noticias falsas”, pensando en las que atacan la dictadura de lo políticamente correcto. Ni la alusión al feminismo (numeral 23). Incluso enarbola la bandera falsa del izquierdismo español, de rebuscar en las cunetas para recuperar los cuerpos de los “parientes desaparecidos” (numeral 227). Y otro “recuerdo” de Bergoglio, muy del agrado del izquierdismo español será la apelación a la memoria histórica (numeral 249) al tiempo que nos dice que “los que perdonan de verdad no olvidan” (numeral 251), terrible frase que contradice la doctrina católica sobre el perdón, que exige perdonar y olvidar. Porque es justamente al contrario: no perdona de verdad el que no olvida la afrenta.
III. DE LA TERGIVERSACIÓN DE SAN FRANCISCO DE ASÍS AL CONSENSO CON EL IMÁN AL TAYYEB, QUIEN HABÍA ROTO RELACIONES CON BENEDICTO XVI
Solicito al lector que repare ahora en cómo el plan de la usurpación del pontificado por parte de Jorge Mario Bergoglio (patrocinado por la masonería eclesiástica y los poderes del NOM norteamericano y europeo, desde el apoyo recibido por el heresiarca Card. Martini en el Cónclave de 2005 y luego con su golpe de estado en 2013, tras la renuncia nula de BXVI) estaba confeccionado desde hace mucho tiempo. La prueba evidente es que el nombre escogido para su supuesto papado fue el de Francisco, nombre muy caro a la franc-masonería por razones obvias pero también – dijo – en atención al santo de Asís, no a San Francisco Javier. Y es que resulta repulsivo ver cómo Bergoglio nos quiere hacer pasar al seráfico santo italiano por un pacifista, renuente a cualquier conflicto con el Islam o con el resto de religiones, contemporizador y no proselitista de la fe, tibio promotor de la hermandad universal sin Cristo y del ecologismo de pandereta.
En Fratelli Tutti se amputan citas completas del santo italiano, donde habla de la necesidad de convertir a los musulmanes. En esto se ve la mala fe de su autor, que no duda en censurar a todo un santo para hacerle decir lo que no dice. Puro fariseísmo, Hijo del Padre de la mentira. Así ocurre en el número 3 de la Encíclica, que dice:
“… san Francisco fue al encuentro del Sultán con la misma actitud que pedía a sus discípulos: que sin negar su identidad, cuando fueran «entre sarracenos y otros infieles […] no promuevan disputas ni controversias, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios»[3]. En aquel contexto era un pedido extraordinario. Nos impresiona que ochocientos años atrás Francisco invitara a evitar toda forma de agresión o contienda y también a vivir un humilde y fraterno “sometimiento”, incluso ante quienes no compartían su fe.”.
Se trata de una cita de la Regla no bulada de los hermanos menores. Observe el lector que Bergoglio corta la cita donde le conviene, omitiendo nada menos que lo que le sigue: la exigencia de convertir a los moros. Pondré ahora la cita completa:
“Cualquier hermano que quiera ir entre sarracenos y otros infieles, vaya con la licencia de su ministro y siervo. Y los hermanos que van pueden comportarse entre ellos espiritualmente de dos modos. Uno, que no promuevan disputas ni controversias, sino que se sometan a toda criatura por Dios, y confiesen que son cristianos. Otro, que, cuando les parezca que agrada al Señor, anuncien la palabra de Dios, para que crean en Dios omnipotente, Padre e Hijo y Espíritu Santo, y en el Hijo, redentor y salvador, y para que se bauticen y se hagan cristianos, porque, a menos que uno no renazca del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios (Jn. 3,5). Y todos los hermanos, dondequiera que estén, recuerden que se dieron y abandonaron sus cuerpos al Señor Jesucristo. Y por su amor deben exponerse a los enemigos, tanto visibles como invisibles, porque dice el Señor: Quien pierda su vida por mi causa, la salvará para la vida eterna (Lc. 9,24)» (1 R 16).”
¿No es tremendo esto? ¿No es un pecado enorme omitir la verdad de la cita y tergiversar a un santo con intenciones espúreas?
Habría que recordarle a Bergoglio que San Francisco viajó a Egipto para predicarle a Cristo al Sultán Malik al-Kamil, y convertirle. Estuvo incluso dispuesto, como relata San Buenaventura, a realizar una ordalía y entrar en el fuego para demostrarle al moro que su fe era la verdadera y no la suya, a lo que se negó el propio Sultán.
Pues bien, ahora Bergoglio no quiere convertir a otro egipcio, el Imam Ahmad Al-Tayyeb, Rector de la Universidad de Al-Azhar, sino que, muy al contrario, confiesa que ha sido precisamente él una inspiración para escribir esta “Encíclica”, donde se habla de la igualdad de todos los credos. Recordemos que este Imán rompió relaciones con Benedicto XVI cuando éste denunció la persecución de los cristianos por los musulmanes en Egipto (su hipocresía fue denunciada por el sacerdote copto Yohannis Lahzi: https://www.religionenlibertad.com/mundo/13181/la-impresionante-respuesta-de-un-sacerdote-copto-al-gran-iman-de.html y https://s.libertaddigital.com/doc/carta-abierta-al-gran-iman-de-al-azhar-41912072.pdf), al tiempo que apoyaba los atentados suicidas en Palestina contra los enemigos de Alah. El mismo Imán, por cierto, que invitaba a los maridos a pegarle a las mujeres desobedientes, aunque solo con suaves bastonazos, sin romperle ningún hueso (https://www.lavanguardia.com/internacional/20190610/462768451001/declaraciones-iman-al-azhar-egipto-pegar-mujer.html).
Recordemos también que fue con este Imán con el que Bergoglio firmó el 4 de febrero de 2019 el blasfemo Documento sobre la “Fraternidad humana, por la Paz mundial y la convivencia común”, tras su “viaje apostólico” a los Emiratos Árabes Unidos. En ese documento el propio Bergoglio afirma que la diversidad de religiones es algo querido por Dios. Puro indiferentismo religioso, condenado por el magisterio ordinario y extraordinario de la Iglesia.
Recordemos la condena del Syllabus: “XV. Todo hombre es libre para abrazar y profesar la religión que guiado de la luz de la razón juzgare por verdadera”.
Ese documento ha sido el germen de la actual Encíclica. De hecho, acaba alabando los “valores espirituales” de todas las religiones (numeral 29) y exigiendo que “las culturas diversas, que han gestado su riqueza a lo largo de los siglos, deben ser preservadas”, ex numeral 134 (¿no recordamos las violaciones masivas de niñas y su trata por parte de musulmanes, en ciudades inglesas o alemanas?, https://es.wikipedia.org/wiki/Agresiones_sexuales_de_Nochevieja_en_Alemania y https://www.libertaddigital.com/internacional/europa/2018-03-13/las-autoridades-britanicas-permitieron-el-abuso-de-otras-1000-ninas-por-no-parecer-racistas-1276615406/). Pero, ¿qué valores? ¿La misoginia, el asesinato de cristianos o la lapidación de adúlteros o homosexuales (Islam)? ¿El supremacismo racista del Talmud judío y su odio a los cristianos? ¿El repudio de la mujer por cualquier causa que se le ocurra al varón, como proclamaba el rabino Hilel, por cierto, alabado en el numeral 59? ¿La adoración de los demonios del hinduismo? ¿La apatía por los problemas del otro del budismo?…
Bergoglio es un hombre de acción, al que le gusta “comenzar procesos”. Tras el Documento anteriormente citado, firmado en Abu Dhabi, instituyó el Alto Comité para la Fraternidad Humana, formado por “líderes religiosos” de todo el mundo, buscando lo que une a todas las religiones y desechando lo que las separa (una vez más, Cristo).
En su web el Alto Comité, además, aboga por iniciar medidas para alcanzar el reto de aproximar a todos los credos entre los cuales, el cristianismo, por supuesto, sería uno más, no la auténtica religión verdadera. Todo ello con una aproximación basada en la “apertura, aprendizaje y diálogo”.
https://www.forhumanfraternity.org/higher-commitee
Entre sus integrantes están líderes musulmanes, rabinos, “personalidades laicas” como la abortista-pro LGTBI-ideología de género Irina Bokova (https://www.safeabortionwomensright.org/wp-content/uploads/2016/09/Nota-de-Prensa-28-septiembre-Dia-Oficial-ONU.pdf y http://www.unesco.org/new/es/media-services/single-view/news/putting_a_stop_to_homophobic_bullying_a_year_of_action/).
O la premio Nobel de la Paz liberiana Leymah Gbowee, cuya fundación apoya a Planned Parenthood para extender el aborto y la anticonceptión por África: https://www.girltalkhq.com/lliberian-nobel-laureate-leymah-gbowee-on-planned-parenthood-power-faith/)
E incluso el Consejo Mundial de Iglesias, el organismo masónico para promover el falso ecumenismo que aprueba Bergoglio (que se une al Alto Comité a través de su Secretario, el padre Ioan Sauca).
Por la Iglesia católica aparece el masónico Card. español Ayuso Guixot, hecho Presidente del Pontificio Consejo para el diálogo interreligioso por Bergoglio y padre de la herética Declaración de Abu Dhabi.
Este Alto Comité tiene como próxima prioridad construir en Abu Dhabi un complejo demoninado “Casa de la Familia Abrahámica” (https://www.forhumanfraternity.org/abrahamic-family-house), que pretende poner sobre la mesa los “valores comunes” de las tres religiones. Lo que, una vez más, supondrá arrinconar a Cristo.
El arquitecto de este complejo, con una sinagoga, una “Iglesia” y una mezquita en forma de los tres puntos masónicos es Sir David Adjaye, oficial de la Orden del Imperio Británico. Este proyecto se une a otros dos ya construidos a favor de la unión de las religiones, como la Casa de Uno (Berlín) o el Palacio de la paz y la reconciliación (Astaná).
¿Alguien puede ya a estas alturas negar quién es Bergoglio, conspicuo promotor de abortistas, pro LGBTI y anticristianos de toda laya?
En el numeral 286 de la “Encíclica”, Bergoglio descubre sin vergüenza que la inspiración para escribir este Documento le vino de tres personalidades: Martin Luther King, Desmond Tutu y el Mahatma Mohandas Gandhi.
Puede resultar increíble para la mayoría de los lectores, pero quizás pocos conozcan que a Ghandi le gustaba dormir desnudo con niñas, era racista y fascista (https://www.lavanguardia.com/vida/junior-report/20190930/47709783528/gandhi-polemicas-racismo-fascista-pedofilia.html.
O que Luther King cometió adulterio con hasta 45 mujeres diferentes y participó en orgías (https://www.abc.es/historia/abci-orgias-amantes-y-violacion-reverso-tenebroso-martin-luther-king-acaba-revelar-201905310112_noticia.html).
O que Desmond Tutu, “arzobispo” anglicano emérito de Cape Town, es integrante de la Asociación masónica iluminada The Elders, pro aborto (https://www.lifesitenews.com/news/pro-abortion-archbishop-tutus-invitation-to-a-catholic-university-mind-bogg), pro LGTBI (https://theconversation.com/desmond-tutus-long-history-of-fighting-for-lesbian-and-gay-rights-131598) y pro eutanasia (https://www.bbc.com/news/world-africa-37587290).
Aparte, claro está, cita Bergoglio como su inspiración a San Francisco, convenientemente tergiversado, como hemos dicho arriba, y al beato Carlos de Foucauld, en quien Bergoglio ve como el hermano de todos, “olvidando” que consideraba el Islam como una religión falsa y que entre sus prioridades en el Sahara estaba la conversión de los musulmanes (https://www.infocatolica.com/blog/archipielago.php/2006111114-carlos-de-foucauld-y-el-islam).
Pero a lo largo de la “Encíclica” se suceden referencias a autores en las antípodas del cristianismo, como el rabino Hilel (ya comentado) o Georg Simmel, a quien cita cuando dice que “el hombre es el ser fronterizo que no tiene ninguna frontera”. Es el mito del judío errante y desarraigado, del hombre sin patria. Simmel fue un ateo alemán de origen judío cuyo pensamiento filosófico influyó en la marxista y atea Escuela de Frankfurt, plagada del mismo pensamiento ateo judaizante (Horkheimer, Marcuse, Adorno, Fromm…) seguidores de Hegel, Marx o Freud.
El nervio central de la Encíclica es la búsqueda de la felicidad humana mediante la fraternidad universal, el principal dogma masónico desde el nacimiento de la secta infame en 1717.
La masonería es la Iglesia del demonio, la Siganoga de Satanás, sometida a la Sinarquía judaica internacional y a su Cajal, el gnosticismo del Talmud y de la Cábala, disfrazada de filantropía. Y es que bajo esa veste humanista y tras ese mensaje de hermandad de todos los hombres se esconde, no podría ser de otra forma, el rechazo frontal de Cristo como Hijo de Dios, como Salvador de los hombres. Se le ve la garra al demonio.
Cristo no es aceptado por la masonería porque nos separa de los demás hombres, que no le aceptan como Dios. Ergo, hay que dejar a Cristo de lado, en aras de alcanzar un bien común y superior, que es la fraternidad humana. Santiago José Castellà, miembro de la Gran Logia Simbólica de España nos revela que “la fraternidad es la base de la filosofía masónica”. Y sigue: “la idea masónica de la fraternidad universal es la que lleva a decir que por encima de los Estados y de las diferencias étnicas, culturales y nacionales hay una dignidad intrínseca del ser humano que tiene que obtener respuestas políticas globales y éstas en cada momento son diferentes”. https://www.unia.es/servicio-de-comunicacion-e-informacion/la-fraternidad-universal-base-de-la-filosofia-masonica#:~:text=Santiago%20Jos%C3%A9%20Castell%C3%A1%20afirm%C3%B3%20que,%C3%A9stas%20en%20cada%20momento%20son
Como masón que es (https://comovaradealmendro.es/2020/01/31/bergoglio-firmaba-como-mason-desde-1977/), Bergoglio considera que la fraternidad universal se alcanzará cuando acabe nuestro sistema económico y social, que es el que produce víctimas y personas descartadas (numeral 110) y cuando todos tengan tierra, techo y trabajo (numeral 127), obviando que tal estado de felicidad solo se alcanzará tras la Parusía, no por las meras aspiraciones del hombre, al margen de Cristo. Desde punto de vista es curioso que hace críticas al sistema económico (liberal, ciertamente muy criticable, numerales 163 y ss.) pero no hace lo propio con el marxismo económico, mucho más nefasto si cabe para los pueblos y la religión cristiana. Incluso llega a decir que por encima de la propiedad privada “está el principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso” (numeral 123). No se me ocurre una mejor definición de comunismo.
Pues bien, esta hermandad sin Cristo es una hermandad inalcanzable pues sin Él “nada podemos” (Jn. 15, 1-8), ya que el pecado original hirió de muerte al hombre y la concupiscencia de él derivada (amartia) le impide realizar obras buenas sin la gracia santificante, o alcanzar por sí mismo la paz en la tierra, o la caridad… o la esperanza siquiera.
Juan 5, 6-7: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Quien permanece en Mí, y Yo en él, lleva mucho fruto, porque separados de Mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en Mí, es arrojado fuera como los sarmientos, y se seca; después los recogen y los echan al fuego, y se queman.
Si el Hombre está herido por el pecado original y la subsiguiente concupiscencia no podrá alcanzar el amor sin el Amor de Cristo. Ni tampoco, mucho menos, podrá proyectar en las instituciones, la política o la economía el “amor social”, como le llama Bergoglio (numerales 183 con el 181).
VII. EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA CONDENA LA FRATERNIDAD UNIVERSAL SIN CRISTO
Fue San Pío X, el luchador icansable contra el modernismo, quien imprecó el intento de alcanzar la fraternidad universal al margen del Hijo de Dios. Fue en 1910, cuando, con su Encíclica «Notre Charge Apostolique» condenó los errores del mpvimiento francés «Le Sillon» y la democracia cristiana.
El movimiento Le Sillon era un movimiento utópico impulsado por el periodista y político francés Marc Sagnier, que bajo el lema «dignidad humana, libertad, justicia y fraternidad», quería «renovar» la Iglesia y construir una humanidad nueva. Todo esto efectuando un llamamiento para la creación de un nuevo mundo donde una fraternidad mal entendida, basada en una noción ambigua y falsa de la dignidad humana, sustituyera a la verdadera caridad basada en la fe. San Pío X vio e este movimiento la ruina del catolicismo. Y además estaba trufado de iluminismo, de socialismo, de irenismo y de elementos masónicos y judaizantes. Justo como esta «Encíclica».
Leamos literalmente sus puntos 22, 34-37 de Notre Charge Apostolique porque condenan, EXACTAMENTE, las ideas que Bergoglio vierte en Tutti Fratelli, salidas de las logias, del humanismo, del democratismo metido en la Iglesia, del afán de unir a los hombres bajo un supuesto amor universal:
“22. El falso y débil fundamento de la fraternidad, que se pone en interés común o en la simple humanidad.
Lo mismo sucede con la noción de la fraternidad, cuya base colocan en el amor de los intereses comunes, o, por encima de todas las filosofías y de todas las religiones en la simple noción de humanidad, englobando así en un mismo amor y en una igual tolerancia a todos los hombres con todas sus miserias, tanto intelectuales y morales como físicas y temporales. Ahora bien, la doctrina católica nos enseña que el primer deber de la caridad no está en la tolerancia de las opiniones erróneas, por muy sinceras que sean, ni en la indiferencia teórica o práctica ante el error o el vicio en que vemos caídos a nuestros hermanos, sino en el celo por su mejoramiento intelectual y moral no menos que en el celo por su bienestar material. Esta misma doctrina católica nos enseña también que la fuente del amor al prójimo se halla en el amor de Dios, Padre común y fin común de toda la familia humana, y en el amor de Jesucristo, cuyos miembros somos, hasta el punto de que aliviar a un desgraciado es hacer un bien al mismo Jesucristo. Todo otro amor es ilusión o sentimiento estéril y pasajero.
La caridad cristiana y Jesucristo mismo, la verdadera base de la fraternidad humana.
Ciertamente, la experiencia humana está ahí, en las sociedades paganas o laicas de todos los tiempos, para probar que, en determinadas ocasiones, la consideración de los intereses comunes o de la semejanza de naturaleza pesa muy poco ante las pasiones y las codicias del corazón. No, Venerables Hermanos, no hay verdadera fraternidad fuera de la caridad cristiana, que por amor a Dios y a su Hijo Jesucristo, nuestro Salvador, abraza a todos los hombres, para ayudarlos a todos y para llevarlos a todos a la misma fe ya la misma felicidad del cielo. Al separar la fraternidad de la caridad cristiana así entendida, la democracia, lejos de ser un progreso, constituiría un retroceso desastroso para la civilización. Porque, si se quiere llegar, y Nos lo deseamos con toda nuestra alma, a la mayor suma de bienestar posible para la sociedad y para cada uno de sus miembros por medio de la fraternidad, o, como también se dice, por medio de la solidaridad universal, es necesaria la unión de los espíritus en la verdad, la unión de las voluntades en la moral, la unión de los corazones en el amor de Dios y de su Hijo Jesucristo. Esta unión no es realizable más que por medio de la caridad católica, la cual es, por consiguiente, la única que puede conducir a los pueblos en la marcha del progreso hacia el ideal de la civilización.
Pero más extrañas todavía, tremendas y dolorosas a la vez, son la audacia y la ligereza de espíritu de los hombres que se llaman católicos, que sueñan con volver a fundar la sociedad en tales condiciones y con establecer sobre la tierra, por encima de la Iglesia católica, «el reino de la justicia y del amor», con obreros venidos de todas partes, de todas las religiones o sin religión, con o sin creencias, con tal que olviden lo que les divide: sus convicciones filosóficas y religiosas, y que pongan en común lo que les une: un generoso idealismo y fuerzas morales tomadas «donde les sea posible». Cuando se piensa en todo lo que ha sido necesario de fuerzas, de ciencia, de virtudes sobrenaturales para establecer la ciudad cristiana, y los sufrimientos de millones de mártires, y las luces de los Padres y de los doctores de la Iglesia, y la abnegación de todos los héroes de la caridad, y una poderosa jerarquía nacida del cielo, y los ríos de gracia divina y todo lo edificado, unido compenetrado por la Vida y el Espíritu de Jesucristo, Sabiduría de Dios, Verbo hecho hombre; cuando se piensa, decimos, en todo esto, queda uno admirado de ver a los nuevos apóstoles esforzarse por mejorarlo con la puesta en común de un vago idealismo y de las virtudes cívicas. ¿Qué van a producir? ¿Qué es lo que va a salir de esta colaboración? Una construcción puramente verbal y quimérica, en la que veremos reflejarse desordenadamente y en una confusión seductora las palabras de libertad, justicia, fraternidad y amor, igualdad y exaltación humana, todo basado sobre una dignidad humana mal entendida. Será una agitación tumultuosa, estéril para el fin pretendido y que aprovechará a los agitadores de las masas menos utopistas. Sí verdaderamente se puede afirmar que «Le Sillon se ha hecho compañero de viaje del socialismo, puesta la mirada sobre una quimera.
Nos tememos algo todavía peor. El resultado de esta promiscuidad en el trabajo, el beneficiario de esta acción social cosmopolita no puede ser otro que una democracia que no será ni católica, ni protestante, ni judía; una religión (porque el sillonismo, sus jefes lo han dicho… es una religión) más universal que la Iglesia católica, reuniendo a todos los hombres, convertidos, finalmente, en hermanos y camaradas en «el reino de Dios». «No se trabaja para la Iglesia, se trabaja para la humanidad».
Y ahora, penetrados de la más viva tristeza, Nos nos preguntamos, venerables hermanos, en qué ha quedado convertido el catolicismo de «Le Sillon». Desgraciadamente, el que daba en otro tiempo tan bellas esperanzas, este río límpido e impetuoso, ha sido captado en su marcha por los enemigos modernos de la Iglesia y no forma ya en adelante más que un miserable afluente del gran movimiento de apostasía, organizado en todos los países, para el establecimiento de una Iglesia universal que no tendrá ni dogmas, ni jerarquía, ni regla para el espíritu ni freno para las pasiones y que, so pretexto de libertad y de dignidad humana consagraría en el mundo, si pudiera triunfar, el reino legal de la astucia y de la fuerza y la opresión de los débiles, de los que sufren y trabajan.
Nos conocemos muy bien los sombríos talleres en que se elaboran estas doctrinas deletéreas, que no deberían seducir a los espíritus clarividentes. Los jefes de «Le Sillon» no han podido defenderse de ellas: la exaltación de sus sentimientos, la ciega bondad de su corazón, su misticismo filosófico mezclado con una parte de iluminismo los han arrastrado hacia un nuevo evangelio…”
Fue su antecesor, León XIII, el que condenó con más claridad los errores de la masonería, entre ellos uno que se afirma en la Encíclica de Bergoglio: perseguir los lemas masónicos de la libertad, igualdad y fraternidad sin su perspectiva cristiana:
“Y así, que cada día aumente más esta santa Congregación; pues, además de otros muchos frutos, puede esperarse de ella el insigne de que vuelvan los corazones a la libertad, fraternidad e igualdad, no como absurdamente las conciben los masones, sino como las alcanzó Jesucristo para el humano linaje y las siguió San Francisco: esto es, la libertad de los hijos de Dios, por la cual nos veamos libres de la servidumbre de Satanás y de las pasiones, nuestros perversísimos tirano”
“El uno es el reino de Dios en la tierra, es decir, la verdadera Iglesia de Jesucristo, a la cual quien quisiere estar adherido de corazón y según conviene para la salvación, necesita servir a Dios y a su unigénito Hijo con todo su entendimiento y toda su voluntad;”
Los masones aspiran a construir el Reino en la Tierra sin Cristo, ya está dicho, negando así el pecado original y sus consecuencias:
“16. Además, como la naturaleza humana quedó inficionada con la mancha del primer pecado, y por lo tanto más propensa al vicio que a la virtud, requiérese absolutamente para obrar bien sujetar los movimientos obcecados del ánimo y hacer que los apetitos obedezcan a la razón. Y para que en este combate conserve siempre su señorío la razón vencedora, se necesita muy a menudo despreciar todas las cosas humanas y pasar grandísimas molestias y trabajos. Pero los naturalistas y masones, que ninguna fe dan a las verdades reveladas por Dios, niegan que pecara nuestro primer padre, y estiman, por tanto, al libre albedrío en nada amenguado en sus fuerzas ni inclinado al mal”
Ya en el siglo XX, Pío XII, en Humani Generis (1950), reprobó igualmente el error pestífero del irenismo, de apartar a Cristo con la excusa de conseguir una supuesta paz y hermandad mundiales:
“Si los tales no pretendiesen sino acomodar mejor, con alguna renovación, la ciencia eclesiástica y su método a las condiciones y necesidades actuales, nada habría casi de temerse; mas, al contrario, algunos de ellos, abrasados por un imprudente irenismo, parecen considerar como un óbice para restablecer la unidad fraterna todo cuanto se funda en las mismas leyes y principios dados por Cristo y en las instituciones por El fundadas o cuanto constituye la defensa y el sostenimiento de la integridad de la fe, caído todo lo cual, seguramente la unificación sería universal, en la común ruina.”
Y más recientemente, en 1968, ha sido el propio Joseph Ratzinger quien avisó del intento masónico de alcanzar la paz y la fraternidad universal sin Cristo. Veamos lo que nos dice en su libro “Introducción al Cristianismo” (Einführung in das Christentum), editorial Kösel-Verlag:
“A partir del mensaje de amor del Nuevo Testamento, existe hoy una tendencia creciente a resolver completamente el culto cristiano en el amor fraternal, en la ‘fraternidad humana’, sin dejar más espacio al amor directo a Dios o a su veneración: sólo se reconoce la dimensión horizontal, mientras que se niega la dimensión vertical de la relación directa con Dios. Por lo que hemos dicho, es muy fácil ver por qué esta concepción, que a primera vista parece tan simpática, termina por vaciar de contenido no sólo al cristianismo sino también a la verdadera humanidad. La fraternidad que pretende ser suficiente en sí misma se convertiría en el más evidente egoísmo de la autoafirmación. Renuncia a su apertura definitiva, a su disponibilidad y a su abnegación, si no acepta también que necesita la redención de este amor por parte de aquel que ha sabido realmente amar lo suficiente. Y a pesar de toda la buena voluntad, terminaría haciendo el mal a sí misma y a los demás, porque el hombre no se agota sólo en las relaciones de la fraternidad humana, sino que se realiza sólo en las relaciones con ese amor desinteresado que glorifica a Dios mismo. El desinterés de la simple adoración es la suprema posibilidad de ser humano y su única liberación verdadera y definitiva.
Y en otro pasaje del mismo libro advierte que este apartamiento de Cristo con la excusa de lograr unir a todos los hombres como hermanos bajo el Padre y en el amor universal es falsa teología, y que ha tenido como principal exponente al teólogo protestante Adolf von Harnack:
“Harnack desarrolló la primera tendencia .desde el Cristo a Jesús en su libro “La esencia del cristianismo”, donde nos ofrece una forma de lo cristiano saturada de presunción y optimismo intelectuales; sobre tal forma el liberalismo purificó el Credo original. Una frase conductora de esta obra reza así.: “El Evangelio, tal como lo predicó Cristo, no habla del Hijo, sino sólo del Padre”. ¡Qué sencillo y consolador es todo esto! La profesión de fe en el Hijo ha dado lugar a la separación de los cristianos, no-cristianos y cristianos de diversas tendencias; lo que sabemos del Padre puede unirlos. El Hijo pertenece a muy pocos, el Padre a todos y todos a él; la fe ha separado, el amor puede unir. Cristo predicó a todos los hombres el Padre común y los hizo así hermanos. El hecho de que nosotros hayamos convertido a ese Cristo en el Cristo predicado que exige la fe, y que lo hayamos hecho dogma, es, según Harnarck, lo que ha motivado la ruptura definitiva: Jesús predicó un mensaje adoctrinal, el del amor; ahí está la gran revolución con la que rompió el escudo de la ortodoxia farisea; en vez de la ortodoxia intransigente puso la sencilla confianza en el Padre, la fraternidad de los hombres y la vocación al amor. En lugar de todo esto nosotros hemos colocado la doctrina del Dios-hombre, del Hijo, y si en lugar de la condescendencia y de la fraternidad que es salvación hemos inventado una doctrina salvífica que sólo es perdición y que ha desencadenado luchas y divisiones sin número. De nuevo resuena el lema: abandonemos el Cristo que predica y llama al amor, símbolo de unión entre hermanos, bajo un mismo Padre.”
Reproduciendo en “Fratelli Tutti” los principios de “Le Sillon”, de la masonería y del modernismo Bergoglio le da a los católicos y al resto de la humanidad una serpiente en lugar de un pez, veneno en lugar de alimento espiritual (Lc., 11, 11). Porque no hay amistad personal ni social sin Cristo.
VIII. LA CULTURA SOLO LA CONFORMAN LOS VALORES UNIVERSALES DE LA ONU Y DE LA IZQUIERDA
En ese mismo sentido, Bergoglio niega al catolicismo el valor de “cultura”, ya que solo considera tales las que tengan valor universal. Así, en el numeral 146 dice que “una cultura sin valores universales no es una verdadera cultura”. Y en el numeral 206 iguala de nuevo las verdades objetivas a “unos principios universalmente válidos”. Según esto, solo lo que nos une y es aceptado universalmente es cultura. Ergo el cristianismo y sus valores, por no ser aceptados por toda la humanidad, antes bien ser resistido con saña por gran parte de los hombres, no lo es.
Ese concepto de cultura lo describe en varias ocasiones como “síntesis” o “nueva síntesis”, es decir, como una mixtificación o mescolanza de todos los valores de la humanidad (numerales 148, 160, 201 y 226). Ello nos remite descaradamente al ritornello tesis+antítesis=síntesis (la tríada dialéctica hegeliana, propuesta por Karl Marx como fundamento de la lucha entre modelos opuestos y como procedimiento para transformar la sociedad) o al masónico “Ordo ab Chaos”.
Este pensamiento lo desarrolla en el numeral 165, verdaderamente vergonzante por el marxismo que desprende, en el que vierte su deseo de crear una “organización mundial más eficiente”, al tiempo que se queja de los que se dicen de izquierdas pero tienen valores individualistas. Es decir, denigra que haya personas que no sean coherentes con su izquierdismo (¡¡!!), como ideal para esa transformación de la sociedad, como si el amor al prójimo fuera lo que mueve a las ideologías zurdas y no, en realidad, su depauperización y miseria, como está demostrado por la historia:
“De otro modo, a veces se tienen ideologías de izquierda o pensamientos sociales, junto con hábitos individualistas y procedimientos ineficaces que sólo llegan a unos pocos”. (Numeral 165)
A ese “sueño” de la transformación de la sociedad que él pretende le llama “replanteo integral” (numeral 177).
Y a los que promueven ese izquierdismo les llama eufemísticamente “poetas sociales” (numeral 169). Bergoglio siempre se ha reunido con ellos, ya en Buenos Aires, donde era amigo personal de reconocidos líderes marxistas hispanoamericanos (Evo Morales, Pepe Mújica, Claudio Avruj, Juan Grabois y otros muchos), ya en Roma, alentando y siendo el líder de los Encuentros mundiales de Movimientos populares, en realidad, movimientos socialistas y comunistas. Véase https://comovaradealmendro.es/2019/06/18/las-raices-comunistas-de-bergoglio/ y https://comovaradealmendro.es/2016/11/17/la-preocupante-simpatia-de-francisco-por-la-ideologia-comunista-con-ocasion-de-la-entrevista-realizada-por-eugenio-scalfari-a-francisco-el-pasado-7-de-noviembre/
Recordemos que socialismo y comunismo ya fueron condenados en las Encíclicas Noscitis et nobiscum, de Pío IX y Divini Redeptoris, de Pío XI.
Incluso no tiene empacho en decir que Occidente puede aprender muchas cosas religiosas de Oriente, como si la revelación completa de Dios no la hubiera hecho Cristo y sus apóstoles (numeral 136) sino Buda o Confucio.
Además, ¿puede alguien creerse que uno de los líderes musulmanes más importantes del mundo se pliegue a decir que todas las religiones son iguales, cuando Mahoma exige proclamar que el Islam es la única religión verdadera? Algo así solo se puede entender desde el derecho que les asiste a los musulmanes a mentir a los infieles (aquí los cristianos) para conseguir ventajas frente a ellos: la taqiyya (http://www.gees.org/articulos/taqiyya-mentir-en-nombre-de-ali). Recordemos que el Islam no es una religión de paz, como pretende Bergoglio, sino una religión que pide expresamente la muerte de los no musulmanes: https://www.eldistrito.es/opinion/cronica-negra/es-verdad-que-el-coran-es-un-libro-de-paz/
A lo largo de la “Encíclica” Bergoglio aboga descaradamente por el globalismo o mundialismo masónicos, que necesariamente supone acabar con la soberanía nacional, al tiempo que ataca los movimientos políticos patriotas y cristianos que no se quieren dejar arrastrar por el Nuevo Orden Mundial.
Pues bien, recordemos la doctrina católica de siempre sobre el amor a la Patria:
“El buen católico, precisamente en virtud de la doctrina católica, es por lo mismo el mejor ciudadano, amante de su patria” Papa Pio XI (Encíclica Divini illius magistri)
“Por ley natural estamos obligados a amar especialmente y defender la sociedad en que nacimos, de tal manera que todo buen ciudadano esté pronto a arrostrar aun la misma muerte por su patria” Papa León XIII (Encíclica Sapientiae Christianae).
La fraternidad universal debe estar sometida por un amor primero y superior, el amor a la Patria, como nos lo enseña Pío XII:
“No hay que temer que la conciencia de la fraternidad universal, fomentada por la doctrina cristiana, y el sentimiento que ella inspira, se opongan al amor, a la tradición y a las glorias de la propia patria, e impidan promover la prosperidad y los intereses legítimos; pues la misma doctrina enseña que en el ejercicio de la caridad existe un orden establecido por Dios, según el cual se debe amar más intensamente y ayudar preferentemente a los que nos están unidos con especiales vínculos. Aun el Divino Maestro dio ejemplo de esta preferencia a su tierra y a su patria, llorando sobre las inminentes ruinas de la Ciudad santa” Papa Pío XII, Summi Pontificatus.
El Papa San Pio X explica que la Patria no sólo es digna de amor y servicio, sino que también lo es de predilección, por lo que preferentemente debemos rezar y trabajar por sus intereses respecto a otros intereses también legítimos, pero más alejados en el orden de la caridad. Jamás podemos enfrentar nuestro catolicismo al amor a la Patria, porque no son opuestos sino complementarios:
“Si el Catolicismo fuera un enemigo de la Patria, no sería una religión divina. La Patria es un nombre que trae a nuestra memoria los recuerdos más queridos, y bien sea porque llevamos la misma sangre que aquellos nacidos en nuestro propio suelo, o bien debido a la aún más noble semejanza de afectos y tradiciones, nuestra Patria es no sólo digna de amor, sino de predilección. Sentimos, pues, veneración por la Patria, que en suave unión con la Iglesia contribuye al verdadero bienestar de la Humanidad. Y ésta es la razón porqué los auténticos caudillos, campeones y salvadores de un país han surgido siempre de entre las filas de los mejores católicos” Discurso pronunciado por Su Santidad Pio X el 20 de Abril de 1909.
Y ello porque el amor a la Iglesia y a la Patria nacen del mismo amor a Dios:
“El amor sobrenatural de la Iglesia y el que naturalmente se debe a la patria, son dos amores que proceden de un mismo principio eterno, puesto que de entrambos es causa y autor el mismo Dios; de donde se sigue que no puede haber oposición entre los dos”. Papa León XIII, Encíclica Sapientiae Christianae.
Finalmente, Juan Pablo II, cuyas Encíclicas han sido atacadas desde el comienzo por el “magisterio” deletéreo de Bergoglio, consideró que deshonrar a la patria, o atacar sus intereses legítimos (como hace Bergoglio al rechazar los movimientos patrióticos y promover el globalismo del poliedro), es un pecado contra el cuarto mandamiento:
“Si se pregunta por el lugar del patriotismo en el decálogo, la respuesta es inequívoca: es parte del cuarto mandamiento, que nos exige honrar al padre y a la madre. Es uno de esos sentimientos que el latín incluye en el término pietas, resaltando la dimensión religiosa subyacente en el respeto y veneración que se debe a los padres, porque representan para nosotros a Dios Creador. Al darnos la vida, participan en el misterio de la creación y merecen por tanto una devoción que evoca la que rendimos a Dios Creador. El patriotismo conlleva precisamente este tipo de actitud interior, desde el momento que también la patria es verdaderamente una madre para cada uno. Patriotismo significa amar todo lo que es patrio: su historia, sus tradiciones, la lengua y su misma configuración geográfica. La patria es un bien común de todos los ciudadanos y, como tal, también un gran deber. Como sucede con la familia, también la nación y la patria siguen siendo realidades insustituibles”. Papa Beato Juan Pablo II (Memoria e identidad)
Otro signo clave de que detrás de esta “Encíclica” está el diablo es comprobar cómo Bergoglio usa la Biblia torticeramente para hacerla decir lo que no dice. Recordemos que lo mismo hizo Satanás cuando tentó a Cristo para que se tirara del pináculo del Templo porque sus ángeles le cogerían en brazos y sus pies no tropezarían con las piedras usó el Salmo 91…
Así, verbigracia, en el punto 240, cuando cita a Mt. 10, 34-36 (“No he venido a traer la paz sino la espada”), una frase esencial de Cristo que desbarataría por sí misma todo el irenismo bergogliano, él la interpreta desviadamente diciendo que es una invitación de Cristo a mantener “la fidelidad a la propia opción”, como si profesar la fe católica fuera una opción más, igualmente lícita, como profesar la falsa fe musulmana, judía o budista. Así de grueso es el trazo bergogliano.
Y lo mismo cuando cita los Salmos o la Parábola del buen samaritano, queriéndonos convencer que en ella se justifica la hermandad natural sin Cristo, cuando en ella Cristo habla de “prójimo”, no de “hermanos” (los hermanos solo pueden serlo cuando son hijos de Dios, es decir, cuando han recibido el bautismo y creen en Cristo, Jn. 1, 12-13). Recordemos, en otro pasaje, que Cristo deja claro quiénes son sus hermanos: los que creen en Dios y hacen su voluntad (Mc. 3, 31-35). Y puesto que ni judíos ni musulmanes cumplen los mandamientos de Dios ni creen en el Dios verdadero (Uno y Trino), ellos no son mis hermanos, sino mis prójimos.
Igualmente, cuando tergiversa conceptos católicos de tradicional significado: como cuando dice que la “concupiscencia” es la “inclinación del ser humano a encerrarse en su propio yo, de su grupo, de sus intereses mezquinos” (numeral 166) y no, en realidad, la tendencia al pecado que nos quedó como reliquia del pecado original. Con ello consigue que los poco formados crean que el ideal católico no es evitar el pecado, con la gracia de Dios, sino abrirse a la diversidad y a la aceptación de la inmigración.
No duda tampoco Bergoglio en tergiversar a San Pablo, quien, refiriéndose al Cuerpo místico de Cristo que es su Iglesia, nos dice que todos somos miembros distintos del mismo (1 Cor., 12, 13). Pues bien, Bergoglio usa esa cita nada menos que para hacernos creer que todas las iglesias o denominaciones cristianas formamos parte de ese cuerpo, como si no fueran sarmientos separados de la vid y nacidas de la herejía (numeral 280).
Más grave aún es querer hacernos pasar a Cristo por un hombre pacifista y relativista. En el numeral 238 dice que “Jesucristo nunca invitó a fomentar la violencia o la intolerancia”. Pues no. Absolutamente no. Cristo no era un pacifista al estilo no-violence de Ghandi o del budismo: como Dios que es, ardía de indignación contra los fariseos de entonces y de ahora (https://comovaradealmendro.es/2016/11/15/quienes-los-fariseos-hoy/). Y ardía en santa ira contra los judíos que le iban a matar, recordándoles en la Parábola de los Viñadores homicidas que a ésos que mataron al Hijo para quedarse con la herencia, les daría mala muerte (Mc. 12, 1-11). Y les anunciaba la muerte a los judíos, que no quisieron que Él reinase sobre ellos (Parábola de las Minas, Lc. 19, 27). ¿Qué tiene que ver Dios con Belial, la santidad con el mal? Dios no tolera el mal ni el error. Lo detesta y lo execra. La tolerancia con el error es satánica pues Satán es el padre del error y de la mentira.
La misma falsedad desliza Bergoglio en el numeral siguiente, el 239, cuando dice que las primeras comunidades cristianas vivían en sentido de “tolerancia”. Si por esa tolerancia se entiende el de aceptar a personas de cualquier raza que se habían convertido a la fe católica, ciertamente sí (de hecho, esas comunidades fueron esencialmente gentiles). Pero si con ello se nos quiere hacer creer que eran tolerantes con el paganismo, la idolatría, el judaísmo o el pecado, absolutamente no. Es digno de recuerdo el episodio en que de San Juan y de sus seguidores en Éfeso no se atrevían a entrar bajo el mismo techo donde se hallaba un hereje reconocido, por miedo a que la casa se derrumbara sobre ellos por castigo divino. Y todos los padres de la Iglesia escribieron para extirpar las herejías de su época y condenar a los herejes.
Vivimos en un momento crítico de la historia de la humanidad. Un falso papa usurpó la silla de Pedro desde 2013, mientras el auténtico Pedro, con todos sus atributos papales, permanece en el recinto del Vaticano orando y sufriendo, esperando que se cumplan las Escrituras. Y aun así, ésta sigue siendo la Iglesia de Cristo, hasta que Bergoglio excomulgue a los que sean fieles al magisterio de siempre de la Iglesia. Será él quien se separe realmente de la Iglesia, pues el resto fiel no se separará de ella, sino que será expulsado (Jn. 16, 2-4), como le pasó a los primeros cristianos, expulsados de las Sinagogas.
Pero la inmensa mayoría de los cristianos sigue ciega. Unos porque no ven. Otros porque no quieren ver. No ven que por primera vez en la historia, alguien que se dice papa se ha alineado perfectamente con los enemigos de la Iglesia, al tiempo que realiza una constante labor de demolición de órdenes religiosas y de la fe de los laicos; aparta a los sacerdotes y obispos que se le oponen; traiciona a la Iglesia martirial china (en aras de su autoinventado principio de que “la unidad es superior al conflicto”, numeral 245); adora a ídolos en el Vaticano; promueve el indigenismo bolivariano; apoya la inmigración musulmana en Europa; blanquea el Islam como religión de paz y de la tolerancia (numeral 192), hasta el punto en que deja caer que el terrorismo islámico deriva de interpretaciones equivocadas del Corán (numerales 283 y 285), cuando es bien sabido que es el mismo Corán, los Hadices y la Sunna los que exigen a los fieles musulmanes, reiteradamente, asesinar a los infieles cristianos y judíos; trata de fariseos a los católicos auténticos; fraterniza con abortistas Lilien Ploumen, Joe Biden, Obama o Hillary Clinton y con marxistas como los Castro, Correa, Mújica, Maduro, etc.; rehabilita a teólogos heréticos como Teilhard de Chardin, Rahner o Boff; se deja asesorar por globalistas neomalthusianos como Schellnuber o Geoffrey Sachs; destroza los sacramentos de la reconciliación, matrimonio y eucaristía con Amoris Laetitia; impulsa la falsa teoría del cambio climático antropogénico de la ONU y su Agenda 2030, que abogan por la cultura de la muerte; abraza y jalea a sus amigos judíos talmúdicos argentinos que esperan la llegada del Anticristo, etc.
Basta leer “La Iglesia traicionada” de Antonio Capponnetto o “El Verdadero Francisco”, escrito por su otrora amigo y muerto en extrañas circunstancias, el periodista Omar Bello para saber que Bergoglio siempre fue así, desde su juventud: traicionero, apóstata consciente de la fe católica, falsario, hipócrita, criptojudío, criptocomunista, masón, gnóstico talmúdico y cabalístico, opositor de todo lo bueno y santo, profanador de Iglesias mediante ceremonias judaizantes, dado a los chistes contra la Iglesia, blasfemo, traidor de sus amigos y colaboradores, maltratador de la Eucaristía, renuente siempre a la adoración al Santísimo y a la sagrada liturgia, etc.
Y si uno sabe quién era y es Jorge Mario Bergoglio tiene el deber de denunciarle como lobo, disfrazado de pastor, como siempre hizo la Iglesia en casos similares, para que no devore al rebaño.
Pues bien, tras embaularme esta farragosísima sentina de palabras huecas en las que se cita constantemente a sí mismo, que hablan de paz, amor y belleza… y sabiendo lo que sé de su personalidad y de su vida, uno no puede dejar de sentir una enorme sensación de asco ante tanta hipocresía, ante tamaña montaña de mentiras, que le acusan a él mismo de hacer justamente lo contrario de lo que pide. Él es el nuevo Judas, el que traiciona a Cristo con un beso, vendiéndole a la Sinagoga de Satanás.
Así, no tiene empacho en decir “Que otros sigan pensando en la política o en la economía para sus juegos de poder” (numeral 77) cuando sabemos, desde hace décadas, que Bergoglio es un animal político que usa la Iglesia para sus tejemanejes politiqueros y no otra cosa está siendo su “pontificado”. O como cuando alaba a la Santísima trinidad como “modelo perfecto de toda vida en común” (numeral 85), pero sabiendo, como sabemos, que blasfemó de ellos diciendo que se peleaban entre sí en la intimidad (https://gloria.tv/post/JEXsoSdmdUkb2jpSMfdx1Fbqh)
Ni tampoco en advertir de aquéllos que “tienen un resentimiento no resuelto hacia su pueblo” (numeral 145), quizás olvidándose de sus reprobaciones diarias a todos los católicos fieles al magisterio de la Iglesia.
En ese mismo sentido, Bergoglio advierte sobre la frialdad de las relaciones virtuales, pero no tuvo rubor en criticar a los curas que, durante los confinamientos de la pandemia, abrieron sus Iglesias para celebrar misas reales y no virtuales, https://infovaticana.com/2020/06/26/el-papa-dijo-que-los-sacerdotes-que-desafiaron-las-medidas-de-confinamiento-actuaron-como-adolescentes/ y https://www.lavanguardia.com/vida/20200316/474193507804/papa-francisco-indignados-coronavirus-soberbios.html y ).
Pues bien, este hombre, el falso profeta del Apocalipsis, intenta convencernos con esta deyección espiritual que lo malo es bueno, y lo bueno malo. Se trata de un enorme pecado contra el Espíritu Santo, porque reniega de la Verdad conocida y hace pasar por dulce lo amargo (Is. 5, 20), para envenenar al pueblo de Dios con poca formación, dándole una piedra en lugar de un huevo.
No otra cosa es su canto a la ONU (a la que hay que obedecer, https://infovaticana.com/2019/09/18/tiene-el-catolico-el-deber-de-obedecer-a-la-onu/) y su repetición mimética de las consignas masónicas a favor de la fraternidad humana – claro, al margen de la Iglesia y de su magisterio – recogida en las Constituciones de Anderson (la carta fundante de la masonería, escrita en 1723). En el punto I de las mismas se aboga por dejar que cada hombre profese la religión que quiera, “dejando a cada uno libre en sus individuales opiniones”, “cualquiera que sea el credo o denominación que los distinga”, de forma que la masonería está llamada a ser “el centro de unión y el medio de conciliar la verdadera fraternidad entre las personas que hubieran permanecido perpetuamente distanciadas”. Justamente esto es lo que propugna la última “Encíclica” bergogliana. No por casualidad ha recibido el apoyo entusiástico de decenas de logias masónicas por todo el mundo, que ahora solicitan, justamente, que la Iglesia se arrepienta porque ellos tenían razón, ya que su mensaje – siempre condenado por la Iglesia – ha sido acogido ahora por fin acogido por ella, desde que está Jorge Mario Bergoglio. También ha sido alabada por otros enemigos de la Iglesia, esencialmente las izquierdas en España.
La “Encíclica” proclama abiertamente el error del naturalismo (negando el orden sobrenatural), el pacifismo-irenismo (rechazando la justicia de las guerras en legítima defensa), el rechazo de la pena de muerte, que refrendó cambiando el catecismo y que ahora apuntala en el numeral 263 y ss., llegando incluso a criticar la cadena perpetua (pues siempre había estado permitida por la Iglesia para casos excepcionales, http://old.comovaradealmendro.es/2018/08/bergoglio-cambia-el-catecismo/), así como en el indiferentismo religioso (con su tan manida imagen del poliedro, que tanto nos recuerda la Torre de Babel, como si todas las religiones fuesen iguales y no existiese una única auténtica y la demás fuesen falsas, numeral 215) y el relativismo. En fin, es la cloaca del modernismo, quintaesenciada.
Uno de los aspectos más graves de la “Encíclica” es su apuesta por el “diálogo”, por encima de la evangelización y de la misión (algo ya refutado por el mismo BXVI en su discurso a la Universidad urbaniana, en octubre de 2014, https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=22284).
Porque en la “Encíclica” se dice, nada menos, que la verdad es el consenso que se puede alcanzar mediante el diálogo (numerales 50 y 211). En su desviada inteligencia, el diálogo “es el camino más adecuado para llegar a reconocer aquello que debe ser siempre afirmado y respetado, y que está más allá del consenso circunstancial”. La frase es oscura, pero se aclara con la lectura de ambos numerales: para Bergoglio lo verdadero es lo pactable, justo lo contrario de lo que afirma la fe, pues Cristo y el magisterio de la Iglesia no son pactables ni transables. Para él, esos valores universales se reconocen “gracias al diálogo y al consenso”, es decir, no son un prius sino una consecuencia del diálogo (¡¡!!). Lo aceptado por todos es la verdad a la que aspiramos a llegar, pues, como dice Bergoglio, “el hecho de que ciertas normas sean indispensables para la misma vida social es un indicio externo de que son algo bueno en sí mismo”. El corolario de esta manera enfermiza de entender la relación entre la verdad y el diálogo es que “no es necesario contraponer el consenso y la realidad de una verdad objetiva”. A esto hay que contestar que o se es católico o no se es. No hay término medio. No hay una verdad puramente humana alcanzable mediante el pacto o el consenso. Eso es precisamente ser mundano. Pues el que no está con Cristo está contra Él, y el que no recoge con Él, desparrama (Mt. 12, 30).
En esa herejía relativista de Bergoglio, es normal que la moral católica no deba ser impuesta a los demás, ni siquiera debería ser predicable como la verdadera. En sus propias palabras: no cabe un “fijismo ético ni… la imposición de algún sistema moral, puesto que los principios morales elementales y universalmente válidos pueden dar lugar a diversas normativas prácticas” (numeral 214). Esta barbaridad se encuentra condenada en el Syllabus de Pío IX en su proposición 56:
LVI. Las leyes de las costumbres no necesitan de la sanción divina, y de ningún modo es preciso que las leyes humanas se conformen con el derecho natural, o reciban de Dios su fuerza de obligar.
La herejía aquí vertida es gigantesca: los principios universales (pongamos, en su mente, los derechos de la Carta de las Naciones Unidas, interpretadas a la manera liberal y masónica de la ONU, que promueve el aborto, la ideología LGTBI, el cambio de sexo, etc.) son la base sobre las que los agentes sociales y legislativos de un país pueden dialogar para protegerlos más o menos, pero siempre sin poder alejarse de ellos, aunque seas católico.
Otra consecuencia de ese relativismo bergogliano es el derecho del otro “a ser él mismo y a ser diferente” (numeral 218). Por supuesto que todos tenemos derecho a ser como somos, pero en la fe católica hay que exhortar al que está en pecado mortal (por ejemplo, un sodomita, una persona que vive en adulterio, un empresario que no paga los salarios a sus empleados, etc.) o que profesa una fe falsa (protestante, judío, hindú, musulmán…) a convertirse y a ser perfecto, como Dios es perfecto (Mt., 5, 48). No hay mayor acto de caridad que convertir al que está en el error.
En opinión de JM Bergoglio, la “verdad”, con minúsculas (con mayúsculas se referiría inequívocamente a Cristo, Jn, 14, 6), es simplemente que la caridad alcance “su horizonte humano y universal” (numeral 184), perfecta definición del error teológico – condenado por Quanta Cura y Sillabus Errorum de Pío IX- del naturalismo. También, en el numeral 208 dice que la “verdad” está constituida por los “fundamentos más sólidos que están detrás de nuestras opciones y también de nuestras leyes”. Esto es puro relativismo. Viene a decir que lo que fundamenta cada opción legislativa de un Parlamento (valores relativos, necesariamente) son verdad. Como si no hubiera una Verdad única, Cristo y su doctrina, sino diversas verdades, cada una de las cuales informa diversas opciones, igualmente válidas. Esto es, señores, el resumen y quintaesencia del relativismo, y el error del positivismo (Kelsen, Weber). Y acaba: “indagando la naturaleza humana, la razón descubre valores que son universales, porque derivan de ella”. Es decir, es la razón la que descubre valores universales (necesariamente no católicos, que son rechazados por enormes masas de la sociedad y que jamás la UE o la ONU dejarían que informasen las leyes de una sociedad, pues las tacharían de contrarias a los derechos humanos). ¡No! La verdad de la caridad se alcanza por la fe, y se cifra en amar a Cristo y, por Él, amar a nuestros hermanos como a nosotros mismos. La verdad no nos lleva a lo universal y a lo humano, sino a lo divino. Pero aún tiene arrestos para decir que “el relativismo no es la solución” (numeral 206).
Citando al gran teólogo suizo Romano Amerio (Iota Unum), podemos decir que ese concepto de diálogo no es católico, por cinco razones:
“Primero, porque tiene una función puramente heurística: como si la Iglesia dialogante no poseyese la verdad, sino que la buscase; o como si dialogando pudiese prescindirse de la posesión de la verdad.
Segundo, porque no reconoce la posición superior de la verdad revelada: como si hubiese desaparecido la distinción de grado axiológico entre naturaleza y Revelación.
Tercero, porque supone paridad (aun solamente metódica) entre los dialogantes: como si prescindir de la ventaja de la fe divina, incluso sólo por ficción dialéctica, no fuese un pecado contra la fe.
Cuarto, porque postula que todas las opiniones de la filosofía humana son indefinidamente disputables: como si no existiesen sin embargo puntos de contradicción esencial que truncan el diálogo y dejan solamente la posibilidad de la refutación.
Quinto, porque supone que el diálogo es siempre fructuoso y “nunca hay nada que sacrificar” (OR, 19 noviembre 1971): como si no existiese un diálogo corruptor que suplanta la verdad e implanta el error, y como si no se debiese en tal caso rechazar el error antes profesado”.
Estos errores bergoglianos fueron condenados por el Syllabus de Pío IX, en las siguientes proposiciones:
“IV. Todas las verdades religiosas dimanan de la fuerza nativa de la razón humana; por donde la razón es la norma primera por medio de la cual puede y debe el hombre alcanzar todas las verdades, de cualquier especie que estas sean. V. La revelación divina es imperfecta, y está por consiguiente sujeta a un progreso continuo e indefinido correspondiente al progreso de la razón humana”.
XII. BERGOGLIO IMPUGNA LA DOCTRINA DE LA GUERRA JUSTA
Conviene recordar, además, porque es negada por Bergoglio en los numerales 256 y ss., la doctrina de la guerra justa, que ha existido siempre en la Iglesia hasta la actualidad: así, en el numeral 2308 del Catecismo de Juan Pablo II, citando Gaudium et Spes 79, 4, se recuerda que los Gobiernos tienen derecho a la guerra en defensa propia. Y en el numeral 2309 el Catecismo recuerda cuáles son las condiciones de una guerra justa en legítima defensa:
– <<Que el daño causado por el agresor a la nación o a la comunidad de las naciones sea duradero, grave y cierto.
– Que todos los demás medios para poner fin a la agresión hayan resultado impracticables o ineficaces.
– Que se reúnan las condiciones serias de éxito.
– Que el empleo de las armas no entrañe males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar. El poder de los medios modernos de destrucción obliga a una prudencia extrema en la apreciación de esta condición.
Estos son los elementos tradicionales enumerados en la doctrina llamada de la “guerra justa”>>.
Juan Pablo II nunca cuestionó el derecho de un Estado a la legítima defensa. ¿Cómo iba a hacerlo, siendo él polaco, nación invadida sucesivamente por la Alemania nazi y por la Rusia comunista de Stalin, a las que el pueblo polaco y especialmente los cristianos resistieron con uñas y dientes? De hecho, en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz de 1982, afirmaba que “los cristianos, si bien se esfuerzan por resistir y prevenir toda forma de agresión, no dudan en afirmar que, en nombre de un principio elemental de justicia, la gente tiene el derecho e incluso el deber de proteger su existencia y libertad con medios proporcionados ante el injusto agresor”.
XIII. Y SIGUEN LOS ERRORES Y HEREJÍAS
En el numeral 189, cuando cita algunas de las lacras de las violaciones de derechos humanos (trata de personas, hambre, especulación financiera…) llama poderosamente la atención que omite el mayor atentado contra los derechos humanos de la humanidad hoy y desde hace muchos años: el aborto, el asesinato de niños en el vientre de sus madres, ya que la vida es el derecho sustrato del resto de derechos. O la eutanasia. O la libertad religiosa, inexistente en los países musulmanes…
También cita la Shoah, justamente, como ejemplo de atentado contra la vida, pero omite las miles de persecuciones y exterminios de cristianos durante la historia (se me viene a la cabeza los mártires de La Vendée, o de la Guerra Civil española, o el genocidio armenio a manos de los turcos, el gulag ruso, o todas las violaciones, arrestos, asesinatos de cristianos tras el telón de acero, etc.). Como siempre, su “olvido” para con los suyos es proverbial… y muy revelador.
Bergoglio es inteligente en su mentira y no puede pasar por alto que la fraternidad debe ser en Dios (numeral 272), fundamento último de la hermandad entre los hombres. Esto a primera vista parece ortodoxo, pero resulta que esa afirmación queda plenamente cooptada en la medida en que considera que todas las religiones son iguales porque todas tenemos al mismo Dios por Padre. Pues bien, ni el Islam ni el budismo ni el hinduismo ni el sintoísmo, etc. tienen a Dios por padre. Incluso las religiones asiáticas no creen en un Dios universal. Y, desde luego, el Dios del Islam o del judaísmo no es el Dios auténtico (Uno y Trino).
La visión de Bergoglio es completamente indiferentista pues cree que cada “tradición” (numeral 284) o cultura religiosa es legítima y digna de expresar ese amor a Dios a la manera propia, rechazando a Cristo, que es, de nuevo, piedra de tropiezo. Para él todas las religiones son caminos igualmente válidos para alcanzar la salvación. Así, en el numeral 275 pone los “textos religiosos” de cada religión a la misma altura que el Antiguo y del Nuevo Testamento: “Los textos religiosos clásicos pueden ofrecer un significado para todas las épocas, tienen una fuerza motivadora», pero de hecho «son despreciados por la cortedad de vista de los racionalismos»”. Y por eso considera que “para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo” (numeral 277), terrible blasfemia por lo que tiene de igualación de la Palabra de Dios con los textos bastardos de otras religiones, todas falsas. Basta, dice él, con “adorar a Dios” (numeral 282). Pero, claro, nunca a Cristo, ¿verdad? Porque bien sabemos que Bergoglio nunca se arrodillaba en Argentina ante la Eucaristía, desde que era joven y que tampoco lo hace ahora, desde 2013 (aunque lo haya hecho en otras ocasiones menos santas).
Esto es puro indiferentismo religioso, condenado por el Syllabus, numeral XVI: “XVI. En el culto de cualquiera religión pueden los hombres hallar el camino de la salud eterna y conseguir la eterna salvación.”.
En todo caso, el papel que Bergoglio le destina a la Iglesia no es el de llamar a la conversión, sino el de “acompañar la vida” y “romper muros” (numeral 276). No podía faltar tampoco una alusión a Nostra Aetate (cita 271), posiblemente el más errático Documento del CVII, promovido por el cardenal masón de la Lista Pecorelli Agostino Bea, alias Behayim). Recordemos que el Card. Bea a punto estuvo de quitarle la fe a su secretario personal, el sacerdote jesuita irlandés Malachi Martin, como él confesó después.
E così via…
XIV. REFLEXION FINAL
Desde 2013 hemos entrado en el fin de los últimos tiempos.
Este año 2020, además, marca un punto de inflexión en los acontecimientos finales de la historia: el Nuevo Orden Mundial necesitaba una crisis formidable para poder ofrecer su propia solución: un Gobierno mundial ateo. Antes de ello, provocarán, gracias al virus que crearon, una crisis económica sin precedentes, que motivará que el comunismo se imponga en todo el mundo (la Virgen lo dijo en Garabandal). Esa situación crítica social, sanitaria, económica, la apaciguará un personaje carismático que emergerá para traer la solución humana a todo, al precio de la apostasía. Y será ensalzado como el nuevo mesías, el salvador del mundo.
Pues bien, Bergoglio, como falso profeta, necesitaba apuntalar el discurso oficial de la ONU para engañar a todos los fieles católicos: con esta “Encíclica” corrobora la tesis globalista de que este virus en absoluto puede ser un castigo de Dios por los horribles pecados de la humanidad, que claman al Cielo, sino la respuesta de la Naturaleza y de la realidad a nuestros desastres ecológicos (numeral 34), porque somos una plaga para el mundo Recordemos una de las frases favoritas de Bergoglio, típicamente blasfema por lo que tiene de personificación de la Naturaleza: “Dios perdona siempre, el hombre a veces y la Naturaleza nunca” (https://www.vidanuevadigital.com/2020/03/23/el-papa-francisco-a-evole-sobre-el-coronavirus-dios-perdona-siempre-nosotros-a-veces-y-la-naturaleza-nunca/).
También era necesario secundar la falsa denuncia izquierdista (al menos, típica en España) de que esta pandemia se ha visto catalizada porque los países han desmantelado sus sistemas de sanidad públicos (numeral 35). En España la sanidad es pública y universal. E importantes políticos de derechas han contribuido a crearla y mejorarla.
Y confirma el pensamiento mundialista de que esta “pandemia” nos debe hacer ver que los países no pueden luchar contra ella aisladamente, sino que nos tenemos que unirnos todos para derrotar a este enemigo común. Ellos crean el problema y ellos ofrecen la solución. Típico de la masonería iluminada que gobierna el mundo. ORDO AB CHAOS.
El poderoso mensaje que Bergoglio envía al mundo y a la Iglesia católica con este texto es maligno, y está calando:
Con este apoyo incondicional a la ONU y al Nuevo Orden Mundial, Bergoglio no solo no rechaza, como él dice, el globalismo unidimensional y monocolor (numeral 100) sino que lo abraza apasionadamente, ya que ese globalismo está apoyado en el neomaltusianismo y el satanismo de los más poderosos (numeral 52) y de las grandes corporaciones y finanzas mundiales, con cuyos líderes se reúne habitualmente, (Clinton, Soros, Obama, Zuckerberg, Ki-Moon, etc.), al tiempo que rechaza a los patriotas cristianos que se oponen a ser barridos por las consignas del NOM. El apoyo dado a Joe Biden, el viejo abortista y pro ideología de género norteamericano, frente al presidente Trump (apoyo que replican vergonzosa y apostáticamente televisiones y radios supuestamente católicas como la COPE o 13TV) no es más que un ejemplo de ello. La armonía y conexión entre el Vaticano y el Nuevo Orden Mundial izquierdista y masónico es total. El pacto con la tiranía china para acabar con la Iglesia remanente y martirial china es otro botón de muestra, dramático, de lo que decimos.
La intención de Bergoglio es, no lo esconde, “soñar y pensar otra humanidad” (numeral 127) sobre la base de la supuesta dignidad humana (dignidad, que, sin Cristo, es una veleta desnortada); crear un proyecto común basado en un mundo sin fronteras (numeral 150), en el que nadie pueda vivir aisladamente (numeral 8).
Así las cosas, los católicos fieles que no quieran sumarse a este infernal proyecto serán calificados por Bergoglio (ya lo están siendo desde 2013, https://comovaradealmendro.es/2016/11/15/quienes-los-fariseos-hoy/) de rígidos, inmisericordes, exclusivistas, fundamentalistas… Ya ha puesto en el punto de mira a Vox, el partido patriótico español de raíces cristianas que, con todos sus defectos, tiene muy claro que hay que resistir al Nuevo Orden Mundial. No por casualidad, Bergoglio odia a España y a la Hispanidad, y por eso apoyó que sacaran a Franco del Valle de los Caídos. Igualmente, tras reunirse con los Cards. Osoro, Omella y el obispo Argüello, éstos salieron a decir entre líneas que había que buscar el consenso sobre este tema, ocasión para pacificar el asunto. Es decir, la rendición. Porque Bergoglio no acepta ninguna resistencia. Y Vox, ahora mismo, lo es. De forma que se opone a ese partido toda la Conferencia Episcopal española, apóstata y cobarde como pocas, dócil y remisa también a favor del inmigracionismo y del ecologismo bergogliano. Hasta Munilla alaba la Encíclica (¡ay, las estrellas cayendo del Cielo de la fe!), perros mudos que callan cuando el lobo devora a las ovejas…
Ese resto fiel que se atreva a levantar la voz contra Bergoglio y su siniestro plan de apoyo a los planes globalistas del NOM será perseguido a muerte (Jn. 16, 2-4). Porque esa falsa Iglesia de Bergoglio fornica con los reyes de la tierra y se embriagará con la sangre de los mártires, a la que animará a perseguir, montada como ya está sobre el Dragón Rojo del comunismo (Apoc. 17). No por casualidad los líderes del PSOE y de Podemos alaban la Encíclica y la usan contra Vox. Y esa falsa Iglesia que vio San Juan en Apoc. 17 se viste de rojo y de púrpura, los colores de las vestimentas de los cardenales y obispos que ya están apostatando, apoyando a quien okupa la silla de Pedro, destrozando la santidad, la verdad y la fidelidad al Evangelio.
Pues bien, esta enorme herejía, resumen de todas las que en el mundo han sido, es condenada sin ambages por Pío IX en Quanta Cura:
“Sabéis muy bien, Venerables Hermanos, que en nuestro tiempo hay no pocos que, aplicando a la sociedad civil el impío y absurdo principio llamado del naturalismo, se atreven a enseñar «que la perfección de los gobiernos y el progreso civil exigen imperiosamente que la sociedad humana se constituya y se gobierne sin preocuparse para nada de la religión, como si esta no existiera, o, por lo menos, sin hacer distinción alguna entre la verdadera religión y las falsas»”.
Y la actitud de Bergoglio, igualmente aparece condenada en la proposición LXXX del Syllabus:
“El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, con el liberalismo y con la moderna civilización”.
Ya Pío XII, en su RADIOMENSAJE AL CONGRESO NACIONAL CRISTO REY DE COLOMBIA CONVOCADO PARA CELEBRAR EL I CENTENARIO DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN (Domingo 30 de septiembre de 1945) dejó bien claro cuál es la verdadera fraternidad:
“El Sagrado Corazón de Jesús es manantial de justicia y de amor — «Cor Iesu, iustitiae et amoris receptaculum»—; y por eso le suplicamos que cierre vuestros oídos, que cierre principalmente los oídos de vuestras clases más necesitadas, a aquellas doctrinas que vienen predicando rebelión, odio y destrucción, y que abra en cambio los ojos a quienes, de entre vosotros, han de procurar la realización de una verdadera fraternidad social cristiana, que ofrezca a todos un razonable bienestar; porque no hay ninguna justa aspiración, que no tenga cabida en la doctrina social católica”.
Y en el mismo sentido Gaudium et Spes, numeral 3, advierte de cuál debe ser la auténtica fraternidad a la que la Iglesia debe subvenir: la que está basada en Cristo, que es la Verdad, el Camino y la Vida:
“Al proclamar el Concilio la altísima vocación del hombre y la divina semilla que en éste se oculta, ofrece al género humano la sincera colaboración de la Iglesia para lograr la fraternidad universal que responda a esa vocación. No impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna. Sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido”.
Porque si alguien os predica un Evangelio distinto, sea anatema y maldito.
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I Tesalonicenses 5,2-5:
[2]Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche.
[3]Cuando digan: «Paz y seguridad», entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta; y no escaparán.
[4]Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese Día os sorprenda como ladrón,
[5]pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas.
Conviene contrastar esto con otro texto evangélico:
Lucas 21,25-27.34-36:
[25]«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas,
[26]muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas.
[27]Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria.
[34]«Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupacines de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros,
[35]como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra.
[36]Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.»
¿Paz y seguridad sin Cristo?
¿No cabe la sospecha de que el Castigo según Garabandal (ruina, lazo) se refiera a un gran cuerpo celeste (asteroide, cometa o similar) que impacte en el mar (cf. Apocalipsis 8,6 ss.), por cuya circunstancia catastrófica, a fin de controlar el mundo, se haría realidad Apocalipsis 13,11 ss.)?