Cristo resucitado es Cabeza y Cuerpo, lo que San Agustín llamó el “Cristo Total”, pues Cristo es la Cabeza y su Iglesia es su Cuerpo Místico. Así lo escribió San Agustín: “Todos los hombres son uno en Cristo y la unidad de los cristianos no constituye, sino un solo hombre. Y ese hombre es todos los hombres, y todos los hombres son este hombre; porque todos son uno, ya que Cristo es uno. No existe sino un hombre que alcance hasta el fin del tiempo. Este es el «Cristo Total». Cristo unido con la Iglesia”.

    Por eso la Iglesia, Maestra y Madre, nos enseña el concepto de la Comunión de los Santos, que es la participación común de todos los bienes espirituales de todos sus miembros. Cada acto hecho en la voluntad de Dios ayuda y fortalece a todo el Cuerpo, así como todo pecado afecta y debilita a todo el Cuerpo, como lo enseñó el Apóstol San Pablo (1 Co 12,24-27).

    La Iglesia también nos enseña que el Cuerpo de Cristo está conformado por tres grupos de miembros: Iglesia Militante, Iglesia Purgante e Iglesia Triunfante. Por otra parte, sabemos que Dios no está atado al tiempo, vive en un eterno presente. El Cuerpo de Cristo, que es su Iglesia, también goza de esa intemporalidad. Todo esto nos lleva al concepto de “Iglesia Total”, que es la Iglesia conformada por los tres grupos, y estos trascendiendo al espacio y al tiempo, pues su Cabeza, que es Cristo, prevalece sobre esas limitaciones humanas.

    La comprensión de este misterio nos revela un poder enorme, extraordinario, que será necesario conocer y utilizar durante la Gran Tribulación para poder salir victoriosos en esa batalla final. Aunque estuviésemos solos en algún refugio, monasterio o comunidad de los últimos tiempos, en realidad no lo estamos si comprendemos y utilizamos esta vital ayuda celestial, la Comunión de los Santos llevada a su máxima expresión: contamos con el favor y los bienes espirituales de todos los Santos de todos los lugares y tiempos, presentes, pasados y futuros; Santos militantes, purgantes y triunfantes.

    A esta gran ayuda se suman todas las huestes celestiales de Ángeles que tienen el encargo de Dios de proteger a todos los que se hayan constituido Monte Sión (Ab 1,17; Jl 3,5; 2 R 19,31; Is 37,32), esto es, a quienes hayan hecho de sí mismos Templos Vivos de Dios. Y recordemos que solo un tercio de los Ángeles se unieron a Lucifer en su rebelión, lo que nos lleva a concluir que dos tercios de ellos pelean de nuestra parte. Si nos acostumbramos a invocarlos, a invitarlos a nuestras luchas, a pedirles protección y ayuda en los momentos decisivos, ellos harán su trabajo demostrando su poderosa fuerza y llevando a plenitud el cumplimiento del Salmo 91; comprenderemos por qué un hombre puede salir ileso aún viendo caer mil a su lado y diez mil a su derecha, librado de la guerra, de la peste y de todas las calamidades que se amontonarán en la prueba final.

    La Iglesia Total comprendida en toda su profundidad y extensión representa una fortaleza inexpugnable, un arma temida y terrible para todos los enemigos de Dios y de su Pueblo. Por eso son tan importantes las Letanías de los Santos, la invocación de protección de San Miguel Arcángel, y todas las oraciones con las cuales pedimos la ayuda de los Ángeles y de todos los Santos de todos los tiempos y lugares. No estamos solos. Formamos parte de un maravilloso Cuerpo Místico, que trasciende al espacio y al tiempo, dispuesto por Dios como baluarte, escudo y ayuda para sus hijos de cualquier época, y en especial durante el momento más duro y difícil de toda la historia de la humanidad, el período que precede a la Parusía.

    Contemplemos la trascendencia y el alcance de esta unidad de la Iglesia en el mismo desarrollo de la Revelación acerca de los acontecimientos finales, sobrevolando ambos Testamentos, y remontándose hasta los orígenes de la humanidad: pecado, consecuencias, Redención y Corredención. Esto es, la unidad de la acción de Dios y de su Iglesia más allá del tiempo presente.

    Por Santos muy marianos como San Alfonso María de Ligorio y San Luis María Grignion de Montfort, sabemos que todas las gracias se dispensan únicamente a través de María, y que todos los que se salvan lo logran por mediación de esta divina Madre.

    A través de su maravillosa obra Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, San Luis María explica que al final de los últimos tiempos la Santísima Virgen debe ser exaltada por el Espíritu Santo, a fin de que a través de Ella Cristo sea conocido, servido y amado. En la Primera Venida de Jesús al mundo, María pasó casi desapercibida; pero en el retorno glorioso de Cristo será todo lo contrario: Ella brillará como la aurora que anuncia la llegada del Unigénito de Dios, Eterno Sol.

    Como Capitana, San Luis nos explica que María llevará a cabo el encargo divino de formar a los santos para la batalla final, a quienes ella llamó en La Salette, sus “apóstoles de los últimos tiempos”, y quienes llenos de gracia y de celo apostólico, serán valientes soldados convocados por Dios para oponerse a sus enemigos, contando con la guía y protección de la Madre de Dios. Con una mano trabajarán por el Reino de Dios y con la otra combatirán a los apóstatas, las herejías y el Gran Cisma Final (Ne 4,11).

    Así describe el santo de Montfort a estos valientes santos:

    “Serán como brasas encendidas en medio de los ministros del Señor, y pondrán el fuego del amor divino en todas partes (Sal 104,4; Hb 1,7).

     Serán como flechas agudas en la mano poderosa de María para herir a los enemigos de Dios (Sal 127,4).

    Serán hijos de Leví, bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones, y bien unidos a Dios, que llevarán el oro del amor en el corazón, el incienso de la oración en el espíritu, y la mirra de la mortificación en el cuerpo, y que por todas partes serán el buen olor de Jesucristo para los pobres y para los pequeños, mientras que serán mensajeros de muerte para los grandes, para los ricos y para los orgullosos del mundo (2 Co 2,15-16; Ml 3,3).

    Serán nubes aterradoras y ligeras que volarán por los aires al menor soplo del Espíritu Santo, y sin adherirse a nadie, ni espantarse de nadie, ni apenarse por nada, esparcirán la lluvia de la palabra de Dios y de la vida eterna; tronarán contra el pecado, bramarán contra el mundo, y ministros fieles de Dios, vencerán al diablo y sus súbditos, y herirán de parte a parte, para la vida o para la muerte, con la espada de dos filos de la Palabra de Dios, a todos aquellos a quienes sean enviados de parte del Altísimo (Ef 6,17; Hb 4,12).

   Serán verdaderos apóstoles de los últimos tiempos a quienes el Señor de las virtudes dará la palabra y la fuerza para obrar maravillas y ganar gloriosos despojos a sus enemigos; dormirán sin oro ni plata, y lo que es más, sin cuidado alguno ni miedo a nadie, y sin embargo, serán como las plateadas alas de la paloma para ir con la pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de las almas a donde los llame el Espíritu Santo, y no dejarán tras sí donde hayan predicado, más que el oro de la caridad, que es el cumplimiento de toda la ley (Is 60,8; Rm 13,10).

   En fin, sabemos que serán verdaderos discípulos de Jesucristo, que, marchando sobre las trazas de la pobreza, humildad, desprecio del mundo y caridad, enseñarán el camino derecho de Dios y de la verdad, según el Santo Evangelio, y no según las máximas del mundo, sin apenarse por nada, sin hacer acepción de personas, sin cuidarse de nadie, ni escuchar, ni temer a ningún mortal, por poderoso que sea.”

    En estos últimos tiempos solo los esclavos de María podrán hacer frente a los horrores del Anticristo y a la Gran Tribulación. A través de ellos se desatará todo el vigor de la Iglesia Total, pues es gracias a la poderosísima asistencia y mediación de María Santísima que sus verdaderos devotos pisarán con Ella la cabeza de Satanás y traerán de vuelta a los cautivos.

    Esta maravillosa reflexión sobre la Iglesia Total es de un amigo, monje español que ha dedicado muchos años a indagar en esta dimensión esencial de la Iglesia de Cristo. Con su permiso y revisión escribí este artículo, complementándolo con citas textuales de la referida obra de San Luis María Grignion de Montfort y con algunos aportes de mi parte.

 

Mauricio Ozaeta.

Mauricio Ozaeta

Nacido en Caracas en 1970, de padre español y madre colombiana. Ingeniero de Sistemas, con maestría en Telecomunicaciones. Trabajó siempre en el sector de tecnología. En 2016 dejó de trabajar para el mundo por inspiración divina, y llevado por la mano de María Santísima se entregó por completo al servicio de Dios, con tres principales misiones dadas por el cielo: alertar la proximidad de la Parusía, anunciar el Reino de Dios en la Tierra, y difundir la devoción a la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo (nacida en Nigeria). Es autor del libro “Quinto Reino – Un Mensaje de Esperanza Renovada”, y su página web es www.yalleganuestraliberacion.com (mismo nombre de su canal YouTube: YA LLEGA NUESTRA LIBERACIÓN). mauricio.ozaeta@comovaradealmendro.es .

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