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HISTORIAS EJEMPLARES DEL SANTO ROSARIO. Un maestro perverso cambia de vida

Se cuenta en los escritos del beato Alano de la Roche de un maestro perverso, quien tenía por alumnos a los hijos de sus conciudadanos. Movido por sus malos deseos, atraía a las madres que deseaba pidiendo a sus hijos le trajeran una hebra de cabello de las mismas y con conjuros mágicos lograba su cometido.

Un día, uno de aquellos muchachos quiso tomar pelo de su madre para entregar al maestro. Pero como la mujer advirtió ese hecho tan extraño, confrontó al jovencito, quien acabó por contarle que el cabello se lo había pedido el maestro. La madre dio el cabello al muchacho para observar en qué paraba todo aquello. Desde ese momento comenzaron a pasar cosas extrañas en la casa e informando la mujer de lo acaecido a su esposo, este puso en conocimiento de las autoridades el hecho y el turbio profesor fue arrestado y conducido a la cárcel.

Estando en aquel lugar conoció a un preso que estaba allí por su vida disoluta. Al ver el malestar del maestro, este le instó a rezar la Corona del Santo Rosario, prometiéndole grandes gracias si lo hacía, especialmente el verse libre del cautiverio. Dudoso, el profesor preguntó a su compañero que llevaba mucho en aquella cárcel por qué debería creer en aquello que le decía, si él, habiendo rezado la Corona diariamente seguía preso todavía. A esta duda respondió el compañero: «Yo estaría libre si hubiera querido, porque después de treinta años me preguntaron si deseaba salir. Pero yo no quise, pues temí caer en los vicios y crímenes que cometí en el pasado. Para mí, ahora, lo más importante es hacer penitencia. El pan y el agua que recibo aquí son alimentos muy agradables a la Santísima Virgen María. Con ellos la sirvo y hago penitencia».

Después de escuchar aquel relato, el maestro pensó en rezar el Santo Rosario cada día. Pasaba el tiempo y nada ocurría y cada vez se sentía más inquieto. Un día, cansado de la prisión, dirigió unas palabras a la Virgen: «Madre, si me liberas, prometo dedicar mi vida por entero a ti, consagrándome a tu servicio». Enseguida se le aparece María Santísima, preguntándole si prometía ser fiel a esas palabras. El maestro prometió fidelidad y, repentinamente, se encontró fuera de la prisión, en un lugar habitado donde podría servirla como había prometido.

Así fue como comenzó a enseñar a los niños y jóvenes del lugar, siendo su misión primordial la de enseñarles el rezo del Santo Rosario. En poco tiempo eran ya 3.000 los muchachos que recitaban la Corona y, lo que es más hermoso, estos la enseñaban a rezar a sus familas.

Varios hechos portentosos obrados por el rezo del Santo Rosario

En aquellos parajes se dio un incendio que calcinó muchos hogares y campos. Pero lo hermoso de todo fue que la escuela, que debió ser totalmente devorada por las llamas por hallarse en el centro del incendio, quedó completamente intacta. Precisamente en ella era donde cada mañana el maestro y los muchachos rezaban el rosario. Tampoco sufrió desperfecto alguno la casa del docente.

Otro hecho acaecido fue un saqueo del lugar que fue invadido por soldados enemigos, pero gracias a la Virgen María se salvó la casa del maestro y las de los otros que recitaban el Rosario; ninguno de ellos fue maltrecho ni robado. Los saqueadores no pudieron encontrar ninguna puerta, ninguna ventana o alguna otra entrada, y regresaron con las manos vacías.

Posteriormente, el profesor fue trasladado a otro lugar para seguir cumpliendo su promesa a María Santísima. Como había hecho en su primer destino, instó a todos sus alumnos a rezar el Salterio a María. La escuela de aquella localidad se hallaba dentro de la iglesia. Con tesón logró que muchos acudieran al rezo del Rosario y crecieron mucho en número y fervor.

Una vez, mientras estaban todos rezando la Corona, apareció una hermosa Señora, y a su lado un hermoso Hombre. Se encontraban en un trono de artesanía angelical. Estuvieron allí sentados, escuchando el rezo, terminado el cual, María, nuestra Madre y Reina celestial, se arrodilló a los pies de aquel Joven, que no era otro que su amado Hijo Jesucristo, nuestro Salvador, y le pidió la merced de que impartiera una bendición sobre aquellos que allí estaban y que habían rezado con tanto amor el Rosario. Él consintió y les dio la bendición que su Madre había pedido. Todos los presentes atestiguaron haber visto a la Señora radiante y encantadora.

Al final, el ya buen maestro, entró en la Orden de Predicadores, convirtiéndose en un gran orador que continuamente recomendaba el rezo del Rosario y la honra y gloria de la Santísima Virgen María.

Montse Sanmartí.

Sacado de los escritos del Beato Alano de la Roche.

Como Vara de Almendro

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