Nos llega la siguiente misiva de David de Jesús, desde Hispanoamérica. Como verán, nos comunica la triste situación de algunos sacerdotes en el continente hermano. Tal vez esta realidad que nos comenta nuestro hermano no es tan palpable en Europa. No obstante no queremos dejar de mostrar esta cara de la moneda a fin de que, como católicos, podamos orar más intensamente por nuestros sacerdotes. Sabemos las dificultades que entraña ser ministro de Dios. Tanto más en estos momentos de tanta confusión. Gracias a Dios todos conocemos sacerdotes excepcionales, entregados a su ministerio, ejemplares en su conducta. Pero ellos no son noticia. Por el contrario, el pesar y el escándalo que causan los que no sirven más que a sus intereses nos duele y nos preocupa sobremanera.
Por todo ello, alentamos a nuestros lectores a orar por todos nuestros sacerdotes. Por los buenos, para que perseveren, y por los que están desencaminados, para que reflexionen en su comportamiento y puedan cambiar de conducta. Les pedimos a todos nos unamos para ofrecer nuestros sacrificios, nuestras misas, rezo del santo rosario y visitas al Santísimo y ratos de adoración, para que sean sal y luz para los fieles y sirvan de ejemplo de santidad y fidelidad a Dios y a la Iglesia.
POR DAVID DE JESÚS
La situación generada por Bergoglio desde la cúpula de la Iglesia ya está afectando a muchos sacerdotes, quienes viven una zozobra y un estado de nervios impresionante que los lleva, incluso, a tratar de mala forma y manera despectiva a sus feligreses.
Y no es para menos, por la cantidad de exigencias y mandatos que, sin soporte legal ninguno, le llegan a los obispos desde la cúpula y que tienen que ser implementadas de inmediato en las parroquias so pena de faltar al voto de obediencia y que se genere una destitución. Eso es absolutamente notorio. No se necesitan documentos para probarlo: los sacerdotes están desesperados.
Muchos de ellos no quieren que nadie les pregunte sobre Bergoglio, o que un feligrés cuestione la iglesia y las nuevas decisiones morales, litúrgicas y pastorales. Algunos se molestan por todo, están irritables, insultan a los feligreses, los maltratan psicológicamente, haciéndoles sentir culpas inexistentes, gritan, maltratan por las redes sociales, responden groseramente. Todo lo contrario a lo que las comunidades ven en el púlpito en las misas dominicales en las que los sacerdotes hablan de no consentir sentimientos de ira, enojo, rabia, rencor, venganza, y ser tolerantes, compasivos, compresivos, tres aspectos que algunos de ellos olvidan una vez terminan la celebración de la Santa Misa, para convertirse en seres arrogantes, sin piedad, boquisucios, intolerantes y maltratadores con quienes no actúan como ellos quieren que se actúe.
Durante la celebración y la misa, algunos hablan con una voz muy dulce y suave, pero una vez en la sacristía y su oficina son otra cosa: impositivos, dominantes, groseros e irrespetuosos.
Es triste reconocerlo, pero es mucho más deprimente escribirlo. ¡Qué dura realidad!
Los sacerdotes, muchos de ellos, tampoco son en esta época lo que eran antaño. Los párrocos actuales quieren hacer e imponer lo que les viene en gana. Son practicantes de ritos de Nueva Era, hacen control mental – incluso mientras celebran la misa -, practican zen, yoga, meditación trascendental, brujería, espiritismo, ouija, medicinas alternativas, se desdoblan, son comunistas o, como mínimo, teólogos de la liberación, no tienen fe, no tienen unción, no tienen humildad, son ególatras, pro lgbtiz, son abortistas, son proeutanasia y algunos hasta simpatizan con el satanismo. Los ordenan en los seminarios sin saber nada de Mariología ni de Angelología, pero son expertos en comunismo marxista, Ideología de género y otras barbaridades.
Desde hace décadas, la formación que reciben en muchos seminarios es terrible. Están súper contaminados. Así lo demuestran tantas noticias que publican los medios de comunicación en todo el mundo: abusos de toda clase al interior de los seminarios, 90% de los seminaristas del Brasil son homosexuales, etc., etc. Y todo eso llega a las parroquias y a la feligresía con el visto bueno de los obispos….
Muchos de ellos llegan a las parroquias con una máscara de piedad, recogimiento, amor a la Virgen, a san José, a los santos, a promover devociones y festividades, en la medida en que representen una buena asistencia de parroquianos y se traduzca en buenos recursos económicos. Hasta se inventan supuestos destinos de esos dineros con tal de pasar dos y hasta tres veces el rastrillo. Pero si miente quien okupa la silla de Pedro, ¿por qué no puede mentir un párroco, verdad?
Algunos también están felices viviendo amplia y tranquilamente su pecado. Se sienten apoyados desde la cúpula. Están a gusto con Bergoglio.
Algunos se atreven a llevar a la parroquia y poner a trabajar a su pareja sentimental (hombre o mujer) con un sueldo moderado, pero permitiendo que sus bolsillos se llenen cada domingo con parte de las ofrendas. Y creen que la gente no se da cuenta. La gente sí lo nota, más de lo que creen. Los llevan de parroquia en parroquia cada vez que el obispo los traslada y juran que nadie ve nada.
Muchos de los sacerdotes de esta época, de estos últimos tiempos no son como los de hace 30, 40 ó 50 años. Han cambiado mucho. ¡Qué pesar! En su mayoría están pegados al mundo, sus placeres y su dinero. Desgraciadamente, muchas veces, puede encontrar uno más fe, dirección espiritual y un mejor consejo en un ingeniero, un médico, un abogado o cualquier otro profesional o no profesional que sea laico comprometido, que en un sacerdote.
Fingen ser misericordiosos, piadosos, amar a la Virgen, pero rechazan a las personas mayores. Utilizan a la gente, son huraños, creen tener ganado el Cielo solo por ser sacerdotes… Pero a quien más se le da, más se le exige.
Muchos de ellos niegan los textos bíblicos y los tergiversan, dicen que fueron escritos para esas épocas y no para la actualidad, cambian agresivamente los textos litúrgicos y la liturgia, no imparten correctamente los Sacramentos, en la confesión nada es pecado, todo lo aceptan como normal, la Virgen está muerta, enseñan y predican el error, la herejía, dando como resultado “católicos” herejes, almas pérdidas que creen ir por el camino correcto porque “el Padre es un santo”, “miren con qué respeto y suavidad nos habla”, “sabe mucho”, y no se dan cuenta que están ante un lobo con piel de oveja…..el más terrible de los lobos, patrocinado desde la cúpula y que está feliz porque desde esa misma cúpula le avalan su pecado de infidelidad, de mentira, de homosexualismo, etc.
Sí. La Virgencita nos pide orar por todos los sacerdotes y personas de vida consagrada, pero también en muchas de sus apariciones nos exhorta a DENUNCIAR la apostasía, la herejía y los malos comportamientos de sus hijos predilectos, tal y como lo hace el mismo Jesús en su Palabra.
¡Sacerdotes queridos, vuelvan al camino de la fe, de la oración, de la humildad, de la castidad, del respeto a sus feligreses, al camino de Dios! ¡Abandonen la mala vida, el apego al dinero, al sexo, al mundo, al pecado, al ego! Soy un simple laico, pero veo a la gran mayoría de ustedes muy nerviosos, inquietos, enredados y actuando muy mal. No muestran a Dios, muestran el mundo. A éstos habría que decirles, como Cristo a Pedro cuando se apartó de los designios de Dios, ¡Vade retro, Satanás!
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Obediencia según Santo Tomás de Aquino
Doctor de la Iglesia
5. ¿Los sujetos están obligados a obedecer a sus superiores en todas las cosas? No, si el Superior ordena algo en contra de Dios o fuera de su esfera de autoridad, la obediencia no se requiere en el último y en el primer caso es pecado.
1. Contra Dios: estamos obligados a obedecer el mandato divino que se conoce a través de la Ley Divina, Escrita y Natural. Desobedecer esto es cometer pecado.
2. Esfera de Autoridad: Esto define los límites de la autoridad. Santo Tomás habla de los límites de la autoridad para los gobernantes, los padres y los líderes religiosos.
Rendir obediencia al falso papa Bergoglio es un pecado de idolatría como lo explica San Vicente Ferrer:
San Vicente Ferrer: “Son cismáticos los que obedecen al falso (papa) cual si fuera legítimo”.
Obedecer a un hereje equivale a desobedecer a Dios y negar la fe. El Magisterio de la Iglesia excomulga automáticamente a los que obedecen a los herejes. Es una blasfemia contra el Espíritu Santo porque obedecer a un hereje es desafiar la verdad revelada por Dios.