Marco Tosatti, 14 enero 2019.
Artículo original en italiano en Stilum Curiae
El arzobispo Carlo Maria Viganò vuelve a dejarse sentir, tras un silencio que ha durado diversas semanas. Lo hace con un llamamiento al ex cardenal Theodore McCarrick; un llamamiento a la conversión, y, sobretodo, a un arrepentimiento público y a una pública petición de perdón a sus víctimas y a la Iglesia. No faltará, naturalmente, quién objetará, en tono farisaico: ¿qué derecho tiene el arzobispo Vigagnò a dirigirse en ese tono a McCarrick? En realidad, Viganò, haciendo esto, cumple aquello que otros, tal vez, hubieran debido sentir el deber de hacer. Por otra parte, una petición de conversión pública y el pedir públicamente perdón por sus propios errores y acciones malvadas parece justa, vista la magnitud pública del daño que ha traído a la Iglesia, además de a cada una de las víctimas cuyas vidas han sido marcadas por el comportamiento de McCarrick. Forma parte en la tración antigua de la Iglesia de siempre.
Las sanciones impuestas por Benedicto XVI al ex arzobispo de Washington podían en base al Derecho Canónico, divulgarse solamente a un restringido número de personas interesadas directamente en el caso, en ausencia de un escándalo público. Ahora, evidentemente, ya no es así. Es reciente la noticia de que James Grein, el acusador clave en el escándalo de posibles abusos a menores cometido por McCarrick, se ha reunido con la asistente del Procurador del Distrito de Manhattan, Sara Sullivan, quien está investigando a largo alcance sobre los abusos del clero y el encubrimiento sistemático. El hecho de que Grein esté colaborando con ja justicia civil indica que estamos frente a un salto de nivel en las investigaciones.
Entonces, frente a un escándalo creciente, que ha llegado a tocar la persona de Francisco, como atestiguan las preguntas del arzobispo Viganò que han quedado sin respuesta, parece más que apropiada una toma de conciencia y un testimonio público de arrepentimiento por parte del principal protagonista del drama, antes que la justicia del Vaticano o la de los Estad¡os Unidos, (¿aunque sea simplemente administrativa, tal vez para evitar descubrir mayores complicidades?) lleguen a un veredicto .
Pero aquí esta la carta que el arzobispo Carlo Maria Viganò ha dirigido Theodore McCarrick.
Carta a McCarrick
Querido Arzobispo McCarrick,
Según lo informado por las noticias de la Congregación para la Doctrina de la Fe, los cargos contra usted por delitos contra menores y por abusos contra seminaristas serán examinados y juzgados muy pronto por un procedimiento administrativo.
Sea cual sea la decisión tomada por la autoridad suprema de la Iglesia, lo que realmente importa y lo que duele a quienes la aman y oran por ella, es el hecho de que durante estos meses, usted nunca ha dado muestra alguna de arrepentimiento. Estoy entre los que rezan por su conversión, para que usted se arrepienta y pida perdón a las víctimas y a la Iglesia.
El tiempo está por terminar, pero aún puede confesar y arrepentirse de sus pecados, crímenes y sacrilegios, y hacerlo públicamente, ya que han acabado por hacerse públicos. Su salvación eterna está en riesgo.
Pero está en juego, también, algo de más extrema importancia. Usted, paradójicamente, tiene a su disposición un inmenso don de esperanza por parte del Señor Jesús; se encuentra en una posición en la que puede hacer mucho bien a la Iglesia. De hecho, usted está en una posición en la que puede hacer algo más importante para la Iglesia que todas las buenas acciones que ha hecho a lo largo de su vida. Un arrepentimiento público de su parte proporcionaría una medida extraordinaria de curación a una Iglesia gravemente herida y sufriente. ¿Está dispuesto a ofrecer ese regalo a la Iglesia? Cristo murió por todos nosotros cuando aún éramos pecadores (Rom. 5,8). Él solo nos pide que respondamos con arrepentimiento y que hagamos el bien que se nos ha dado. Lo bueno que puede hacer ahora a la Iglesia es ofrecer su sincero y público arrepentimiento. ¿Hará este don a la Iglesia?
Le imploro que se arrepienta públicamente de sus pecados, para que la Iglesia se regocije y usted se presente ante el tribunal de Nuestro Señor purificado por su sangre. Por favor, no haga que su sacrificio en la cruz sea en vano para usted. Cristo, nuestro buen Señor, sigue amándolo. Ponga toda tu confianza en su Sagrado Corazón. Y ore a María, como lo estamos haciendo yo y muchos otros, pidiéndole que interceda por la salvación de su alma.
“Maria Mater Gratiae, Mater Misericordiae, Tu nos ab hoste protege et mortis hora suscipeʺ
María, Madre de la Gracia, Madre de Misericordia, protégenos del enemigo y acógenos en la hora de la muerte.
Su hermano en Cristo,
+ Carlo Maria Viganò
Domingo, 13 enero 2019
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