Queridos lectores: después de unos días de asueto en que me he retirado a un breve descanso del alma y del cuerpo, retomo mi tarea para escribir algo hermoso, esperando sea para crecimiento de quienes leen Como Vara de Almendro.
En uno de los días en que me encontraba en un bellísimo monasterio recogida, supe de la noticia del fallecimiento del padre Dámaso Ruiz Tintoré, a través de un mensaje en mi whatsap. Al leer «Ruiz Tintoré» supe que se trataba del hermano de mis amigos, Gadea, Helena, Eulogio, Felipe e Ignacio. Con ellos me unen lazos del espíritu desde mi infancia y adolescencia, especialmente con las chicas, por haber compartido tienda de campaña con ellas bastantes veranos en los campamentos del padre Alba.
El mensaje que recibí decía, en un inicio, que el padre se encontraba muy grave y estaba siendo intervenido en el hospital Juan XXIII, en Tarragona. Pero, desafortunadamente, llegó un siguiente mensaje en el que se decía que el padre había finalmente fallecido. A este texto acompañaba una fotografía muy hermosa del padre en el Estadio del Español, en Cornellá de Llobregat. Supe al instante que era, ciertamente, hermano de mis amigos. Su rostro era muy parecido al de mi estimado hermano en la fe, Eulogio, a quien aprecio de corazón y con quien he tratado en diversas ocasiones, especialmente en la defensa de la vida.
Personalmente no llegué a conocer al padre Dámaso. Era menor que sus hermanos, motivo por el cual no llegamos a coincidir nunca. Pero me interesó saber más de él y empecé a ver los vídeos de su canal, y sus gestos, su voz, su porte y su valor me recordaron mucho a sus hermanos. Era como su calco, pero además ¡era un sacerdote de Cristo! Fallecido por su entrega a los demás, se durmió al volante cuando regresaba de un encuentro de jóvenes en Roma. Por tanto, en él se cumple aquello que dice el mismo Jesús: «Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos.» (Juan 15;13)
Pero, ¿Qué hace que un joven muchacho, amante del deporte, especialmente del fútbol y fan del equipo del Español, «Periquito» de sangre, se haga sacerdote? Creo que mucho se lo debe a sus padres y a su entorno. Al respecto tengo algo bello que contarles, algo que viví con algunos miembros de su familia.
Como dije más arriba, compartí algunos días en varios veranos con los hermanos del padre Dámaso en mi adolescencia. Viene a mi mente un detalle hermoso que no se me olvida. Al igual que mis hermanas y yo, que perdimos a mi papá a temprana edad, también los hermanos Ruiz Tintoré vivieron una situación similar. En los campamentos del padre Alba este hecho no pasaba desapercibido. Él, como buen padre que era y sabiendo lo necesaria que es la figura de los progenitores en edades como las de la infancia y adolescencia, siempre tenía un hermoso detalle para con nosotros, los huérfanos de padre o de madre. En alguno de los 15 días de esos campamentos de verano, siempre oraba en especial por nuestros padres fallecidos, ofreciendo por ellos la Santa Misa. Recuerdo bien como llamaba a todos los que habíamos perdido al papá o a la mamá y nos hacía estar ese día delante de todo, en la Eucaristía, ofreciéndola en sufragio por sus almas. Seguramente, si alguno de los hermanos Ruiz lee este escrito, recordará ese hermoso detalle del padre Alba que nunca agradeceremos suficiente.
Otro recuerdo que tengo también de esta entrañable familia, es el del «Día de Padres». Ese domingo, en el cenit del campamento, donde una de las cosas más importantes que aprendíamos era la de amar a nuestros padres, recibíamos su visita con mucha alegría, después de una semana de no verles. Preparábamos nuestros cantos, nuestras exhibiciones de gimnasia y de bailes regionales, vigilábamos nuestro aseo y pulcritud al recibirles y les mostrábamos nuestra tienda de campaña, limpia y aseada. Luego comíamos en hermandad, junto a ellos y con el resto de las familias en un día de compartir la amistad y el amor de Cristo. Recuerdo a la mamá de los hermanos Ruiz Tintoré, que al igual que mi madre, subía siempre esa jornada. Ambas viudas; ambas esperadas y queridas especialmente en ese día. Éramos pocos los que solo teníamos un progenitor ese día. La experiencia era dulce y amarga a la vez. Dulce por reencontrarnos con nuestra madre. Amarga por faltarnos nuestro padre y ver a tantos que estaban disfrutando de sus dos papás. Esto lo compartíamos ambas familias, la de los Ruiz Tintoré y la mía. Por eso, ese día, nos desvivíamos por agradecer el esfuerzo de esas madres que, en su soledad, en su dificultad, venían a estar con nosotros, sus hijos, en el «Día de Padres». Recuerdo a la señora de Ruiz venir con algunos de sus niños, muy pequeños aún. Seguro que uno de ellos era Dámaso.
Quisiera ahora dirigirme a vosotros, Gadea, Helena, Felipe, Eulogio e Ignacio:
Le dije a Eulogio que me impresionó el testimonio de vida de Dámaso, y que tenéis motivos para estar orgullosos de ser sus hermanos y de pertenecer a esta familia, ser esos hijos de unos padres buenos y ejemplares, que os enseñaron a amar a Dios sobre todas las cosas. Esas cosas que aprendimos de ellos, de nuestros padres, son las que marcan de por vida lo que seremos. Y en Dámaso cobran un color especial, por haber sido generoso al responder a la llamada del Señor. Por ser su sacerdote, y ¡qué sacerdote…! Basta con verle para comprender su grandeza de alma. Esa es la corona de vuestros padres en el Cielo. Una corona que ya tiene a su piedra preciosa junto a ellos. Ahora toca reunir al resto de perlas y diamantes que sois el resto de los hijos que tuvieron.
Felipe, en tu facebook pude leer:
«Descansa en paz hermano, tu tarea está más que culminada.
Es reconfortane ver lo mucho que te querían todos. Ahora tienes que cuidar de nosotros junto a papá y a mamá.
Intercede por nosotros y por tu tan querido Español.»
No me cabe la menor duda de que tus palabras son ciertas. Tenéis un nuevo intercesor, ciertamente, junto a vuestros queridos padres que tanto dieron por vuestra familia.
En estos casos suele darse el pésame. Pero, si me lo permitís, me gustaría desde el corazón deciros algo diferente, algo que llevo dentro de mi: ¡Benditos seáis! Benditos y felices aunque lloráis la muerte de Dámaso, pues es natural llorar la ausencia de un hermano como él, pero que sin duda, comparte la dicha de los elegidos. Tenéis todos vosotros su ejemplo, que también ha dejado como legado a toda la Iglesia. UN APÓSTOL, SOLDADO DE CRISTO, SONRISA DE DIOS EN EL MUNDO.
Y a usted: ¡Gracias por su ejemplo, padre Dámaso! Creo sinceramente que me puedo encomendar a su intercesión, después de haber tenido ocasión de conocer un poco de su hermosa vida, curiosamente tras su muerte terrena. Interceda ante el Señor por estos peregrinos a la Casa del Padre. Usted que tuvo fuerza para evangelizar, para salir a confesar en plena Rambla a un mundo descreído, usted que no tuvo temores ni respetos humanos. Usted que hablaba de Dios en todo lugar y en todo momento. Su hermoso testimonio me emociona y me parece conocerle desde siempre, y lo digo en presente, porque usted vive. ¡Usted vive más ahora que antes!
Y como dicen los «periquitos», la afición del club blanquiazul al que tanto amaba, ¡Hoy el cielo es más blanco y azul!
¡GRACIAS, PADRE DÁMASO! D.E.P.
Montse Sanmartí
https://www.religionenlibertad.com/muere-accidente-damaso-perico-popular-cura-del-espanyol-evangelizador-64270.htm
http://www.ccma.cat/esport3/mor-daccident-damaso-ruiz-un-mossen-que-duia-lespanyol-al-cor/noticia/2854463/
Queridos hermanos en la fe, publicamos a continuación traducida al español la magnífica carta que…
Negando la verdad. Dice Mateo 13, 53-56: "Cuando hubo terminado Jesús estas parábolas, se alejó…
Queridos hermanos en la fe, Sabemos que desde el pasado 31 de diciembre de 2022,…
La duración del sojuzgamiento de Israel en Egipto: Una exploración profunda del debate sobre los…
Ponemos a disposición de nuestros lectores esta estupenda obra de Alejandro Jiménez Alonso "En defensa…
Queridos hermanos, Desde la web comovaradealmendro aconsejamos encarecidamente la lectura del libro "Neomarxismo: Feminismo, marxismo…
Ver comentarios
ANTICRISTO
MENSAJE DEL DIA 5 DE ABRIL DE 1986
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
A eso de las 6,20 de la madrugada, Luz-Amparo, prudentemente acompañada, en virtud del aviso recibido de la Santisima Virgen, baja de su casa al fresnedal de Prado Nuevo. Rezan los misterios gloriosos del santo Rosario y a continuación comienzan los gozosos. Y es en el cuarto misterio gozoso cuando la Santísima Virgen hace su aparición vestida de blanco. Luz-Amparo entra en éxtasis y transmite el mensaje que recibe de la celestial Señora y que es tomada en cinta magnetofónica.
Pese a la lluvia torrencial que en Prado Nuevo — "Prado Santo", dicen muchos— caía durante el Rosario de la tarde, a las 17 horas, la concurrencia de peregrinos era extraordinariamente numerosa; se afirma que como nunca. A esta multitud que, con devota serenidad, bajo el chaparrón expresa su filial amor a la que es Madre de Dios y Madre nuestra, los altavoces transmiten el mensaje de la mañana cuyo texto se expone a continuación:
Hija mía, aunque mi corazón sigue con mucho dolor, hoy no vengo vestida de dolor. Vengo vestida de blanco porque hay muchas almas que todos estos días, hija mía, se han ofrecido víctimas de holocausto por la salvación de los pecadores (Pausa); han correspondido mucho a la oración y al sacrificio. En agradecimiento a sus oraciones, hija mía, vengo vestida de blanco. (Pausa.)
La sociedad, hija mía, sigue, sigue ofendiendo gravemente a la divina Majestad de Dios. Y grandes calamidades van a seguir cayendo sobre la humanidad.
Cuidado, hijos míos, que los espíritus de las tinieblas rondan el mundo para apoderarse de las almas. Estos espíritus con su malicia se introducen dentro de aquellos corazones que todavía están calientes en la oración y en el sacrificio. Se introducen para hacerlos bloques de hielo y para que la oración la abandonen y sus almas queden tibias y aletargadas, hija mia.
No os abandonéis en la oración, hijos míos. El espíritu de Satán está entre la humanidad. Quiere hacerse dueño de esos corazones; hacerse dueño de los corazones, de las almas que están entregadas a Mí, hija mía. (Pausa.)
En el globo terrestre, hija mía, las malas lecturas abundarán; dirán terribles cosas y calumnias atroces contra las cosas santas; y aquellos que verdaderamente están entregados a Dios, al oír estas cosas, dudarán de su existencia. No hagáis caso, hijos míos, porque los poderosos quieren destruir las cosas santas y que reine en el mundo el ateísmo y el espiritismo poco a poco, hija mía. Y querrán hacer desaparecer toda palabra de Dios.
Cuidado, hijos míos, que Satán tiene mucha astucia. El rey de las tinieblas ha hecho un pacto con varias naciones; y estas naciones, hija mía, serán la ruina de la humanidad. Sólo con oración y con sacrificio se podrá evitar un gran castigo, hija mía. Satán enturbia las almas de los hogares. Los matrimonios, por cosas sin importancia, arman grandes guerras. Se apodera de sus almas con la pereza. Muchos, hija mía, serán sellados con el sello de Satán. Pero aquellas almas que vengan a Mí, Yo las llevaré a mi Hijo, y mi Hijo las llevará al Padre.
Mi Hijo no hace justicia sobre el globo terrestre si no es obligado por las almas. Primero derrama gracias, amor, misericordia. Y, si estas almas rechazan esas gracias y ese amor, mi Hijo, con la espada de la justicia, hará justicia sobre la tierra. (Pausa.)
AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS, HIJOS MIOS. NO SEAIS MATERIALISTAS. NO SEAIS PEREZOSOS, HIJOS MIOS. NO OS ABANDONEIS EN LA ORACION.
Siguen las discordias entre los seres humanos. En los hogares, hijos míos, no hay amor entre vosotros.
AMAOS COMO CRISTO OS AMA, HIJOS MIOS. MIRAD SI OS AMA CRISTO, QUE TODAS ESTAS GRACIAS LAS DERRAMA SOBRE EL MUNDO. (Amparo llora.) ABARCAN A TODA LA HUMANIDAD. NO MIRA NI RAZA NI COLOR. TODOS SON HIJOS MIOS
Y SOBRE TODOS DERRAMA LAS GRACIAS.
También pedid mucho por los guías de la Iglesia, porque Satán introducirá en los seminarios y en los conventos a espíritus del mal encarnados, para destruir las órdenes religiosas. (Pausa.) Satán con su astucia, hija mía, quiere hacerse dueño. Pero venid a vuestra Madre, que vuestra Madre es el camino seguro para ir a Cristo.
NO OS DEJEIS SELLAR POR SATANAS. DEJAOS SELLAR POR EL ANGEL DEL BIEN CON LA SEÑAL DE LOS ESCOGIDOS, HIJOS MIOS. No os abandonéis en la oración. Si os abandonáis en la oración, vuestras almas quedarán tibias y aletargadas; y es un modo de Satán poderse aprovechar de ellas. (Pausa.) Pedid gracias, hijos míos, que, si vuestras oraciones salen de dentro de vuestro corazón, todo lo que pidáis se os concederá, hijos mios.
EL ANTICRISTO, hija mía, se apoderará de Roma. Hay muchos secuaces del anticristo; Y EL QUIERE SENTARSE EN LA SEDE. Pedid mucho por mi Hijo, mi Vicario. Es muy perseguido, hijos míos; y el ANTICRISTO ESTA CERCA PARA HACERLE SUFRIR, hija mia. (Pausa.) Uníos a él en oración y ofreced vuestras oraciones por él. NUESTROS CORAZONES LE AMAN. (Pausa.)
Oración y sacrificio, hijos míos. Haced mucha oración para que vuestra Madre pueda venir vestida de blanco y se quite la ropa de dolor. (Pausa.) Muchos no rezáis el Rosario todos los días. OS HABEIS ABANDONADO, HIJOS MIOS. Os lo pido: ¡REZAD EL ROSARIO EN FAMILIA TODOS LOS DIAS! (Pausa.) Educad a vuestros hijos en un hogar cristiano. No debe de faltar la Palabra de vuestro Cristo ni de vuestra Madre María Santísima, Pura, Dolorosa, hijos míos. (Pausa.) ¡MI CORAZON OS AMA TANTO...!
Dios Padre ama tanto a la raza humana, que no ha querido extinguirla. Le da oportunidad, oportunidad para salvarse. (Pausa.)
Besa el suelo, hija mía, por los pobres pecadores. (Amparo se inclina y besa el suelo.)
Sé muy humilde, hija mía, muy humilde. A todos mis hijos, a todos les pido humildad.
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con gracias especiales, hijos míos. (Pausa.) Todos han sido bendecidos.
Penitencia, hijos míos, penitencia y oración. Pedid por las almas consagradas, porque quiero pastores de almas; pastores santos, que ayuden a mi Iglesia a salvar almas.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijos míos. ¡Adiós!
La multitud clama: «¡Adiós, Madre!»
La VOZ DE DIOS (Vox Dei) clama: «Os amonesté a tiempo repetidas veces y no me escuchasteis, os llamé y no me respondisteis» (Jeremías 7, 13.)
Ojalá escuchéis hoy su VOZ: «No endurezcáis el corazón» (Salmo 94, 7-8).