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CURSILLOS DEMATRIMONIALES

Como Vara de Almendro tiene hoy nuevamente a un invitado que nos contó hace escasas semanas su conversión en 5 entregas impresionantes.  Como recordarán firmaba con el nombre de Pais. En esta ocasión nos quiere comentar su visión sobre el tema que ha suscitado tanta controversia entre los católicos y no es otro que el de la localidad argentina de Reconquista, donde varias parejas de adúlteros, «tras unos meses de discernimiento», recibieron la Eucaristía en una Misa especial celebrada para tal evento por el obispo local de Santa Fe, Mons. Angel José Macín. Pueden ver la noticia íntegra en el enlace. Esta es su reflexión personal de la noticia, noticia que nos ha dejado un dolor enorme en el alma.

 

Yo soy un converso. Sí, eso soy. Tuve una experiencia radical de conocer de pronto el amor de Dios y la Grandeza sempiterna de nuestro Creador. En aquel momento, hace diez años y convertido en una cama de hospital, recibí un bautismo de Espíritu que ya quisieran muchos, yo, terrible pecador. Sin embargo me sorprendo al encontrar una carta que escribí en ese hospital recién convertido. Quizás por puro ardor de fe quise comunicarme con alguien que entendiera lo que me estababa pasando. En esa carta, dirigida al párroco de mi barrio a quien a penas conocía, quedo atónito, a la luz de la actualidad, al leer que explícitamente escribí, transcribiendo en parte las palabras de nuestro Señor, lo que de siempre se ha sostenido sobre la indisolubilidad del matrimonio. En aquel entonces no había nada en mi vida que estuviera cerca de un divorcio. Mis padres estaban juntos, yo tenía veintidos años y había vuelto a nacer, y allí estaba recién caído del caballo escribiendo tales cosas. Sin embargo, a la luz de lo que sucede, ¿fue un ansia mía de comunicarme con alguien que me entendiera, o fue algo más?

Poco, o nada sabía yo entonces de aparicionas marianas, ni las famosas afirmaciones de Sor Lucía de Fátima cuando aseguraba que la batalla final entre Dios y el demonio sería sobre el matrimonio y la familia. Eran los tiempos de Benedicto XV, todo parecía estar bien.

Diez años después me doy cuenta de que aquella carta escrita en los albores de mi conversión pudiera ser profética. Insulfada tal vez por el Espíritu que me marcaba a fuego una verdad que se vería asediada en un futuro casi inmediato. Preparándome para estos tiempos. ¡Qué grande es tu misericordia Señor!

Dios da los remedios mucho antes de que lleguen los males, y no es de extrañar, pues dice la Escritura que el Espíritu de Jesucristo es el espíritu de profecía.

Tal como hizo conmigo, muchos años antes, y en una cama donde se sublimaba la salud del cuerpo y crecía la del alma, me veo reflejado en la buena de Ana Catalina Emmerich, rota de dolor, ardiendo de amor, y prestando el espíritu para que el Creador le rubricara con tinta profética la gran advertencia para lo que habría de venir. Me río yo en la cara de toda la masonería luciferina junta,  cuyas confabulaciones y maquinaciones que con levadura subeterfuga han perpetrado, Dios ya las desveló doscientos años antes a una mina amante que yacía quebrantada en un lecho. Como siempre, Adonai nuestro, muestras tu diestra a los débiles.

En opuesta irreverencia a la claridad meridiana de la conversión, del Evangelio, de la luz, del sí al sí y al no, no; tenemos un frente ciclónico de disparates, sacrilegios, falsa humildad, y laxa misericordia que sin embargo bajo el sol de este mundo parecen brillar con soberana pulcritud. Si no fuera por todas estas advertencias me dejaría abandonar en sus brazos, lejos de los rigores del buen combate, del ascetismo de este desierto en la desolación, y del peso creciente del techo de nuestras catacumbas. Arriba, una fiesta, abajo, la persecución de lo de siempre. Sin embargo parece ya imposible volver a lo de antes, porque lo que fuera el gran constructo reflejo del Reino sobre la Tierra está vacío, carcomido por las sectas adoradoras de la gran soberbia. Ya solo se puede volver a lo de antes empezando desde abajo. La casa está demasiado desolada y los ladrillos han resultado ser huecos.

Me imagino, que estos nuevos adalides de la revolución sorpresiva que nos arrolla a unos y otros habrán agotado antes de dar este paso, todas las vías para conseguir la nulidad matrimonial. No voy a indagar en sus intimidades, pero dado que sus intimidades han indagado en nuestra Iglesia, me limito a responder con mímico estupor a lo que se parece demasiado a aquello que la beata alemana viera en cama como profecía. ¿Es ésto lo que viste Ana Catalina? Se le parece tanto.

Tocaya mía de espantos y tristezas ante tantos atropellos, bien sé yo la gran misericordia que hay en el rigor del Evangelio. La severidad, es alegría para el alma que ha andado disuelta y sin guía. Se dijo de manera más sencilla y en todos estos debates me sorprendo de no verlo: «Ancha es la puerta y el camino a la perdición. Estrecha es la que lleva a la vida…» (Mateo 7:13)

¡Qué tiempos! Donde ya no se hacen cursillos prematrimoniales a conciencia. Donde el sacramento en masa, se toma como una moda, y donde ahora se isntauran cursillos dematrimoniales (por añadirle el prefijo de deconstrucción, o peor, de desolación). ¿Dónde quedó una buena y concienzuda nulidad? ¿Dónde quedó la heroicidad de rezar por la conversión del matrimonio que hace aguas donde la nulidad no encuentra raíces?

En cierta manera me alegro Ana Catalina, porque cada día, la tarea de alarma, y vigilancia, el desaliento al intentar alentar a los que no escuchan, el cansancio y el desprecio se van diluyendo, ante la tamaña cantidad frutos que se acumulan que parecen no hacen sino decir a gritos lo que vosotros, los profetas, en aquel lecho, en Fátima, o en el Monte de los Olivos anunciareis con ardiente y sufriente amor por el Pastor y sus ovejas. Ya no hará falta anunciar mucho más pues ya empieza a estar madura la higuera, y no parece que vaya a ser buena la cosecha. Cuando el modo de cumplimiento de una profecía es deducible, es que está cerca de cumplirse.

Venid a Él, católicos escandalizados de la cruz, y comprended que vale más quedarse en el desierto, que ofender a nuestro Señor temiendo ofender más a los que llamamos nuestros. ¡Qué testimonio radiante se estan perdiendo los hijos de esas uniones que podrían ver a sus padres cumplir la Voluntad de Dios! No es un camino fácil, pero los frutos excederían y recordemos que Dios recompensa o castiga tarde o temprano. Pues mil años son un día para Él. Que se lo digan si no a los héroes de la castidad, que espero no se vean amenazados tras el próximo sínodo. Se me quedan muertas las palabras ante la Escritura Viva, pues todo fue dicho:

Mateo 10: 37

El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí. Y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.…

Perdóname Señor si me equivoco, pero uno, ignorante, con el espíritu de conversión que le diste, la Escritura, magisterio y testimonio, acaba pensando lo que acaba pensando. La de frutos espirituales que nos estamos perdiendo por atender a la carne…
 
PAIS

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