Estamos en la «Semana del Orgullo Gay» y nuestras calles, plazas, ayuntamientos, redes sociales y demás, se hacen eco de ello mostrando siniestramente la bandera «arco iris», símbolo de la homosexualidad en el mundo. Nos guste o no, tenemos que «aguantarnos» a la vista de los acontecimientos presentes. Y aunque me parezca horrible, y aunque vea que todos pueden alzar la voz menos los que, al parecer, no tenemos el derecho de opinar diferente, más horrible me parece lo que pasa a nivel eclesiástico, donde pienso que a veces por cobardía y otras por complacencia, se da, para lo primero la callada por respuesta, y para lo segundo la «falsa misericordia».
Ayer me mandaban la noticia de InfoCatólica sobre el padre Ángel, párroco de San Antón, en el barrio de Chueca, emblemática parroquia de este famoso barrio madrileño que ostenta la «grata noticia» de acoger a todos los homosexuales y muy especialmente este fin de semana. Y no sería una mala noticia, a mi entender, si las cosas se hicieran como se deben hacer. Al contrario; sería una ocasión perfecta y un acto maravilloso de caridad y de amor verdadero dejar entrar a adorar a Dios a estas personas, al tiempo que se las llama a un cambio de vida. De hecho, Jesús, durante los años de su vida pública acogía a todos, a los publicanos, a las prostitutas, y aunque el Evangelio no habla de los homosexuales, es evidente que si alguno había en los contornos y se acercaba a Cristo, Él no lo iba a rechazar, sino que con amor, lo trataría de llevar, cual buen pastor, por el camino correcto que es el de la conversión de corazón. ¿Es eso lo que se hace en San Antón? Yo no he estado allí, ni he hablado con el padre Ángel, la verdad sea dicha. Pero lo que sí es cierto es que las noticias que llegan a mi son que la acogida que se brinda en la parroquia de San Antón, lejos de convertir a las ovejas que van por sendas equivocadas, simplemente se toma como finalidad respaldar tales actos homosexuales, puesto que en palabras y gestos no se invita a un cambio de vida, ni se habla de pecado o de conversión de corazón. ¿Las pruebas? Las tienen en todos los medios pero les daré algunas pinceladas a modo de recordatorio.
1ºEntrevista al padre Ángel de parte de la revista homosexual Shangai. Pueden leerla y escucharla aquí.
Entre otras cosas, el padre dice : «Creo que la ley civil del matrimonio homosexual ha tranquilizado y dado paz a mucha gente. A mi me parece bien esa ley». «A la pregunta de si se puede ser católico practicante y gay, mi respuesta es «sí, sí, sí».
2ºEl templo de San Antón en Madrid acoge un homenaje a Pedro Zerolo, lider del lobby gay en España. (aquí)
Zerolo y su «esposo» eran bien acogidos en la parroquia y se le rindió honor en el funeral celebrado tras su fallecimiento. (aquí)
3ºEl caso Zerolo muestra claramente que se acepta en la parroquia el seguir viviendo en pecado sin reconvenir a la conversión. Las manifestaciones del político, en su momento, así lo demuestran. Era un homosexual que vivía y practicaba la homosexualidad con su pareja, tal y como se desprende de sus propios comentarios. Por tanto, en dicha parroquia no se trabaja por la salvación del alma de las personas que allí acuden, ni se guarda discreción respecto a este pecado que está estigmatizado en las Escrituras, sino que, por el contrario, se permite abiertamente y con ello se eleva a categoría de escándalo, por si el pecado ya de por sí no fuera suficientemente grave, incitando a los fieles a creer, desde la propia parroquia, que esto es algo natural y que no es pecado. La fe sencilla de muchas personas es atacada y confundida.
Podríamos seguir, pero creo que con estas breves pinceladas se darán cuenta de que lo que decimos es la verdad.
Por otro lado tenemos el caso contrario en Barcelona. Concretamente en la parroquia de la Inmaculada Concepción de l’ Hospitalet de Llobregat, parroquia que regenta el padre Custodio Ballester, últimamente muy «famoso» por la controversia que han creado sus declaraciones sobre la homosexualidad, declaraciones que no son más que las palabras del Evangelio y de las Escrituras, llamando a las cosas por su nombre.
Pues bien. Resulta que este buen sacerdote, se encuentra solo ante el peligro y abandonado de quienes se supone debieran hacerle costado. Por el contrario, los medios de comunicación y los políticos se ceban en su persona como pueden comprobar en El Periódico, uno de los medios catalanes de mayor difusión. Y me pregunto: ¿Dónde están los defensores de la fe en estos momentos? ¿Quién le hace costado a este pobre hombre de Dios? ¿Es un profeta de nuestros tiempos, uno como los del Antiguo Testamento que predicaban la verdad y fueron asesinados por esta causa? ¿Por qué este párroco es abandonado por su obispo, obviando el tema porque es «demasiado embarazoso y problemático»? ¿Dónde se esconderán el día del juicio quienes debieran defenderle? ¿Acaso se podrán esconder de Dios?
Ésto que pasa en Barcelona vemos como sucede en otras parroquias del mundo. Sin ir muy lejos, viajamos a Palermo y vemos al sacerdote Don Minutella que por hablar según los mandamientos de la ley de Dios, por hablar según el Magisterio de la Iglesia católica, es destituido de su cargo en su parroquia de San Juan Bosco. Todos sus feligreses le han escrito una carta a su obispo, monseñor Corrado Lorefice, pidiéndole explicaciones de por qué se aparta a un sacerdote fiel y cuidadoso de su rebaño, mientras otros que son afines a la homosexualidad o a la comunión de los adúlteros siguen en sus puestos. Compartimos hace dos días el artículo con la noticia publicada por Marco Tosatti y traducida en nuestra página al español. Pueden acceder al artículo original aquí.
Ahora entenderán porqué escribí sobre las dos banderas y sobre las dos parroquias. Dicen los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola en su meditación de Las dos banderas, que existen dos opciones de vida. Servir los intereses de Dios o los del demonio. No hay bandos intermedios. Ser fríos o calientes son las dos únicas opciones. Y el santo nos lanza la pregunta de en qué bando queremos estar, si bajo la bandera de Cristo o de la del diablo.
Estamos en tiempos duros y se avecinan grandes dificultades para quienes deseamos militar bajo la bandera de Nuestro Salvador. Pero es tiempo de decidirnos. O con Cristo, con su cruz, con sus dolores y sufrimientos, con su martirio cruento o incruento para ganar el Cielo, o con el demonio, sus tentaciones y malos deseos, sus engaños y pecados, y finalmente el infierno por la eternidad. Pensar de otro modo es autoengañarnos, es ponernos vendas en los ojos y hacer ver que todo está bien, cuando sabemos que no todo está bien cuando dentro sentimos que hemos de alzar la voz, decir la verdad y hacernos acreedores del Cielo. Los fieles necesitamos que se nos diga la verdad. Los fieles queremos salvar el alma y muchos sacerdotes se ocupan más de dar alimento corporal y falsa misericordia que no salvan. Los fieles sabemos que la reprensión, aunque en principio pueda traer tristeza, luego da la paz al corazón y la alegría de saber que vamos por buen camino. Lo demás son «parches», son paños calientes, nada más.
Ya dice el Señor:
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