Por Marco Tosatti 29 de Mayo de 2017. La Nuova Bussola Quotidiana
Si nunca hubiera habido una duda sobre la confusión que la ambigua formulación de Amoris Laetitia está creando en la Iglesia, y entre los fieles, y sobre la necesidad que de parte del Pontífice llegue finalmente una palabra clara en respuesta a las Dubia presentadas por los cuatro cardenales, los acontecimientos de los últimos días está por atestiguarlo.
Como hemos visto, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Gerhard Müller, ha concedido a la televisora americana EWTN una entrevista, lanzada al aire el 25 de Mayo, en la que entre otras cosas, habla de las famosas notas a pie de página en Amoris Laetitia, según las cuales es posible bajo ciertas condiciones acceder a los sacramentos mientras se convive como “una pareja vuelta a casar”. Müller afirmaba que esto se aplica sólo a aquellos “que viven como hermano y hermana”, después de una “conversión de corazón, y penitencia”, y que tienen la intención de no pecar de nuevo. Es imposible vivir con dos mujeres, añadió, “Nosotros no aceptamos la poligamia”.
Ahora bien, el día anterior la Conferencia Episcopal belga, una de las más “progresistas” en uno de los países más descristianizados de Europa, daba a conocer un documento propio, una carta pastoral, en la que indicaba los lineamientos a aplicarse de la exhortación apostólica. Naturalmente la palabra clave es “discernimiento”. Las fuentes cercanas al episcopado hablan de un “largo y profundo análisis”, previo a la elaboración de esta carta dirigida a todos los obispos, sacerdotes y animadores pastorales del país. Recuerdan que el matrimonio es un sacramento. Subrayan que en el mundo de hoy en este campo, desde un punto de vista católico, se presentan tres puntos clave. El primero es la preparación al matrimonio; después el acompañamiento de las familias; y finalmente la actitud a adoptar hacia las personas que viven una situación de ruptura.
Los obispos reconocen que hoy ser cristiano es casarse, sobretodo religiosamente, no es cualquier cosa que se de en automático. Entonces, es necesario un verdadero y propio “catecumenado” del matrimonio, en el que se responda a la exigencia de entender qué cosa significa ser cristianos, que cosa significa casarse religiosamente y prepararse para la liturgia del matrimonio.
El paso siguiente, el acompañamiento a las familias, y aún más complejo, desde el momento en que, en un número de familias siempre en aumento, los cónyuges no son necesariamente ambos creyentes, o sí lo son, de la misma fe. “Lo que no impide en absoluto su empeño en el amor y en la fidelidad”. Por consecuencia no es posible dar instrucciones generales, pero se aconseja de no promover las iniciativas que reúnan a la familia de manera amplia: padres, hijos, abuelos y así. Y se llama a las comunidades locales a ayudar sobre todo a las parejas jóvenes, y más que nada cuando se ve que la relación vive un momento de crisis.
Y después está el punto sensible de la admisión a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar, esto es de cuantos viven en una nueva situación de pareja teniendo aún – para la Iglesia – un vínculo válido en las espaldas. Los obispos recuerdan que los divorciados vueltos a casar forman de todos modos parte de la Iglesia.
Y que ya desde el tiempo de los apóstoles la Eucaristía se considera como algo muy serio, como afirma San Pablo: “quien coma del pan o beba del cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor”.
Por otro lado la indisolubilidad del matrimonio “pertenece al tesoro fundamental e irrevocable” de la Iglesia. Pero – dicen los obispos, en base a Amoris Laetitia – “no todas las situaciones se afrontan del mismo modo”. Y entonces llega el discernimiento “concepto central en el planteamiento de esta problemática”. Recordando según como la exhortación “no sea posible decir que todos aquellos que se encuentran en una determinada situación, dicha, ‘irregular’, vivan en situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante”. Sepamos que este es uno de los puntos de grave dificultad teológica del documento. ¿Y entonces? “no puede decretarse que todos los divorciados vueltos a casar pueden ser admitidos a la comunión. Ni tampoco puede decretarse que todos estén excluidos. El camino de cada persona requiere el discernimiento necesario en vista de una decisión pastoral tomada en conciencia”.
Es necesario para el interesado tener un diálogo con un sacerdote, un diácono, u otro agente pastoral. “Como obispos quieren estar listos a ayudar, Amoris Laetitia abre bien claramente una puerta a los divorciados vueltos a casar a fin de que puedan recibir ‘la ayuda del sacramento’”. “Pero esta decisión no se tomó a la ligera”. El documento resalta cuanta oportunidad se ha dejado a la conciencia del simple fiel, y recuerda que “el discernimiento no conduce a un sí o un no automático a poder comunicarse”.
Puede ser que alguno decida no recibir la Eucaristía. “Nosotros tenemos el mayor respeto para tal decisión”. Puede ser que alguno decida en conciencia recibirla. “También esta decisión merece respeto”. En suma, cada quién decide por sí mismo. Lo que es exactamente lo contrario de lo que recordaba, el día siguiente, el Prefecto de la Fe. Si esto no es una confusión…
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