POR MARCO TOSATTI. 20 de Mayo de 2017
La lectura de tres noticias aparecidas ayer me hace pensar que a alguien se está poniendo de los nervios. Y que estamos entrando en una peligrosa fase de involución del tipo: a quien no esté de acuerdo con el jefe, se le corta la cabeza. Una degeneración populista inédita en la vida de la Iglesia moderna. Espero equivocarme sinceramente; no es una manera de decir. De verdad lo espero. Pero hay señales de cualquier otra cosa menos que tranquilizantes.
El nudo, me parece entender, una vez más consiste en la respuesta que no se ha dado – a un año de distancia – a las cinco preguntas dirigidas al Pontífice por parte de cuatro cardenales sobre puntos polémicos de su exhortación apostólica Amoris Laetitia. Preguntas dirigidas en espíritu de obediencia, siguiendo un procedimiento clásico en la Iglesia, y esto pidiendo, al Pontífice y a la Congregación para la Doctrina de la Fe, dar una aclaración. Dos meses después de que fueron dirigidas las preguntas, cuando los cardenales supieron que el Pontífice no tenía intención de responder, hicieron públicas las preguntas. Que conciernen a todos y que en esencia pueden reducirse a una: ¿Es lícito, en pecado mortal y sin cambiar la propia conducta, recibir la comunión?
¿Por qué no quiere responder el Papa? no lo sabemos. Nos parece recordar que un jesuita cercano a él ha dicho que la razón estaba en el hecho de que las preguntas eran ideológicas. Disculpen pero, suena un poco débil. El deber de la autoridad es aclarar el propio pensamiento: haciéndolo de esta manera se hace evidente si una pregunta es inútil o centrada. En la Iglesia, en particular, una autoridad que no responde, ¿cumple con su deber?
En vez de una respuesta se han desencadenado ataques sin fin contra los cuatro cardenales, y contra cualquiera que comparta su perplejidad. No queremos pensar, como se nos ha referido, que el Pontífice haya alentado o dejado el camino libre a sus fieles en este sentido. Pero no hay duda de que el único de los cuatro que aún ocupa un puesto – Raymond Leo Burke, Patrono de la Orden de Malta – haya entrado o aún esté en un campo de tiro. Por cuanto respecta a Malta, pueden leer aquí, una recontrstrucción. Y tal vez es justo la parresía[1] de Burke lo que ha molestado tanto.
Y así, llegamos al primero de los tres episodios de ayer: el desconcertante ataque personal del cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, un comportamiento sin precedentes. En el libro entrevista escrito junto a su hermano salesiano Antonio Carriero, titulado “Sólo el Evangelio es revolucionario”, Maradiaga escribe sobre Burke en el prefacio, en relación a las Dubia: “Aquel Cardenal que sostiene esto es un hombre desilusionado, cuánto quería el poder y lo ha perdido. Creía ser la máxima autoridad en los Estados Unidos”. Y añade: “Él no es el magisterio: el Santo Padre es el magisterio, y es él quien enseña a toda la Iglesia. El otro sólo dice lo que piensa, no merece mayores comentarios. Son las palabras de un pobre hombre”. El punto es justo esto: se pide una aclaración sobre el Magisterio, que no se da. Pero para Madariaga, gran patrocinador del Pontífice, esto es un detalle insignificante. Que se lo toma también contra una no mejor considerada “derecha católica”, que querría “el poder y no la verdad. Si dicen encontrar alguna herejía, entre comillas, en las palabras de Francisco, se equivocan a lo grande, porque piensan sólo como hombres y no como quiere el Señor”.
Golpea la violencia de las palabras. Pero el diálogo y la misericordia, ¿a dónde han ido a parar?
Vayamos al segundo episodio, también éste significativo. Hay un cierto protagonista llamado Andrea Grillo, laico, profesor de teología en Sant’Anselmo. Grillo estaría – según lo que se dice – en la comisión, jamás anunciada de manera oficial, pero oficialmente desconocida para el Prefecto del Culto Divino ( la autoridad que debería ocuparse de esto), para estudiar cómo crear una misa en la que puedan participar juntos católicos y protestantes. Problema nada menor, puesto que el significado de la Eucaristía es totalmente diferente.
El Prefecto del Culto es el cardenal africano Robert Sarah, nombrado por el Pontífice, en el momento en que debía moverlo de donde estaba debido a varias reformas, Cor Unum[2]. Benedicto XVI ha dicho, en la posdata a su libro [La Fuerza del Silencio], que con Sarah la liturgia está en buenas manos. No parece una afirmación escandalosa, sino para quien odia a Sarah.
Este Andrea Grillo, de quien no tenemos la obligación de conocer personalmente, se ha desencadenado: “Es necesario considerar bien la singularidad de la situación. Un papa renuncia al ejercicio del propio ministerio petrino. Se abre el procedimiento de sucesión y resulta electo el sucesor. Normalmente esto sucede por “mortis causa”. Cuando la causa no es la muerte del predecesor, sino la “renuncia”, este hecho abre para la institución un delicado caso de posible conflicto de autoridad. Que debería ser superado por la “consigna de silencio” del predecesor. El cual, en la posdata con la que exalta los dotes del Prefecto Sarah, cita un texto de Ignacio de Antioquía que dice: ‘Es mejor permanecer en silencio…’. Y no sólo habla, sino que además exalta a un Prefecto que ha causado continuas incomodidades a la Iglesia y a su sucesor, se abre un conflicto peligroso, que requeriría comportamientos más prudentes y palabras más responsables. Se deberá prever en el futuro, normas que reglamenten de manera más exacta y cierta la ‘muerte institucional’ del predecesor y la plena autoridad del sucesor, en caso de renuncia”.
Además de otras cosas desagradables y poco respetuosas, Grillo también ha dicho: “No pueden coexistir. Esto ahora es del todo evidente. Como es evidente que el vestir de blanco y la locuacidad, además de la residencia, deben estar reguladas detalladamente. El Obispo emérito [así le llama] debe alejarse del Vaticano y callarse para siempre. Sólo con estas condiciones es posible configurar una verdadera “sucesión”… Las intenciones de discreción y de humildad son evidentemente violadas, de manera casi escandalosa. Y encuentro verdaderamente desconcertante que el Obispo emérito de Roma elogie a Francisco por un nombramiento al que sabe bien que contribuyó fuertemente para determinarlo. Esto me parece el hecho más grave, una señal de clericalismo, y diría también, de una cierta hipocresía”.
La solución que podemos sugerir es la de Fumone, el castillo en Ciociaria donde Celestino da Morrone terminó sus días. Conocemos bien al menos a uno de los propietarios, y si se desea podemos actuar como mediadores. Bromas aparte, escandaloso está este clima malvado mostrado por los partidarios del nuevo curso. Una tal cantidad de envidias de las que tal vez alguno en Santa Marta debería preocuparse.
Y por último llegamos al tercer episodio. Las palabras del Pontífice en Santa Martha. Se hablaba del problema de los paganos que querían convertirse cristianos, y de las discusiones sobre este problema entre los apóstoles. El Pontífice describe así la situación: “El grupo de los apóstoles que quieren discutir el problema y los otros que van y crean problemas, dividen, dividen la Iglesia, dicen que aquello que predican los apóstoles no es lo que Jesús dijo, que no es verdad”.
Al final se logra un acuerdo, los paganos pueden entrar sin circuncisión física. El Pontífice afirma que “es un deber de la Iglesia aclarar la doctrina” (¡Ay! ¡Ay! ¿Y las Dubia? N.D.R.) a fin de que “se entienda bien lo que Jesús ha dicho en el Evangelio, tal cual es el Espíritu del Evangelio”:
“Pero siempre, ha estado aquella gente que, sin ningún encargo, va a turbar a la comunidad cristiana, con discursos que trastornan a las almas: “Y no, esto que ha dicho, eso es herético; y eso no se puede decir, y aquello no… la doctrina de la Iglesia es esta”, y son, FANÁTICOS. De cosas que no están claras, como estos fanáticos, que andaban por ahí, sembrando cizaña, para dividir a la comunidad cristiana. Y este es el problema, cuando la doctrina de la Iglesia, aquella que viene del Evangelio, aquella que inspira el Espíritu Santo, porque Jesús ha dicho, ‘nos enseñará y os hará recordar lo que he enseñado’, [cuando] aquella doctrina se vuelve ideología, y esto, es el gran error de esta gente”.
Aquí un pequeño juego: ¿En cuál de los dos grupos mencionado por el Pontífice colocarían a Madariaga e Grillo? Y si los fanáticos especulan sobre cosas que no están claras, ¿por qué no aclararlas, cuando se pide, y se corta de raíz la ambigüedad?
Traducción del original Italiano por Como Vara de Almendro
ORIGINAL ITALIANO: http://www.marcotosatti.com/2017/05/20/ratzinger-a-fumone-burke-a-campo-de-fiori-a-qualcuno-stanno-saltando-i-nervi/
VISTO TAMBIÉN EN: http://rorate-caeli.blogspot.com/2017/05/ratzinger-to-fumone-burke-to-campo-de.html#more
[1] En la retórica clásica, la parresía era una manera de «hablar con franqueza o de excusarse por hablar así». El término está tomado del griego παρρησία (παν = todo + ρησις / ρημα = locución / discurso) que significa literalmente «decirlo todo» y, por extensión, «hablar libremente», «hablar atrevidamente» o «atrevimiento». Implica no sólo la libertad de expresión sino la obligación de hablar con la verdad para el bien común, incluso frente al peligro individual.
[2] El Pontificio Consejo Cor Unum para la promoción humana y cristiana fue una parte de la Curia Romana de la Iglesia católica. Fue establecida por el Papa Pablo VI el 15 de julio de 1971 y se establece en el Palacio de San Calixto, en la Plaza San Calisto, de Roma. Se suprimió el 1 de enero de 2017 y sus competencias fueron asumidas por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
El nombre del pontificio consejo significa «un solo corazón», un nombre que explicó Pablo VI en un discurso pronunciado en 1972: «Así que fuimos capaces de darle a su acción eclesial de ayuda, el nombre de un corazón, un corazón que late en ritmo con el corazón de Cristo, cuya compasión por las multitudes hambrientas les llega incluso en su hambre espiritual».
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Masonistas prostibulizan Roma sin remedio y guillotinan todo rebelde, asi ha sido desde el primer dia con los frailes de la Inmaculada. Postconciliares posesos, paco1 el primero ordenado postconciliar, no es casualidad, no.