Un hermano, perseguido por la idea de abandonar el monasterio, se abrió con su abad. Éste le respondió:
« permanece en tu celda, da tu cuerpo en prenda a los cuatro muros de tu celda. No te preocupes de aquel pensamiento. Que tu pensamiento vaya donde quiera, pero que tu cuerpo no salga de la celda »
De los padres del desierto
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