Por 15 años viví con gran dificultad en la que fue mi casa. Al poco tiempo de haberla adquirido, un accidente brusco se llevó de ella a mi hijo de tres años, y vivir allí se me hacía muy duro. Por largo tiempo intenté un cambio de vivienda, pero no fue posible, porque mi marido no veía factible esa posibilidad, tanto por su trabajo, como por la escuela a la que habíamos decidido llevar a mis hijos. En definitiva, no veía una salida fácil ni próxima al problema, francamente. De alguna manera me había «conformado» con vivir en esa situación.
Cuando se cumplía el 12º aniversario de estar en esa vivienda, mi esposo encontró un nuevo trabajo que le obligaba a desplazarse bastantes kilómetros a su nuevo empleo como maestro. También iban con él mis hijos en edades escolares, con lo que todo ello suponía. Mucho tiempo en carretera, apenas verlos en todo el día, gasto de combustible, vehículo con pocas prestaciones, etc.
Yo seguía pensando en vender la casa, y por este cambio de empleo, mi marido, en ese momento, me permitió ponerla a la venta. Pero yo sabía bien, que tanto por su ubicación, como por el mal momento inmobiliario que estábamos viviendo, no iba a ser tarea sencilla. Lo estuve intentando por varios medios y pidiéndolo en la oración, pero no la compraba nadie.
Un día, recuerdo que fui a los claretianos de la ciudad de Sabadell, cercanos a nuestra casa. Es una iglesia muy hermosa, presidida en el altar mayor por una imagen enorme del Inmaculado Corazón de María. En uno de los laterales se venera una gran estátua de San José, sentado con el Niño Jesús. En casa y sobretodo en mi adolescencia, mi madre siempre me enseñó a tenerle mucha devoción a Sa
Pasó un tiempo sin cambios, pero un día, una gran amiga que sabía de mis sufrimientos, me dijo: Montse, «ponte las pilas», llama a todas las inmobiliarias de la zona y que vengan a tasar tu casa y si no encuentran quien la compre, diles a ellos a ver qué te ofrecen. Sin muchas esperanzas, pero por el cariño y la estima que le profeso, le hice caso y ese mismo día empecé a llamar. Proseguí también del mismo modo al día siguiente, y recuerdo que llamé a una de esas inmobiliarias y me respondió un muchacho muy amablemente. Me dijo que la persona encargada de ese tema de venta de inmuebles se encontraba en su hora del desayuno, y que si me era posible, llamara más tarde. No obstante, el joven quiso saber dónde se encontraba mi casa, y al yo darle la ubicación de la misma, me dijo: ¡¡¡¡Yo ando buscando una casa en esa zona!!! ¿Puedo venir ahora mismo a verla? Me quedé estupefacta y por supuesto, le dije que sí, que encantada.
Pasó escasamente media hora, y tenía al joven en la puerta llamando. La casa le encantó y el precio que habíamos puesto le parecía razonable. Vino más tarde con su novia, a la que también le gustó mucho y concretamos una paga y señal para hacerles la reserva.
Por esos mismos días, yo me puse a la tarea de buscar una casa cercana a la escuela donde trabaja mi esposo. La encontramos y vimos que tanto por espacio, (teníamos 7 hijos en aquel momento), como económicamente, se adaptaba a nuestras necesidades, así que realizamos formalmente la compra ante notario el 17 de marzo de 2004. Aquellos días anteriores a la firma, fueron de empacar y preparar nuestra marcha. Con tanto revuelo, yo no había siquiera reparado en las fechas de nuestra partida.
Pero cuando ya decidimos el día de la mudanza yo caí en la cuenta, como suele pasarme muchas veces, de que el día fijado con el camión para la mudanza se había programado para el día 20 de marzo. Por tanto, la última noche que pasamos en la casa antigua fue la del día 19 de marzo, tal día como hoy de hace 13 años. ¿Coincidencia? Para los que tenemos fe, no existen las coincidencias de fechas, ni atribuimos dichas coincidencias al esoterismo o las cábalas. Yo sé que fue San José quien me vendió la casa, sé que puso al teléfono a ese muchacho que no debiera haberme contestado, pero que sí lo hizo porque la persona encargada estaba en su tiempo de descanso. En media hora el joven estaba visitando formalmente mi casa con verdadera intención de comprarla, no como muchos charlatanes que venían para ver y poco más. Sé, también, que gracias a la intercesión de San José, encontré una vivienda cercana y muy a propósito para nuestra familia, porque mi petición ante la imagen sagrada del santo fue que velara por el bienestar de todos nosotros. Hermanos, no existen coincidencias, ni magia, ni suerte, ni «buena onda». ¡¡¡No!!! No seamos necios. Existe providencia, existe paternidad, si oramos con fe. Y nadie mejor que a San José para confiarle todos los problemas de la familia, y, cómo no, de esta gran familia que es la Iglesia y de la cual es el patrono.
Y para finalizar solamente unas cortas palabras sobre la humildad
¡Gracias, amado San José! Sabes que este milagro que he relatado lo hago público hoy, aunque es una vivencia muy íntima, con la única intención de que quienes lo lean te amen cada día más y se dirijan con fe a tu intercesión poderosísima.
Estoy convencida de que no les dejarás de la mano. ¡Sé que ellos sabrán de tu gran poder delante de Dios!
Montse Sanmartí
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Que bello testimonio , y que felizidad tan grande de que usted haya recibido la gracia que necesitaba de parte de San Jose por medio de su intersecion, siento mucho la perdida de su bebe sin embargo es un angelito que la cuida a usted y su familia desde el cielo . Que Dios les bendiga siempre.
Gracias, Martha. Realmente, San José es muy grande, un santo sin igual. Seamos fieles devotos suyos y veremos muchos milagros.
Bendiciones y gracias por seguirnos.
San José es el número uno de los santos. Pidámosle por la Iglesia, de la que es patrono y protector.
Yo también he recibido abundantes gracias por su intercesión.
En las interseciones divinas no hay casualidades, suceden y se ve claramente y con signos diversos. Los que no tienen fe ni asi lo verían.
Pablo VI: "Un pensamiento no católico se ha ido infiltrando en la Iglesia". Y llegará el día en que se haya convertido en predominante, porque el humo de Satanás ha penetrado en el 'sancta santorum' ". Tal día parece haber llegado ya al día a día de la Iglesia. De manera que testimonios sí militantemente católicos como este confesado por Montse Sanmartí, sobresaliente como mujer católica, esposa y madre "coneja" (y bloguera), nos mantienen firmes en la promesa de Cristo y su Iglesia.
Muchas gracias, hermano. Son testimonios que uno no puede callarse y guardar por pudor a contar ciertas cosas íntimas, pues el bien que se puede hacer, como me dijo en su momento mi director espiritual, es grande.