Queridos hermanos:
En la primera lectura de hoy, el profeta Jeremías nos dice como ser bendecidos por Dios. Son bendecidos quienes confían en el Señor y no en los hombres.
Es verdad que como seres humanos tenemos necesidad del afecto y el amor de los demás. Nadie puede negar que es hermoso sentirse amado. Las personas casadas están llamadas a amarse mutuamente y también aman a sus hijos. No creo que pueda describirse el amor que siente una madre por sus hijos y también muchos padres aman verdaderamente a sus hijos. Nosotros los sacerdotes renunciamos a tener una familia constituida con una esposa y con hijos, pero no renunciamos a amar y a sentirnos amados. Personalmente tengo la alegría de poder decir que amo a mis amigos y algunos en especial se han convertido en mi familia. Sé que están leyendo esto en este momento y me siento profundamente amado por ellos. Es un amor limpio, transparente, sin ningún interés y que me acerca más al Señor. Pienso en Santa Escolástica con su hermano San Benito de Nurcia, pienso en los hijos espirituales del padre Pío de Pietralcina, pero sobre todo pienso en Jesús en la casa de Betania con sus amigos del alma: Lazaro, Martha y María. En el Señor se crean unos lazos de familia que son muchas veces más auténticos que con algunos miembros de la familia de sangre. Recordemos que a Jesús algunos de sus familiares fueron a buscarlo porque pensaban que estaba fuera de sí, en otras palabras, que estaba loco.
La verdadera familia de Jesús son todos aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica.
Nadie puede vivir sin amar y ser amado. Sin el amor solo existe la muerte. Por eso en el infierno solo hay odio. San Juan usa una palabra para expresar todo lo que es DIOS: AMOR.
Aún con todo esto, debemos saber que el amor a Dios está por encima de todas las cosas y que nuestro corazón le pertenece. Aún con todos los afectos humanos, Dios está por encima de todo y muchas veces tenemos que tomar decisiones dolorosas cuando los seres humanos se interponen en nuestro camino en el encuentro con Dios.
Si confiamos en el Señor, seremos como el árbol plantado cerca de la fuente de agua que siempre estará lozano y frondoso.
Nuestro corazón es mezquino y no tiene arreglo, al menos de parte nuestra. El Señor lo puede restaurar, lo puedo hacer de nuevo. Un médico puede entrar por medio de un catéter, Dios entra con toda su plenitud y potencia y lo transforma.
Dios los bendiga
Padre Elías
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