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LA DIABÓLICA PERVERSIÓN DEL LENGUAJE

Una de las luchas más arduas que tenemos entre manos los católicos, principalmente, es ir a contracorriente del mundo y de sus postulados. Normalmente, por diversos motivos, el católico de a pie tiende a «mimetizarse» en la amalgama multicolor de pensamientos y dichos de este enemigo en el que vivimos y que tanto nos atrae. Pero este «pasar desapercibido» no es algo evangélico, sino que contradice totalmente las enseñanzas de Cristo. Tal como recordaba el Evangelio estos días en el Sermón de la Montaña, somos sal de la tierra y luz del mundo. Aunque vivimos en el mundo, no pertenecemos a él. Cristo nos da un ejemplo a seguir y es el de ser distintos, no porque nos creamos más que nadie, sino porque tenemos un mensaje que compartir a los demás y éste necesariamente es distinto del que el hombre desea escuchar. Pero muchas veces, por respetos humanos, por amor propio o por temor a ser juzgados, podemos caer en la tentación de replegarnos en nosotros mismos, de apagar la luz que llevamos en nuestros corazones, de ser estériles como sal insípida, dejándonos llevar por la manera de hablar y actuar mundanas. Así pensamos estar a bien con todos.Pero Cristo mismo nos recuerda en Lc. 6;26:

«¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, porque de la misma manera trataban sus padres a los falsos profetas.»

Precisamente, uno de los temas en los que es justísimo y muy necesario que los católicos alcemos la voz es en el tema del aborto. Primero, porque es un asesinato de inocentes. Segundo, porque ellos no pueden defenderse y es de toda lógica que haya quien lo haga, removiendo las conciencias de quienes piensan erróneamente que eso es un derecho, y no un asesinato. Como católicos también se nos exige participar activamente, en la medida de nuestras posibilidades, en formarnos bien y en enseñar a los demás lo que supone un aborto provocado mostrando el engaño del que muchos son presa fácil sin siquiera advertirlo. Me refiero concretamente a la manipulación y perversión que se hace del lenguaje para adormecer las conciencias de tantas personas.
 
El domingo 5 de febrero, tras el rezo del Ángelus, Francisco se refirió al aborto de un modo inusitado en un pontífice, aludiendo a él como lo hacen los que se lucran de este crimen infame y utilizando el eufemismo de «interrupción del embarazo». Muchos dirán que no es para tanto, que esa expresión es algo común en nuestra sociedad  y que todos ya sabemos a qué se refiere Bergoglio. Pero creo que eso no es así. Muchas personas nos hemos sentido dolidas con Francisco por usar esta expresión tan del mundo, tan poco fiel a la realidad. Nos sentimos defraudados porque precisamente, muchos luchamos para erradicar dichas expresiones suaves y carentes de toda verdad, expresiones con las que se tiende a normalizar un pecado gravísimo. Es  muy común también escuchar términos como «aborto terapéutico», «educación sexual y reproductiva», » muerte digna», «derechos de la mujer» etc. cuando sabemos que todo ello es fruto del deseo de ciertos lobbys que se mueven por los intereses del dinero fomentando un clima de normalidad, vaciando las conciencias de culpabilidad. Este lenguaje puesto en labios de Francisco, no es más que lo que decíamos arriba, una forma de pasar como tolerante, como persona que busca el halago del mundo, dejando de llamar a las cosas por su nombre para no ser tildado de rigorista, de retrógrado y eso en el mejor de los casos.
 

 
Así, Juan Pablo II recuerda en su enciclica Evangelium Vitae:

«Precisamente en el caso del aborto se percibe la difusión de una terminología ambigua, como la de « interrupción del embarazo », que tiende a ocultar su verdadera naturaleza y a atenuar su gravedad en la opinión pública. Quizás este mismo fenómeno lingüístico sea síntoma de un malestar de las conciencias. Pero ninguna palabra puede cambiar la realidad de las cosas: el aborto procurado es la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento.  (Evangelium Vitae, No. 58)»

Francisco es un personaje público, un personaje religioso en quien se miran millones de católicos en todo el mundo. Cuántas veces sus palabras y gestos nos dejan desconcertados, y en lugar de ser ejemplo, son antimodelo para los demás. Podemos equivocarnos, y es condición del ser humano que ello suceda. Pero este pontificado se ha convertido en una serie de equivocaciones constantes, de «meteduras de pata» sin fin, día sí y día también. Me pregunto cuándo falta para que termine este triste espectáculo que a veces hace cuestionarnos seriamente la intencionalidad de las palabras y de los gestos ambiguos que nos llegan a diario desde el Vaticano. Deseamos, principalmente de nuestros pastores la verdad y claridad en sus expresiones, en sus escritos, en sus gestos de reprobación de actitudes censurables, para que nadie pueda entrar en confusiones indeseadas, en engaños del demonio. Como dice el mismo Jesús:

«Antes bien, sea vuestro hablar: Sí, sí o No, no; y lo que es más de esto, procede del mal.»(Mt 5;37) 

Roguemos para que todo ello sea una realidad y la luz  sea puesta en el candelero para que alumbre a todos los de la casa.
 
Montse Sanmartí.
 
 

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Como Vara de Almendro

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4 Comments

  • Tienes toda la razón: el control del lenguaje lleva al control del pensamiento. Y los partidarios del aborto lo tienen muy claro y, como dices, lo introducen en las legislaciones de los países como «derechos de la mujer» o «salud reproductiva y sexual», nunca de una manera directa, pues sería recjhazado. En las clínicas abortistas están prohibidas en su personal las palabras «mamá», «papá», por supuesto «bebé», «hijo», «niño»… son «pacientes» y «bolsa de células», y las partes del bebé abortado se califican como «parte 1» en lugar de «cabeza», «parte 2» en lugar de «brazo», etc. Importantísimo, pues, llamar a las cosas por su nombre y evitar aquello que el propio Papa denominó «neocolonialismo ideológico».

    • Realmente pone la piel de gallina lo que comentas, Álex. Tener que nombrar en los hospitales a los niños abortados de la forma en que dices que lo hacen es algo muy fuerte, y en ese mismo camuflar el llamar a las cosas por su nombre ellos mismos se descubren. Cuando Adán y Eva pecaron, se escondieron y taparon su desnudez con hojas de higuera. Si uno no se siente culpable de algo, no tiene sentido que se esconda. Más claro, agua.
      Un cordial saludo.

  • Escribía Julián Marías (padre del actual Javier Marías, tan genial escritor como laicista): «Una de las mayores vergüenzas de nuestros tiempos no es otra que la general aceptación del aborto como un derecho de la mujer, como una conquista social.»
    Se necesitan más filósofos católicos como el magistral Julián Marías, más católicos militantes y filósofos y buenos teólogos, madres ejemplares se necesitan en esta hora de ignominiosa increencia, y más bitácoras como esta «Como vara de almendro», y foristas que pueblen con sus comentarios evangelizadores, críticos, militantes y próvidas esos mundos de Dios de Internet…
    Saludos a todos.

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