Existen pastores que quieren dar sacramentos a personas que van a suicidarse (sucede en Canadá).
Pastores que quieren dar sacramentos y bendiciones a las parejas del mismo sexo (en lugares de Alemania).
Pastores que quieren dar sacramentos a las personas que viven en adulterio o en fornicación (en muchas partes).
Existen pastores que quieren bendecir el pecado y dar permiso de pecar.
Si algún pastor, ya sea obispo o sacerdote, te invita a persistir en el pecado habitual, huye de él como de un enemigo de tu alma, porque no te acerca a Cristo sino te cierra las puertas a Él.
Jesús te invita a seguirlo renunciando al pecado. Quien te invite a seguir a Jesús sin renunciar al pecado, no es siervo de Cristo sino del pecado.
El pastor que bendice el pecado maldice a Dios y se hace reo no sólo de complicidad sino de traición a su ministerio.
Lo que Dios ha instituido para santificar se utiliza para condenar. Lo santo se vuelve rebeldía.
El lugar santo se profana con abominación.
En lugar de invitar al arrepentimiento para recibir la misericordia de Dios como nos enseñó el Señor y sus santos Apóstoles se confirma en el pecado.
En lugar de salvar, se abandona.
En lugar de liberar, se esclaviza.
En Lugar de sanar, se deja morir en la enfermedad.
Este engaño tan perverso sólo puede tener origen en Satanás que odia los sacramentos, ama el pecado y se regocija en atar al pecado hasta con los mismos medios sagrados: ministros y sacramentos.
Andrés Esteban López Ruiz, presbítero.
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Fantástico comentario, Padre. Yo misma he recibido malos consejos de varios sacerdotes y sólo la gracía de Dios me sacó del pecado.