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San Juan Bosco y su sueño profético de las dos columnas. ¿Se está desarrollando hoy su profecía?

Ayer tarde pensaba en el tema terrible de la Conmemoración católico-luterana protagonizada el pasado 31 de octubre en Lund y encabezada en el sector católico por Francisco.
Reflexionaba con preocupación y dolor en este acto pseudoecuménico, y digo pseudo, porque ha sido en toda regla una cesión de la parte católica a la protestante, nunca un diálogo interreligioso,  pues se ha renunciado de facto al dogma principal de nuestra fe, y se allana el terreno para unir a católicos y protestantes, cosa ésta imposible, como bien aclaró en su reciente artículo Luis Fernando Pérez Bustamante, director de Infocatólica y converso del protestantismo. Es imposible ser católico y protestante a la vez. 
Y es que, démonos cuenta, queridos lectores; un complot desea dinamitar la Nave de Pedro. Sabemos de sobra quiénes son los que capitanean dicha Nave: Cristo Eucaristía y María Santísima.  La Iglesia nunca podrá ser vencida si está anclada a estas dos columnas, pues ellas impedirán su destrucción total. Y el enemigo que lo sabe,  como buen estratega, ha logrado llegar a la raíz que puede minarla. Y es que en Lund se preparó y abonó afanosamente el terreno para la Intercomunión Luteranocatólica, lo cual busca como último fin  diluir completamente el dogma más grande de nuestra fe, y posibilitar nuevamente, junto con la Exhortación Amoris Laetitiae,  la  profanación y el sacrilegio de recibir indebidamente el Sacramento del amor, en este caso al permitir la comunión católica a una confesión cristiana que no acepta la verdad contenida en nuestra fe. También se obvió a la Santísima Madre de Dios durante dicha conmemoración, hecho que nos da a entender que la cesión del bando católico ha sido total y que a nuestra Madre se la pretende apartar y echar a un lado. Estas dos estratagemas, a mi entender, son el inicio del cumplimiento a cabalidad del sueño que Don Bosco.
Releyendo lo acaecido al santo la noche del  26 de mayo de 1862, en su sueño profético, me quiero detener en un punto importante que, en otras ocasiones, se me había pasado por alto y podría ser clave en la interpretación del sueño. Y es en la figura del Papa. Recordemos un poco la historia, pero centremos sobretodo nuestra mirada en la figura del Sumo Pontífice en este sueño profético, pues me parece clave en el tema que estamos desarrollando y que toma absoluta relevancia por su actualidad.
La historia del sueño, que el propio Don Bosco vino a denominar «parábola» lo explicó a sus jóvenes y es como sigue. En la narración me tomo la libertad de hacer la interpretación que me parece profética en azul. Evidentemente, es mi propia interpretación. No es mi intención que sea tomada como cierta por nadie.
Empieza el relato del sueño.
Una gran nave, simboliza la Iglesia Católica y que es capitaneada al frente por el Papa y se debate en un mar tempestuoso, en el que numerosas naves menores tratan de hacerle frente y derribarla. Otras pequeñas naves ayudan a evitar los ataques de la que dirige el Sumo Pontífice.   El viento le es adverso y la agitación de las aguas favorece a los enemigos. En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distantes la una de la otra. Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum. Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus credentium.
El Papa, al ver el furor del enemigo, convoca a subir a la nave a los ocupantes de las navecillas amigas, y buscan la forma de hacer frente a los ataques del contrario. Pero arrecian de nuevo los ataques y manda a volver a las embarcaciones a sus súbditos. Parece momentáneamente calmada la tempestad, pero de nuevo empieza a arreciar el combate. (Pienso que este momento del combate correspondería al inicio del Concilio Vaticano II, que con sus luces y sombras, iba a ser punto de partida de esta batalla. Muchos de los participantes del Concilio buscaban con total bondad de corazón el bien de la Iglesia,aunque sabemos que no todos y los resultados no fueron siempre los deseados.)
El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior todo en redondo penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas  cadenas. Las naves enemigas se disponen todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla. Unas con los escritos, otras con los libros, con materiales incendiarios de los que cuentan gran abundancia, materiales que intentan arrojar a bordo; otras con los cañones, con los fusiles, con los espolones: el combate se torna cada vez más encarnizado. Las proas enemigas chocan contra ella violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles. En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino. A veces sucede que por efecto de las acometidas de que se le hace objeto, muestra en sus flancos una larga y profunda hendidura; pero apenas producido el daño, sopla un viento suave de las dos columnas y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen. (En su larga andadura por el mar, la nave viene a ser capitaneada en el momento escogido por Dios por el Papa Juan Pablo II, quien acerca a los integrantes de la Iglesia a la Eucaristía y la Santísima Virgen. Un Papa eminentemente eucarístico que trata con sus escritos de aproximar a las almas al misterio de la presencia real de Cristo en la hostia consagrada, y quien ostenta como lema «Totus Tuus» por su gran amor y fidelidad a la Santísima Virgen María. Su largo pontificado se ve atacado a derecha e izquierda por quienes tratan de llevar a la Iglesia por los caminos del error, pero esos ataques no logran sus objetivos ante el Papa polaco, fuerte en su fe y robusto en sus convicciones.)
Disparan entretanto los cañones de los asaltantes, y al hacerlo muchas naves se abren y se hunden en el mar. Entonces, los enemigos, encendidos de furor comienzan a luchar empleando el arma corta, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate. Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente.( Sin duda esta caída que ve San Juan Bosco en su sueño representa el atentado del 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro de Roma. El sueño dice «cae herido», no muerto.)  Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le levantan. El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere (En este momento de la narración veo la similitud con la figura de Benedicto XVI en el momento actual, pues dice que es nuevamente herido. «Heriré el pastor y se dispersarán las ovejas» (Mt. 26,31). La muerte física en este caso es inexistente en el momento actual. Asocio la frase de la narración «es herido por segunda vez» en su renuncia, a mi entender, forzada. Así mismo creo que esta parte está aun inconclusa y podría darse en él la profecía de Fátima en que los tres pastorcillos narran como vieron a un obispo vestido de blanco, que les pareció ser el papa,  huir de una ciudad en ruinas, en medio de muchos cadáveres y que finalmente fue asesinado en el exilio de forma cruel.) 
Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible. (La mafia de San Galo ha logrado su objetivo y los años de infiltraciones masónicas en la Iglesia parecen haber ganado momentáneamente, pues en estos momentos que vivimos parece que el enemigo canta victoria.)  Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante. Los pilotos reunidos lo han elegido  inmediatamente; de suerte que la noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor. (Según interpreto, la muerte física del papa verdadero no se ha dado aun y Benedicto vive escondido del mundo, esperando la llegada de los acontecimientos de su huída y posterior muerte, tras la cual haría aparición Pedro el Romano quien apacentaría su Iglesia en medio de grandes dificultades. Los pilotos de las navecillas  serían los obispos fieles al magisterio y quienes representarían la verdadera sucesión apostólica, por tanto, podrían escoger legítimamente al verdadero sucesor de Pedro.)
Los enemigos comienzan a desanimarse. El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas, y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia; y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada. Entonces se produce una gran confusión. (El pontificado de Pedro el Romano sería en el exilio, temporalmente, guiando a la Iglesia hacia las dos devociones por excelencia y que la anclan al puerto seguro de la salvación, hacia las dos columnas del sueño de Don Bosco. Ello contribuiría a la fuerte derrota de la falsa iglesia y lograría hacer resurgir a la verdadera desde las catacumbas, siendo, tal como está profetizado, el tiempo por excelencia del Reino Eucarístico y Mariano, y el tan esperado Triunfo del Inmaculado Corazón de María. En definitiva sería el Reinado de Cristo presente realmente en cuerpo, sangre, alma y divinidad en las especies eucarísticas. El triunfo que llegará al remanente será precisamente por haber estado siempre fiel a las dos devociones irrenunciables para cualquier católico y por no haberse adherido a la falsa iglesia que deserta del dogma eucarístico y a la veneración a la Santísima Virgen, tal y como hemos comprobado se ha pretendido en la conmemoración del 31 de octubre en Lund.) 
Todas las naves que hasta aquel  momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente. (Esas naves cobardes que huyen vendrían a ser las diversas confesiones y religiones unificadas en la falsa iglesia, que se rompe y desintegra a ella misma pues no tiene la asistencia del Espíritu Santo, ni busca la salvación eterna de las almas.) Unas al hundirse procuran hundir a las demás. (El mal nunca quiere estar solo y busca llevar a perdición a otros junto a sí. El demonio, al caer al infierno, busca llevar a todos a ese mismo lugar de dolor y eterna desesperación.)
Otras navecillas que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas. (La Iglesia Remanente. La que nunca renunciará a la presencia real de Cristo en la Eucaristía, la de la Santísima Virgen María, la de la fidelidad al dogma y a la tradición.)
Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y que se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos, hasta que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, llegando a las cuales se aseguran a los garfios pendientes de las mismas y allí permanecen tranquilas y seguras, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa. (Estas naves las asocio a todos los católicos que en estos momentos están dudando y no comprenden lo que está sucediendo, temen equivocarse y perecer en la tempestad. Se mantienen dubitativas para actuar y hablar, pero tienen buenas intenciones y realmente buscan la verdad. Cuando llegue el momento se irán acercando a medida que la tempestad amaine y se sumarán a la verdadera Iglesia de Cristo.) En el mar reina una calma absoluta. (Será el tiempo de paz profetizado por el Corazón Inmaculado de María, el tiempo que se cumpla la frase dicha por Ella: «POR FIN MI INMACULADO CORAZÓN TRIUNFARÁ».) 
Al llegar a este punto del relato, San Juan Bosco preguntó a Beato Miguel Rúa: —¿Qué piensas de esta narración? El beato Miguel Rúa contestó: —Me parece que la nave del Papa es la Iglesia de la que es Cabeza: las otras naves representan a los hombres y el mar al mundo. Los que defienden a la embarcación del Pontífice son los leales a la Santa Sede; los otros, sus enemigos, que con toda suerte de armas intentan aniquilarla. Las dos columnas salvadoras me parece que son la devoción a María Santísima y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía.  El beato Miguel Rúa no hizo referencia al Papa caído y muerto y San Juan Bosco nada dijo tampoco sobre este particular. Solamente añadió: —Has dicho bien.
No pretendo ser más que el beato Miguel Rúa, ni que San Juan Bosco, por descontado. Pero creo que en el momento de la vida de ambos todavía  no se había presenciado lo que hoy  poco a poco va desplegándose delante de nuestros ojos. El tiempo me quitará o me dará la razón sobre esta exégesis personal del sueño de Don Bosco. Lo que nunca podremos dudar es que como católicos NUNCA, NUNCA JAMÁS VAMOS A RENUNCIAR A LAS DOS DEVOCIONES QUE SON EL PILAR DE NUESTRA FE: LA EUCARISTÍA Y LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. ¡A ELLOS SEA LA GLORIA POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS!
 
Montserrat Sanmartí.

Como Vara de Almendro

info@comovaradealmendro.es .

Ver comentarios

  • Bravo Monse!,
    me ha encantado,,,y como tu dices..
    NUNCA, NUNCA JAMÁS VAMOS A RENUNCIAR A LAS DOS DEVOCIONES QUE SON EL PILAR DE NUESTRA FE: LA EUCARISTÍA Y LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. ¡A ELLOS SEA LA GLORIA POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS!

  • Los dos pilares son los que en estos momentos trabajan duramente con nosotros los laicos comprometidos que día día nos informan todo lo que esta aconteciendo en el mundo espiritual y también nos guían para reforzar mas nuestra fe católica a pesar que la lucha es bien fuerte pero los pilares son aun mas poderosos por que nos han tomado de la mano y se que jamas nos soltaran, Bendito seas Jesús Sacramentado y bendita seas Mamita Maria por que siempre nos estas hablando a través de tus mensajes Amen.

    • Querido José, ciertamente estamos en la hora de los laicos. Hay muchas personas que, por gracia de Dios, tienen un don llamado discernimiento, que viene directamente del Espíritu Santo y que sirve para darse cuenta de las cosas con mucha claridad. Evidentemente esas personas que han recibido este don, deben de ponerlo al servicio de los hermanos. Me uno a usted y doy gracias al Señor por haberme permitido conocer a algunas de ellas que, junto a la Virgen María y a la Santa Eucaristía, nos ayudan a que nuestra salvación llegue a buen puerto. Son un regalo de Dios en estos tiempos. Oremos por ese don que Dios les concedió para que, tal y como usted comenta, podamos con su ayuda mantenernos siempre fieles a la verdad. Reciba un cordial saludo.

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