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INDEPENDENCIA A LA SUECA

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Por el padre Custodio Ballester Bielsa

 

La teoría sueca del amor: el triunfo del estado del bienestar

Acabo de ver un video que me ha impactado: La teoría sueca del amor. Trata del último nivel de independencia: ciertamente ilimitada. Una independencia que llega obviamente a la persona y termina en la liquidación de los lazos de interdependencia personal (básicamente los familiares). Es desmontar la célula de la familia para dejar sueltos los átomos individuales. Más allá de ese límite viene la rotura, el desquiciamiento. Pero ¡qué va!, resulta que en Suecia han tenido tiempo suficiente para experimentar la independencia hasta ese nivel, y han podido constatar que la rotura y el desquiciamiento del individuo suelto y “libre” no es menos dramático que la rotura y el desquiciamiento de la familia. De lo cual es fácil inferir que soportar los inconvenientes de vivir en la célula familiar no es más duro que soportar los inconvenientes que sufre el átomo individual. En efecto, una de las consecuencias  derivadas de esta novedosa ingeniería social, es el aumento espectacular del número de suicidios y de los muchísimos fallecidos en soledad (uno de cada cuatro) sin vínculo familiar, cuyo patrimonio pasa al Estado.

Este planteamiento tan rabiosamente individualista parte de una filosofía muy singular según la cual, al ser la independencia un valor tan absoluto que se mancillaría si se le pusieran límites, condena sin remilgos cualquier atisbo de interdependencia como un mal per se. La lógica del planteamiento no permite ninguna otra línea de solución. Si la independencia es un bien absoluto, es la forma necesaria de la libertad absoluta, la interdependencia no puede ser más que un mal absoluto. De ahí que muchísimas suecas, tras elegir online el perfil racial, físico e intelectual del donante, se auto-inseminen artificialmente en su propia casa gracias al envío postal del “ingrediente” en recipiente congelado. Así sacian el deseo hormonal de la maternidad independiente sin necesidad de relacionarse con varón. Y éstos satisfarán su libido viendo pornografía y acumulando “altruistas” donaciones de esperma. Cada uno por su cuenta. ¡Y todos tan panchos!

El problema está en que siendo como somos animales sociales, que quizás en un tiempo vivimos en manada (con un número limitado de individuos), pero que ahora vivimos en rebaños, en colmenas o en hormigueros de dimensiones descomunales, lo que nos toca no es plantearnos cómo haremos para convertirnos en escorpiones solitarios o en mantis religiosas; no nos corresponde andar buscando fórmulas para ver cómo nos disgregamos hasta la individuación, sino fórmulas para aprender a vivir en agregaciones cada vez más numerosas.

El caso es que esa independencia a la sueca desemboca inexorablemente en la soledad, con la rara y mal resuelta excepción de las mujeres que no quieren renunciar a la maternidad y recurren a la auto-inseminación por no sujetarse a la dependencia de un hombre. Digo que estas mujeres suecas constituyen una excepción que contradice frontalmente la filosofía social de la independencia individual, porque crean un lazo de dependencia con el hijo. Pero ahí está el Estado que, para subsanar el error y remediar esa debilidad femenina, se esfuerza por aliviarlas todo lo posible de esa dependencia y por liberarlas de ella lo antes posible con guarderías públicas afterhours.

Los suecos precisamente, que son la avanzadilla del Estado del Bienestar, se han dedicado a la ingeniería social como nadie, -la familia como ente interdependiente ha desaparecido por obsoleta- y han ido diseñando su singular modelo de convivencia en el que el único aglutinador de los individuos es el Estado. Éste obliga a sus ciudadanos a ser felices y a vivir en plenitud: una plenitud a la que, según esa teoría, sólo se puede llegar en solitario, puesto que cualquier lazo personal representa un impedimento grave para alcanzar la felicidad. Lo mismo respecto a la libertad y al derecho a decidir, que es tanto más absoluto cuanto más solo y único sea el individuo. Porque si la libertad de uno termina donde empieza la del otro, la libertad es absoluta si no hay nadie que me la limite. Y mi derecho a decidir es igualmente absoluto si mi decisión no afecta a nadie, porque ni encima ni debajo ni delante ni detrás ni a los lados hay nadie.

Es lo que tiene la defensa de ciertos “principios”: si son auténticos principios universales y absolutos, son universales y absolutos: no se les puede poner límite. En cuestión de derechos, lo primero que se debe determinar a la hora de defenderlos, es si son individuales o colectivos. Si son individuales, no hay nada que discutir. Y si son colectivos, hay que fijar las leyes de divisibilidad de cualquier colectividad. Y fijar, naturalmente, cuál es la autoridad con derecho a poner límites a esa divisibilidad.

En Suecia han sido de una coherencia rabiosa: la divisibilidad de los colectivos termina en el individuo; de la misma manera que para Demócrito la divisibilidad de la materia terminaba en el átomo: si lo rompes, has destruido la materia; igual que si pretendes partir el individuo, lo que haces es cargártelo.  Sin embargo, lo que no se atrevió a hacer el filósofo griego lo han logrado los suecos: la divisibilidad del colectivo llevada hasta el extremo conlleva indefectiblemente la destrucción de la persona. Sin más referente moral que el propio bienestar y el logro de objetivos puramente personales, el ser humano tras convertirse en esclavo de sí mismo lo será finalmente del Estado. ¿No es este el camino que llevamos también nosotros? Aborto y cambio de sexo en menores, sin mas necesidad que el propio consentimiento; familias monoparentales en aumento exponencial, el matrimonio canónico destruido y libérrima opción sexual. Este parece ser ¡el ideal europeo!

La teoría sueca del amor lleva a la autodestrucción mortal. En cambio, sólo la realidad del amor cristiano, interdependiente por definición, trae la paz y la alegría:

«Nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13) «….porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar la vida en rescate por muchos» (Mt 20,28).

 

Custodio Ballester Bielsa, pbro.

Sacerdotes por la Vida

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1 Comment

  • Gracias Padre Custodio por esta publicacion, gracias por ser valiente. Usted es la voz del rebaño fiel al cual pertenezco.
    Es sencillamente asquerosa, inmunda y denigrante esta teoria sueca del amor. Mas vale que se arrepientan porque cuando se mueran y sientan un «calorcito» se van a enterar de su gran ofensa a Dios.

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