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EL GRAN REGALO DE LA VIRGEN MARÍA. LA MEDALLA MILAGROSA, UNA PRENDA DE PREDESTINACIÓN

En este 27 de noviembre, la Iglesia celebra la festividad de la Medalla Milagrosa, una advocación muy especial para todos, puesto que la Virgen, siempre madre amorosa, viene en ayuda de sus hijos en tiempos de necesidad y dificultades.

Escribo desde la emoción de sentirme muy particularmente favorecida por esta advocación especialísima, porque mis primeros años infantiles, desde los tres hasta los siete, mis padres me llevaron a la escuela de San Rafael, muy cercana a nuestra casa. El colegio estaba regentado por las Hermanas Paúlas, hijas, como indica su nombre, de San Vicente de Paul y de Santa Luisa de Marillac.

Mis primeros recuerdos infantiles de esos años de colegio se deslizan en aquella casa que sentía como mi segundo hogar. Las hermanas que vestían el hábito azul, muy conocidas, las Hijas de la Caridad, eran muy estimadas por mis padres. Recuerdo sus nombres y sus cargos. Sor Luisa, encargada de la portería, junto con sor Áurea, las dos muy ancianitas. Sor Serapia, la hermana que estaba con los varoncitos hasta seis años, porque el colegio era para niñas, pero los parvulitos podían también ser chicos. ¡Cuánta paciencia tenía que gastar la pobre sor Serapia con esas «colas de lagartija» que no paraban ni un segundo! Sor Jesusa, que tenía unas manos muy grandes y cuando te daba una palmadita en la cara, a modo de caricia, parecía que te daba un bofetón. Sor Leonor, que era la superiora, y a la que con mucho respeto saludábamos cuando entraba en la clase con un «Buenos días, sor Leonor. ¿Cómo está usted?». Y cómo olvidarme de mi querida sor Alicia, la monjita que tanto me habló de Jesús y de María, quien junto a mis padres me enseñó los primeros rudimentos de la fe, y de la que guardo un recuerdo entrañable. En mayo, se rezaba siempre el mes de María y de labios de esta religiosa aprendí las oraciones del acróstico de dicha oración y nunca se me ha olvidado el orden de las mismas gracias al maravilloso truco de las iniciales con las que empezaba cada oración y que conforman el nombre de MARÍA.

Pero lo que más recuerdo es la capilla del colegio. Al entrar, en el zaguán, la primera puerta con la que te encontrabas a mano izquierda era la de la capilla. Y siempre entrar era lo primero, por algo estaba ubicada en dicho lugar. No se me olvida la imagen, la tengo grabada a fuego en mi mente. Una bella estatua, grande, en el centro del ábside del altar, con una corona de doce estrellas y de sus manos salían unos rayos dorados que siempre llamaron poderosamente mi atención y que poco sospechaba yo, a mi tierna edad,  que eran las gracias que María derramaba sobre aquellos que se las pedían. Vestía de blanco y de azul. Su rostro era muy hermoso y rosado. Sus pies estaban sobre una bola del mundo y junto a ellos la serpiente antigua que en sus fauces mordía una manzana. Era la Inmaculada Concepción. Así la recuerdo hoy. Esa es la primera advocación de mi infancia y de mi vida y la que me ha acompañado siempre por los caminos de este valle de lágrimas, aunque yo ni tan siquiera lo sospechara. Ella siempre estuvo a mi lado. Su medalla siempre fue muy estimada por mis padres y siempre nos ha acompañado. ¿Cuántas gracias no habré recibido por llevarla y venerarla con devoción? Esa medalla que tantos milagros, como su nombre indica, ha realizado en tantas personas. Gracias grandes e imposibles de conseguir a los ojos humanos. Les aconsejo a todos el llevarla siempre colgada del cuello y sabrán reconocer cómo la Santísima Virgen usa una singular protección y auxilio sobre aquellos quienes la llevan con singular devoción y amor.

Si alguna vez Dios me permite ir a París, solo espero visitar el 140 de la Rue du Bac, lugar de la aparición a Santa Catalina Labouré, para darle gracias a la Madre de Dios por tan grandes beneficios en mi vida. Espero que ustedes sean también beneficiados por portar la medalla e invocar, tal y como aprendí de labios de las hermanas del colegio la jaculatoria milagrosa también:

¡OH MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA,

ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS!

Montse Sanmartí

Les invitamos a ver este hermoso documental sobre esta maravillosa advocación, esperando sea de su agrado y les sirva de crecimiento espiritual.

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Como Vara de Almendro

info@comovaradealmendro.es

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9 Comments

  • A propósito de este artículo, tan sentida y bellamente escrito, también tomemos conciencia de que hasta el sonido de las campanas ha ido desapareciendo de nuestros pueblos, de nuestras parroquias…
    Como indefectiblemente. Pero aún, hace 30 0 40 años, se podían escuchar en muchos de nuestros pueblos las campanas de la iglesia del lugar repicando para misa, dando las horas, o como «salmodiando» una oración fúnebre por un fallecido en misa funeral… Sin duda, eran como un sonido o un pulso o un signo que nos avisaba de nuestro común origen y destino: Cristo que salva, el Señor, el único Salvador, el Hijo del Dios vivo, y la Iglesia como «sacramentum salutis».
    Porque es lo que intuía Georges Bernanos: «Un sacerdote menos, mil pitonisas más». O sea, un trozo de cultura católica desgajado de la sociedad, pisoteado, como enterrado vivo o quemado en la hoguera de las vanidades, significa un paso más hacia el nihilismo de la secularización y la apostasía.

  • MENSAJE DEL DÍA 4 DE NOVIEMBRE DE 2000, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
         EL SEÑOR:
         Hija mía, hay que seguir reparando por estas almas. Estas almas están introducidas en el mundo; su infidelidad, hija mía, no las hace retornar al verdadero camino; sólo piensan, hija mía, en la sangre, en la carne, en el hogar que las vio nacer; se han entregado a Dios, pero lo siguen a medias, hija mía. ¿No es triste que unas almas tan queridas me sirvan a medias, hija mía?
         ¡Ay, pastores de mi Iglesia, que no os conducís por el camino de la verdad, y os dejáis arrastrar por los halagos de la carne y de la sangre y vuestras amistades, hijos míos! Renunciad a lo doméstico, a la carne y a la sangre, y seguid a Dios, vuestro Creador. Ocupaos de las almas, hijos míos, que hay muchas almas que os necesitan, y no os preocupáis de ellas.
         Grita, hija mía, para que los pastores de mi Iglesia oigan mi voz y la transmitan a los hombres; que Dios está triste, porque los hombres han abandonado la mirada de Dios, y han cubierto la Tierra de crímenes y de pecados.
         Guías de los pueblos, enseñad a los hombres el Evangelio. Enseñadles que vayan a la Iglesia y que se alimenten de los canales que hay en ella, y beban de las fuentes de gracia. Que los hombres se han abandonado y el mundo está en manos de Satanás. ¿No lo veis, hijos míos? No os hagáis los sordos y coged los frutos buenos y seleccionadlos. ¡Ay, hijos míos, que os hacéis los sordos y no queréis escuchar mis palabras! Vuestra soberbia no os deja ver ni oír, hijos míos. ¿Quién sois vosotros para limitar a Dios? Dios se manifiesta a quien quiere, como quiere y cuando quiere. ¿Cómo sois tan obstinados y os empeñáis en no escuchar la palabra de Dios? Revisad vuestras vidas y veréis a lo que baja Dios a la Tierra: a enseñaros que cumpláis con el Evangelio. Sólo a recordároslo, hijos míos; porque muchos de vosotros os habéis desviado y vivís según vuestros gustos. Predicad a los hombres, hijos míos, las verdades que hay escritas y no os dejéis dominar por vuestros gustos y vuestros caprichos. Sed sacerdotes santos, que las almas están muy necesitadas, hijos míos. ¿No veis la invasión, que hay en el mundo, de los demonios? Han invadido el mundo, hijos míos; tenéis que ayudar a las almas a sacarlas de las tinieblas que las tiene Satanás. Muchas almas no encuentran consuelo donde descargar sus culpas, y muchas quieren liberarse de Satán, pero no encuentran sacerdotes preparados para expulsar los demonios de sus espíritus. Hijos míos, sólo os pido que enseñéis a los hombres las verdades del Evangelio, para que los hombres vuelvan la mirada a Dios y se arrepientan.
         ¡Ay, juventud, juventud empedernida! ¿No os dais cuenta, hijos míos, que el demonio quiere apoderarse de vuestras almas y os introduce en los placeres, en los gozos?
         ¡Ay, hombres de poca voluntad, que no aceptáis ni las leyes naturales, ni las divinas!
         ¿No os aceptáis vosotros mismos como sois, hijos míos? Aceptaos como hombres los que sean hombres y como mujeres las que sean mujeres. No adulteréis vuestro cuerpo, hijos míos; son templos del Espíritu Santo. No toméis malas inclinaciones, hijos míos.
         Bebe unas gotas del cáliz del dolor, hija mía, por tantas ofensas como cometen estas almas… Hija mía, cuánto dolor causan a mi Corazón los pecados de impureza de los hombres, de no aceptarse cada uno como es. Y cuánto dolor causan a mi Corazón mis almas escogidas, que también hay muchas que no se aceptan como son. ¿Cómo Dios no va a estar triste viendo a sus criaturas que se inclinan por el mal sin querer aceptarse a sí mismos ni aceptar la voluntad de Dios?
         ¡Ay, hombres, que habéis dejado la oración y no conocéis el sacrificio ni la penitencia! Por eso el mundo está en las condiciones que está, hijos míos; porque los hombres pisotean las gracias y pisotean los sacramentos. Acercaos a la Penitencia, hijos míos, al sacramento de la Eucaristía. Todo el que coma mi Cuerpo y beba mi Sangre tendrá vida eterna. Amad a la Santa Iglesia, acercaos a ella, hijos míos; ella os enseñará a amar a Dios. Amad al Santo Padre.
         Y vosotros, sacerdotes, obispos, cardenales, obedecedle a ese santo varón, y protegedle. ¡Cuánto sufre por las desobediencias, hijos míos! Es un santo varón como jamás ha habido en la Tierra; un varón entregado a Dios y uniendo a los hombres, sin importarle razas ni colores, sin mirar por sí mismo, sino mirando por los demás constantemente. Imitadle, hijos míos, imitadle, y veréis cómo camináis por el camino de la perfección.
         Orad, hijos míos, no os olvidéis de la oración; con la oración, el demonio huye de las almas. Y orad mucho para que haya sacerdotes santos, que puedan expulsar las almas de los enemigos que se introducen dentro de ellas. (1) Satanás es muy astuto y se introduce dentro de las almas, para ir contagiando unas a otras; tened cuidado, hijos míos, no os abandonéis en los sacramentos, orad mucho, que Satanás huye con la oración.
         Sí, hijos míos, quiero almas que sean capaces de darlo todo por mi amor, no que se queden en el tiempo, en los apegos de la carne y de la sangre y del hogar; que la mayoría se despegan de Dios para apegarse a lo mortal.
         Seguid orando, hija mía. Mira cuántas almas hay, por vuestra oración, a punto de llegar al Cielo.
         Una de ellas va a ser portavoz de todas.
         ALMA DEL PURGATORIO:
         Gracias, gracias por tantas oraciones dedicadas a nuestras almas. Gracias porque muchas de nosotras no hemos recibido ni una sola oración de nuestros seres queridos. Hemos recibido lágrimas, pero oraciones no, y las lágrimas no nos han servido de nada. Mira, hermana mía, qué sufrimiento tan horrible sienten nuestras almas, porque carecemos de la oración, y qué alivio sentimos cuando viene una oración a nosotros; porque el más grande tormento que hay en la Tierra es el más pequeño que sufrimos nosotros aquí. No se puede comparar los tormentos de la Tierra con los tormentos del Purgatorio; el más pequeño es más doloroso que cualquier sufrimiento de la Tierra por muy grande y muy doloroso que sea. Nuestro dolor es más grande que ningún dolor, porque deseamos ver a Dios, tenemos ansias inmensas de ver a Dios. Orad por nosotras para que podamos ir al Creador. Muchas estamos aquí millones de años porque hay muy poca oración. Nuestras familias nos quieren y nos aman mucho, pero cuando dejamos de existir sólo echan lágrimas, no hacen oración ni oyen el Santo Sacrificio de la Misa, que tiene tanto valor para nosotras. Haced sufragios por nosotras, ofrecednos oraciones, que nosotras también colaboraremos un día con vosotras, para ayudaros. Mira cuánto puede hacer una sola oración llena de caridad y de amor.
         LUZ AMPARO:
         ¡Ay, cómo vuelan al Cielo! ¡Ay…!
         ALMA DEL PURGATORIO:
         ¡Gracias, gracias por las oraciones! No podemos decir otra palabra, nada más que gracias.
         LUZ AMPARO:
         ¡Ay, qué grandeza, Dios mío! ¡Ay…!
         ALMA DEL PURGATORIO:
         La caridad vale mucho para calmar nuestras penas y para llegar a la Gloria, la oración y el Santo Sacrificio de la Misa. Orad por nosotros. Gracias, otra vez.
         EL SEÑOR:
         ¿Ves, hija mía, cuánto sirve la caridad, el amor? Y los hombres no se aman ellos mismos, ni unos a otros. ¡Cómo se van a acordar de los demás! Por eso, hija mía, la Tierra es tan castigada. ¡Cuántos años, te dije que vendrían trombas de agua, huracanes, mares desbordados, naciones engullidas bajo los escombros, porque los hombres no vuelven su mirada a Dios! Hijos míos, sin Dios el hombre no es nada, está muerto, es un muerto viviente, hija mía; y aquéllos que se llaman cristianos practicantes, y participan en el pecado de los hombres y pecan de omisión, sin retirarse y olvidarse de aquéllos que ofenden a Dios. ¡Qué crueles, hijos míos; cómo sois partícipes de la ofensa a Dios! ¡Cambiad vuestras vidas y amad a Dios sobre todas las cosas! ¿¡Quién cumple este mandamiento, hijos míos!? Ni los laicos, ni los sacerdotes, ni los religiosos. Todos anteponen antes a su padre, a su madre, a su hermano, a su hermana, antes que a Dios su Creador. Amad a Dios vuestro Creador, hijos míos. Cumplid los mandamientos. Todo el que cumpla los mandamientos se salvará. Amaos los unos a los otros, hijos míos; practicad la caridad. ¡Cuántas almas, que han llegado a este lugar, se han salvado y están gozando de la eternidad! Eso sí que es un gozo para nuestros Corazones.
         Acudid a este lugar, hijos míos, que yo cambiaré vuestras vidas y os enseñaré a amar a la Iglesia y a frecuentar los sacramentos. Amad nuestros Corazones, hijos míos. ¡Cuántas almas de las que acuden a este lugar…!
         LA VIRGEN:
         Mira qué gozo, hija mía, mira, qué gozo siente nuestro Corazón de tantas y tantas avemarías que alegran nuestros Corazones, y son jardines que tienen preparados en el Cielo por cada avemaría.
         LUZ AMPARO:
         ¡Oy, qué belleza!…
         EL SEÑOR:
         Sed firmes, hijos míos, y perseverad. No os hartéis, hijos míos. Venid, rezad el santo Rosario. Acudid a este lugar, que yo os bendeciré, hijos míos. Amaos unos a otros, ése es el mandamiento más importante, hijos míos.
         LA VIRGEN:
         Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
     


    (1) Frase de construcción equívoca. Al transmitir la vidente el contenido del mensaje, en este punto, parece omitir una preposición y trasponer otra. Salvando el sentido que consideramos propio, quedaría, pues, así: “Y orad mucho para que haya sacerdotes santos, que puedan expulsar de las almas a los enemigos que se introducen en ellas”.
     

  • MENSAJE DEL DÍA 2 DE DICIEMBRE DE 2000, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
         LA VIRGEN:
         Hija mía, aquí estoy como Madre de los desamparados.
         EL SEÑOR:
         Bebe unas gotas del cáliz del dolor, hija mía… Es amargo, hija mía, pero al mismo tiempo te fortalece. Ámame mucho, hija mía, y hazme amar. Repara tus miserias, hija mía, y las miserias de los demás. Cuando yo veo que las almas reparan las miserias de los demás y las suyas propias, mi Corazón se vuelca en ellas y yo me refugio en sus corazones. Cuando las veo que tienen deseos de amarme, no me importan sus miserias, me importa su amor. Por eso te pido, hija mía, que hagas porque las almas me amen, y no te angustien las difamaciones, las calumnias. Pide por esas pobres almas que quitan del Evangelio y ponen lo que les agrada; ellos hacen un Evangelio a su gusto; por eso, siempre ven la misericordia, pero no ven mi justicia. Y mi justicia es igual que mi misericordia. Y la aplicaré con ellos para que vean mi justicia, para que no vayan diciendo a los hombres que sólo empleo mi misericordia. Soy Juez Supremo de vivos y muertos. Que mi Corazón se vuelca hacia las almas que tienen deseos de amarme, de ser fieles y de respetarme. Pero, hija mía, ¡cuánto sufre mi Corazón por la infidelidad de mis almas! Por eso pido, como un mendigo, un poco de amor. ¿Y sabes quién detiene mi ira, hija mía? Esas almas que tienen deseos de amarme, ésas son las que sujetan mi brazo. Mira, hija mía, los hombres dicen que no empleo mi justicia. Si no emplease mi justicia, no estarían éstos en este lugar, estarían todos en este otro, hija mía.
         LUZ AMPARO:
         (Durante unos instantes, tiene una visión del Infierno). ¡Ay, ay! ¡Ay, qué horror! ¡Ay, qué horror! ¡Ay!
         EL SEÑOR:
         Pero no quiero que tu corazón sufra. Mira la felicidad de estos otros, hija mía; todos han llegado a mí por el amor, por la obediencia, por la fidelidad. Todos han llegado a este lugar, por muy pecadores que sean; si ellos tienen voluntad y vienen a mí, yo los perdono, y les abro los brazos, y les doy un abrazo eterno. Pero aquéllos que no quieren hacer mi voluntad, y matan a los seres, se convierten en fieras heridas por el odio y por el desprecio a las almas, hija mía. Yo, todo amor, enseñé a los hombres a amarse, y ¿en qué han convertido mi mandamiento, hija mía? En desunión, en odios, en destrucción. Yo, que bajé a darles vida a las almas, hija mía, con mi muerte; mira qué mal correspondieron a ese amor. Yo, que sufrí tanto por ellas, que mi Corazón era un volcán de fuego e instituí la Eucaristía para que todos viniesen a alimentarse de mi Cuerpo y de mi Sangre; la instituí por amor, y ¿qué hacen, hija mía? ¿Cómo corresponden a ese amor? Pisoteando mi Cuerpo. ¿Cómo me reciben muchas almas, hija mía? En pecado mortal. ¡Cuántos sacrilegios cometen con mi Cuerpo, hija mía! Yo, que dije: “El que coma mi Cuerpo y beba mi Sangre tendrá vida eterna”, también sufro porque veo que a muchos les sirve de condenación porque me reciben en mal estado, hija mía.
         Por eso pido: ¡hijos míos, id al sacramento de la Penitencia, confesad vuestras culpas!, y después venid a recibir el Cuerpo de Cristo. Pero no sembréis vuestra condenación recibiéndome en mal estado, hijos míos. Acercaos al sacramento de la Penitencia, que muchos de vosotros no os acercáis, hijos míos. Confesad vuestras culpas, hijos míos, y recibidme dignamente. No ultrajéis más el Cuerpo de Cristo, hijos míos. Id a la Penitencia: el sacerdote perdonará vuestras culpas, y acercaos a la Eucaristía, que yo os daré fortaleza y avivaré vuestra fe para que permanezcáis en mi amor. Todo aquél que permanece en mi amor, yo estaré siempre con él. Hijos míos, amaos unos a otros; caridad pido entre los hombres. Y todo aquél que siga mi camino, tendrá un lugar en la eternidad junto a mí, hija mía.
         Y vosotros, guías de los pueblos: explicad a los hombres las verdades del Evangelio; no os comáis lo que queréis y añadís lo que queréis también, hijos míos. ¡Ay de vosotros, aquéllos que quitáis o ponéis! ¡Cómo os asustan mis mensajes catastróficos —como decís vosotros, hijos míos— y no os fijáis en la Biblia! ¿O es que no creéis en ella? Es palabra de Dios; explicadla según está escrita, hijos míos, y enseñad a los hombres las verdades. ¿Cómo os coméis lo que queréis? Vuestra infidelidad, hijos míos, os ha dejado ciegos y, por eso, escondéis lo que queréis y habláis lo que no debéis. ¿No os da miedo, hijos míos, que puedo aplicar mi justicia sobre vosotros?
         ¿Cómo perseguís a los que intentan vivir el Evangelio, si el que está conmigo no está contra mí? ¿Qué motivos tenéis, hijos míos, para perseguirlos, calumniarlos? ¿No os remuerde la conciencia, hijos míos? ¿Dónde está vuestra caridad, vuestro amor al prójimo? Quedaos con lo bueno y no busquéis siempre lo negativo. ¿Quién sois vosotros para decir a todo un Dios a quién tiene que manifestarse, dónde y cuándo? Y me limitáis también el tiempo. Si tuvierais fe, hijos míos, no os asustaríais de nada. ¿No será que no estáis tranquilos vosotros? Buscad lo positivo y no destruyáis las almas.
         Y vosotros, no tengáis miedo a aquéllos que os quieran destruir. Yo estoy con vosotros, ¿a quién vais a temer? Y no escudriñéis tanto el mensaje. El mensaje divino es muy difícil entenderlo, hijos míos. Tú, comunica todo mi mensaje y no te angusties, hija mía, que cada uno lo entienda a razón de su inteligencia. Mi tiempo no es el tiempo de la Tierra y mis palabras están impregnadas de gracia y de vida eterna. Hay almas en el Purgatorio, lo repito, siglos de mi tiempo, no del vuestro, hijos míos.
         Y sobre el Santo Padre, hijos míos, os lo repito: un varón santo en la Tierra, mártir por la Humanidad, que une a los pueblos y a naciones enteras. Ése es un santo varón. Y repito: después de Pedro, el santo más santo de todos los papas.
         Pero, hijos míos, si el que está en gracia sabe discernir todo. Amad mucho a las almas, y pedid mucho por la Iglesia y por los que la componen, hijos míos; por el Vicario de Cristo. Orad, hijos míos, orad. No os abandonéis en la oración, el mundo está en esta situación porque los hombres no elevan su mirada a Dios, y los hogares están sin Dios, y los hombres anteponen todo a Dios. Y mi Corazón está triste por mis almas queridas.
         Repito otra vez, hijos míos: no seáis funcionarios, sed pastores de mi Iglesia; reunid los rebaños que están esparramados, hijos míos, y enseñadles las verdades del Evangelio; y, sobre todo, os pido, hijos míos, la caridad; emplead vuestra caridad con el prójimo. El amor es lo más importante. ¿Cómo, hijos míos, podéis tener vuestra alma tranquila persiguiendo a las almas que intentan seguir el Evangelio? Y enseñad a los hombres que soy Juez, y que los juzgaré según sus obras, y que Dios no es catastrófico, pero Dios es Juez y juzgará a cada uno según su comportamiento. Y vendré a la Tierra y traeré la guerra, y la madre irá contra el hijo, el hijo contra la madre, la suegra contra la nuera, la nuera contra la suegra, hermanos contra hermanos, para todos aquéllos que hayan rechazado mi palabra y que pisotean el Evangelio y que ponen y ponen lo que a ellos les gusta. ¡Ay de aquéllos que no creen en mi justicia!, cuando la emplee sobre ellos, hijos míos, ¡qué horrible será!
         Orad, haced sacrificios y ayunos, hijos míos. Pedid por los pobres pecadores. Amaos unos a otros, estad unidos todos, hijos míos, para que todos caminéis juntos y nadie os derribe. Vuestro silencio es importante, hijos míos, aunque el enemigo no aprende de vuestros silencios. Pedid por mis almas, por mis pastores, y cambiad vuestras vidas, hijos míos. Amad nuestros Corazones. Venid contritos y arrepentidos. Dad testimonio de vida, hijos míos, con vuestro ejemplo, aunque el malvado no querrá ver, porque el que tiene la gracia es el que ve, pero el que está en tinieblas nunca verá. Penitencia y sacrificio, hijos míos.
         LA VIRGEN:
         Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales para los pobres pecadores. Acudid a este lugar, que recibiréis gracias corporales y espirituales, hijos míos.
         Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

  • Cardenal Burke: «Quizás hemos llegado al final de los tiempos» | Religión la Voz Libre
    30-11-2017
    Fuente Artículo-Leer:
    http://religionlavozlibre.blogspot.com.es/2017/11/burke-se-lo-toma-con-calma.html?m=1
    MENSAJE DEL DÍA 6 DE AGOSTO DE 1983, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
         LA VIRGEN:
         Hija mía, Dios Padre todavía tiene misericordia de los humanos; todavía sigue dándoles oportunidad para salvar su alma, hija mía.
         Pide, hija mía, pide por las almas consagradas. Pide, hija mía, y haz sacrificio. Dios Padre hace mucho tiempo que está dando avisos por medio, primero, de sus ángeles, hija mía; los mandó a Sodoma y Gomorra, para avisarles de tanto pecado de impureza, de toda clase de vicios. Pero, como no hicieron caso a sus mensajes, las destruyó con nube de fuego. Destruyó dos ciudades, hija mía; pues aquí va a pasar igual, hija mía. Toda la raza humana se rebela contra Dios.
         En los conventos, hija mía, hay abominaciones, y en las iglesias, en muchas iglesias, ha llegado la abominación con el pecado, hija mía; pide por esas almas. ¿Dónde están esas flores puras y lozanas que estaban en los conventos, hija mía? No se encuentran almas. Sacrificio pido, sacrificio y oración.
         El enemigo astuto, hija mía, se apodera de esas almas para escoger el mayor número para cuando llegue el momento. Claro, hija mía, tú tienes que ser víctima en reparación de los pecados del mundo.
         Sí, hija mía, vas a sufrir mucho. Pide por las almas consagradas. El demonio se apodera de muchas almas y las introduce dentro de esos conventos. Hija mía, los conventos que todavía quedan, que siguen la vida de Cristo con la vida de sacrificio, de amor, de caridad, de fe, de pureza, el demonio quiere destruir esa obra. Que estén alerta, hija mía, para ver a quién meten en esos conventos, porque el demonio se quiere hacer el rey de todos esos corazones para destruir la obra de mi Hijo. ¡Pobres almas, hija mía, necesitan oración y sacrificio! Las almas que quiere mi Hijo tienen que ser pobres, humildes, puras y sacrificadas, hija mía. ¿A dónde se encuentra esto?
         El enemigo, con su astucia, se está apoderando de todas esas almas; por eso pido, hija mía —hace muchos años que estoy pidiendo—, sacrificio y oración.
         Mi Hijo, primero, puso a sus ángeles por mensajeros para la raza humana; y luego ha puesto a su Madre por mensajera, para coger instrumentos pequeños y humildes, para comunicárselo a la raza humana; que tenga cuidado, hija mía, que el mundo está a punto de ser destruido.
         Dios le da pena de destruir esta raza; pero los hombres le pagan con crímenes, hija mía, con pecados de impureza y con todas las clases de vicios. Por eso os pido, hijos míos: el tiempo se aproxima y los hombres no cambian, y Dios Padre va a descargar su ira de un momento a otro, hija mía. Que hagan sacrificio, que se arrepientan, que Dios Padre los está esperando a todos con los brazos abiertos, hija mía. Que pidan luz al Espíritu Santo, que Él los iluminará para estar en gracia de Dios.
         Hija mía, besa el suelo en sacrificio por las almas consagradas… Este acto de humildad, hija mía, sirve para la salvación de los pobres pecadores; por las almas consagradas, ¡las amo tanto, hija mía, y qué mal me corresponden! Por eso os pido, hijos míos, que hagáis sacrificios por los que no lo hacen y que hagáis oración por los que no rezan, hijos míos.
         La ira del Padre se aproxima y mi Corazón está transido de dolor. Las profecías que yo he dado hace mucho tiempo, hija mía, a Melania y a Bernardita se van a cumplir. Estamos en el fin de los fines, en el fin de los tiempos, hija mía, y no encontramos almas para ser apóstoles de los últimos tiempos. Sólo, hija mía, con que hubiese diez almas, diez almas puras, mi Hijo imploraría a su Padre que no descargara su ira sobre esta Humanidad. Pero no encontramos almas víctimas, hija mía; no encontramos almas que quieran reparar los pecados de los demás. ¿Qué han hecho con la Iglesia de mi Hijo, qué han hecho, hija mía? ¡Qué pena de almas! Pedid por ellas, hijos míos, porque Dios Padre les va a dar por su pecado y por los demás, por los demás que han arrastrado al abismo.
         Vas a ver un momento, hija mía, la Transfiguración de Cristo. No podrás tocar, hija mía.
         LUZ AMPARO:
         ¡Ay, ay, ay…! (Se lamenta repetidas veces y continúa hablando entre sollozos). ¡Ay, qué luz! ¡Ay, qué luz! ¡Ay, qué luz! ¡Ay, ay! ¡Ay, qué luz! ¡Ay! ¡Ay, qué luz! ¡Ay, ay, ay…!
    ¿Quién es ésos que hay ahí, quién son…? Moisés, es Moisés, y Henoc. ¡Ay!, pero, ¿qué le pasa al Señor? ¡Ay, qué cara! ¡Qué luz! ¡Ay, qué luz…! ¡Ay, ay, ay…, qué luz! (Atraída por el misterio, extiende la mano para tocar). ¡Ay, ay, ay…, qué luz tan densa, ay, ay…! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, qué luz! ¡Ay, ay, ay…!
         LA VIRGEN:
         Esta luz, hija mía, es la Transfiguración de Cristo. Has visto su cara, hija mía, como el Sol de brillante, como el Sol. Nadie, nadie puede alcanzar esa energía divina. ¡Nadie, hija mía! No intentes tocarla, ¡no intentes!
         LUZ AMPARO:
         ¡Ay, lo que sale, ay, lo que sale, ay de la luz del cuerpo, ay del cuerpo ese tan grande! ¡Ay, lo que sale! ¡Huy! ¡Ay, se forma, se forma un brazo! Se está formando otro brazo. ¡Ay, se forma el cuerpo! ¡Ay, se forma la cara! ¡Un pie, el otro pie! ¡Con rayos que salen del cuerpo, de ese cuerpo tan grande! Del centro del pecho salen los rayos; se ha formado un hombre. ¡Ay, es el Señor ese hombre! ¡Ay, es el Señor! ¡Ay, con pelo y todo lo ha formado!
         Ahora siguen saliendo rayos de dentro de ese cuerpo. ¡Ay, que se forma un ala, otra ala! ¡Ay, una cabeza de un…! ¡Ay, una paloma, una paloma! ¡Ay, se ha formado también una paloma! ¡Ay, de esos rayos de ese cuerpo tan grande! ¡Qué hombre, si no puedo verle la cara!; el pelo muy largo y la barba; pero la cara no puedo verla. ¡Qué pies tan grandes, ay! ¡Qué brazos tiene, Dios mío! ¡Ay, ¿quién es ése tan grande?! ¡Ay, por eso no lo puedo ver!
         LA VIRGEN:
         Ése, hija mía, es Dios Padre; nadie, nadie le podrá ver ni tocarle, hija mía. Es la luz divina, la luz para toda la Humanidad. Y ahora, hija mía, vas a ver cómo esos cuerpos se destruyen lo mismo que se han construido y se meten dentro de ese cuerpo.
         LUZ AMPARO:
         ¿Qué van a hacer ahora? ¡Ay!, pero ¿cómo lo hacen? Se está quitando otra vez. ¡Ay!, los rayos se meten dentro de ese cuerpo otra vez. ¡Ay!, todo se está destruyendo otra vez. ¡Ay!, se han metido dentro de ese cuerpo tan grande. La paloma también se ha metido dentro de ese cuerpo. Pero, ¿qué es esto, Dios mío, qué es eso? ¡Ay!
         LA VIRGEN:
         Esto, hija mía, son las Tres Divinas Personas: el Padre, que nadie le ha podido ver, el Hijo y el Espíritu Santo. Todo viene del Padre, hija mía: de la energía divina del Padre se forma el Hijo y se forma el Espíritu Santo.
          LUZ AMPARO:
         ¿Y esos brazos tan grandes?
         LA VIRGEN:
         Significan que quieren abarcar todo el Universo, hija mía; así es de grande Dios Padre. Pero, a veces, hija mía, la raza humana le hace tan pequeño, tan pequeño, y está tan ofendido, que va a descargar su cólera de un momento a otro, hija mía.
          LUZ AMPARO:
         ¡Ay, Dios mío, Dios mío! ¡Ay, Dios mío; perdónalos, Dios mío! ¡Ten misericordia de todos, Dios mío! ¡Ay, ay, ay, si es que no hacen caso, Dios mío! ¡Ay, ay, ay…!
          LA VIRGEN:
         Por eso te digo, hija mía, y te he repetido muchas veces, que la raza más “rebeladora”[1] es la raza humana; la que más se ha rebelado contra Dios. Y, sin embargo, hija mía, Dios Padre tiene misericordia de ellos. Pedid que se convierta, hija mía, quiero que se salve… (Habla en idioma desconocido durante unos segundos).
         LUZ AMPARO:
         ¡Ay, Dios mío! ¡Ay!, ¿tan poco falta, Señor, tan poco falta? Pido que se conviertan todos, Dios mío.
         LA VIRGEN:
         Vas a ver otra clase de castigo, hija mía… (Luz Amparo se lamenta con la voz entrecortada por el llanto). Por eso mi Corazón de Madre sufre tanto; por eso no quiero que se condenen; por eso mi Hijo me ha puesto por mensajera para la salvación de la Humanidad.
         Vuelve a besar el suelo, hija mía, por los pobres pecadores… Por todos los pecadores, por todos mis hijos, hija mía, sin distinción de razas. Pido, hija mía, sacrificio y oración; haz sacrificio y penitencia con la oración, hija mía. Vale la pena seguir para recibir una recompensa en las moradas celestiales.
         Mira cómo está mi Corazón transido de dolor por todos mis hijos, hija mía, por todos, por mis almas consagradas… No puedes quitar ninguna espina, hija mía, no están purificadas. Pero te voy a dar una oportunidad de que escribas otro nombre en el Libro de la Vida, hija mía… Ya hay otro nombre más, hija mía, en el Libro de la Vida. Estos nombres no se borrarán jamás, hija mía.
         Todavía queda algún alma, hija mía, que aman nuestros Corazones, hija mía. Que pidan gracias a mi Inmaculado Corazón, que él derramará gracias sobre toda la Humanidad. Pedid que se conviertan los pobres pecadores; ¡me dan tanta pena, hija mía!
         Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
         Levantad los objetos, hijos míos. Todos los objetos serán bendecidos, hijos míos; muchos de ellos recibirán gracias especiales que servirán para la conversión de muchas almas, hija mía…
         Os pido sacrificio, hija mía, sacrificios y humildad.
         Adiós, hijos míos. Adiós. Adiós.
    [1] No existe, como tal, esta palabra, que equivaldría a “rebelde”; es decir, como aclara a continuación, “la que más se ha rebelado contra Dios”.
    Fuente Mensaje:
    http://pradonuevo.tripod.com/83.htm

  • MENSAJE DEL DÍA 6 DE AGOSTO DE 1983, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
         LA VIRGEN:
         Hija mía, Dios Padre todavía tiene misericordia de los humanos; todavía sigue dándoles oportunidad para salvar su alma, hija mía.
         Pide, hija mía, pide por las almas consagradas. Pide, hija mía, y haz sacrificio. Dios Padre hace mucho tiempo que está dando avisos por medio, primero, de sus ángeles, hija mía; los mandó a Sodoma y Gomorra, para avisarles de tanto pecado de impureza, de toda clase de vicios. Pero, como no hicieron caso a sus mensajes, las destruyó con nube de fuego. Destruyó dos ciudades, hija mía; pues aquí va a pasar igual, hija mía. Toda la raza humana se rebela contra Dios.
         En los conventos, hija mía, hay abominaciones, y en las iglesias, en muchas iglesias, ha llegado la abominación con el pecado, hija mía; pide por esas almas. ¿Dónde están esas flores puras y lozanas que estaban en los conventos, hija mía? No se encuentran almas. Sacrificio pido, sacrificio y oración.
         El enemigo astuto, hija mía, se apodera de esas almas para escoger el mayor número para cuando llegue el momento. Claro, hija mía, tú tienes que ser víctima en reparación de los pecados del mundo.
         Sí, hija mía, vas a sufrir mucho. Pide por las almas consagradas. El demonio se apodera de muchas almas y las introduce dentro de esos conventos. Hija mía, los conventos que todavía quedan, que siguen la vida de Cristo con la vida de sacrificio, de amor, de caridad, de fe, de pureza, el demonio quiere destruir esa obra. Que estén alerta, hija mía, para ver a quién meten en esos conventos, porque el demonio se quiere hacer el rey de todos esos corazones para destruir la obra de mi Hijo. ¡Pobres almas, hija mía, necesitan oración y sacrificio! Las almas que quiere mi Hijo tienen que ser pobres, humildes, puras y sacrificadas, hija mía. ¿A dónde se encuentra esto?
         El enemigo, con su astucia, se está apoderando de todas esas almas; por eso pido, hija mía —hace muchos años que estoy pidiendo—, sacrificio y oración.
         Mi Hijo, primero, puso a sus ángeles por mensajeros para la raza humana; y luego ha puesto a su Madre por mensajera, para coger instrumentos pequeños y humildes, para comunicárselo a la raza humana; que tenga cuidado, hija mía, que el mundo está a punto de ser destruido.
         Dios le da pena de destruir esta raza; pero los hombres le pagan con crímenes, hija mía, con pecados de impureza y con todas las clases de vicios. Por eso os pido, hijos míos: el tiempo se aproxima y los hombres no cambian, y Dios Padre va a descargar su ira de un momento a otro, hija mía. Que hagan sacrificio, que se arrepientan, que Dios Padre los está esperando a todos con los brazos abiertos, hija mía. Que pidan luz al Espíritu Santo, que Él los iluminará para estar en gracia de Dios.
         Hija mía, besa el suelo en sacrificio por las almas consagradas… Este acto de humildad, hija mía, sirve para la salvación de los pobres pecadores; por las almas consagradas, ¡las amo tanto, hija mía, y qué mal me corresponden! Por eso os pido, hijos míos, que hagáis sacrificios por los que no lo hacen y que hagáis oración por los que no rezan, hijos míos.
         La ira del Padre se aproxima y mi Corazón está transido de dolor. Las profecías que yo he dado hace mucho tiempo, hija mía, a Melania y a Bernardita se van a cumplir. Estamos en el fin de los fines, en el fin de los tiempos, hija mía, y no encontramos almas para ser apóstoles de los últimos tiempos. Sólo, hija mía, con que hubiese diez almas, diez almas puras, mi Hijo imploraría a su Padre que no descargara su ira sobre esta Humanidad. Pero no encontramos almas víctimas, hija mía; no encontramos almas que quieran reparar los pecados de los demás. ¿Qué han hecho con la Iglesia de mi Hijo, qué han hecho, hija mía? ¡Qué pena de almas! Pedid por ellas, hijos míos, porque Dios Padre les va a dar por su pecado y por los demás, por los demás que han arrastrado al abismo.
         Vas a ver un momento, hija mía, la Transfiguración de Cristo. No podrás tocar, hija mía.
         LUZ AMPARO:
         ¡Ay, ay, ay…! (Se lamenta repetidas veces y continúa hablando entre sollozos). ¡Ay, qué luz! ¡Ay, qué luz! ¡Ay, qué luz! ¡Ay, ay! ¡Ay, qué luz! ¡Ay! ¡Ay, qué luz! ¡Ay, ay, ay…!
    ¿Quién es ésos que hay ahí, quién son…? Moisés, es Moisés, y Henoc. ¡Ay!, pero, ¿qué le pasa al Señor? ¡Ay, qué cara! ¡Qué luz! ¡Ay, qué luz…! ¡Ay, ay, ay…, qué luz! (Atraída por el misterio, extiende la mano para tocar). ¡Ay, ay, ay…, qué luz tan densa, ay, ay…! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, qué luz! ¡Ay, ay, ay…!
         LA VIRGEN:
         Esta luz, hija mía, es la Transfiguración de Cristo. Has visto su cara, hija mía, como el Sol de brillante, como el Sol. Nadie, nadie puede alcanzar esa energía divina. ¡Nadie, hija mía! No intentes tocarla, ¡no intentes!
         LUZ AMPARO:
         ¡Ay, lo que sale, ay, lo que sale, ay de la luz del cuerpo, ay del cuerpo ese tan grande! ¡Ay, lo que sale! ¡Huy! ¡Ay, se forma, se forma un brazo! Se está formando otro brazo. ¡Ay, se forma el cuerpo! ¡Ay, se forma la cara! ¡Un pie, el otro pie! ¡Con rayos que salen del cuerpo, de ese cuerpo tan grande! Del centro del pecho salen los rayos; se ha formado un hombre. ¡Ay, es el Señor ese hombre! ¡Ay, es el Señor! ¡Ay, con pelo y todo lo ha formado!
         Ahora siguen saliendo rayos de dentro de ese cuerpo. ¡Ay, que se forma un ala, otra ala! ¡Ay, una cabeza de un…! ¡Ay, una paloma, una paloma! ¡Ay, se ha formado también una paloma! ¡Ay, de esos rayos de ese cuerpo tan grande! ¡Qué hombre, si no puedo verle la cara!; el pelo muy largo y la barba; pero la cara no puedo verla. ¡Qué pies tan grandes, ay! ¡Qué brazos tiene, Dios mío! ¡Ay, ¿quién es ése tan grande?! ¡Ay, por eso no lo puedo ver!
         LA VIRGEN:
         Ése, hija mía, es Dios Padre; nadie, nadie le podrá ver ni tocarle, hija mía. Es la luz divina, la luz para toda la Humanidad. Y ahora, hija mía, vas a ver cómo esos cuerpos se destruyen lo mismo que se han construido y se meten dentro de ese cuerpo.
         LUZ AMPARO:
         ¿Qué van a hacer ahora? ¡Ay!, pero ¿cómo lo hacen? Se está quitando otra vez. ¡Ay!, los rayos se meten dentro de ese cuerpo otra vez. ¡Ay!, todo se está destruyendo otra vez. ¡Ay!, se han metido dentro de ese cuerpo tan grande. La paloma también se ha metido dentro de ese cuerpo. Pero, ¿qué es esto, Dios mío, qué es eso? ¡Ay!
         LA VIRGEN:
         Esto, hija mía, son las Tres Divinas Personas: el Padre, que nadie le ha podido ver, el Hijo y el Espíritu Santo. Todo viene del Padre, hija mía: de la energía divina del Padre se forma el Hijo y se forma el Espíritu Santo.
          LUZ AMPARO:
         ¿Y esos brazos tan grandes?
         LA VIRGEN:
         Significan que quieren abarcar todo el Universo, hija mía; así es de grande Dios Padre. Pero, a veces, hija mía, la raza humana le hace tan pequeño, tan pequeño, y está tan ofendido, que va a descargar su cólera de un momento a otro, hija mía.
          LUZ AMPARO:
         ¡Ay, Dios mío, Dios mío! ¡Ay, Dios mío; perdónalos, Dios mío! ¡Ten misericordia de todos, Dios mío! ¡Ay, ay, ay, si es que no hacen caso, Dios mío! ¡Ay, ay, ay…!
          LA VIRGEN:
         Por eso te digo, hija mía, y te he repetido muchas veces, que la raza más “rebeladora”[1] es la raza humana; la que más se ha rebelado contra Dios. Y, sin embargo, hija mía, Dios Padre tiene misericordia de ellos. Pedid que se convierta, hija mía, quiero que se salve… (Habla en idioma desconocido durante unos segundos).
         LUZ AMPARO:
         ¡Ay, Dios mío! ¡Ay!, ¿tan poco falta, Señor, tan poco falta? Pido que se conviertan todos, Dios mío.
         LA VIRGEN:
         Vas a ver otra clase de castigo, hija mía… (Luz Amparo se lamenta con la voz entrecortada por el llanto). Por eso mi Corazón de Madre sufre tanto; por eso no quiero que se condenen; por eso mi Hijo me ha puesto por mensajera para la salvación de la Humanidad.
         Vuelve a besar el suelo, hija mía, por los pobres pecadores… Por todos los pecadores, por todos mis hijos, hija mía, sin distinción de razas. Pido, hija mía, sacrificio y oración; haz sacrificio y penitencia con la oración, hija mía. Vale la pena seguir para recibir una recompensa en las moradas celestiales.
         Mira cómo está mi Corazón transido de dolor por todos mis hijos, hija mía, por todos, por mis almas consagradas… No puedes quitar ninguna espina, hija mía, no están purificadas. Pero te voy a dar una oportunidad de que escribas otro nombre en el Libro de la Vida, hija mía… Ya hay otro nombre más, hija mía, en el Libro de la Vida. Estos nombres no se borrarán jamás, hija mía.
         Todavía queda algún alma, hija mía, que aman nuestros Corazones, hija mía. Que pidan gracias a mi Inmaculado Corazón, que él derramará gracias sobre toda la Humanidad. Pedid que se conviertan los pobres pecadores; ¡me dan tanta pena, hija mía!
         Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
         Levantad los objetos, hijos míos. Todos los objetos serán bendecidos, hijos míos; muchos de ellos recibirán gracias especiales que servirán para la conversión de muchas almas, hija mía…
         Os pido sacrificio, hija mía, sacrificios y humildad.
         Adiós, hijos míos. Adiós. Adiós.
    [1] No existe, como tal, esta palabra, que equivaldría a “rebelde”; es decir, como aclara a continuación, “la que más se ha rebelado contra Dios”.
    Fuente Mensaje:
    http://pradonuevo.tripod.com/83.htm

  • MENSAJE DEL DÍA 7 DE DICIEMBRE DE 1985, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
    LA VIRGEN:
    «Mira, hija mía, mi Rostro velado por el dolor y mis ojos enrojecidos por las lágrimas; mi Pecho atravesado por siete espadas de dolor, hija mía. ¡Y TODAVÍA DICEN LOS HUMANOS QUE NO SUFRO! Mira, hija mía, cómo caen mis lágrimas, sobre mi manto negro; mis ojos, perlados por las lágrimas. (Amparo, al ver cómo sufre la Santísima Virgen, dice en un grito de dolor):
    ¡Madre mía!
    Presta atención, hija mía, a lo que te voy a decir y revélalo a los humanos:
    MI CORAZÓN ESTA DOLORIDO POR LA GRAN RUINA QUE VA A CAER SOBRE EL MUNDO. LA JUSTICIA DE DIOS ES GRAVEMENTE OFENDIDA, HIJA MÍA. LOS HOMBRES SIGUEN OBSTINADOS EN EL PECADO, Y LA IRA DE DIOS VA A CAER DE UN MOMENTO A OTRO. EL MUNDO, HIJA MÍA, VA A SER SACUDIDO POR GRANDES TERREMOTOS, GRANDES CATÁSTROFES, GRANDES EPIDEMIAS Y CARESTÍA, HIJA MÍA. TAMBIÉN HABRÁ FUERTES HURACANES QUE HARÁN DESBORDARSE LOS RÍOS Y LOS MARES.
    Grita fuerte, hija mía, para que los Misterios del Señor llamen a la Humanidad a penitencia y oración. Como no vuelvan sus ojos a Dios, también habrá una gran guerra (Amparo expresa angustia al oír estas palabras) porque los hombres sabios, subidos en el poder, usarán armas mortíferas para destruir grandes naciones: UNOS SERÁN BARRIDOS POR TERREMOTOS; OTROS, POR HURACANES, Y OTROS POR GUERRAS, HIJA MÍA. (Amparo vuelve a dar señales de dolor.)
    Mira, hija mía, estoy implicada para proteger al mundo, hija mía; estoy sosteniendo el Brazo de mi Hijo. TODO ESTO TENÍA QUE HABER SUCEDIDO, pero cuando hay almas que piden a Dios, Dios sostiene el castigo, hija mía. (Amparo dice ¡ay! como en un grito de dolor.) DIOS NO ES TIRANO hija mía, como dicen los hombres, DIOS ES AMOR Y MISERICORDIA: pero los hombres se meten en el pecado y en el abismo. (Vuelve Amparo a dar señales de angustia y dolor.)
    EL SEÑOR:
    Os pido, hijos míos:
    ID DE PUEBLO EN PUEBLO PUBLICANDO EL EVANGELIO, HIJOS MÍOS, Y ¡AY DE AQUEL QUE QUITE Y PONGA LO QUE NO HAY EN EL EVANGELIO!, PORQUE MUCHOS DE MIS PASTORES QUITAN LO QUE NO LES CONVIENE Y AÑADEN LO QUE LES CONVIENE, HIJOS MÍOS.
    Pedid por las almas consagradas; pedid, hijos míos, por el Vicario de Cristo que está en un gran peligro.
    Hija mía, vas a besar el suelo por las almas consagradas (Amparo y muchas personas besan el suelo), y haced, hijos míos, SACRIFICIO Y PENITENCIA, no hagáis caso de aquellos que os dicen que no hace falta penitencia para salvarse, ni oración ni sacrificio. CON LA PENITENCIA, HIJOS MÍOS, CON EL SACRIFICIO Y CON LA ORACIÓN, SERÉIS SALVADOS, HIJOS MÍOS. Yo no soy un Padre (Amparo dice ¡ay! varias veces), SOY AMOR, MISERICORDIA Y PERDÓN; no soy un Padre tirano, ni cruel, hijos míos. A TODO AQUEL QUE VENGA A MI, LE PERDONO, HIJOS MÍOS. (¡Ay -dice Amparo-, qué Grande eres! ¡Ay! ¡Ay!) Pero este mundo ES CRUEL CONMIGO, HIJOS MÍOS. Lo mismo que Sodoma y Gomorra, que cuando el Diluvio, hijos míos, este planeta VA A SER DESTRUIDO. Estad preparados, hijos míos, que os llevaré a la Tierra Prometida. Entonces, sólo Uno será vuestro Rey y vuestro Pastor, y sólo Uno os publicará el Evangelio y os predicará, hijos míos, sin engaños ni mentiras.
    Hay grandes almas consagradas, hijos míos, grandes santos; pero hay también grandes lobos en mi Iglesia, forrados con piel de oveja. ¿Qué han hecho de mi Iglesia? Guarida de ladrones, hija mía.
    Pedid mucho a vuestra Madre, que Ella os traerá a Mí, y Yo os llevaré al Padre, hijos míos.
    LA VIRGEN:
    Hija mía, haz oración y penitencia por esas pobres almas que están destruyendo tantas otras almas. ¡Me dan tanta pena…! ¡Cómo reniegan de mi Nombre!
    Amadme mucho, hijos míos, QUE YO OS AMO CON TODO MI CORAZÓN.
    Os amo a todos, porque todos sois hijos míos. ¿Qué madre no sufre por un hijo, hija mía? Vosotras sois madres; si vuestro hijo se va por el mal camino, vuestro corazón lo tenéis henchido de dolor. Pues Yo soy Madre, hijos míos, y mi Corazón, MI CORAZÓN, HIJOS MÍOS, ESTA ATRAVESADO POR EL DOLOR. TENGO ESPINAS, HIJOS MÍOS, MUCHAS ESPINAS EN MI CORAZÓN, PERO TAMBIÉN TENGO AMOR, AMOR, MUCHO AMOR, HIJOS MÍOS.
    No quiero que os condenéis, hijos míos, porque EXISTE EL INFIERNO, Y EL INFIERNO ESTÁ PARA AQUELLOS QUE RENIEGAN DE DIOS, HIJOS MÍOS, QUE SE METEN EN LOS PLACERES DEL MUNDO QUE VUELVEN LA ESPALDA A DIOS CREADOR, HIJOS MÍOS. Existe el infierno.
    Amad mucho a vuestro prójimo, hijos míos, y amad a Dios. Cumplid con sus Mandamientos, porque, hija mía, como te he dicho muchas veces, en los Mandamientos están los Evangelios, los Sacramentos y todas las Leyes de Dios.
    Mirad, hijos míos, que vuestra Madre sostiene el Brazo de la Justicia de Dios, porque Dios es Juez, y dará a cada uno según sus obras, hijos míos. Seguid rectos y seguros por el camino del Evangelio, hijos míos.
    Hoy es un día grande, aunque vengo llena de dolor porque los hombres no piensan nada más que en ofender a Dios.
    Voy a dar una bendición especial, que servirá, hijos míos, para todos los moribundos, para todos aquellos QUE VISITEN DIARIAMENTE EL SANTÍSIMO, QUE RECEN EL SANTO ROSARIO, QUE RECIBAN A CRISTO DIARIAMENTE. PROMETO ASISTIRLOS CON MIS ÁNGELES, EN LA HORA DE LA MUERTE. MIS ÁNGELES LUCHARAN CON SATÁN PARA ARREBATARLE A LAS ALMAS.
    Son bendiciones especiales, hijos míos. Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
    Voy a dar otra bendición. Esta bendición tendrá grandes indulgencias, hijos míos, para todos los objetos. Levantad todos los objetos. (Los asistentes levantan los objetos para que sean bendecidos por la Santísima Virgen).
    Humildad te pido, hija mía; las pruebas son duras, pero tu humildad tiene que sobresalir de todos los demás. Ahora es cuando vienen las pruebas, hija mía.
    Adios, hijos míos; adios.»
    (Transcrito de la cinta grabada en Prado Nuevo de El Escorial en la mañana del día 7 de diciembre de 1985.)
    Fuente:
    http://pradonuevo.tripod.com/85.htm

  • MENSAJE DEL DÍA 12 DE AGOSTO DE 1982 [1] EN SAN LORENZO DE EL ESCORIAL (MADRID):
    (Estando Luz Amparo en su trabajo, queda estigmatizada. Las primeras palabras del mensaje no se alcanzaron a transcribir).
    LA VIRGEN:
    …Están formando planes diabólicos contra ti, porque intentarán destruir todo esto. Haz penitencia por mis almas consagradas; que muchos conventos están muy relajados porque han aflojado en la oración y en la penitencia.
    Satanás es el enemigo que está rodeando todo esto. Se está metiendo en la Iglesia Santa de Cristo. La están destruyendo ellos mismos. No hables con nadie, hija mía, a no ser con el Cardenal o el Obispo. No te dejes sorprender por los lobos con piel de oveja, que están tratando…
    ¿Qué ha sido de mi Iglesia? La Iglesia de mi Hijo se destruye poco a poco; no tiene humildad. Pide oración y sacrificio. Hazlo tú por todos ellos, por la perversidad de la Humanidad, por todos mis hijos.
    Haced penitencia y oración; haced sacrificios. Tú, hija mía, no te abandones, extiende mis mensajes por todo el mundo; no hacen caso, les espera un castigo muy grande. Haced oración al Padre Eterno. Oración y penitencia.
    Besa el suelo, hija mía…
    Ésas, mis almas consagradas, hay que salvarlas; a mi Hijo lo ponen en cruz esos falsos pastores. Besa el suelo otra vez… Levántate de este acto de penitencia. Arrodíllate. Ofrécete como víctima al Padre Eterno, que Él haga lo que quiera de ti. Ofrécete como un juguete en sus manos. Sé humilde.
    Yo también sufro. Mira mi Corazón cómo está por esas almas consagradas. ¡Qué falsos profetas! EL ANTICRISTO ESTÁ EN MI IGLESIA; ESTÁ ENTRE TODOS ELLOS. NO SE HA DADO A CONOCER. QUE SALGAN MIS MENSAJES POR EL MUNDO PARA REDIMIR A TODOS. Tu director que no se acobarde, aunque sea un mártir como tantos otros que ha habido en la Tierra. Pensad en el alma, que el cuerpo no vale nada. Hija mía, besa mi mano. Te doy la bendición en el nombre del Padre Eterno, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
    La cruz es lo más importante para llegar al Cielo. Llevadla sobre los hombros. Mi Corazón está dolorido. Mi Corazón reinará, hija mía, en todo el mundo; será la salvación de la Humanidad, hija mía; está transido de dolor por la agonía y Pasión de Cristo. Meditad en la Pasión, hijos míos, que está olvidada. ¡Cuántas almas se salvarían si la meditaran! Pero, ¡qué ingratitud hay en el mundo de los humanos! Vas a sufrir mucho, hija mía. ¡Pobre Vicario!, cuánto tiene que sufrir por algunos de los que le rodean. ¡Qué ingratos son! Son fariseos hipócritas, destructores de la doctrina de mi Hijo; no saben lo que les espera. Será horrible el Castigo.
    Tú, hija mía, dedícate el viernes entero a la Pasión. La tienen olvidada. No se acuerdan de sus tormentos. Haced oración y penitencia y alcanzaréis el Reino de Dios.
    Humildad, humildad es lo que pido. Vuelve a besar el suelo…
    Hoy no me puedes quitar ninguna espina, están muy clavadas por los pecados de mis almas consagradas. No intentes tocarlas, hija mía. No, hija mía. Tu dolor vale para ayudar a salvar la Humanidad.
    Adiós, hija mía. Adiós.
    [1] Se desconoce si existe grabación en audio de este mensaje. Cf. o. c., nº 1, pp. 73-74.
    MENSAJE DEL DÍA 16 DE SEPTIEMBRE DE 1982 [1] EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID):
    (Al ir a rezar el santo Rosario a Prado Nuevo, Luz Amparo, en el camino que conduce a dicho lugar, comienza a sentir intensos dolores y a sangrar copiosamente por la frente, manos y pies, a la vez que emite fuertes lamentos).
    LA VIRGEN:
    La salvación del mundo, hija mía, será por intercesión de María, vuestra Madre gloriosa. Haced sacrificio y penitencia. Rezad el santo Rosario. Pedid al Padre Eterno. Las moradas celestiales están preparadas, hija mía, para toda la Humanidad que quiera salvarse. Diles a todos que confiesen sus culpas, que el Castigo está muy próximo. Oración y penitencia es lo que pido, hijos míos. Hija mía, reza por la conversión de los pecadores.
    Mira cómo está mi Corazón por todos mis hijos, hija mía, sin distinción de razas. Diles a todos mis hijos, hija mía, que el que quiera seguir el camino de Cristo tiene que coger la cruz. El tiempo se aproxima, hija mía, y el Hijo del Hombre vendrá para dar la recompensa a cada uno según sus obras.
    El Vicario de Cristo está en un gran peligro. Haced penitencia y oración. Publicad mis mensajes por todo el mundo; no os acobardéis, hija mía. Tienes que sufrir mucho, pero piensa que Cristo sufrió por toda la Humanidad hasta el final.
    Recibid las calumnias con humildad, hijos míos, y haced lo que os pido. Mira qué morada, hija mía; las moradas celestiales están preparadas y son la recompensa que espera para todo aquél que quiera seguir por el camino del dolor. Pensad, hijos míos, que esta recompensa será para toda la eternidad. ¿De qué sirve el placer del mundo si se pierde el alma? También te voy a enseñar las cavernas del enemigo… El venir aquí será horrible. Hija mía, pide que se conviertan; que quiero que se salven todos mis hijos. Hija mía, esto que has visto no es nada para lo que les espera a todos los que no quieran salvarse. No sufras, que el que viene aquí es porque quiere; estoy dando oportunidades de salvarse.
    Rezad por mis almas consagradas. La Iglesia de Cristo se está destruyendo. Satanás se está metiendo en la Iglesia. Han abandonado la oración. Muchas almas consagradas, por su mala vida, por su impiedad, han abandonado la oración y el sacrificio, y el enemigo se ha apoderado de ellos; muchos de ellos son lobos disfrazados con piel de cordero ¡Qué pena me da!
    Rezad las tres partes del Rosario; con el santo Rosario se puede salvar la mayor parte de la Humanidad; es mi plegaria favorita. EL ANTICRISTO SE VA A DESENMASCARAR; ESTÁ YA EN LA HUMANIDAD. Haced oración. Tú, hija mía, serás calumniada y te verás muy sola. Serás calumniada por las almas consagradas. Sé fuerte, hija mía, hasta el final, como lo fue mi Hijo hasta la Cruz.
    Hijos míos: meditad la Pasión de Cristo, que está olvidada. Pensad en los dolores que pasé yo viendo morir a mi Hijo siendo inocente.
    Tú, hija mía, no te abandones. Visitad todos los días al Santísimo, que mi Hijo está muy triste y solo esperándoos a todos. Con vuestro sufrimiento se pueden salvar muchas almas. Deja que hagan lo que quieran de ti. Sé como un juguete en manos de un niño. Piensa lo que te he dicho otras veces: que el cuerpo no vale ni para estiércol; el alma es lo que vale. Que se vista el cuerpo con pudor; que se están cometiendo muchos pecados de impureza. Ofrécete, hija mía. Haced penitencia y oración por los que no quieren salvarse. Tú, hija mía, sé humilde.
    Adiós, hija mía.
    [1] No existe grabación en audio de este mensaje; fue transcrito por uno de los asistentes al Rosario en Prado Nuevo. Cf. o. c., nº 1, pp. 78-79.
    Fuente:
    http://pradonuevo.tripod.com/82.htm
    MENSAJE DEL DÍA 5 DE ABRIL DE 1986, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID):
    A eso de las 6,20 de la madrugada, Luz-Amparo, prudentemente acompañada, en virtud del aviso recibido de la Santísima Virgen, baja de su casa al fresnedal de Prado Nuevo. Rezan los misterios gloriosos del santo Rosario y a continuación comienzan los gozosos. Y es en el cuarto misterio gozoso cuando la Santísima Virgen hace su aparición vestida de blanco. Luz-Amparo entra en éxtasis y transmite el mensaje que recibe de la celestial Señora y que es tomado en cinta magnetofónica.
    Pese a la lluvia torrencial que en Prado Nuevo – «Prado Santo», dicen muchos- caía durante el Rosario de la tarde, a las 17 horas, la concurrencia de peregrinos era extraordinariamente numerosa; se afirma que como nunca. A esta multitud que, con devota serenidad, bajo el chaparrón expresa su filial amor a la que es Madre de Dios y Madre nuestra, los altavoces transmiten el mensaje de la mañana cuyo texto se expone a continuación:
    LA VIRGEN:
    «Hija mía, aunque mi corazón sigue con mucho dolor, hoy no vengo vestida de dolor. Vengo vestida de blanco porque hay muchas almas que todos estos días, hija mía, se han ofrecido víctimas de holocausto por la salvación de los pecadores (Pausa); han correspondido mucho a la oración y al sacrificio. En agradecimiento a sus oraciones, hija mía, vengo vestida de blanco. (Pausa.)
    La sociedad, hija mía, sigue, sigue ofendiendo gravemente a la divina Majestad de Dios. Y grandes calamidades van a seguir cayendo sobre la humanidad.
    Cuidado, hijos míos, que los espíritus de las tinieblas rondan el mundo para apoderarse de las almas. Estos espíritus con su malicia se introducen dentro de aquellos corazones que todavía están calientes en la oración y en el sacrificio. Se introducen para hacerlos bloques de hielo y para que la oración la abandonen y sus almas queden tibias y aletargadas, hija mía.
    No os abandonéis en la oración, hijos míos. El espíritu de Satán está entre la humanidad. Quiere hacerse dueño de esos corazones; hacerse dueño de los corazones, de las almas que están entregadas a Mí, hija mía. (Pausa.)
    En el globo terrestre, hija mía, las malas lecturas abundarán; dirán terribles cosas y calumnias atroces contra las cosas santas; y aquellos que verdaderamente están entregados a Dios, al oír estas cosas, dudarán de su existencia. No hagáis caso, hijos míos, porque los poderosos quieren destruir las cosas santas y que reine en el mundo el ateísmo y el espiritismo poco a poco, hija mía. Y querrán hacer desaparecer toda palabra de Dios.
    Cuidado, hijos míos, que Satán tiene mucha astucia. El rey de las tinieblas ha hecho un pacto con varias naciones; y estas naciones, hija mía, serán la ruina de la humanidad. Sólo con oración y con sacrificio se podrá evitar un gran castigo, hija mía. Satán enturbia las almas de los hogares. Los matrimonios, por cosas sin importancia, arman grandes guerras. Se apodera de sus almas con la pereza. Muchos, hija mía, serán sellados con el sello de Satán. Pero aquellas almas que vengan a Mí, Yo las llevaré a mi Hijo, y mi Hijo las llevará al Padre.
    Mi Hijo no hace justicia sobre el globo terrestre si no es obligado por las almas. Primero derrama gracias, amor, misericordia. Y, si estas almas rechazan esas gracias y ese amor, mi Hijo, con la espada de la justicia, hará justicia sobre la tierra. (Pausa.)
    AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS, HIJOS MÍOS. NO SEÁIS MATERIALISTAS. NO SEÁIS PEREZOSOS, HIJOS MÍOS. NO OS ABANDONÉIS EN LA ORACIÓN.
    Siguen las discordias entre los seres humanos. En los hogares, hijos míos, no hay amor entre vosotros.
    AMAOS COMO CRISTO OS AMA, HIJOS MÍOS. MIRAD SI OS AMA CRISTO, QUE TODAS ESTAS GRACIAS LAS DERRAMA SOBRE EL MUNDO. (Amparo llora.) ABARCAN A TODA LA HUMANIDAD. NO MIRA NI RAZA NI COLOR. TODOS SON HIJOS MÍOS Y SOBRE TODOS DERRAMA LAS GRACIAS.
    También pedid mucho por los guías de la Iglesia, porque Satán introducirá en los seminarios y en los conventos a espíritus del mal encarnados, para destruir las órdenes religiosas. (Pausa.) Satán con su astucia, hija mía, quiere hacerse dueño. Pero venid a vuestra Madre, que vuestra Madre es el camino seguro para ir a Cristo.
    NO OS DEJÉIS SELLAR POR SATANÁS. DEJAOS SELLAR POR EL ÁNGEL DEL BIEN CON LA SEÑAL DE LOS ESCOGIDOS, HIJOS MÍOS. No os abandonéis en la oración. Si os abandonáis en la oración, vuestras almas quedarán tibias y aletargadas; y es un modo de Satán poderse aprovechar de ellas. (Pausa.) Pedid gracias, hijos míos, que, si vuestras oraciones salen de dentro de vuestro corazón, todo lo que pidáis se os concederá, hijos míos.
    EL ANTICRISTO, HIJA MÍA, SE APODERARÁ DE ROMA. Hay muchos secuaces del anticristo; Y ÉL QUIERE SENTARSE EN LA SEDE. PEDID MUCHO POR MI HIJO, MI VICARIO. ES MUY PERSEGUIDO, HIJOS MÍOS; Y EL ANTICRISTO ESTÁ CERCA PARA HACERLE SUFRIR, HIJA MÍA. (Pausa.) UNÍOS A ÉL EN ORACIÓN Y OFRECED VUESTRAS ORACIONES POR ÉL. NUESTROS CORAZONES LE AMAN. (Pausa.)
    Oración y sacrificio, hijos míos. Haced mucha oración para que vuestra Madre pueda venir vestida de blanco y se quite la ropa de dolor. (Pausa.) Muchos no rezáis el Rosario todos los días. OS HABÉIS ABANDONADO, HIJOS MÍOS. Os lo pido: ¡REZAD EL ROSARIO EN FAMILIA TODOS LOS DÍAS! (Pausa.) Educad a vuestros hijos en un hogar cristiano. No debe de faltar la Palabra de vuestro Cristo ni de vuestra Madre María Santísima, Pura, Dolorosa, hijos míos. (Pausa.) ¡MI CORAZÓN OS AMA TANTO…!
    Dios Padre ama tanto a la raza humana, que no ha querido extinguirla. Le da oportunidad, oportunidad para salvarse. (Pausa.)
    Besa el suelo, hija mía, por los pobres pecadores. (Amparo se inclina y besa el suelo.)
    Sé muy humilde, hija mía, muy humilde. A todos mis hijos, a todos les pido humildad.
    Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con gracias especiales, hijos míos. (Pausa.) Todos han sido bendecidos.
    Penitencia, hijos míos, penitencia y oración. Pedid por las almas consagradas, porque quiero pastores de almas; pastores santos, que ayuden a mi Iglesia a salvar almas.
    Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice, por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
    Adiós, hijos míos. ¡Adiós!
    La multitud clama: «¡Adiós, Madre!»
    La VOZ DE DIOS (Vox Dei) clama: «Os amonesté a tiempo repetidas veces y no me escuchasteis, os llamé y no me respondisteis» (Jeremías 7, 13.)
    Ojalá escuchéis hoy su VOZ: «No endurezcáis el corazón» (Salmo 94, 7-8).
    Fuente:
    http://pradonuevo.tripod.com/86.htm

  • MENSAJE DEL DÍA 2 DE DICIEMBRE DE 1989, PRIMER SÁBADO DE MES, EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
    LA VIRGEN:
    Aquí estoy, hija mía, una vez más comunicándome a los hombres, aunque los hombres rechazan mis comunicaciones. Veo, hija mía, que los hombres hacen más caso al desolador y al rey de la mentira que a mis llamadas y a mis mensajes. Los hombres dicen que no es necesario manifestarme tantas veces a la Humanidad; ¡están ciegos, sordos! El mundo está lleno de crímenes, de secuestros, de envidias, de lujurias, de desamor y de tibieza, hija mía. Los corazones están tibios y, en esa tibieza, no puede llegar la gracia. Y el rey de la mentira está haciendo estragos en la Humanidad. Atrae a las almas con la mentira y con el placer, y las almas se dejan seducir por él.
    Mis almas consagradas, la mayor parte de ellas, se ocupan de las cosas del mundo y de la materia más que del espíritu. Su egoísmo y sus apegos al mundo apagan la luz de su corazón. Por eso quiere mi Hijo formar un gran Reino, donde reine la justicia, el amor y la paz.
    EL SEÑOR:
    Yo, como Hijo de María, pido que a mi Madre se la tenga en el lugar que la corresponde. Mi Padre quiso participar de todos sus dones con mi Madre, y cuando los hombres acepten que María es Madre de la divinidad de Cristo, porque mi Padre le dio a participar de todos sus dones… Por eso quiso que la divinidad de Cristo entrase dentro y se engendrase con la carne y la sangre de María, para hacerla partícipe de todas sus gracias; pero los hombres han confundido estas palabras; y cuando los hombres entiendan estas palabras, tendrán esa paz que piden y que tanto desean y que tan poco merecen.
    No es que mi Madre hiciese la divinidad, hijos míos, la divinidad estaba ya “hecha”, era increada, pero participó con su humanidad en la divinidad de Cristo.
    No quiero que dejen a mi Madre como la mujer del hombre, sino que la vean como Madre de la divinidad de Cristo; también fue Madre de lo divino, no sólo de lo humano.
    Por eso, en estos tiempos tan graves, he otorgado a mi Madre que sea la Pastora de mi rebaño, porque dentro de este rebaño aumentan los lobos. Sí, hija mía, las almas que están en el rebaño de Cristo son perseguidas por grandes lobos. Por eso la Pastora no puede dormirse, y cuidar el rebaño.
    Acudid, hijos míos, al Corazón dolorido y lleno de ternura de María y refugiaos en él, y comunicarle todas vuestras penas y vuestras alegrías, y Ella me las presentará a mí.
    He puesto en mi rebaño la mejor Pastora: la Llena de gracia, el Refugio de los pecadores y la Puerta del Cielo.
    LA VIRGEN:
    Por eso os pido, hijos míos: antes que tiemble el firmamento y grandes terremotos caigan sobre la Humanidad, y pequeños y grandes sean engullidos bajo los escombros por no haber querido aceptar la palabra de Dios, venid a mí, hijos míos, que soy vuestra Madre y mi Corazón maternal os espera con cariño y con dulzura, hijos míos. Yo os conduciré a mi Hijo. Así lo quiso Dios y se vio en la humillación de su esclava, y me otorgó venir la Luz al mundo por ese “sí” que di a Dios, mi Creador. Y por eso Dios quiere que todas las naciones me llamen “la Bienaventurada”.
    Hijos míos, el peligro que acecha a la Humanidad es grande. Orad, hijos míos, haced penitencia y oración. Sólo con oración y penitencia podréis salvar vuestras almas, hijos míos.
    Despegaos, hijos míos, de las cosas materiales. Vuestro pensamiento cada día lo tenéis más apegado al mundo. Orad, hijos míos, para no caer en tentación. Volved vuestra mirada a Dios, vuestro Creador, sólo Él podrá parar la justa ira que tiene preparada. Cuando llegue el día del Creador, será terrible, hijos míos. Cuando los ángeles piensan en este día, echan a temblar.
    Por eso Dios quiere lo mejor para vuestras almas, hijos míos. No os ocupéis tanto del mundo y elevad vuestro espíritu a Dios, vuestro Creador.
    Venid a mí arrepentidos y contritos de corazón, para que pueda sellar vuestras frentes y el desconsolador mentiroso no pueda aprovecharse de vuestras almas, hijos míos. Rezad todos los días el santo Rosario, confesad vuestras culpas y oíd al Santo Sacrificio de la Santa Misa. Ahí veréis la renovación del Calvario. Amaos unos a otros, hijos míos, como mi Hijo os amó y como mi Corazón maternal os ama.
    Acudid a este lugar. Todos los que acudáis a este lugar seréis bendecidos y protegidos —si cumplís con lo que os pido— de la señal del enemigo, hijos míos.
    Tú, hija mía, te quiero humilde y sacrificada por los pobres pecadores.
    LUZ AMPARO:
    También te pido, Madre mía, por un alma que está agonizando; ten compasión de ella y cumple lo que prometiste, que no pasaría por las penas ni los tormentos del Purgatorio. Prométemelo, Madre mía.
    LA VIRGEN:
    Te prometo, hija mía, que ese alma saldré a su encuentro con los ángeles y los santos y los bienaventurados, y estará con nosotros por los siglos de los siglos.
    LUZ AMPARO:
    ¡Gracias, Madre mía! También dale las gracias a tu Hijo.
    LA VIRGEN:
    Quiero formar un gran rebaño, hijos míos, pero para formar este gran rebaño os quiero pobres, humildes y sacrificados. Los hombres no entienden este camino, ni lo entenderán; ni aquellos mismos que se llaman hijos predilectos míos, mis consagrados, porque ellos están apegados a lo material y no saben despojarse, ni cumplen el Evangelio como está escrito. ¿Quién son para juzgar si esto es del agrado de Dios o no es del agrado de Dios? Sólo mi Hijo ve la profundidad de los corazones.
    Yo lo he pedido, hijos míos, y vosotros me lo dais. Lo demás dejadlo en mis manos.
    Ni seglares ni consagrados lo comprenderán, porque viven en la materia y se olvidan del espíritu. No se vive de palabras ni de golpes de pecho exteriores, sino de renuncia y de obras, del amor y de unidad. ¡Y en qué pocos lugares existe la unidad santa que Cristo quiere! Se odian unos a otros; se desprecian. Y los hijos de Dios tienen que amarse tal como está escrito.
    El mundo está lleno de vanidad y en muchos conventos no existe la unidad, ni la paz, hijos míos. Por eso os quiero frescos y lozanos y os pido una renuncia al mundo y una entrega de vosotros mismos a nosotros, hijos míos.
    No os hagáis los sordos, hijos míos, la muerte puede llegar como el ladrón, ¿y de qué os va a servir amontonar riquezas si os vais a perder la eternidad, hijos míos?
    Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales de todos los ángeles custodios…
    Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
    Adiós, hijos míos. Adiós.
    Fuente:
    http://pradonuevo.tripod.com/89.htm

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