Domingo XXXII tiempo ordinario
Cuánta riqueza contienen tantos textos del Antiguo Testamento!!!
Y pensar que muchos en la actualidad dicen reconocer toda la Biblia como Palabra de Dios, pero desprecian muchos textos del Antiguo Testamento por considerarlos con una teologia trasnochada que ya no dice nada al mundo de hoy. Están empeñados a separar a toda costa -y casi a negar- al Dios del Antiguo Testamento para contrastarlo con el Dios revelado por Jesús. Es verdad que Nuestro Señor Jesús nos revela el Rostro amoroso de Dios que nos ama con misericordia pero que también es exigente.
Al leer el relato de los hermanos Macabeos, pienso en los tiempos que corren y creo que muy pronto y a muchos de nosotros, nos tocará una grande persecución y seguramente el Martirio.
Ojalá podamos decir que estamos prontos para morir antes que transgredir las leyes del Señor y la Santa Doctrina de nuestra madre la Iglesia católica.
Tengamos la esperanza que aunque nos puedan matar, el Señor nos resucitará a la Vida Eterna.
El mensaje de los hermanos Macabeos es claro y contrario a lo que pretenden los que creen en el falso ecumenismo. Estos no están dispuestos a negociar su fe en el cumplimiento de los Mandamientos del Señor. En estos diálogos nos queremos congraciar con los herejes, diciéndoles que tienen razón.
Tenemos pastores que se arrodillan ante los herejes para que les impongan las manos, pero no se arrodillan ante Jesús Sacramentado presente en el Tabernáculo y en el Altar durante el Santo Sacrificio de la Misa.
Tenemos pastores que como perros mudos callan ante los poderes del mundo, y estos jóvenes junto a su madre no se arrodillan, ni doblegan su voluntad ante el «rey», porque reconocen otro Rey, el verdadero que permanece para siempre y que les dará la Vida Eterna.
Los reyes y poderosos de este mundo cuando están llenos de odio solo pueden matar, no tienen poder para dar la vida como la tiene Nuestro Dios. Por eso no le tenemos miedo a ninguno y decimos junto con los Macabeos: «El Rey del Universo, después que moriremos por sus Mandamientos, nos resucitará a una vida nueva y eterna»
Padre Elías.
La vida no termina, y tampoco la esperanza
